Agarraré el toro por los cuernos aunque solo sea por cumplir -no sin cierto retraso por el que anticipo mis disculpas- la promesa que hice públicamente en un día de radio hace ya unas cuantas semanas. Así mismo, aprovecharé a esforzarme en el intento de dejar zanjada esta cuestión para planteamientos futuros, que sin duda me harán, en el transcurso de esta entrada aunque la tenga que dividir en dos o tres partes. Pues no, han salido cuatro.
La pregunta no me hace gracia, de ahí que me apetezca enormemente contestarla al más puro estilo gallego, es decir, con otra pregunta, con esta: ¿Y qué más da? Porque, realmente, ¿qué importa? ¿No será que planteamientos de este tipo, en el fondo, tienen una raíz bastante cavernícola y machista? ¿Por qué nadie se pregunta si conducen mejor los negros o los blancos, los rusos o los chinos, etcétera?
Foto tomada del sitio: autosmotosymasss.blogspot.com |
No conozco ni he apreciado nunca que exista una sola razón objetiva que haga conducir mejor o peor a una persona por el solo hecho de ser mujer u hombre. Ninguna. Por otra parte resulta evidente que son muchas más las cosas que mujeres y hombres tenemos en común, que las que nos diferencian. Algunas de estas diferencias, por ejemplo, hacen que a cuerpos y entrenamiento más o menos comparables y en condiciones similares, un hombre pueda correr en menos tiempo que una mujer los cien metros lisos, ¿y qué? Muchos animales, tanto en términos relativos como absolutos, superan con creces las prestaciones del mejor atleta del mundo. Personalmente, todas estas diferencias me parecen irrelevantes. En mi opinión, el cuerpo humano, como máquina, tiene muy pocas prestaciones, mucho mantenimiento, poca fiabilidad y una vida útil muy corta. Pero tiene cerebro para desarrollar máquinas que amplíen enormemente sus limitaciones. Una de estas máquinas es el automóvil, hasta hoy, sin duda, la mejor para ampliar la capacidad de movimiento del ser humano.
Los seres humanos estamos hechos para vivir en sociedad y tanto esta como aquellos tienen como primer objetivo la supervivencia. La vida en sociedad exige división de tareas siendo estas diferentes para niños, ancianos, adultos, jóvenes, mujeres, hombres... El automóvil, salvo excepciones, y hasta pasada la primera mitad del siglo XX se ha considerado como una máquina destinada a ser utilizada por hombres, esta idea se inculcó a niñas y niños durante décadas; en una buena parte del mundo, desgraciadamente, todavía persiste.
Volkswagen Escarabajo o Beetle Foto tomada del sitio: www.taringa.net |
En España, hasta la década de los cincuenta, inclusive, las poquísimas mujeres que conducían pertenecían a la clase alta y unas pocas, muy pocas, lo hacían en ámbitos rurales por motivos muy diferentes: para trabajar, llevando en pequeñas furgonetas pan, pescado y productos de este tipo a pequeñas poblaciones aisladas sin que por ello se las considerase nunca como conductoras profesionales. En la década de los sesenta, cuando el turismo comenzó a gestarse como una industria, se empezaron a ver más mujeres conduciendo, sobre todo por el este y el sur, inglesas, alemanas, francesas, nórdicas... y de clase media. Clase, que también en esos años comenzó a incrementarse en este país de un modo más que significativo; y a motorizarse, cómo no, gracias a la creación de SEAT y a la producción del 600 pocos años atrás, a imagen y semejanza -por parte de Franco- de lo que había hecho Hitler con la producción del Volkswagen escarabajo o Beetle. Claro que aquí, el 600 se fabricaba con licencia FIAT, algo en perfecta sintonía con la tristemente célebre -y suicida- frase: “¡Que inventen ellos!” de D. Miguel de Unamuno y que con tan estúpida soberbia gustaban decir tantos miembros de la clase dirigente española. Así nos va.
Seat 600
Foto tomada del sitio: www.leonoticias.com
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En los 60, que unos veinte años más tarde se dio en llamar la década prodigiosa por estos pagos, recuerdo haber visto a dos mujeres conduciendo. Una muy joven, hija de un buen amigo de mi padre al que le tenía mucho cariño y a la que él (que conducía y tenía camiones) le dejaba conducir su coche, incluso sola; también tocaba el piano que tenían en casa y en lo que yo podía apreciar, hacía ambas cosas muy bien. La otra mujer no sé que edad tendría, era adulta, la conocí en Gijón, y era muy popular porque conducía autobuses; la empresa (Autos Xavina) que fundó junto a su marido sigue existiendo y aunque la vi muchas veces conduciendo el autobús, la admiré siempre y hablé de ella a casi todos mis alumnos, nunca traté con ella personalmente ni me coincidió viajar en sus autobuses. Unos cuantos años después, supe que fue la primera mujer en España que obtuvo el permiso para conducir dichos vehículos; entonces se denominaba de 1ª Especial, ahora D. Sin duda, en la segunda parte del mencionado periodo he tenido que ver a más mujeres conduciendo, pero las dos citadas fueron las primeras, y desde luego, pasaron bastantes años hasta ver a otra mujer a los mandos de un autobús, ni en los de matrícula extranjera.
Los años 70 llegan con grandes e importantes cambios tanto endógenos como exógenos, entre estos últimos ejercen una influencia nada desdeñable los recientes acontecimientos que se habían originado en Londres, París, California y buena parte de los países del centro y sur de América donde destacaría especialmente, así a vuela pluma, los acaecidos en Chile, Argentina, Nicaragua y Brasil, cuna de la Teología de la Liberación. Fue una preciosa época en la que todo parecía posible y una gran parte de la humanidad llamó a las puertas del cielo entendiendo por tal un mundo mejor, más justo y libre para todos. Esas puertas no se abrieron, pero hubo cambios positivos que aún sobreviven. En España, en esa década, por primera vez un importante porcentaje de mujeres ocupaban espacios reservados hasta entonces a los hombres, entre otros, universidades y autoescuelas.
Foto tomada del sitio: www.imujer.com |
Con todo, una presencia notable de mujeres conduciendo de forma habitual por nuestras calles y carreteras comenzó a verse en la década siguiente. Aún así, la utilización del coche por parte de las mujeres de un modo... digamos normal, por lo habitual y abundante, similar a como observé en Inglaterra en 1978, por ejemplo, aquí lo veo desde casi mediados de los noventa hasta ahora. Quince años más tarde, aproximadamente.
No es mi intención eludir lo que anuncié en el primer renglón, desde luego, mas creo que es importante echar un vistazo atrás, captar la esencia del pasado nos dará un justo valor del presente para trazar un buen rumbo hacia el futuro.
Esteban
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