viernes, 29 de mayo de 2015

Y... ¿SI SE PARA EL MOTOR EN MARCHA? (y 3)

Cómo estar mentalmente preparados

¿Alguno de ustedes es de esas personas que nada más montarse en el coche lo primero que hacen es encender la radio o poner música? Espero que no, porque a mí siempre me da mala espina cuando veo hacer eso a quien me conduce, pienso que es una prueba significativa -por lo menos- de que quien me lleva no va a poner toda su atención en conducir y que da demasiada importancia a cosas ajenas a la carretera. De hecho, siempre que me ha coincidido ser testigo de este tipo de conducta, también lo fui de la falta de atención, ya fuese más o menos preocupante. 

Ni su majestad está libre de averías, ni de nada.
Recuerdo haber leído que esta señora, o su madre, condujo camiones militares
en Londres prestando auxilio durante la II Guerra Mundial.
Fuente: scontent-mad1-1.xx.fbcdn.net
Es cierto que también podemos conectar música y radio después de arrancar el motor y dejarnos distraer por ella cuando estemos en marcha, pero nada más entrar... es casi seguro; no se desconecta de lo demás para conectarnos (ahora que está tan de moda) sólo con vehículo y vía. 

Cuando conduzcamos y no tengamos otras cosas más importantes en las que pensar, está muy bien acostumbrarse a observar la carretera y detectar mejores y peores lugares en los que nos podríamos detener en caso de emergencia; saber dónde estamos, número y tipo de carretera, punto kilométrico aproximado, en qué sentido circulamos, el nombre de poblaciones próximas... detalles muy importantes si tenemos que pedir ayuda para nosotros o para terceros. Y conviene hacer estos ejercicios aunque tengamos GPS, podría dejar de funcionar o quedarse sin cobertura, una vez tengamos el hábito lo haremos regularmente de forma automática.

En carretera convencional y de noche, detenerse por avería es menos peligroso
que en el caso de la siguiente foto. La velocidad de paso es menor y se circula
con más atención, normalmente.
Naturalmente, lo mismo conviene hacer respecto a cómo actuar, y hacernos preguntas: ¿cuánto me durará la energía cinética que lleva el coche ahora en la cuesta que estoy subiendo? ¿En esta curva grande a izquierdas que estoy pasando a 120 km/h  podría irme al arcén derecho sin que el coche tenga algún comportamiento extraño? Cosas así. Por cierto, las respuestas son: muy poco y sí, respectivamente. En el caso de la curva se puede ir al arcén muy progresivamente sin ningún problema, incluso a esa velocidad, con dejar de girar un poco a la izquierda. Sólo si actuamos exageradamente y con brusquedad podemos tener un susto o perder el control

Es fundamental en todas estas situaciones mantener la calma y la cabeza fría, centrando nuestra atención en lo más importante y afrontando los problemas en orden de mayor a menor dificultad. Siempre he sostenido y sostengo que los coches son muy nobles, muchos accidentes se producen sólo por dejarnos llevar por el pánico y sobreactuar pidiéndole al coche, sin querer, que haga maniobras imposibles. Recuerden el refrán: “Se cazan más moscas con miel que con hiel”.  

Puente de Rontegi, muy cerca de Bilbao. El tramo es coto,
pero suele haber mucho tráfico y ¡nada de arcén!
Fuente: Google Maps
Y ya que estábamos con preguntas, ¿Se han fijado que en autopistas y autovías, normalmente, el arcén izquierdo es bastante más pequeño que el derecho? Una razón más para circular siempre por el carril derecho, salvo cuando tengamos una buena razón para dejarlo. ¿Y han visto que en muchas carreteras convencionales las cunetas parecen trincheras? Incluso a poca velocidad, una sola rueda que nos quede descolgada en ellas es casi seguro que provoca un accidente. En la última fase de la detención, suele aparecer una fuerte tendencia a acercarnos lo más posible al guardarraíl o al borde de la cuneta, ¡cuidado! Aproximarnos con precisión a la derecha debe hacerse a una velocidad muy, muy baja; como si estuviésemos estacionando en un espacio pequeño, así, en el peor de los casos tendremos un simple roce de chapa o podremos parar el coche antes de que la rueda quede sin suelo que pisar. 

Imagínense las situaciones, una y mil veces, en casa y en el coche (siempre que se pueda) y tendrán la respuesta correcta de forma automática cuando sucedan. A pesar del susto y a pesar del miedo. 

Fuente: Linkedin
La última vez que se me paró el motor de repente, fue una noche sin luna y sin lluvia, no muy tarde, sobre las once, en la A-8 sentido Gijón y como cuarenta minutos a falta de llegar a esta ciudad; con un coche de “cortesía”, ya saben, de esos que te dejan en un taller mientras reparan el tuyo. Por supuesto y como siempre, comprobé niveles, ruedas y luces antes de salir de Bilbao, es algo que hago con todos los coches sean míos o no.

