martes, 24 de julio de 2012

¿POR QUÉ MIENTEN? (y 2)

Dudo que pueda responder a mi propia pregunta -suele ser lo más difícil-, pero lo voy a intentar. En un supuesto ideal me gustaría trasladársela personal y cordialmente a cada uno de los autores de las respuestas que hemos visto en la entrada anterior a lo largo de una distendida y prolongada charla en una agradable noche de verano, sentados en una terraza tranquila y disfrutando de un vino blanco fresco y afrutado, por ejemplo. Además, me apostaría algo bueno a que en esas condiciones sus respuestas serían bien diferentes de las que hemos podido leer ¿No creen?

Puesto que el caso descrito, u otro similar, es altamente improbable que pueda darse, por no decir que será imposible, haré acopio de mi modesto conocimiento, observación, intuición y lógica en busca de respuesta.

Fuente: Internet, pero siento no recordar el sitio.
En general, y respecto a una gran variedad de cuestiones estamos sometidos a unas líneas de pensamiento ante las que casi nadie se rebela, al menos públicamente. Todos somos y hemos sido testigos muchas veces de cómo difiere la opinión de parientes y amigos dependiendo de que la expresen dentro o fuera de su ámbito privado ante determinados temas. 

Estas corrientes de opinión, en los últimos años -al menos en España- se las denomina “pensamiento único” o “lo políticamente correcto”. En realidad, son tan antiguas como la organización social de los seres humanos, pues a la minoría que detenta el poder siempre le ha interesado controlar el pensamiento, creencias y capacidad de crítica de la mayoría para mantener su estatus, tanto económico y de dominio como psicológico. Durante siglos, lo han logrado mediante el empleo de la violencia, pero desde comienzos del siglo XX la prensa (el cuarto poder) junto con la radio, toman el relevo a la fuerza y el uso de ésta queda muy relegado (¡gracias a Dios! Algo es algo). Mediado el pasado siglo este nuevo poder goza de un aliado inestimable: la televisión (permítanme hacer aquí un inciso muy personal: no tengo televisión y les puedo asegurar que no sólo se puede vivir sin ella, sino que se vive mejor). Estos tres medios de comunicación, directa o indirectamente, son controlados por los gobiernos y son extremadamente eficaces en el control de los gobernados. “Lo que se debe pensar y creer” circula en doble sentido entre poder y medios, y a veces, interviene un tercer actor: grupos sociales de presión, los “lobbys”, que dicen por Estados Unidos.


El pensamiento imperante nos afecta en múltiples facetas de nuestra vida diaria y el fenómeno del tráfico no es una excepción. En él, el avance que supone a individuo y sociedad desplazar cosas y personas a la máxima velocidad posible siempre ha sido mal visto por una buena parte de los miembros de esta última, a pesar de que todos, directa o indirectamente nos beneficiemos de ella. Francamente, algunas personas parece que hubiesen preferido ser árboles o piedras, tal es su deseo de que nada ni nadie se mueva.

Desde que el mundo empezó a utilizar ferrocarril y automóvil dejando a un lado diligencia y caballo, la velocidad nos ha sido presentada como causa terrible, y prácticamente única, de todos los males que pueden acaecernos por el mal uso que hagamos de las citadas máquinas. La tendencia a imponer esta idea es prácticamente universal, pero en España, en particular, en los años noventa y primeros de este siglo se hicieron intensas campañas por parte del Gobierno con un incondicional apoyo de los medios de comunicación generalistas haciéndonos ver la velocidad como una auténtica puerta abierta de par en par a todos los tormentos del infierno. 


Entre 2004 y 2011, con Pere Navarro al frente de la DGT, el Gobierno logra poner la guinda al pastel al emprender una política represiva sin precedentes contra los excesos de velocidad. Pere Navarro, utilizando el miedo, va más allá, logra el plus ultra que nunca antes ningún predecesor suyo había conseguido: instalar en el subconsciente de muchas personas la conveniencia de respetar los límites de velocidad. Porque una cosa es pasar por el aro para evitar un mal individual mayor (sanción económica, pérdida de puntos, del permiso de conducir, confiscación del vehículo e incluso prisión) y otra, bien distinta, pasar convencido de que se debe hacer. Éste es el “logro” de Pere Navarro con la ayuda de poderosos medios de comunicación que controlaba su partido y de minoritarias -aunque sorprendentemente numerosas y activas- asociaciones de víctimas de accidentes de tráfico que actuaron (y actúan) como auténticos grupos de presión. Y sin que asociaciones de autoescuelas, de funcionarios examinadores de la DGT, ni clubs de automovilistas se atreviesen siquiera a ejercer de oposición.


