sábado, 31 de agosto de 2013

REVENTÓN PROPIO... COMO MAL MENOR

Dos entradas más atrás les decía que había tenido dos reventones que no añadía a la lista que allí mencionaba y creo que estarán de acuerdo conmigo, ahora verán porqué. 

Los dos ocurrieron con coches de autoescuela y dando clase, ambos, poco tiempo después del primer reventón y mucho antes del segundo. El primero fue en una carretera de las afueras de Gijón (entre el Infanzón y La Providencia), en un tramo llano en curva a la izquierda y con visibilidad. Nos encontramos con un montón de ladrillos que ocupaban una pequeña parte del lado derecho de la calzada, iríamos a unos 50 km/h, la alumna tardó en girar y yo en corregirla, de modo que íbamos hacia el montón de ladrillos; frené, giré a la izquierda e inmediatamente después a la derecha, otra vez a la izquierda (poco) y logré seguir ya estable en el carril de nuestro sentido evitando invadir el contrario, por el que venía un coche. 

Libramos el montón de ladrillos y el otro carril pero no un ladrillo suelto que estaba más cerca del centro de la calzada, la rueda delantera derecha pasó por encima del mismo y reventó. Cuando le di la novedad a mi jefe me dijo, y nunca lo olvidé, que él, procuraba (siempre que pudiese) no pisar ni un papel de periódico “no sé lo que puede tapar”. Tenía mucha razón pero también dio por buena y válida mi explicación.

El segundo caso, sucedió poco después. Conducía el coche un hombre que bien podía ser mi padre, alto, grande, muy fuerte y excelente persona, pero tenía auténtico pánico a conducir. 

Sensación de libertad por tierra y aire, en dos y en tres dimensiones.
Un coche como este, de color rojo, fue el protagonista de los dos sucesos.
Fuente: rafelin71.wordpress.com
Bajábamos del Infanzón a Somió, también al lado de Gijón y era de noche; el tramo en el que estábamos en ese momento era recto y terminaba en una curva a la izquierda que ya estaba muy próxima, la carretera era muy mala, estrecha, sin arcenes, abombada, con muchas irregularidades, sin marcas viales y con alguna que otra bombilla colgada de un poste por toda iluminación; como en el caso anterior estaba seco y la velocidad aproximada era de unos 60 km/h. De la curva salió en sentido contrario un coche un poco abierto, nos cruzábamos, pero mi alumno se veía chocando de frente con él y giró bruscamente a la derecha. Tenía las dos manos en el volante, los brazos completamente estirados, la espalda hacia atrás y la cabeza hacia adelante y gritando; intenté parar el giro del volante con la mano izquierda, le pedí que lo soltase, pero le resultaba imposible y yo no podía moverlo. 

Creo que tengo un instinto de supervivencia muy fuerte, me vi subiendo campo a través por el monte y dando un sinfín de vueltas de campana, acabando ambos muertos o con secuelas terribles para siempre. ¡No quería eso! Así que le di un golpe con toda mi alma a mi alumno por debajo de sus costillas con mi codo izquierdo. Y funcionó, soltó las manos agarré el volante y logré que sólo la rueda delantera derecha entrase en la cuneta, ¡Y sacarla! Reventada y con la llanta doblada, pero sin ningún daño más. 

Pude recuperar el control, detuve el coche en un pequeño apartadero enseguida, perdí perdón a mi alumno, le pregunté cómo estaba... Bien, muy bien, me dijo. En cuanto a mi ruego de perdón, respondió que nada de perdonar, que era al revés y que me agradecía mucho que le hubiese dado el codazo “si no matámonos por ahí, oh. Ficisti muy bien”. Cuando aquella noche nos despedimos, medio en broma, medio en serio, le dije que tuviese en cuenta lo dicho para el día siguiente, no fuese que cambiara de opinión y le dieran ganas de devolverme el golpe, porque como lo hiciera me mataba. 

Esta historia tuvo un final feliz más allá del que conté, no sólo porque mi alumno no cambió de opinión al día siguiente, sino porque a partir de aquel día comenzó a progresar en su aprendizaje de un modo muy notable y el miedo desapareció. Dio las siguientes clases con gusto y sin sufrimiento, angustia ni ansiedad, sudaba más o menos igual que antes (que era mucho, eso que estábamos en invierno) pero no por el pánico sino por el trabajo, esfuerzo y empeño que ponía en aprender. Logró su permiso de conducir sin más dificultades, compró un coche y hasta que nos perdimos la pista unos años más tarde, condujo bien y sin problemas. Sin pretenderlo, aquel incidente resultó una buena terapia para la amaxofobia y para conducir sin miedo. Espero que ustedes no la necesiten nunca.

Tensores de toldos de camiones,
también pasé por encima.
Fuente: seysu.es
Afirmaba en la entrada anterior que los neumáticos actuales son mucho mejores que los de aquellos años (los incidentes aquí relatados sucedieron en 1977), desde entonces, y especialmente en los exámenes, he pasado por todo tipo de baches, pequeñas tapas de alcantarillas abiertas, piedras, calzos de camiones, herramientas, tensores de cintas de sujeción de toldos de camiones... He subido y bajado bordillos de aceras de todo tipo, he sentido tropezar las ruedas contra ellos... Todo ello en un abanico de velocidades que va desde poco más de cero a cien kilómetros por hora, y en todos estos casos puedo dar fe de que nunca tuve ni un pinchazo. Sin embargo, eviten confiarse, por favor, nunca se sabe. Recuerden el caso de la entrada anterior en el que un pequeño trozo de hormigón que no sería mayor que un puño, a una velocidad bajísima, hizo reventar una rueda del Visa. Pero hay una cosa que sí se sabe: Con cualquiera de los percances que menciono en este párrafo, con uno solo, la estructura del neumático queda dañada. Luego es necesario tenerlo en mente siempre y adaptar la forma de conducir a esa circunstancia. Yo siempre guardo memoria de cuantos percances sufren las ruedas, cada una de ellas. Así que siempre me hace mucha más ilusión estrenar ruedas que zapatos.

Un turismo sin remolque no está obligado a llevar calzos, pero son muy aconsejables.
Pues "el uso de piedras u otros elementos naturales" están prohibidos,
y cambiar una rueda en pendiente sin ellos, peligroso y difícil.
Fuente: aespur.es
El estado de los neumáticos afecta muchísimo al comportamiento del vehículo, pudiendo ser fácilmente la causa última que provoque un accidente. A mí me ayudó mucho a tomar conciencia de esto pensar en ruedas y coches comparándolo con zapatos y cuerpo humano. ¿Iríamos al monte con zapatos? No. ¿Podemos correr con tacones? Tampoco. Y sólo son dos ejemplos.



Las prestaciones de los neumáticos se van perdiendo gradualmente y es difícil darse cuenta. Sin embargo, a medida que vamos practicando y lo hacemos de un modo consciente y atentos no tardaremos mucho en ir desarrollando la sensibilidad suficiente para percibir los avisos que nos van dando los neumáticos sobre su degradación, bastante antes de acercarnos al famoso 1'6 mm.