El tramo en el que ocurrió era en curva a izquierda y había algunas farolas encendidas porque hay entrada y salida. Tres carriles, más el de aceleración, y pendiente ascendente con mediana inclinación. En ese momento circulaba por el carril izquierdo porque estaba adelantando a dos coches (uno en cada carril), no había nadie más a la vista. Cuando empezaba a desplazarme a la derecha noté una clarísima perdida de fuerza, aceleré a fondo de inmediato y seguí igual, miré por el espejo vi a los que acababa de adelantar acercándose, girando muy suave a la izquierda dejé libres los carriles central e izquierdo para que me adelantasen sin problemas, como así hicieron. Puse luces de emergencia, vi humo blanco por el escape, se paró el motor haciendo un ruido como algo bronco y neumático a modo de quien exhala el último suspiro y diciéndome claramente que la junta de la culata había cedido;  luego se encendieron los chivatos, clavé el embrague, puse punto muerto, comprobé que detrás no había nadie y crucé los dos carriles en diagonal -no fuera que no llegase- hasta el arcén derecho, en el lado izquierdo no lo había. Si hubiese habido tráfico tendría que haberme quedado pegado a la mediana porque, aun siendo una posición peligrosa, la otra opción me llevaría a un accidente inmediato. Aunque parezca mentira, todo esto es mucho más difícil describirlo que hacerlo, se lo aseguro.

Después respiré hondo, dejé luces de posición y de emergencia, salí del coche con el chaleco en la mano y me lo puse (sí, ya sé que dicen que debemos ponerlo dentro del coche pero, además de ser incomodísimo, eso no está escrito en el BOE). Comprobé andando, que el coche había quedado bastante cerca del final del carril de aceleración que mencioné antes, no era muy largo y los coches accedían por él a la autopista en subida, por lo que pensé que sólo tendrían visibilidad cuando ya estuviesen cerca del final del mismo, luego los conductores prestarían bastante más atención hacia su lateral izquierdo que al punto en el que estaba yo. 


Buena y completa información sobre los triángulos en la revista de la DGT. 
Haciendo click aquí podrán verlo mucho mejor y aumentarlo cuanto deseen.
Como cuando se unen el carril derecho de la calzada con el que llega a ella se forma un vértice señalizado como una isleta -zona excluida de la circulación-, y esta era grande, decidí mover el coche hasta el lugar más ancho de la misma dejándolo caer por gravedad ya que hacia atrás era cuesta abajo y el motor no funcionaba, pero sí puse el contacto y la marcha atrás -manteniendo el pedal de embrague pisado- para que se encendiesen las luces blancas que la señalizan. Desde luego esta maniobra pude hacerla porque había muy poco tráfico. Luego coloqué el triángulo, llamé al servicio de asistencia, necesitaba una grúa, y mientras esperaba salté el guardarraíl para adentrarme un poco en el prado contiguo y contemplar el cielo ausente de nubes y lleno de estrellas, hasta el punto de que se veía la Vía Láctea, todo un lujo en Asturias y orilla al mar Cantábrico. 

lunes, 25 de mayo de 2015

Y... ¿SI SE PARA EL MOTOR EN MARCHA? (2)

¿Por qué puede ocurrir?

En la entrada anterior hablé de pisar el embrague a fondo o poner punto muerto inmediatamente después de conectar las luces de emergencia -prácticamente a la vez- sin explicar porqué. La razón es que con el pedal del embrague suelto y una marcha engranada, motor y ruedas están perfectamente conectados y si el primero se para de repente el movimiento de giro que llevan las ruedas en ese momento intenta pasar hacia el motor, como si fuese a darle manivela, pero como este está bloqueado ofrece mucha resistencia y en muy poco tiempo esta logrará parar la rueda, dejará de girar, pero el coche sigue en movimiento arrastrándola y haciendo muy difícil o imposible controlar el vehículo, provocando un accidente con mucha probabilidad. 

Pedal izquierdo y palanca, los dos elementos para desconectar motor y ruedas.
Es como calar el motor de una forma brutal. Pero la solución es muy sencilla: pisar pedal de embrague a fondo, si además ponemos punto muerto mejor, así, aunque involuntariamente se suelte algo el pedal del embrague no pasará nada. También he comprobado muchas veces con mis alumnos que, a poco que se defiendan manejando un coche, suelen actuar bien en este aspecto, es un acto reflejo que se adquiere enseguida. Normalmente, es bastante instintivo. 

Darse cuenta de que el movimiento y fuerza que genera el motor para hacer girar las ruedas circula en doble sentido en el sistema de transmisión facilita mucho comprender el funcionamiento del coche y su comportamiento, sin olvidar nunca que disponemos de dos elementos para desconectar motor y ruedas: embrague y punto muerto.

¿Por qué se puede parar el motor de pronto? Dentro de la rareza, lo más habitual y frecuente es debido a una de estas tres causas:

1.- Depósito de combustible agotado. De acuerdo, en un principio, no soy la persona más adecuada para hablar de esto; aunque bien mirado... mis errores, excesivo optimismo, despistes y demás, también tienen su utilidad para curarse en salud, ¿verdad? Al hilo de esto, si alguna vez les piden ayuda para empujar un coche que no arranca, antes de hacer el esfuerzo, pregunten al conductor si tiene gasolina. 

Nunca es conveniente andar con poco combustible en el depósito, especialmente en lugares remotos; y de noche, ni en rutas muy principales pues pocas gasolineras permanecen abiertas las veinticuatro horas y el horario de cierre no es uniforme ni en una misma provincia. Hay que evitar holgadamente que se encienda el chivato o testigo de que estamos en reserva, también provoca angustia y distracción y es peligroso conducir así hasta que podamos repostar.