La mencionada política, sin embargo, tiene un efecto perverso y contraproducente (perfectamente previsible, por otra parte) que, salvo manipulando estadísticas, obviando la crisis y los siniestros en vías urbanas (en claro ascenso), hace que aumente el número de accidentes, pues muchas personas creen a buena fe que con utilizar el cinturón (o el casco), respetar los límites de velocidad y evitar las drogas al conducir, ningún mal pueden sufrir o causar. Esta especie de trinidad de la seguridad, por supuesto, ¡es falsa! Por insuficiente. Y tiene como víctima propiciatoria a quien en ella cree. Cuidado, por favor. ¡Mucho cuidado! Esta política, viene a ser, una reducción ineficaz, simplista y engañosa de represión de conductas que solemos expresar coloquialmente con el “van como locos”, “conduce como un loco”... Hombre, si me cruzo en la carretera con alguien que conduzca como un loco, quizá me mate; pero si cerca de mí alguien, “a lo loco”, corta el pan con un cuchillo, quizá también. Desde luego, evitaría estar cerca de uno y de otro.

Es mucho más probable que me haga daño (y mucho)
si alguien me sale de ese cambio de rasante a 80 km/h fuera de su carril...
Fuente: castillacustom.mforos.com
Conduciendo con esa trinidad como seguro, en principio uno aleja el miedo de sí, pero más pronto que tarde llevará un susto, se repetirá, y sin esfuerzo siquiera, se dará cuenta de que con eso no basta para conducir seguro. Entonces aparecerá el miedo a conducir, la amaxofobia... se puede enquistar el temor. También eliminarlo, desde luego, pero costará un esfuerzo extra y entre tanto se conducirá asumiendo demasiados riesgos. Es como si alguno de mis colegas, o yo mismo, engañase a un alumno. Cuando conduzca solo, en algún momento se dará cuenta y puede corregir, sí; pero también podría ser demasiado tarde. Engañar respecto a una tarea que implica riesgo en sí misma es un acto homicida.

Las respuestas de los expertos a los que la DYA traslada su pregunta y de las que me hago eco en la entrada anterior creo que son motivadas por cuanto digo aquí. Que mienten es obvio. ¿Por qué? Imagino que por no salirse del marco del pensamiento impuesto. Qué dirán de uno si dice lo mismo que cuando está en privado y entre amigos. Mienten, supongo, porque presuponen lo que su interlocutor quiere oír y se lo ponen en bandeja. Mienten, quizá, porque también son víctimas de la tiranía del mediocre en la que vivimos.

Pero ninguna de las respuestas que se me ocurren justifican sus declaraciones; son públicas, son expertos (y no lo dudo) pero sus palabras podrían ser semilla de errores en alguna mente. Pueden hacer daño. Cuando menos, es irresponsable

Que si alguien me adelanta aquí a más de 200 km/h
Fuente: www.taringa.net/posts/autos-motos
Observo, ya desde hace unos cuantos años acá y no solo en materia de tráfico, que existe una intolerable tendencia a verter afirmaciones como si fuesen dogmas de fe y cuya falsedad se percibe con claridad meridiana con un mínimo análisis. Con regular frecuencia pueden verse en los medios claros ejemplos, uno de los últimos que he visto recientemente consistía en afirmar que la normativa que regula el permiso por puntos evita 50 muertes cada mes (¡increíble!), en otro medio que el 50 % (ídem). Y no es lo mismo. Además, ¿dónde está la relación causa efecto? Escribir normas en el BOE, en sí mismo, no reduce el número de accidentes. Hay países en los que, desgraciadamente, existe la pena de muerte y no por ello desciende el número de crímenes.