Bien sea como consecuencia del desarrollo de esa sensibilidad, bien por la observación directa que, cuando menos, permite apreciar claramente cómo se va alejando un neumático del ideal al que responde siendo nuevo, lo más importante es tener en cuenta que no le podemos exigir lo mismo que cuando lo montamos, y adaptar nuestra conducción a esta realidad. ¡Esto es lo más importante! Y esto es lo que casi nadie tiene en cuenta nunca.


Fuente: Internet. Encontré esta foto buscando imágenes de "adaptación", la recorté,
perdí la dirección -siempre me gusta citarla, qué menos- y no la he vuelto a encontrar.
Lo siento.

Con unas ruedas que tengan unos 30.000 km encima y una vida útil de 20.000 km más (este es un ejemplo muy relativo, pero sirve), habrá que ser más prudentes con las distancias de seguridad, los apoyos en curvas, las velocidades de paso por ellas, las calzadas mojadas, las pendientes, el paso por charcos y balsas de agua... y especialmente conscientes de que ante una situación crítica, su nivel de respuesta será menor y proporcional al aumento de nuestra exigencia. Así pues, es necesario aumentar nuestra capacidad de prevención y de anticipación. Y vuelvo a la mínima escala: ¿Podemos andar sobre el pavimento de nuestro portal recién pasada la fregona sin caernos? Sí, si ponemos el cuidado suficiente, ¿verdad? Pues lo mismo.

Esteban


miércoles, 28 de agosto de 2013

REVENTÓN PROPIO. CÓMO ACTUAR

Primer reventón. El hombre que me vendió mi primer coche, un Simca 1000 GLS de color blanco con once años y unos cuarenta mil kilómetros, un día de primavera con mis 23 años recién cumplidos, me advirtió de algo que siempre le agradecí: “Las ruedas que lleva no son nuevas aunque lo parezcan, están recauchutadas, las cuatro. Así que ojo, si andas normal no pasa nada, si vas de rallye igual te matas”.

Simca 1000
Fuente: www.simca1000.com
Por aquel entonces, el abajo firmante, llevaba conduciendo desde los 18 años, pero automóviles con los que trabajaba, de todo tipo: motocicletas, camiones con remolque, autobuses... hasta tractores agrícolas. Pero no tenía coche, ese Simca 1000 fue el primero. Y sin llegar a andar “como de rallye”, entre otras cosas, porque tenía la firme intención de que el coche me durase lo más posible, pocas semanas después de estrenarlo, cerca de La Felguera, camino de Sama de Langreo (Asturias) dentro de un túnel, en recta, en pendiente descendente  y un carril por sentido, con una velocidad indicada de 90-100 km/h -la real sería unos diez menos-, explotó un neumático.

Sonó un ruido muy parecido a un disparo, sentí que el volante vibraba claramente y que el coche tendía a perder trayectoria, pero sin mucho empeño. Sujeté con firmeza el volante, levanté algo el pie del acelerador, muy suave, y me acerqué un poco, muy poco más a la derecha porque quería dejarme margen con la pared de hormigón del túnel, puse el indicador de dirección de la derecha (por entonces las luces de emergencia las llevaban pocos coches y los de la quinta del Simca ninguno) y cuando salí del túnel comencé a frenar suave, me metí en una zona de tierra fuera de la vía y detuve el coche sin más novedad. He intentado recordar qué rueda era, pero no estoy seguro, sé que el coche tenía (como tantos que había por entonces) el motor atrás y su eje motriz en el mismo lado. Una combinación muy poco estable que nada tiene que ver con la de los coches actuales. Y recuerdo la sensación, que podría resumir así: Pues no es tan fiero el león como lo pintan, gracias a Dios. 

Segundo reventón. Habían pasado unos diez años y en esta ocasión llevaba un Citroën Visa de color rojo con un excelente motor Diesel para la época, por una pista de montaña pavimentada con hormigón lleno de hendiduras transversales para asegurar el agarre con agua y hasta con algo de nieve. También me coincidió bajando -en primera y con freno- una fuerte pendiente, muy despacio y en el centro de una curva muy cerrada. Apenas se oyó nada y el coche no se inmutó, paré para asegurarme y pensando que no habría pasado nada pero, por si acaso, prefería mirar.

Citroën Visa
Fuente: www.motorbase.com
Pude detener el coche casi nada más salir de la curva, orillándolo parcialmente en un trozo de tierra sin vegetación en el lado derecho. La rueda trasera derecha había reventado. No me lo podía creer, estaba en buen estado y con presión adecuada. Entonces anduve hacia atrás a ver si daba con la causa del incidente, y la única explicación que encontré fue que en la curva recién pasada había... como una protuberancia en el hormigón, una especie de picuda montaña a muy pequeña escala por la que imagino que pasó esa rueda y la rompió. Lo difícil, algo peligroso y bastante laborioso, fue cambiar la rueda en aquella cuesta; calcé las otras tres con piedras (está prohibido, pero no tenía calzos) lo mejor que pude, tensé el freno de mano con toda mi alma, puse la marcha atrás y me dispuse a la faena. No hubo más novedad. Fue una pequeña mala suerte, menos mal que no llovía.

Tercer reventón. Y último, hasta ahora. Fue en un tramo recto y llano de autopista. Conducía un Golf GTD blanco de segunda generación a cuyas ruedas ya les quedaba poca vida útil aunque la profundidad de su dibujo superaba el límite legal, pero por poco. Recuerdo que iba por el carril derecho con tráfico fluido y a 110 km/h. De forma inmediata solamente oí un pequeño ruido, muy sutil, mientras el coche seguía perfectamente su trayectoria; unas pocas fracciones de segundo después sí sentí una ligera vibración en el volante pero que no afectaba en nada a la trayectoria. Puse las luces de emergencia, levanté el pie, fui metiéndome en el arcén (pequeño, el coche entró justo), me detuve, bajé y me encontré rota la rueda trasera izquierda. Como pueden ver, en esta ocasión tampoco hubo ningún peligro. Me asombró el comportamiento del coche, sin un mal  modo, tan noble.

Golf II
Fuente: www.thefagetproject.eu
El peligro llegó en el momento de cambiar la rueda, por el lado de la calzada y en ella, eso que señalicé la posición con un par de conos grandes, pues aunque ya hacía años que llevaba un triángulo de aviso de peligro (todavía no eran obligatorios en aquellos años) aún se hacían maniobras en pista y todos llevábamos conos, palos y trozos de escayola (a modo de tiza para pintar marcas en la calzada) en el maletero de los coches de autoescuela. 

Trabajé tan pegado al coche como pude, pero el primer camión que pasó me “descamisó” (llevaba y suelo llevar la camisa por dentro del pantalón), luego el aire que desplazaban los demás hacía que se hinchase como un globo. Al principio miraba intentando controlar la situación pero enseguida dejé de hacerlo decidido a quitarme de allí cuanto antes. Nunca me vi tan cerca de ser atropellado y nunca cambié una rueda tan rápido.