Observar el coche y comprobar niveles uno mismo frecuentemente
¡sólo procura ventajas! Anímense.
2.- Fallo en la gestión electrónica del motor. Es relativamente frecuente, incluso en coches nuevos, modernos, caros y de prestigiosas marcas. Y no hay forma de prevenir estos fallos más allá de notar algún sutil síntoma en el comportamiento del motor y de prestar atención al aviso de algún testigo y su significado, a los que muchos conductores no hacen ningún caso: “no será nada”, “ya iré al taller”... 

Creo que la “tecnología”, palabra que, normalmente, sólo se utiliza en referencia a sistemas informáticos de gestión que gobiernan mil cosas, se ha convertido en un auténtico ídolo cuya purpurina dorada deslumbra a muchos. Tengo grabado lo que le pasó a Carlos Sainz (padre) en Lloret de Mar, y aquí pueden ver un caso mucho más reciente que no acabó en un grave accidente gracias sin duda a la pericia del chófer y a la suerte. Si de muestra basta un botón, les he dejado dos, pero hay muchísimos. 

3.- Rotura de la junta de la culata. La culata es la parte superior del motor, alberga válvulas y cámaras de combustión -principalmente- cierra los cilindros e imprime fuerza y movimiento a estos cuando se produce la explosión/combustión de la gasolina o el gasóleo. Viene a ser el equivalente de donde se coloca la pólvora y la mecha en un cañón de barco pirata. Es el lugar donde temperaturas y presiones son máximas, para sellarlo se utiliza una junta entre el bloque (lugar donde van cilindros y pistones) y la culata. Cuando todo está en orden el sellado es perfecto, pero no deja de ser el talón de Aquiles de los motores térmicos, más en los motores modernos, más aún en los diésel y todavía más si llevan turbo. 

Tapón del bote de expansión, ¡nunca abrir en caliente!
Lo ideal es hacerlo por la mañana, antes de arrancar y después
de que el coche haya pasado la noche en reposo.
Hay una relación directa entre el buen funcionamiento del sistema de refrigeración y el riesgo de que se rompa la junta de la culata. De modo que cuando se producen anomalías en el primero, la segunda soporta temperaturas y presiones superiores que la pueden romper. Así pues, conviene ser escrupuloso en la vigilancia del sistema de refrigeración y no pasar por alto y sin visitar el taller cuando:
  • Se observen valores superiores a los normales en el termómetro de agua, aunque muchos coches ya no lo llevan, cosa que personalmente me pone de los nervios y que para mí es motivo suficiente para no comprar un coche.
  • Se vean bajadas en el nivel de líquido refrigerante en el vaso o bote de expansión que puedan no ser normales, por supuesto entre las marcas de máximo y de mínimo, de esta última nunca debe bajar ni tan siquiera acercarse a ella.
  • Se compruebe, con el tapón del vaso de expansión quitado algo de grasa a la vista o al tacto en el líquido refrigerante. Esto sólo debe hacerse con el motor completamente frío.

Según el nivel de experiencia de cada cual estas observaciones pueden ofrecernos más o menos dudas, desde luego, pero la experiencia se adquiere con la práctica de hacerlas, no obstante, con o sin ella, si surge la duda podemos despejarla fácilmente consultando con un mecánico, o con un conductor de probada experiencia. En base a la mía, para estas cosas es más fácil encontrar buenos mecánicos en talleres independientes y pequeños. 

Una culata. En el motor está colocada al revés, pero esta es la vista más interesante.
Siempre hay excepciones y he conocido alguna, pero en los talleres oficiales de las marcas de coches suelen trabajar muy “a piñón fijo”, están muy acostumbrados a sustituir piezas en base a su probabilidad de fallos o a lo que les indica el fabricante fundándose en estadísticas, trabajan mucho con coches en garantía, suelen tener unos protocolos bastante rígidos, no pocos prejuicios, todo hay que decirlo; jóvenes mecánicos en prácticas que no sólo no cobran un céntimo por su labor sino que ni se les paga el transporte, poca costumbre en investigar averías en base a síntomas sutiles, una fe ciega en los software que facilita el fabricante y un vicio muy extendido, lamentablemente, en responder “eso es normal”. 

Con ustedes: ¡la famosa junta de culata!
Tan aparentemente sencilla y tan importante. 
Les aseguro que algunas veces me he sentido objeto de burla y que me tomaban el pelo descaradamente en algunos talleres “oficiales”, eso que iba con un coche con inequívocos distintivos de escuela de conductores, y, aunque menos de lo que me gustaría, se deduce que algo sabré de mecánica, digo yo. Pues ni por esas. Un buen mecánico es un tesoro, valórenlo como tal cuando lo encuentren; perseveren en su búsqueda y darán con él. O con ella, me consta que hay mujeres en este oficio pero nunca me ha coincidido ninguna. Ahora que lo pienso, quizá fuese un buen negocio poner un taller cuya plantilla estuviese compuesta sólo por mujeres, al menos en ciudades grandes. 

Esteban

jueves, 21 de mayo de 2015

Y... ¿SI SE PARA EL MOTOR EN MARCHA? (1)

¿Qué hacer?

Hace poco me hicieron esta pregunta. Me pareció interesante y curiosa porque pocas veces se suele pensar en esta posibilidad con respecto a un coche y sí muchas con referencia a los aviones, a pesar de que los primeros se utilizan habitualmente a diario y los segundos rara vez. 