Debo decir, respecto a la pregunta que plantea la DYA de “¿Qué pasa por circular a 260 km/h? Que, en principio y en general, obviando los límites de velocidad, no me parece en absoluto razonable, pero entiendo que puede haber excepciones, que en algún caso y en circunstancias muy favorables según con qué vehículo, quién lo maneje y durante cuánto tiempo lo haga, es factible y seguro, sin ninguna duda. Luego, ¿por qué no? Con todo, está al alcance de muy pocas personas, tanto por la capacidad económica como por el nivel de conducción que exige


Conducir, no ya a 260 km/h sino entorno a los 200, requiere de una altísima concentración y produce una notable fatiga mental y física. Conducir rápido cansa, por eso, fundamentalmente, aunque apetezca y se pueda, uno disminuye presión en el pedal del acelerador, prácticamente sin querer, y baja su velocidad. Esto casi nunca se dice. Por otra parte, otro dato muy significativo, es que los pilotos que compiten en carreras de coches aún siendo jóvenes, sanos y fuertes ven cómo se aceleran las pulsaciones de su corazón hasta los 200 latidos por minuto y bastantes más, en muchas ocasiones. No deja de ser muy curioso, que siempre que los medios de comunicación airean a bombo y platillo que una persona ha sido detenida por conducir por encima de los 200 Km/h, ésta, nunca (que yo sepa y recuerde) ha estado implicada en accidente alguno por ello. También es muy curioso que nunca se mencione el hecho de que son muchas más las personas que conducen con serio y objetivo riesgo sin pasar de 100 km/h que las que doblan esta velocidad. Además, ¿por qué, autoridades y medios, olvidan siempre que al lado del acelerador está el pedal del freno? ¿Tan incapaces nos creen? ¡Qué más quisieran!

Esteban


PS.: Ya que cito a la DYA, una buena y curiosa noticia sobre ella.

18 comentarios:

  1. ¡Qué razón tienes! La trilogía cinturón-límites-alcohol me recuerda el cansino consejo de que los ciclistas llevemos casco. Y es que, aunque yo soy la primera en llevar casco, pues no es suficiente con esto, desde luego, y me cansa que no se vea más allá, como supongo que a tí te pasa con la velocidad y los coches.
    Y desde luego que aquí en Barcelona, por ejemplo, puedes hacerle mucho daño a alguien yendo a una velocidad muy legal. Sólo hace falta que no mires bien y que pase una moto por al lado en ese momento.
    No sé sobre otras normativas europeas, que sería interesante mirar, sé que son diferentes en cuanto a la obtención del permiso de conducir. No todo se tiene que copiar igual, porque en cada sitio hay circunstancias muy específicas (aquí hay muchas motos, somos un país montañoso, etc.), pero seguro que podríamos copiar muchas cosas.

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    1. Moltes gràcies, Elisa. Y perdón por el retraso, antes se me pasó disculparme.

      Efectivamente, supones bien, y seguramente no es necesario que lo diga mas lo diré igualmente: en absoluto me es ajeno el mundo de la bicicleta. En realidad, y aunque suene pedante, nada de lo que puedo percibir y sentir me es ajeno. Las distintas administraciones públicas que tenemos en este país, salvo excepciones (quiero pensar que habrá alguna, aunque en este momento soy incapaz de recordar una sola), siguen los mismos esquemas para todo y en lugar de ir a la raíz del problema se conforman con la apariencia de darle solución maquillándolo, cuando no lo someten a una cirugía estética sin importarles lo cara que resulte ni lo ineficaz que sea, “tiran con pólvora del rey”, y recurren al viejo proceder de “lo que no es obligatorio está prohibido”, pero asegurándose, eso sí, que les resulte fácil denunciar, multar y cobrar.

      Si estuviese en mi mano, no obligaría a utilizar el casco en ninguna vía a quien ande en bici, a pesar de la innegable seguridad que aporta en todas ellas. Si estuviese en mi mano, trabajaría la formación de los conductores desde la infancia como pilar básico para el logro de un alto nivel de seguridad en el manejo de vehículos. Entre otras cosas. Siguiendo con el casco, se suele olvidar que mucho antes de que fuese obligatorio utilizarlo en las motos, quienes de verdad andaban en moto, lo usaban. No he conocido ninguna excepción. Respecto a las bicis, aprovecharé a contar brevemente cuatro casos que conocí muy de cerca. Tengo cuatro amigos que siguen aquí (dos con muy ligeras secuelas solamente) gracias a que lo llevaban; en los cuatro casos se rompió el casco. Los cuatro llevan toda una vida andando en bici, los cuatro siguen. Uno se fue al suelo por rotura de la tija, otro por rotura del pedal, el tercero en descenso en el monte y el cuarto ¡por choque frontal con otra bici! Mi amigo subía y en una curva cerrada y ciega (en carretera) apareció otro que bajaba trazando muy bien. Por poco se matan.
      Por cierto, el ejemplo que has puesto de la moto es perfecto.