Por el momento, esta es mi experiencia con los reventones, y espero y deseo que se quede ahí sin ampliarla más. Seguramente he tenido mucha suerte y doy gracias a Dios por ello, porque nunca se me ha roto un neumático súbitamente en un apoyo fuerte en plena curva ni en una frenada de emergencia, por poner dos ejemplos. Pero en todo caso, nunca daría la situación por perdida, sé que puedo soportar el pánico, si aparece, aunque tiemble como una hoja pasada la situación, pero no me obligará a hacer algo diferente a esto:
  • Sujetar con firmeza y ambas manos el volante sin que manos y brazos se queden bloqueados como una sola y rígida pieza, y moverlo muy suavemente si es necesario hacia donde quiera dirigirme.
  • Disminuir la velocidad soltando suave el pie del acelerador para luego frenar también muy suave y progresivamente sin urgencia, precipitación ni prisa cuanto sea necesario. 

La clave para superar las situaciones de emergencia no radica en negar el miedo de un modo alocado e inconsciente, sino en actuar correctamente a pesar del mismo porque estemos mentalmente preparados para ello. Si además podemos entrenar, mejor. Pero entrenar todo es imposible. Y el entrenamiento, por sí solo, no sirve; pero lograr la actitud mental adecuada, por sí sola, muchas veces sí, y siempre es condición sine qua non.

Una rueda viajando ligera de equipaje. ¿Tan sospechosa es?
Fuente: 2bp.blospot.com
Creo que respecto a este asunto, puede tranquilizar bastante saber que, actualmente, tanto vehículos, como carreteras y neumáticos son mucho mejores que en los años setenta y ochenta. Los tres elementos y en todos los sentidos. No obstante, con respecto a la posibilidad de reventar un neumático, es muy importante tenerla en cuenta y sopesarla seriamente todas esas veces que nos resulta tan tentador rebasar los límites de velocidad. En tantos excelentes tramos de autopista con los que nos podemos encontrar, y tan vacíos... Y no es porque a mí me guste el límite genérico de 120 en esas carreteras, desde luego, pero me gusta infinitamente menos hacerme daño o causarlo.

Esteban

lunes, 26 de agosto de 2013

REVENTÓN PROPIO

Con respecto a los reventones ajenos de los que hablé hace pocos días, que explote uno de nuestros neumáticos con el coche en marcha es:

Mucho menos improbable.

Mucho menos peligroso.

Mucho más fácil controlar la situación.

Mucho más fácil prevenir para evitarlo.

Sólo depende de nosotros, sino totalmente el hecho de reventar, sí cómo reaccionemos.

Desde hace muchos años, todos hemos tenido oportunidad de leer y oír miles de veces que si un neumático nos revienta, prácticamente, lo único que podemos hacer es rezar, y muy rápido, cuanto sepamos. Falso, salvo situaciones muy excepcionales y sumamente improbables.

Alpine, auténtica "rara avis" encontrarlo de serie. Un coche precioso que siempre me gustó.
Esas llantas las tuve en un R-8 TS con el que disfruté mucho unos años
En toda mi vida sólo he reventado tres ruedas, en tres ocasiones -muy distanciadas en el tiempo- y con tres coches diferentes. Hubo dos casos más, que mencionaré más adelante pero que no cuento porque fueron efecto, no causa. Si llevo más de tes millones de kilómetros recorridos, en mi caso y hasta ahora, la posibilidad de reventar es inferior a uno por cada millón de kilómetros. Creo que es un dato suficientemente objetivo y tranquilizador, pues excepto algunos conductores profesionales, todos los demás se quedarán muy lejos de la cifra mencionada a lo largo de su vida, lo cual no debe impedir que tengamos en mente esa ínfima posibilidad ni que adoptemos todas las prevenciones posibles con el fin de intentar hacerla igual a cero. Después de todo, nadie puede asegurar que una persona que haga cinco mil kilómetros al año no sufra tres reventones en ese periodo, por ejemplo.

Ante cualquier posible daño que podamos sufrir o causar, en primer lugar, lo mejor siempre es evitarlo. Prevenir. Y podemos hacer lo siguiente: 
  • Utilizar siempre neumáticos en buen estado y con presiones adecuadas. Es muy aconsejable -casi imperativo- adquirir un manómetro y vigilar nosotros mismos las presiones al menos una vez al mes, con mayor frecuencia si utilizamos mucho el coche (cada dos semanas o cada semana) y siempre antes de un viaje largo. También cada vez que pasemos por el taller, pues suelen modificar las presiones sin preguntarnos y hacer caso omiso cuando les pedimos que no lo hagan, generalmente (quiero pensar que hay alguna excepción, que en los talleres oficiales no he conocido, pero sí en algunos independientes), parece que dan por supuesto que de nuestro coche solamente conocemos modelo, marca, color, combustible que utiliza y la matrícula.
  • No utilizar nunca neumáticos de segunda mano. Pueden parecer casi nuevos, pero su estructura puede estar dañada o sometida a mucha fatiga sin que sea posible apreciarlo. Además, aunque hubiesen calzado a un coche exactamente igual que el nuestro, irán adquiriendo vicios de utilización que harán que se moldeen de un modo distinto; algo semejante ocurre si intercambiamos un par de zapatos con una persona que pese y mide lo mismo que nosotros y utilizamos idéntico número, nos pueden ser útiles, pero moldean huella interior diferente y distinta pisada, aunque eso nunca podrá ser causa de un accidente. Pero las ruedas sí.
  • Por supuesto, nunca se deben recauchutar los neumáticos. Es peligroso. En España en los turismos está prohibido hacerlo, y seguro que en muchos más países también. Básicamente, el recauchutado consiste en sustituir la banda de rodadura gastada por otra nueva.
  • Es muy importante observarlos con frecuencia. Yo lo hago todos los días, ya es una vieja manía. Generalmente, cada vez que subo al coche, muchas veces también al bajar; ambas cosas, siempre en cada parada que realizo en un viaje. Desde luego es innecesaria una frecuencia tan alta de observación, pero uno se acostumbra, no cuesta nada hacerlo y, generalmente, me permite saber si tengo una rueda pinchada antes de que pierda todo el aire, y puedo ir suave hasta la gasolinera más próxima o utilizar un inflador de ruedas, subir la presión hasta tres bares e ir al taller a reparar el pinchazo evitando cambiar la rueda, y en muchos casos, hasta perder media jornada de trabajo.