Los aviones comerciales pueden planear más de lo que parece.
Fuente: www.pixfans.com
Para mayor tranquilidad de quien no lo sepa, la mayoría de los aviones comerciales disponen de más de un motor y casi todos (probablemente todos) pueden seguir volando con uno solo, y desde luego, la posibilidad de que fallen todos es muy remota; y aún así, cuentan con una considerable capacidad de planeo si tienen altura suficiente, condición que cumplen sobradamente salvo en las maniobras de aterrizaje o despegue.

Volviendo a la tierra, el riesgo de que falle el motor de un automóvil es mucho más alta (comparada con un avión), pero el peligro derivado del mismo mucho menos alarmante, aunque sí resulta bastante menos despreciable de lo que suele parecer. 

La pregunta concreta que me hicieron fue esta: “¿Qué hacer si se para el motor en una autovía?” En mi cabeza se encendió como una bombilla y me sorprendí de que no hubiese lucido antes. 
-Claro, claro que puede pasar... ¿Cómo no se me ocurrió escribir antes sobre esto? 
-Aunque es muy raro, a mí nunca me pasó...
-¿Cómo que no te pasó? ¡Y varias veces! Si te pasó casi de todo...

Este fue el diálogo que surgió entre pasado y presente en mi cabeza de inmediato. Luego contesté. Y después, dándole algunas vueltas más llegué a la conclusión, de que mi memoria -muy detallista ella- corrió algún velo sobre algunas cosas que me pasaron y que ahora me avergüenzan. Pero se las contaré, también se puede aprender de lo que hago mal y, por supuesto, ni soy santo ni perfecto. Tan sólo un simple mortal.

Este coche puede estar claramente más lejos del arcén y más seguro.
Es prácticamente invisible para los que están circulando hasta el último momento.
Además, si alguien choca con él, puede tener responsabilidad su conductor.
Fuente: www.feuvertenmarcha.org
Se me paró el motor del coche de repente, no sin antes avisar (son muy nobles) pero sin tiempo para evitar la detención, unas tres o cuatro veces (no logro concretar exactamente el número) por... ¡quedarme sin gasolina!... Rellenen los puntos suspensivos a placer y ríanse cuanto quieran, es muy sano; pero es verdad, como también lo es que resulta un despiste impresentable. Estos casos me ocurrieron en el siglo pasado, relativamente lejos de su final, dada mi edad.

También se me paró el motor de repente por dejar de funcionar la bomba de gasolina, unas... ocho o diez veces, quizá más. Era un fallo recurrente en los Seat 850 cuando hacía mucho calor, pero tenía fácil arreglo, si había agua, se empapaba un trapo con ella, se ponía encima de la bomba, se enfriaba esta un poco, dejaba de evaporar la gasolina y se andaban unos cuantos kilómetros más. Esto sólo me pasó al sur de la provincia de Sevilla en pleno verano y en las horas de más calor, con una temperatura en el aire de entre 50-60 grados. ¡Verídico! 

Me he quedado tirado más veces, pero por parada de motor súbita, sólo una más y en este siglo, hace pocos años, la dejo para el final. Veamos primero cómo actuar.

Es sumamente improbable que se produzca una parada repentina del motor, pero no imposible. Pensemos que sucede en autopista o autovía (al caso, carreteras similares), con igual límite genérico (120 km/h), similares velocidades medias y máximas de hecho, y las que más se utilizan a poco que salimos de una población. ¿Qué hacer?
  1. Conectar luces de emergencia.
  2. Pisar embrague a fondo y, mantenerlo clavado todo el tiempo o poner punto muerto
  3. Orillar el coche progresivamente hasta dejarlo completamente dentro del arcén y sin frenar hasta estar entrando en él .  
La clave está en que baje lo menos posible la velocidad para que nadie nos lleve por delante. 

Tenemos energía que nos mantiene con velocidad unas decenas de metros, pero el motor ya no empuja y la resistencia al avance la agota enseguida, así pues: ni tocar el freno. Y esto en terreno llano. 

Si estamos en subida, la gravedad nos empuja hacia atrás. Aquí es necesario llegar al arcén lo antes posible aun a costa de mover el volante con cierta brusquedad, lo que no dará problemas porque la velocidad va a menos rápidamente, y tampoco tocar el freno

Si coincide en bajada, habrá que frenar en cuanto comprobemos que estamos libres de riesgo de alcance. 

El niño debería estar dentro con su sillita y cinturones, el muro impide alejarse;
la mujer pegada al muro (con chaleco) o dentro del coche y con cinturón puesto; el coche
completamente cerrado, resistirá mejor un golpe, y el triángulo más lejos.
Fuente: www.autos-mc.com
Puede ser necesario frenar antes si nos coincide muy cerca una salida, un área de descanso o de servicio, un apartadero, o una zona con el arcén más ancho. Lo ideal es alejarnos lo más posible de la calzada.

Si esta avería sucede cuando estamos circulando por un carril izquierdo o central, puede ser, que sea claramente más fácil y seguro ir al arcén izquierdo o a uno de esos trozos abiertos que hay en las medianas. Pero esto requiere de una seguridad plena, de lo contrario es más peligroso que ir a la derecha.

También es importante tener en cuenta que por la izquierda se circula más rápido, y normalmente turismos y motos, que son más ágiles que camiones y autobuses que utilizan carril derecho casi todo el tiempo; van a menos velocidad, pero hay maniobras de esquiva que les son imposibles.