      En cuanto a cómo se aprende a conducir en otros países, sí que hay diferencias. De Francia, Suiza y Reino Unido tengo referencias directas, sé algo de Alemania, Italia, Rumania y los países nórdicos (quizá sea donde logran el nivel más alto en menos tiempo, claro que tienen que conducir sobre hielo buena parte del año, “circunstancia muy específica”, como bien dices). Esto sin salir de Europa. En general, y a pesar de que hay matices importantes que nos diferencian y de que, sin duda, nos vendría muy bien copiar unas cuantas cosas, la diferencia fundamental creo que no está en la ”educación vial”, sino en la educación, a secas. Y en la mentalidad. Con todo, esta cita de Aristóteles creo que es muy reveladora: "Enseñar no es una función vital, porque no tiene el fin en sí misma; la función vital es aprender".

      Bona nit! ¡Saludos!

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    2. La palabra que has utilizado, 'maquillaje' es perfecta para el campo de las bicicletas. ¿Cómo se puede llamar, si no, a un carril bici que pasa por la derecha del carril que tienen que usar los coches (y camiones) para girar? Pues sí, se puede decir que hay carril bici, y que 'si los conductores son perfectos' no hay problema, pero el sentido común dice que esto es un despropósito, y de hecho en BCN ha habido muertes en carriles de este tipo.
      Por lo que respecta al permiso de conducir, lo que no puede ser de ninguna manera, es que, una vez obtenido, mucha gente sienta no un temor razonable a comenzar a hacerlo sólo, sino un auténtico terror y unas dudas muy profundas de si se está o no preparado. ¿Alguien duda, tras sacarse una titulación en inglés, de no saber hacerse entender en inglés? O una enfermera, ¿duda de saber poner una vía? Pues no, en estos dos casos, salvo temores naturales de principiante, sabemos objetivamente que la persona está completamente preparada. Pero en lo que respecta al carnet de conducir hay toda una colección de frases comúnmente aceptadas tipo 'hay gente que tiene el carnet pero no sirve para conducir'. Entonces ¿para qué le dan el carnet?????? Y aún más: ¿es el alumno el que tiene la responsabilidad de descubrir 'si sirve'? Pues no, tiene que haber alguien que le diga si sabe o si no, y éste (la administración) tiene que ser fiable, como en el caso de médicos, ingenieros, etc.
      Alguien me dijo hace poco que de las 'malas' autoescuelas salen dos tipos de conductores: los que no conducen (saben que no aprendieron nada y normalmente piensan que es por alguna ineptitud personal y que no hay nada a hacer, por lo que dejan de conducir en el mismo momento de aprobar el examen) y los que tienen un accidente grave a los cuatro días (no saben conducir pero ni se dan cuenta de ello). En fin, hace tiempo que creo que en las autoescuelas, además de su porcentaje de aprobados, tendrían que dar algún tipo de información sobre 'cómo les fue' a los antiguos alumnos: siniestralidad, gente que no conduce, etc.
      Saludos y gracias por escribir estos buenos artículos!

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    3. (1)

      Muchas gracias a vos y perdón por el retraso, Elisa.

      Naturalmente, no te servirá de consuelo, pero en Asturias y en Vizcaya también hay carriles como los que describes de Barcelona (e imagino que por toda España) aunque sin noticia de accidentes. Es más, cerca de Bilbao hay dos todavía más perversos en sendas rotondas, una en Getxo y otra en Muskiz. En ambas, el carril bici pasa por dentro de la rotonda a la altura de una de sus entradas. Para entrar en ellas se ve bien si hay o no ciclistas, pero para salir, el ciclista hace curva a izquierda y el automóvil a derecha cruzando los dos arcos en un punto; para que el conductor del coche pueda asegurarse de que en ese punto no tiene un ciclista, antes, debe inclinar bastante su tronco hacia adelante y hacia la derecha (como hacia las dos) y girar bien la cabeza para mirar por la ventanilla trasera derecha.