Monómetro.
Fuente: www.euromaster-neumaticos.es
También hay una prevención dinámica muy importante que consiste en cuidar de los neumáticos cuando conducimos, por ejemplo:
  • El caso más evidente es evitar que ninguna rueda pase por encima de un obstáculo ni de ningún bache... siempre que sea posible. Pero cuidado, ¡mucho cuidado! porque esto supone siempre un mayor o menor grado de cambio de trayectoria y muchas veces no podemos hacerlo so pena de tener un accidente. Cuando no hay más remedio que pasar por encima de baches y obstáculos, se frena todo lo necesario antes de tocar o pisar la rueda en ellos y luego se suelta todo el freno, o en el peor de los casos, se alivia presión sobre él. Con la rueda frenada sobre el obstáculo, ésta recibe un golpe que traslada también a la dirección y a la suspensión; en pasos de peatones elevados y badenes, se debe hacer lo mismo.
  • Otra situación, muy fácil de evitar en este caso, es estacionar e iniciar la marcha después sin golpear con las ruedas en los bordillos. Y ya puestos, ni con los coches próximos. Ni tocarlos. Es una bárbara costumbre que detesto (salvo por error y muy suavemente), y que me lleva a pensar, inevitablemente, que las personas que lo hacen, porque ni intentan evitarlo -cuando no es que hasta lo hacen adrede-, tendrán la misma falta de cuidado y respeto en muchas más cosas que hagan a parte de conducir.
  • Cuidado también con el calor, velocidad y peso. Cuanto más alta sea la temperatura del asfalto (siempre mayor que la del aire, que es la que mide el termómetro que llevan casi todos los coches de serie), mayor sea la velocidad a la que se circule, mayor sea el tiempo que se circule en estas condiciones y mayor sea el peso transportado, más temperatura y presión adquiere el neumático aumentando la posibilidad de reventón. Es algo importante a tener en cuenta en viajes largos y en verano, y en lo que conviene pensar seriamente antes de decidir superar las velocidades máximas permitidas. Factor sobre el que siempre podemos actuar.

Profundímetro
No me gusta apelar a posibles sanciones, castigos o delitos como argumento que nos anime a conducir bien, responsables y solidarios; cuidando lo mejor posible de nosotros mismos, de nuestros pasajeros y de terceras personas. Sin embargo, y puesto que he comprobado que muchas personas no lo saben y sin que sirva de precedente, creo que está bien considerar y ser conscientes de que en caso de accidente en el que la policía de tráfico realice atestado, es muy probable, que entre otros datos para elaborar su informe tomen nota de la profundidad del dibujo de los neumáticos, cuyo mínimo legal, en España es de 1’6 mm. Siendo también muy conscientes de que entre 3 y 2 milímetros la pérdida de prestaciones de un neumático ya es notoria e importante.

El cuidado dinámico de los neumáticos también se manifiesta en la toma de curvas, aceleraciones, frenadas y cambios de marcha. Cuanta mayor sea la suavidad y precisión que empleemos, menor será la fatiga que soporte la estructura de la rueda y menor desgaste y más uniforme para su banda de rodadura.

Todas estas precauciones, por supuesto, ayudarán a que sea mucho más difícil que tengamos un reventón, pero son mucho más importantes de cara a evitar perder el control del vehículo, tracción, trayectoria, derrapes (aunque sean incipientes); harán que funcione y trabaje mejor suspensión y dirección, y que funcionen con la máxima eficacia el ABS y el sistema de control de estabilidad (ESP).

Indicadores de uso en los surcos verticales.
En uno o dos días, si Dios quiere, publicaré la última entrada con la que pienso acabar esta pequeña serie sobre los reventones y en la que contaré cómo debemos actuar, y qué hice cuando me ocurrieron. Pero les adelanto algo: normalmente, basta con sujetar el volante con más firmeza (sin agarrotarse ni exagerar), girarlo suavemente hacia donde queramos ir, y disminuir la velocidad de forma progresiva y suave hasta detenernos. Como siempre, claro, calma y sosiego; no es imposible que aparezca el miedo y el pánico, pero sí es perfectamente posible actuar correctamente a pesar de sentir estas emociones. Está al alcance de todos.

Esteban

miércoles, 21 de agosto de 2013

DOS PARÉNTESIS MUY IMPORTANTES

PRIMER PARÉNTESIS

Es sobre la noticia que pueden ver aquí, aunque seguro que la conocen. Antes de continuar, quiero expresar mi lamento solidario por la pérdida de esa vida tan recién iniciada y por el terrible dolor que sufrirán sus padres para siempre, cual injusta condena a perpetuidad. Porque, qué quieren que les diga, a parte de que no me atrevo a juzgar a nadie, y por más errores que pudiesen cometer esos padres, el castigo me parece absolutamente cruel, excesivo e injusto.  

Ya hace un tiempo que escribí por aquí algunas recomendaciones sobre cómo dejar estacionado el coche, sin olvidar la posibilidad de que entren niños en él si lo dejamos abierto, quizá esté en algún archivo de "Días de radio" -en la emisora estoy seguro de haberlo comentado-, pero es igual, no lo buscaré porque lo voy a repetir.

Una mujer y un hombre condenados a un terrible dolor para siempre.
Ni la imperfecta justicia humana es tan cruel. Dios, ten piedad.
Fuente: www.pymesyautonomos.com
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

Aunque viviésemos en el mejor de los mundos posibles y nada tuviésemos que temer sobre el recíproco respeto de todos a las cosas de cada cual, un coche abierto o abandonado, es un juguete tan tentador como peligroso para la mayoría de los niños. Luego hay que dejarlo cerrado, siempre y totalmente, y, asegurarnos, claro está, de que no dejamos a ningún ser vivo dentro; ni las llaves. 

¿Que hace mucho calor y quedó expuesto al sol? Es igual, cerramos por completo las ventanillas y, cuando vayamos a utilizarlo, nos adelantamos diez o quince minutos, abrimos todo, esperamos un poco a que salga el aire caliente del interior, lo cerramos, arrancamos el motor y ponemos el aire acondicionado unos minutos al máximo, o casi, para que esté más o menos habitable; luego nos metemos dentro, bajamos el aire e iniciamos la marcha. Esto es lo mejor. Y al estacionar:

Ponemos el freno de estacionamiento (el de mano).

Paramos el motor.

Y dejamos puesta una velocidad (primera o marcha atrás), aunque la norma sólo obliga a utilizar alguna de estas velocidades en pendiente ascendente (1ª) o descendente (R), es muy aconsejable dejar 1ª o R (indistintamente) en terreno horizontal, con cambio automático posición de estacionamiento (P). Si la inclinación es pronunciada, es aconsejable dejar las ruedas delanteras giradas hacia el bordillo, próximas, pero no apoyadas en él. En sentido subida y estacionados a la derecha, giradas a la izquierda; en el mismo lado, pero en sentido bajada, giradas a la derecha. De estar en el lado contrario, a la inversa.

La Ley de Tráfico regula lo que debemos hacer cuando estacionamos el vehículo, hay un artículo muy interesante que no tiene desperdicio y que se suele ignorar muchísimo, piensen y observen. Es el siguiente: 

"Cuando se trate de un vehículo a motor o ciclomotor y el conductor tenga que dejar su puesto, deberá observar, además, en cuanto le fueren de aplicación, las siguientes reglas:

a. Parar el motor y desconectar el sistema de arranque y, si se alejara del vehículo, adoptar las precauciones necesarias para impedir su uso sin autorización. Reglamento General de Circulación. Artículo 92. 3. a.

Aquí las ruedas deben estar giradas a la derecha, cerca del bordillo pero sin tocarlo.
En un coche estacionado al sol, en verano y en la mayor parte de España, el aire del interior puede superar muy fácilmente los 60º C, en estas condiciones, yo no dejo dentro: mecheros, sprays, teléfonos, ordenadores... vamos, ninguno de estos aparatos que tienen baterías potentes, ni ninguna otra cosa que pudiese incendiarse con cierta facilidad: un periódico, una bolsa de plástico.... También extraigo el mechero del coche de su alojamiento, no debería ser necesario, y sí, será una tontería, pero yo lo hago. No es tan raro, que en un gesto involuntario, nosotros mismos o quien nos acompañe, lo deje conectado, o a medias. Me pasó alguna vez, en coches viejos, eso sí, ahora parece imposible, pero, me acuerdo de aquello, no cuesta nada... Todas estas precauciones, no las tengo en cuenta (o sólo parcialmente) si el coche va a estar poco tiempo estacionado, pero las observo de forma rigurosa cuando dejo el coche al sol durante horas porque vaya a la playa, al monte, a andar en bici, etcétera.