Con motor parado, dirección y frenos no tienen asistencia, pero funcionan ambos sistemas (no el ABS, que tampoco hará falta), sólo que se notan muy duros, tanto el pedal del freno como el volante. Pero funcionan ambos, no está de más probar esto a coche parado alguna vez, incluso en marcha, a muy, muy poca velocidad y en lugares totalmente solitarios, en llano y libres. Se inicia la marcha en primera, se lanza un poco el coche (muy poco), se pone punto muerto y se para el motor con el coche en marcha pero muy despacio, teniendo en cuenta que sin asistencia en la dirección esta se nota menos dura cuanto mayor sea la velocidad. 

Detenido por completo el coche, no cuesta nada comprobar de inmediato dos cosas: 
  • Que hay combustible.
  • Sacar la llave de contacto, volver a ponerla e intentar arrancar el motor. Los que arrancan con botón, hacer lo mismo con él. Si el motor se pone en marcha, observarlo unos segundos, comprobar distintos regímenes de giro con el acelerador y comprobar con calma testigos. Si todo está en orden, podemos continuar y pasar por un taller en cuanto podamos. De lo contrario, hay que poner chaleco, triángulos y llamar al servicio de asistencia en viaje

A ser posible, y lo es, si como parece hay pendiente descendente,
el coche debería estar rebasada la señal; el triángulo más cerca del borde
izquierdo del arcén (será más visible) y, desde luego más lejos del coche.
Al menos debe haber 50 m de distancia entre ambos y ser visible a 100 m.
Es imprescindible mantener la cabeza fría y cuidar los detalles.
Fuente: noticias.coches.com
Los pasajeros estarán más seguros dentro y con los cinturones puestos, salvo que el terreno permita alejarse bien de calzada y arcén y estar claramente más seguros. Todas las personas afectadas por una situación de este tipo deben ser muy conscientes de que el riesgo de atropello y colisión con el coche detenido es mucho más probable de lo que nos indican los sentidos, ¡ojo! 

En carretera convencional, básicamente, se procede igual. Teniendo muy en cuenta que, a pesar de que la velocidad sea inferior, no lo es tanto relativamente, el espacio es menor y hay zonas sin visibilidad.

domingo, 10 de mayo de 2015

MADRE, HIJO, CLASE Y ACCIDENTE.

Y el abajo firmante como testigo. La historia se remonta a las primeras horas de la tarde de un 22 de marzo de 1990, un día algo desapacible y lluvioso, aunque en esas horas no llovía; húmedo y algo fresco. Yo estaba dando clase de maniobras (aún se hacían en pista y nunca debieron quitarlas) en una explanada destinada a estacionar, al lado de la playa de La Arena, en Muskiz (Vizcaya), a unos 30 km al oeste de Bilbao. 

Panorámica de la playa de La Arena, uno de mis lugares preferidos de trabajo.
Fuente: www.magrama.gob.es
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

Parte de las mencionadas clases siempre se daban dejando al alumno solo en el coche, puesto que así se hacían las pruebas en circuito cerrado el día del examen, así que me encontraba andando cerca del alumno en tanto este hacía los ejercicios propuestos, concretamente y en aquel momento: estacionamiento en línea a la derecha. 

Como pueden imaginar, un día así y en aquel lugar, apenas había coches; en movimiento, sólo con el que yo trabajaba entonces y unos pocos estacionados en la otra punta. Ese aparcamiento era y es un lugar solitario y seguro salvo en verano o días con buen tiempo. Pero enseguida tuvimos compañía, entró un pequeño y viejo Fiat con un hombre joven al volante y una mujer de mediana edad a su lado. Pararon y se cambiaron de asiento, por lo que deduje que el joven se disponía a dar clase a la mujer, y así fue. 

Se detenían, arrancaban y sobre todo circulaban haciendo distintos cambios de marchas pero sin acercarse al espacio en el que estábamos mi alumno y yo. Desde luego el coche no era de autoescuela ni tenía ningún distintivo, a excepción de la “L” de novel, por lo que tampoco tenía licencia de aprendizaje por libre (“L” blanca sobre fondo rojo) ni, por supuesto, doble mando. Lo de hacer muchos cambios de marcha, llegando por lo menos hasta tercera, reducir a segunda y repetir esto en ambos sentidos un montón de veces, acelerando casi siempre más de lo necesario por temor a que el motor no pueda con el tercer desarrollo del cambio es casi, o sin casi, una auténtica y errónea obsesión de quienes intentan enseñar a conducir a otras personas antes o durante su paso por la autoescuela, como también lo es que el motor no se cale. 

Naturalmente, yo tenía un ojo puesto en mi alumno y el otro en mi espontáneo colega, cuya alumna, castigaba duramente al pobre y veterano Fiat subiendo y bajando marchas a partir un piñón; aceleraciones excesivas, haciendo patinar el embrague, dando tirones... Daba dolor. Es el día de hoy que cuando voy andando por la calle y escucho un chasquido metálico al insertar marcha atrás o primera siento como una punzada en el estómago, no lo puedo evitar. 

El satélite de Google me desmiente, sin duda pasó por aquí en verano.
Fuente: Google Maps
En eso estábamos todos cuando, como pude saber muy poco después, madre e hijo pararon más o menos en mitad de la explanada. Estuvieron así unos segundos y bien pensé que se darían una tregua a ellos mismos y al coche, lo que buena falta les hacía, pero no, la mujer reanudó la marcha enseguida, giró a la derecha con aceleración en aumento y embrague a medias, puso el coche perpendicular a una pequeña acera y un muro bajo que delimitaba la zona de estacionamiento con la arena de la playa, soltó embrague, aceleró a fondo, rugió el motor y despegó hasta quedar el coche detenido y sacando humo con la parte superior del mismo encima del pequeño muro. 