La rueda está girada a la derecha,
aunque en esta preciosa maqueta se aprecie con dificultad.
Y volviendo a los niños: solos en el coche, nunca. Ni esos "dos minutos" para ir al cajero, por ejemplo. 1º, Porque siempre es más tiempo. 2º, Porque no hace falta conducir para que ocurra algo imprevisto y de súbito, podemos caernos, simplemente; o quedarnos encerrados en el cajero, es que vi aquella famosa película ("La cabina") y no se olvida fácilmente.

SEGUNDO PARÉNTESIS 

Es relativo a esta noticia, pueden verla aquí, aunque seguramente también la conocen. El enlace me lo hizo llegar hoy Elisa Alòs (¡muchas gracias! No se pierdan su blog, es muy recomendable). Y me hizo pensar una cosa. A ver si me explico. Por supuesto, no sé qué se le pasó por la cabeza a la mujer que conducía la furgoneta de marras, pero podría ser algo parecido a lo que ocurre cuando aprendemos algo "con alfileres", sin profundizar en las normas; recordamos nítidamente lo que más nos interesa para justificar nuestra acción. 

Yo mismo he dicho en repetidas ocasiones, aquí y en la emisora, que aun habiendo línea continua se puede adelantar a ciclistas, es más, con doble sentido, se debe situar parte del coche en el carril contrario además de asegurar el metro y medio mínimo, naturalmente, siempre que NO exista ningún peligro. Para ello es imprescindible tener visibilidad suficiente y espacio libre antes de invadir el sentido contrario. En tanto no se den estas dos condiciones, o ante la más mínima duda: distancia de seguridad con los ciclistas, generosa (se pueden caer), igual velocidad que ellos y esperamos, sin albergar ninguna duda de que tienen el mismo derecho que nosotros a utilizar la carretera. 

No habrá dolo, pero en mi opinión es un acto criminal.
Y mucho más habitual de lo que se imaginan.
Fuente: www.lavanguardia.com
Esa conductora pudo pensar algo así: "¡con línea continua se puede adelantar!", y nada más, claro. Es un razonamiento bastante común, puesto que no hay nada muy concreto que me lo prohíba, lo puedo hacer; pues no, siempre debe darse la obvia y legal condición de que no haya peligro. La situación que se ve en el vídeo la he visto muchas veces en la carretera, y todos mis colegas también. Y me lleva a un convencimiento, normalmente, los conductores que actúan así lo hacen como una acción... yo diría que muy primaria y profundamente egoísta: yo voy andando, a mi marcha, si me encuentro con un obstáculo y veo hueco, o me parece que lo hay, y/o doy por supuesto que, bueno, se apartarán un poco, pues sigo, sin más. Y no tiene nada que ver que el obstáculo sean ciclistas o no. He frenado fuerte, he entrado en arcenes, he parado el coche -incluso-, porque según iba dando clase, aparecía uno detrás que salía al carril contrario aunque por él viniese un camión bastante cerca. He visto esto miles de veces, insisto. Así que no es nada personal contra los ciclistas, da igual con quien se topen.

La iniciativa de esos ciclistas de llevar cámaras, en principio y dado el riesgo que soportan, me parece muy bien. Pero en general, recomendar hacerlo en plan masivo y que todos nos convirtamos en delatores me da pánico, que lo recomiende el subdirector general de Tráfico y Movilidad de la DGT, vergonzoso. Es su responsabilidad vigilar las carreteras, no la nuestra. Pero este es otro tema. Por hoy, basta tener muy presente que tenemos una historia de siglos llena de guerras civiles; por lo demás, por favor, piensen un poco en estas cosas, revisen cómo actúan cuando se encuentran con alguien que circula a menor velocidad que la suya. Y tengamos paciencia, calma y sosiego. 
Esteban

INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

lunes, 19 de agosto de 2013

REVENTÓN AJENO. CÓMO ACTUAR

Después de haber leído la entrada anterior, seguramente ustedes se habrán preguntado qué harían, si cuando están en paralelo con un camión le explota una rueda de su lado izquierdo. Seguramente, hayan encontrado respuesta y valorado pros y contras de distintas posibles acciones, también quiero pensar que en ningún caso aceptarían la situación con resignación y fatalismo; hasta puede ser que alguno de ustedes ya lo hayan vivido. A mí nunca me ha pasado, a Dios gracias, todavía, pero hace muchos años que lo llevo en mente y lo mostraré ahora. Hay dos puntos en que la situación sería especialmente crítica: La rueda del camión revienta cuando estoy exactamente en paralelo con ella, o poco antes de llegar a este punto.

Fuente; http://imag.fotocommunity.com 
Si la rueda del camión revienta estando en paralelo con ella, mantengo trayectoria y acelero a fondo. 

Si la rueda del camión revienta poco antes de la posición anterior, caben dos opciones, siempre, después de asegurarnos el mantenimiento de la trayectoria: a) frenar muy fuerte, b) acelerar a fondo.

a) Si no tengo a nadie detrás o está bastante lejos y además su velocidad es similar a la mía, o poco más; y la diferencia de velocidad entre el camión y yo no es demasiado elevada  (alrededor de la máxima legal para ambos, 90 y 120 km/h), frenaría muy fuerte y después volvería al carril de la derecha. Casi de forma inmediata conseguiría distanciarme notablemente del camión y con un poco de suerte ningún trozo de rueda tocaría con el coche, una vez recogido en la derecha reduciría directamente desde 5ª o 6ª a  3ª o 2ª, e iría recuperando velocidad para rebasarle y continuar mi camino, siempre que no sea necesario detenerse para ayudar. 

b) Con la opción de acelerar a fondo, imperativa en el primer caso, es prácticamente seguro que algunos trozos del neumático del camión impacten contra mi coche, harán mucho ruido (un coche es una caja de resonancias, está lleno de huecos), provocarán algún daño de chapa, quizá hagan saltar un espejo exterior por los aires... pero difícilmente rompan una ventanilla y entren en el interior, el coche está en movimiento y es mucho menos vulnerable a este daño que si está detenido, de ocurrir esto (la situación más violenta que se podría dar) el objetivo sigue siendo el mismo: mantener trayectoria y salir de ahí cuanto antes. 

En esta posición, mantener trayectoria y acelerar a fondo.
Creo que es evidente, que con cualquiera de las acciones que decidiese llevar a cabo, mantener la trayectoria es absolutamente vital; si doy un volantazo dejándome llevar por el pánico me provocaría un accidente con toda seguridad, sus consecuencias ya serían cuestión de puro azar, quizá saliese ileso, o no. Seguir en el asfalto, sobre “lo negro”, aunque me bombardeen trozos de rueda, solamente dañará el coche, aun en el muy improbable caso de que algún trozo rompiese la ventanilla y chocase con alguna parte de mi cuerpo, siempre sería un daño mucho menor que el que pueda sufrir si me salgo de la calzada. De producirse daños en el vehículo, una vez salvada la situación, habría que detenerse para intercambiar datos con el conductor del camión a fin de que este dé parte a su compañía de seguros.