Supongo que gracias al bordillo de la acera, el coche quedó encima del muro y no estampado contra él, lo que seguramente hubiese tenido consecuencias mucho peores, pues por no llevar, no llevaban ni los cinturones puestos, “¿qué va a pasar por practicar un rato en un sitio tan tranquilo como aquel, verdad?” todos hemos oído esta tontería y otras semejantes miles de veces. 

Paré el motor de mi coche, tensé el freno de mano, le dije al alumno que no se moviese y corrí hasta el lugar del accidente -dudo que hubiese más de 100 m-, paré el motor del Fiat y tiré las llaves al suelo del coche;  comprobé que no perdía combustible (era de gasolina) y me pareció que no había riesgo de incendio. En tanto, el joven salió por su propio pie aparentemente intacto y sin un rasguño, yo pude abrir la puerta donde estaba sentada su madre sin ninguna dificultad, se encontraba aturdida pero consciente, sangraba por la nariz y tenía señales de golpes en la cara porque había dado con ella contra el volante. Pero por lo demás parecía estar bien, no obstante, hablé con ella y le recomendé que no se moviese hasta que llegase la ambulancia, había y hay una pequeña base de la DYA a unos 10 minutos o menos y suponía que alguien habría llamado ya desde alguno de los bares próximos y desde los que se ve el aparcamiento, cosa que me confirmaron enseguida unos pocos hombres que se acercaron desde aquellos. 

Detalle del lugar del accidente.
Fuente: Google Street View
La mujer que conducía no puso pegas para seguir sentada en el coche, le di el pañuelo que llevo para limpiar las gafas y le dije que inclinase un poco y suavemente la cabeza hacia adelante y se tapase las fosas nasales mientras respiraba por la boca, no parecía alterada, veía que su hijo estaba bien, y hablamos con bastante normalidad; entonces fue cuando ella y su hijo me dijeron que él se había sacado el carnet esa misma semana, que ella se animó también y que querían hacer algunas prácticas con el fin de ahorrar un dinero... No les culpo, menos en aquel momento, claro. Es una idea sumamente extendida, pero he comprobado hasta la saciedad que, salvo contadisimas excepciones no sólo no sirve para nada sino que hasta es contraproducente, pues NO se ahorra, se gasta más

Aquella señora también me dijo espontáneamente que ella quería frenar, que por eso había pisado a fondo, que su hijo le gritaba que frenase, que creía que lo hacía, pero también que al coche le pasaba algo... Este error sucede con bastante frecuencia en la autoescuela, y no pocas veces persiste después de salir de ella, de ahí tantos “inexplicables” accidentes que se dan en vías urbanas. Pero podemos curarnos en salud, es sencillo, gratis y está al alcance de todos: desarrollar el hábito de pasar el pie derecho al pedal del freno cada vez que soltemos el acelerador. Muchas veces será un gesto inútil -pero entrenamos-, otras nos salvará la vida y la de otras personas. Lo he dicho más veces por aquí, me lo enseñó el profesor que tuve en la autoescuela, y nunca se lo agradeceré lo bastante porque estoy convencido de que me ha salvado en muchas ocasiones. Además, inspira muchísima tranquilidad y ayuda de igual modo a evitar el miedo a conducir. También es fundamental darse cuenta de que, generalmente y casi siempre, el riesgo de accidente que se presente o generemos disminuye hasta desaparecer en la misma proporción en la que se baje la velocidad

Posición en la que quedó el coche.
Llegó la ambulancia en el tiempo previsto, me despedí de aquella madre y de su hijo después de darles mis datos por si pudiese hacer falta para dar el parte al seguro, o para lo que quisieran, y me fui con  mi alumno. Recogí palos y conos y hablamos unos minutos en el coche y en días sucesivos. Tenía los ojos como platos, no quería conducir (le animé, y al final se animó y lo hizo) y no se acababa de creer que se hubiese producido aquel accidente “¡si iban despacio y casi se matan!” Le dije, y lo repito, que no sé exactamente qué velocidad llevarían, desde luego, pero dudo mucho que tan siquiera hubiesen llegado a 30 km/h. Tanto nos han metido en la cabeza (y siguen erre que erre) que la velocidad es la causa de todos los males que nos cuesta Dios y ayuda entender que a velocidades muy bajas también pueden producirse, y se producen, accidentes letales. Nos han inyectado un veneno directamente en sangre, de ahí que tantas personas a velocidades “bajas”, bajen tanto la guardia (valga la redundancia), hasta el punto de que a muchos conductores les parece perfectamente normal aprovechar a leer o escribir mensajes en sus teléfonos, y cuando estos no existían, ir ensimismados en pensamientos que nada tenían que ver con el tráfico. 