Aquí, normalmente, mantener trayectoria, frenar fuerte, y volver a la derecha.
A estas alturas, a buen seguro se habrán dado cuenta de un detalle en el que pocas personas reparan: la importancia de llevar las ventanillas cerradas, siempre y todas. Bueno, siempre, siempre... Digamos que como norma general, especialmente en carretera, y valorando siempre las excepciones que hagamos. Al principio mis alumnos siempre me miraban con incomodidad y sorpresa cuando les pedía esto, pero todos llegaban a tener oportunidades de darse cuenta de lo conveniente de la medida y en según qué circunstancias hacíamos excepciones, claro. Por una ventanilla abierta pueden entrar cosas, y tarde o temprano entran, sin duda. Los elevalunas eléctricos siempre se han vendido como un elemento de confort, pero yo los clasificaría como elementos de seguridad a caballo entre la pasiva y la activa. Al hilo de esto, no me resisto a comentar el famoso anuncio de BMW en el que un hombre conduce extendiendo el brazo al exterior... ya saben, y, como con recochineo nos preguntan: “¿Te gusta conducir?”, a lo que siempre respondo, ¡sí, pero no de ese modo, por Dios! Me parece que este anuncio ha hecho mucho daño.

Otro detalle muy importante: Hablé de acelerar a fondo, pero debe haber respuesta, y asegurarnos siempre que si se precisa aumentar la velocidad lo vamos a conseguir en cuanto pisemos más el acelerador; esto debe ser posible, especialmente adelantando, incluso en autopista, los adelantamientos deben de hacerse con una diferencia de velocidad notable, hacerlos lentos siempre es peligroso. En cualquier punto en el que tengamos el acelerador, si se pisa algo más, la velocidad debe aumentar de forma inmediata, no tiene porqué ser nada espectacular, pero sí inmediato; de lo contrario habrá que reducir, (NO esperar), y todo esto, debe estar comprobado y preparado antes de salir del carril derecho.

Nunca me gusta adelantar estando en la posición del coche rojo, demasiada dependencia.
Cuando apenas había autopistas y autovías (un auténtico misterio estos dos conceptos), teníamos oportunidad de estudiar a los camiones que nos encontrábamos delante, y algunos daban miedo, por lo viejos que eran, por los ruidos que hacían, por cómo llevaban la carga, las cartolas, los toldos, cómo flexaban las ballestas, el “balón” de sus neumáticos, como rozaban las ruedas gemelas entre sí, cómo se columpiaban las de repuesto... Los que andábamos en carretera entonces, hacíamos una valoración del riesgo -aproximada y subjetiva, claro- y según lo que concluyésemos nos separábamos ampliamente o adelantábamos lo antes posible; también había otra alternativa por la que yo opté unas cuantas veces: parar, y aprovechar a descansar, tomar un café... La verdad es que yo mismo he llevado camiones en condiciones nada recomendables, algunas veces cargado de combustible y oxígeno en bidones y bombonas (una cisterna era un lujo) que, prácticamente, sólo estaban quietas con el camión parado. Muy emocionante. Gracias a Dios nunca pasó nada, pero bueno, eran otros tiempo y es otra historia. No obstante, he querido contar esto, porque ahora, la mayoría de los trayectos largos los hacemos por autopistas y casi es imposible observar a los camiones. También es cierto, que ahora es mucho menos probable verlos como antaño, menos en autopista; pero a mí me gusta escudriñar indicios.

Hablando de indicios. Creo que cuando una persona realiza una tarea con interés y ganas durante mucho tiempo, en ocasiones, llega a percibir cosas que pueden ocurrir, y suceden, sin tener dato objetivo alguno. Es una intuición, un “me da que...”, una percepción que va (o viene) más allá de nuestros cinco sentidos, extrasensorial... No lo sé. Pero es real, todos lo vivimos en ocasiones y en la carretera también se da. Me sucedió bastantes veces dando clases, y en la entrada de ayer, quedé de contar un caso. 

Hacen aflorar la nostalgia, me encantaban esas viseras,
pero están mejor en "los cielos". Por el bien de todos.
Fuente: http://www.pegasoqueestasenloscielos.es 
Entrábamos en una de esas “medias lunas” que hay en el borde de la calzada para hacer un cambio de sentido, y estaba un trailer dentro que iba a entrar en una fábrica a través de una cancela situada en el mismo arco de la media luna. El camión estaba en movimiento así que mi alumno no se detuvo por completo, pero el camión iba un poco más lento que nosotros, de modo que muy despacito nos acercábamos cada vez más y  el trailer tenía que hacer un giro a la derecha a 90º desde una trayectoria curva, de modo que los ejes de la plataforma dejaban de girar y arrastraban sobre una zona bastante sucia y llena de polvo. Ya antes de iniciar el giro, le dije a mi alumno, sepárate, dale tiempo, él pensaba que entraría más rápido y que no era necesario bajar más la velocidad, así que siguió acercándose, aún había espacio y ningún peligro, pero... no sé, no me gusta estar demasiado cerca de nadie, es innecesario, normalmente, y el camión me estaba dando mala espina, de modo que seguí insistiendo, no te acerques tanto, no me gusta, lo repetí varias veces, muy tranquilo y sin tocar el doble mando, mi alumno ya estaba en una fase bastante avanzada de su aprendizaje, sólo quería avisarle y transmitirle mi impresión, pero no lo logré, así que seguimos acercándonos al camión y poco antes de acabar éste su giro, con las ruedas de sus dos ejes traseros a unos tres metros del morro de nuestro coche... una de ellas reventó. Las ventanillas estaban cerradas, se levantó una polvareda densa y grande, ninguno de los trozos de neumático tocaron el coche (hubo suerte), mi alumno se llevó un gran susto y hasta que no se recuperó un poco de él y vio la llanta del camión desnuda, estuvo convencido de que era una bomba. Yo no me asusté tanto, algo esperaba. Luego nos reímos muy a gusto, y en el tiempo que seguimos juntos logró mantener siempre una más que prudente distancia con todos los vehículos grandes. Fue una clase muy fructífera, y divertida. Espero que esta lectura también lo sea para ustedes.

Esteban

domingo, 18 de agosto de 2013

REVENTÓN AJENO

Hace menos de un mes, he sido testigo de un incidente en la carretera que es equivalente a ver de cerca la explosión de una pequeña bomba. Quizá se trate de un hecho puramente fortuito y sumamente improbable o, tal vez, sea indicio de una tendencia que, poco a poco, vaya haciendo menos difícil que se vuelva a repetir. No lo sé, pero aunque pienso que nunca llegará a producirse de un modo especialmente significativo, por lo que tiene de sorprendente y el alto riesgo de accidente que implica, creo que bien merece la pena que lo cuente y comente.

Ni el mismo lugar ni el mismo camión, pero la foto es hermosa y sirve para ilustrar el tema.
Fuente: www.recacor.es
Ocurrió en la A-8 sentido Oviedo, muy cerca de la salida que lleva a Llanes, poco antes de retomar la autopista que se había acabado en Unquera. Tuve a la vista dos camiones, un trailer (o vehículo articulado, como prefieran) y delante de él uno rígido y grande, ya estaba incorporado por completo a este tramo de la A-8 que, en este lugar, tiene una suave pendiente ascendente, seguida de un suave descenso tras una curva a izquierda muy poco pronunciada y con perfecta visibilidad

Era de día, y lucía espléndido, 24º C de temperatura en el aire, asfalto seco y en buen estado, pues ese tramo es de reciente construcción. Los dos camiones circulaban por el carril de la derecha con buena distancia de seguridad aunque era previsible que el segundo adelantase al primero aprovechando la suave bajada ya que iba algo más rápido que él y, aparentemente, vacío. Si no fuese porque pensaba entrar en Llanes, hubiese intentado adelantar a los dos camiones más o menos en la curva, ya que era hacia la izquierda y así aprovecho para trazar al mismo tiempo que evito hacer esperar al segundo camión cuando su conductor iniciase el adelantamiento al primero. Pero pensaba tomar la salida de Llanes, muy próxima, y decidí no adelantar mientras me acercaba poco a poco a los camiones y llegaba suavemente a 100 ó 110 km/h.

Íbamos así los tres vehículos con poco tráfico detrás y distancias amplias entre todos cuando, de pronto, vi una polvareda vertical por delante del camión que me precedía y que superaba su altura, inmediatamente después, saltaban trozos de neumático de respetable tamaño que caían en el carril izquierdo y quizá también alguno en el mismo carril del sentido contrario y en la mediana. Miré atrás, bajé velocidad (sin necesidad de frenar mucho ni fuerte), puse las luces de emergencia y, como el camión que llevaba delante me desplacé progresivamente hacia la izquierda. Al aumentar aún más la distancia de seguridad que tenía con él, me aseguraba margen para esquivar los trozos de neumático que a buen seguro me encontraría, mas hubo suerte, apenas tuve que desplazarme, todos coincidieron prácticamente fuera de la trayectoria lógica del carril.

Muy cerca de Llovio (Asturias). El primer incidente sucedió unos 28 km antes de este lugar.
Fuente: www.skyscrapercity.com
El camión que sufrió el incidente -parecía uno de tantos que trabajan en la construcción de la autopista entre Unquera y San Roque- acababa de detenerse bien arrimado a la derecha pero en ese lugar el arcén es pequeño y ocupaba buena parte del carril, antes de llegar a su altura, pude ver que la rueda reventada era la gemela exterior izquierda del último de sus tres ejes y la llanta estaba prácticamente limpia. Me parece importante aclarar ese “pude ver”; por supuesto, fue sin intención, simplemente la imagen entró en mi campo visual. Nunca miro qué pasó, cómo quedó... No me mueve ninguna curiosidad morbosa, porque, aunque hasta cierto punto, es algo instintivo y natural, mi instinto de conservación es más fuerte y ante una situación crítica el objetivo número uno es salir con bien de la misma, o con el menor daño posible. Dejarnos llevar por la curiosidad aumenta, y mucho, el riesgo de accidente, por sí solo. Así pues, lo primero, siempre, es salvar la situación poniendo toda nuestra atención y esfuerzo en el empeño. Lo cual no impide, que nada más lograr ese objetivo, ante la más mínima duda sobre si puede ser necesaria nuestra ayuda, la prestemos, naturalmente. En el caso que estoy contando, de ser necesario (que no lo fue, además, pude ver en el espejo al chofer del camión bajando de la cabina con el chaleco puesto), me hubiese detenido en el borde derecho nada más rebasar al camión y frenando fuerte después de haber dejado el carril izquierdo y parte del derecho completamente libre.

Bufones en la costa de Llanes (Asturias).
Aquí la canícula no es ardiente y el verano resulta muy agradable.
Fuente: www.dellanes.es
Bien, este es un caso, pero es que hace tan solo unos meses (sería en el mes de febrero o marzo a lo sumo), en la misma autopista, en sentido Bilbao, a la altura de Noja (provincia de Santander), al atardecer, con asfalto también seco, en una zona con tres carriles, llana, en curva también a la izquierda (fácil, pero más pronunciada que en el caso anterior) y tráfico muy fluido, circulaba a unos 140 km/h por el carril izquierdo -adelantaba a un turismo que iba por el central-, cuando a un camión que iba más adelante por el carril derecho también le reventó una rueda gemela del lado izquierdo de uno de los dos ejes traseros, era un trailer e iba cargado. Como en el caso anterior, se levantó una polvareda vertical de súbito al tiempo que salían lanzados por el aire y hacia la izquierda los trozos de neumático; pude frenar lo suficiente, hasta ver dónde “aterrizaba la metralla” y seguir ruta comprobando que el chófer del camión no perdió el control y se orillaba bien a la derecha en un arcén, aquí sí, bastante grande. Agradecí la suerte que tuve de no estar al lado en ese momento, pues desde luego, tenía decidido adelantarle, aunque por el mismo carril en el que iba pues no tenía a nadie detrás y, eso sí, aquí tenía más espacio, entre el camión y yo, hubiese quedado un carril libre.

Este último incidente lo di por un hecho absolutamente fortuito, pues en toda mi vida y con más de tres millones de kilómetros recorridos, era la cuarta vez que veía reventar la rueda de un camión en marcha, habiendo sido las tres anteriores muy distanciadas en el tiempo. Dos de ellas las vi de refilón en la calzada del sentido contrario de una autopista, la otra fue dando clase, y la contaré en una próxima entrada. En más ocasiones, no sabría decir cuántas pero tampoco demasiadas, sí me encontré con restos de neumáticos reventados y camiones detenidos cambiando la rueda, pero en un periodo tan corto (5 ó 6 meses) dos casos similares me parece mucha casualidad (de ahí que hablase en el primer párrafo de tendencia), máxime, cuando desde hace ya unos años, en esta ruta que conozco como la palma de mi mano ha disminuido de forma muy notable el tránsito de camiones, debido, sin duda, a la crisis. 

Playa de Noja (Cantabria).
El verano también presenta aquí su cara más amable.
Fuente: www.ojodigital.com
La crisis... Tal vez, sea uno de los factores que hayan dado lugar a estos últimos reventones. Esto es pura especulación, claro. Pero, para mí, que tiene algo que ver. No me parece nada raro que algunas de las personas responsables del mantenimiento de camiones y autobuses pretendan estirar la vida útil de los neumáticos más allá de lo razonable. En mayor o menor medida, esto ha sucedido siempre, pero tal vez ahora se den más casos y se arriesgue más; supongo que con bastante más probabilidad en camiones que en autobuses, después de todo, aquellos llevan más ruedas, todas no son igual de importantes, pero todas cuestan bastante dinero. Creo que es muy conveniente pensar en estas cosas y tenerlas en cuenta cuando conducimos; una razón más para evitar ir en “pelotón”, siempre que podamos, mantener márgenes amplios con los demás siempre es un factor de seguridad, nos hace mucho menos dependientes de los errores ajenos y nos da muchas más posibilidades de actuar con éxito si se producen, evitando accidentes y sustos.