Me han preguntado miles de veces alumnos y padres qué me parece si estos últimos les enseñan algo a conducir para ahorrar algunas clases, y quien dice padres, por extensión, dice también amigos, novios, esposos, tíos, primos, sobrinos y demás familia. Mi respuesta es NO, rotundamente NO. A pesar de que antes mencioné excepciones, mi repuesta a esta cuestión es negativa en términos absolutos porque, hoy por hoy, en España conducir sin permiso es delito, del que también puede ser imputado quien enseña o presta su coche para ello por “colaborador necesario”, y el Código Penal contempla pena de prisión de tres a seis meses por ello. Es un asunto muy serio, les invito a que consulten el BOE. En la fecha de la historia que he contado sólo era sanción administrativa, aunque en caso de accidente podía convertirse en delito; como sanción, si mal no recuerdo la multa máxima eran 50.000 pesetas, una cantidad muy respetable en aquel tiempo y que, desde luego, en poder adquisitivo era bastante más dinero que los 300 euros a los que equivale aritméticamente ahora. 

No debería ser necesario, pero mejor recordarlo siempre.
Fuente: Código Penal, en el BOE
En este país, muchas personas se expresan ante posibles sanciones, multas, delitos y penas, exactamente igual que si no se las creyesen, es algo que me llama poderosamente la atención y que he visto en todas mis edades y a todo tipo de personas. No sé si en otros lugares del mundo sucede algo parecido, aquí me parece una actitud mezcla de maldad y envidia (parece que lo malo sólo les pasará a otros) aliñada con un optimismo entre ingenuo y suicida. 

La pena de tres a seis meses de prisión puede ser conmutada por trabajos en beneficio de la comunidad entre treinta y uno a noventa días o multa de doce a veinticuatro meses. Esta multa puede ser de 2 a 400 euros diarios, por lo que oscilaría -según ingresos probados- entre un mínimo de 720 euros a un máximo de 288.000. El delito genera antecedentes y un quebrantamiento de condena -volver a conducir sin haber cumplido la pena, por ejemplo- sí supone ingreso en prisión. Conozco el caso de un hombre que debido a reiterados quebrantamientos de su condena por conducir sin tener permiso, de forma intermitente, lleva acumulados cinco años de cárcel. Sin comentarios.

Dejando a un lado los aspectos legales, lo más importante creo que es darse cuenta de que realmente, enseñar a conducir entre amigos y parientes, como ya dije, no es nada efectivo y hasta puede provocar el efecto contrario; cuando me plantean esta cuestión siempre pregunto si el familiar o amigo que va a enseñar lo hará por las zonas donde probablemente se realizarán los exámenes, a lo que siempre responden con un rotundo y espontáneo no. Y es lógico, van sin doble mando. ¿Entonces? 

¿De verdad hay alguien que lo pueda dudar?
Fuente: Linkedin
Bien es cierto, que podrían enseñar a realizar algunos ejercicios como iniciar la marcha y detenerse, coger el punto al embrague y mover el coche sin acelerar, algunas maniobras, algunos cambios de marchas... y poco más; pero, normalmente, suele haber unas diferencias muy notables entre cómo lo hacen estas personas que quieren enseñar y cómo debe hacerse verdaderamente, lo que no hará más que generar confusión y conflictos cuando los alumnos comiencen a practicar en las autoescuelas, por esto decía antes que al final suele salir más caro. Por otra parte, es muy llamativo que una vez que los alumnos tienen su permiso, casi nadie está dispuesto a ir con ellos en coche con el fin de que practiquen y se perfeccionen, precisamente cuando sería perfectamente legal, lo que resulta muy significativo respecto al verdadero interés: importa muy poco la idea de conducir bien para lograr la máxima seguridad lo antes posible, importa la falsa ilusión de ahorrar un dinero. Lástima.

Todos estos argumentos, y más que podría dar, los resume muy bien un viejo refrán por todos conocido: “Zapatero a tus zapatos”. De la historia que conté ignoro algunos detalles, no sé si el seguro del coche se hizo cargo de los daños en el muro, lo más probable es que no lo hiciese; de ser así, al precio de repararlos hay que sumar los producidos en el coche (era viejo, luego no podía estar asegurado a “todo riesgo”). Sin duda, aquella clase salió muy cara, probablemente más que un curso completo en la autoescuela. Pero tuvo un final feliz: sólo lesiones muy leves que ni dejaron como recuerdo una mínima cicatriz, a Dios gracias, y nunca mejor dicho, porque poco faltó para haber tenido un precio impagable. 

viernes, 1 de mayo de 2015

1 DE MAYO, INVITACIÓN PARA PENSAR.

La particular, y casi siempre acertada forma, con la que Google escribe su nombre, ha sido esta vez el motor de arranque de esta entrada. El motor, el combustible... todo, creo que ya estaba a punto desde hace muchos años. Pero fue al abrir la página del famoso buscador cuando me quedé unos instantes pensando y llegó a primer plano de mi mente “El niño yuntero” de Miguel Hernández, quizá el poeta que más admiro, aunque siempre me resulta muy difícil establecer orden de preferencia entre los santos de mi devoción.

Esto lo he visto con mis ojos en España, en Sevilla concretamente, mediados los 80.
Fuente: www.forocoches.com

A modo de paréntesis, y por si acaso, los vídeos y canciones
que dejo a continuación también pueden verlos aquí y aquí.
Esta poesía, que hubo un tiempo -inocente de mí- en que pensé que ya sería tan sólo dolorosa historia, al menos en España y en Europa, me di cuenta de que es desgraciadamente actual, con el agravante, de que cuando la escribió el poeta de Orihuela, del trabajo de los niños sólo se beneficiaban unos pocos. Ahora lo hacemos todos. Nos han hecho cómplices del horror y la injusticia.