Intentar ahorrar más de lo razonable en el mantenimiento de los automóviles es algo que también hacen muchos conductores de turismos, seguramente en una proporción bastante mayor que en los vehículos grandes. Es un factor de riesgo más importante de lo que parece y con el que debemos contar. Desde luego, el reventón de una rueda en un coche es mucho menos espectacular que en un camión, lo más probable, es que hasta pase desapercibido, yo nunca he visto que la rueda de un coche saltase en pedazos, y me han reventado algunas, se rompen, pero siguen enteras y en su sitio. Sin embargo, puede suponer un riesgo importante por la pérdida de control del vehículo si está muy cerca de nosotros. Esa posible pérdida de control, salvo muy, muy raras excepciones, viene dada porque el conductor sobreactúa llevado por el pánico, sin olvidar que, en principio, no es un conductor profesional. Pero, aun sin que reviente ninguna rueda, andar con ellas en mal estado, con presiones inadecuadas, muy poco dibujo, deformadas y agrietadas, hará que sea más probable derrapar, perder tracción, perder trayectoria, invadir el sentido contrario; alarga considerablemente la distancia de frenado, la hace más inestable, menos eficaz y errático el funcionamiento del ABS y de los controles de estabilidad... Es un fuente de peligros y problemas, incluso con asfalto en buen estado y seco, en mojado ya ni hablamos. 

No es lo mismo, en la carretera es peor. Pero ilustra bien el asunto.
Fuente: www.cantabriaimparcial.com
Que un coche sea viejo, no significa que deba estar en mal estado, al menos, los elementos básicos de seguridad: dirección, suspensión, frenos, luces y ruedas deben mantenerse siempre en buen estado y perfectamente operativos. He oído muchas veces, que total, qué más da, si cambiar las ruedas, por ejemplo, cuesta más de lo que vale el coche; y así es, muchas veces, pero es tú coche, es lo que tienes, básicamente te hace el mismo servicio que el coche más caro del mundo, y tú, tu familia y tus amigos vais en él, esto es lo que suelo responder. Por otra parte, todos sabemos que, a veces, lo barato y algunos tipos de ahorro, salen muy caros; tanto, que a veces, los daños que generan no hay dinero en el mundo que los pague.

Esteban

sábado, 10 de agosto de 2013

AÚN ES TIEMPO DE VIAJES

El pasado 28 de julio publiqué una entrada titulada “Vacaciones de verano” y hace unos días, uno de los contenidos que encontré ("¡Vámonos de viaje en coche!") en una página de Facebook que visito habitualmente (MOVENTO) me inspiró esta, pues pensando en lo que decían (y que comparto) se me ocurrieron un par de cosas que creo que nunca he comentado ni el blog ni en la radio, a pesar de tenerlas muy presentes y hablar de ellas en las clases de teórica. 

A modo de complemento las escribí en un comentario para la citada información de la mencionada página y he decido copiarlas aquí -un poco ampliadas- porque, en lo que yo sé, son muy poco conocidas y las puede aplicar quien lo desee de forma inmediata y muy fácilmente. Decía lo siguiente:

Muchas gracias por los consejos, pues aunque sean cosas muy elementales, nunca sobran, ya que cada vez hay más conductores que incluso tras años de utilizar coches, jamás han abierto el capó del motor. Conozco varios casos, entre ellos dos amigos y, contrariamente a lo que en un principio nuestros prejuicios nos hacen pensar, todos hombres.

Claro, que esto de evitar abrir el capó del motor es algo que de un modo u otro todos los fabricantes de coches propician y potencian en beneficio propio y de sus concesionarios para que pasemos por estos como corderos hasta para añadir agua al depósito del limpiaparabrisas, con la pretensión de hacernos totalmente dependientes de sus servicios. También he observado que esta “política” comercial está siendo copiada por algunos talleres independientes. Pero bueno, esto es otra historia, que la crisis está cambiando algo. 

Fuente: monaguillosdelaasuncion.files.wordpress.com
Así, a vuela pluma, se me ocurren tres cosas, que suelen tenerse muy poco, o nada, en cuenta.

1. El coche siempre debe estar en buen estado y perfectamente operativo. Nunca sabemos cuándo vamos a vernos en una situación crítica. Puede ser muy cerca de nuestra casa, cuando nos disponemos a hacer un trayecto corto y habitual. O regresamos del mismo.

En muy pocos minutos, podemos encontrar una calzada así.
Fuente: diarioclubsantjoan.com
2. Si nos encontramos con una tormenta de verano con granizo, no está de más que la persona que nos acompaña a nuestra derecha coloque las yemas de los dedos de sus manos en el parabrisas con el fin de que absorban parte de la vibración que las bolas de hielo generan en el vidrio haciendo algo más difícil que éste se resquebraje o rompa. En estos casos, también sucede que el ruido que provoca el granizo sobre la carrocería es ensordecedor y genera bastante angustia, dando hasta ganas de agacharse e incluso esconder o encoger la cabeza, pues parece que las bolas de hielo pueden darnos de lleno en ella, por lo que es muy importante abstraerse al máximo del mismo para no perder la concentración, y buscar refugio -si se puede- bajo el tejado de una gasolinera próxima, por ejemplo, esperando a que escampe, lo que suele ocurrir en poco tiempo. Por otra parte, si hay rayos, casi todo el mundo sabe que un coche es un lugar muy seguro para protegernos de ellos, pero a condición de que ventanillas y puertas estén completamente cerradas, estas ya lo estarán (si estamos con el coche en marcha) pero aquellas no siempre. Y si el coche es un lugar seguro respecto a los rayos, no es porque los neumáticos hagan de aislante -como tantas veces se ha dicho-, sino porque el coche en sí hace el efecto de “campana de Faraday”. También conviene apagar la radio, se puede dañar.

Lluvia de meteoritos en un minúsculo universo.
Fuente: www.ellitoral.com
3. Si se viaja en pareja, y los asientos traseros están vacíos pero el maletero a tope, conviene enganchar los cinturones de seguridad traseros en sus anclajes, de ese modo, en caso de accidente (no lo quiera la Virgen, como dice Sabina) es bastante más improbable que los respaldos traseros se rompan y la carga invada el habitáculo. Si en los asientos traseros llevamos equipaje, también es importante utilizar los cinturones para que no se mueva de su sitio ni pueda golpearnos aunque sólo sea a consecuencia de una frenada fuerte. Es importante ser conscientes de que un objeto situado en la bandeja trasera, por ejemplo, puede recorrer todo el espacio que hay hasta el salpicadero muy rápidamente en caso de una frenada fuerte o de emergencia; de impactar con alguna persona le puede hacer un daño considerable, pero aunque esto no ocurriese, el susto que provoca, de por sí, ya crea una situación de peligro importante. 

Imaginen y piensen. Plantearse problemas implica la búsqueda de soluciones; ponerse en lo peor es el comienzo del camino para evitarlo.

Esteban