Recuerdo que entre los amigos y compañeros de mi primera juventud, hablando y discutiendo, llegamos a darnos cuenta de que el café y el tabaco, productos de consumo diario en casi todos los hogares por modestos que fuesen, si se podían consumir masivamente era porque en los países productores había cientos de miles de personas trabajando por un mísero salario. Ahora sucede lo mismo pero con muchísimos más productos, tantos, que estamos atrapados en una tela de araña con difícil escapatoria. Pero no somos inocentes, lo sabemos.



Huelga decir a cuenta de qué y a costa de quiénes, en tantos países no tan lejanos, se fabrican tantos productos que tan frívolamente compramos muy baratos. Creo percibir de poco tiempo acá, que también vamos a importar esa forma de esclavitud, que ya nos está llegando. La famosa “globalización” es un concepto muy antiguo, y un camino de doble sentido de circulación. También observo con tristeza que muchas personas sueñan con volver a que se restablezcan las ilusiones de un pasado reciente como salida a la crisis. Ilusiones que nos han inyectado en vena y que no harían más que repetir el proceso que tanta locura y dolor han generado. Han hecho que nos creamos ricos por dejarnos comer las migajas debajo de las mesas donde unos pocos celebraban su antropófago festín. Cuando sólo las limpiábamos, y nadie nos obligó.

Cuando me enseñaron lo que era el rayo láser, pensé que con la mente ocurre algo semejante: la luz de una bombilla de filamento incandescente se disipa, el láser la concentra y genera un enorme poder de transformación con ella. Es necesario impedir que nos evaporen el pensamiento, aísla, divide, debilita y nos hace consumir energía que nos venden muy cara. Permitir que nos disuelvan el cerebro impide la concentración y castra. 

Aparte de que no todo es coches, carretera y tráfico; que “no sólo de pan vive el hombre”, creo, que cuanto hoy decido escribir aquí, tiene en realidad bastante que ver con lo que habitualmente vengo haciendo en este espacio: invitar a pensar, observarnos, buscar las raíces y cambiar de actitud.



Recorrí cientos y cientos de kilómetros acompañado por canciones como las que hoy dejo y similares y cantándolas yo mismo; detrás de Miguel Hernández apareció Atahualpa Yupanqui, Facundo Cabral, Jorge Cafrune, Martín Fierro, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Joan Báez, Alfonso Camín, Pedro Garfias... Unos pocos que llegaron sin intento, no son los únicos que conozco, pero es seguro que ignoro a muchísimos más. Y me falta uno, poco conocido, del que pensaba dejar al final uno de sus poemas, pero, seguramente por torpeza mía no acabo de encontrarlo en Internet, sé que tengo un libro, mas ahora no está a mi alcance, espero dar con él por uno u otro medio y entonces lo traeré aquí. Les adelanto que tiene que ver con un tema desgraciadamente muy habitual: los desahucios. Y ya que menciono esa maldita palabra, ¿acaso no es un desahucio también dejarnos secuestrar la razón? Pero eso sí que podemos evitarlo, y es el primer paso, ¿no? ¡Pues ánimo!

Esteban

P. S.: Aquí está el poema del que les hablaba, me había equivocado con el autor, y sí que es conocido, pero estos versos creo que no. Se da la particularidad de que don José María Gabriel y Galán los escribió en lengua autóctona de Extremadura, conocida como "altoextremeño" o "castúo" Esto sí que lo recordaba, porque en su día llamó mucho mi atención, primero porque no la conocía y segundo por su semejanza con el bable.

He encontrado el poema recitado, pueden escucharlo aquí. A continuación leerlo. Que lo disfruten. 

EL EMBARGO

Señor jues, pasi usté más alanti 
y que entrin tos ésus, 
    
no le dé a usté ansia 
    
no le dé a usté mieu...
Si venis antiyél a afligila, 

sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'a muertu! 
¡Embargal, embargal los avíus, 
    
que aquí no hay dineru: 
lo he gastao en comías pa ella 

y en boticas que no le sirvierun; 
    
y eso que me quea, 

porque no me dio tiempo a vendellu, 
    
ya me está sobrandu, 
    
ya me está gediendu!
Embargal esi sachu de picu 
y esas jocis clavás en el techu, 
    
y esa segureja 
    
y ese cachu e liendru...
¡Jerramientas, que no quedi una! 
    
¿Ya pa qué las quieru? 

Si tuviá que ganalu pa ella, 

¡qualisquiá me quitaba a mí esu! 

Pero ya no quió vel esi sachu, 

ni esas jocis clavás en el techu, 
    
ni esa segureja 
    
ni ese cachu e liendru... 
¡Pero a vel, señor jues: cuidiaitu 
    
si alguno de ésus 

es osau de tocali a esa cama 
    
ondi ella s'a muertu; 

la camita ondi yo la he querío 

cuando dambus estábamos güenus, 
la camita ondi yo la he cuidiau, 

la camita ondi estuvu su cuerpu 
    
cuatru mesis vivu 
    
y una noche muertu!
¡Señor jues, que nenguno sea osau 

de tocal a esa cama ni un pelu, 
    
porque aquí lo jincu 
    
delante usté mesmu! 
    
Lleváisoslu todu, 
    
todu, menus esu, 
    
que esas mantas tienin 
    
suol de su cuerpu... 

¡y me güelin, me güelin a ella 
    
ca ves que las güelu!...

José María Gabriel y Galán