      Las tengo muy estudiadas y solo he visto a ocupantes de coches de autoescuela (y no todos) hacer esa “maniobra”. En la rotonda de Muskiz, la mayoría de los ciclistas son expertos, hay incluso profesionales y semiprofesionales; en la de Getxo, bastante más pequeña y con menos margen de maniobra, hay poco ciclista experto, y además, bastantes patinadores. En el primer caso los accidentes los evitan los ciclistas y en el segundo, generalmente, el azar. Las vías urbanas son un auténtico polvorín en materia de accidentes, pero casi nadie se toma en serio el asunto del tráfico, es donde se vician la mayoría de los conductores y a la vuelta de un viaje reclaman mano dura para las carreteras -que casi nunca pisan-, pero no para las calles de su pueblo por las que andan todos los días. Se puede y se deben hacer cosas, claro, pero nada puede sustituir a estar bien mentalizado y ser consciente. Hay algo, de lo que nunca se habla muy importante: la labor de la policía municipal. Esto, maldita la gracia que me hace decirlo pero es la verdad: En materia de tráfico (en otras cosas no sé), la policía municipal trabajaba mucho más y mejor antes de la democracia, hacían una labor educativa y represiva (odio decirlo, pero...) muy buena. Con elecciones municipales cada cuatro años, una política así sería muy impopular, con ella, quienes están en el poder están convencidos de que lo perderían, de todos modos, tampoco están nuestros ediles por hacer pedagogía y, en general, son muy cobardes.

      Respecto a lo que dices sobre el permiso de conducir entiendo que cargas la mayor parte de la responsabilidad al sistema y a algunas autoescuelas. Por supuesto que ambos son mejorables, pero mi dedo apunta mucho más al individuo. Creo que pesa mucho más la responsabilidad individual que la colectiva, siempre lo he dicho a los alumnos: tú conduces. Decides, actúas, eres mayor de edad... y, francamente, en esto no hay engaño que valga, todo el mundo sabe las consecuencias que puede tener conducir mal. Cierto que nadie es perfecto, que todos cometemos errores, que hay cosas incontrolables... Que hay que asumir un cierto riesgo, como para muchas otras cosas que hacemos en la vida. ¿Para qué le dan el carnet?, preguntas con energía. Para qué, no sé, ni lo sabe el funcionario que examina; ¿por qué se lo dan? Sin duda, porque hizo el examen suficientemente bien.¿Que no se atreve a conducir? Pues tendrá que seguir aprendiendo, en la autoescuela o, puesto que tiene el permiso, con alguien que le enseñe, es difícil pero hay casos. O no conducir.

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    4. (2)

      Haces una pregunta estupenda: “¿es el alumno el que tiene la responsabilidad de descubrir 'si sirve'?” Respondes no, pero yo digo sí. En el fondo, por más que un título nos avale creo que es uno mismo quien se tiene que considerar apto, y sobre todo sentirlo. En mi oficio, hay muchas personas con título pero que no están dispuestas a trabajar en esto ni a tiros, en serio; también conozco a bastantes con permiso de autobús pero que no conducirán autobuses, solo de pensarlo se ponen enfermos. Tengo una amiga médica, que no ejerce, le costó muchos disgustos con sus padres que no lo entendían (ni lo entienden, pero ya lo asumen), me lo dijo ella misma -no puedo, me da pánico equivocarme, no soportaría una guardia en urgencias-. Trabaja en algo que nada tiene que ver con la medicina, gana mucho menos que si ejerciese su carrera, pero en eso está feliz, y conduce bien, su marido no, se niega totalmente. Conozco más casos similares y muy próximos pero, tú también los has de conocer ¿no?

      Todo esto no quita que empezar a conducir solo, dé cosa, más, cuanto más grande sea la ciudad. Generalmente, eso se supera con trabajo, esfuerzo, método autodisciplina, constancia y tiempo. ¿Pero qué te voy a decir a ti? Tú lo sabes y lo estás haciendo muy bien, te has puesto en contacto con profesionales, has buscado y has encontrado, y te irá muy bien, seguro. También cuesta un dinero, no cabe duda; y el tiempo, suele ser siempre menos de lo que parece. ¿No crees Elisa, que muchas personas se escudan en el miedo como justificación a la pereza que les da ponerse a esa faena? Cuanto mayor sea la ciudad más pereza da ponerse a ella, el transporte público funciona bastante bien, en realidad, es mejor no utilizar el coche, muchas veces también tienen “chófer” de confianza... ¿Por qué fueron a la autoescuela? Probablemente por la presión social, siempre pensando que eso era un puro trámite, claro, “total, si hasta el tonto de mi pueblo conduce” (lo he oído tantas veces), y al final, no tener carnet viene a ser como no ir a la mili antaño: que salvo hijo de viuda, si uno no iba es que era inútil. Luego hay personas, las menos, y en los últimos años cada vez menos por muy jóvenes que sean y entre las que me cuento, que sentimos como que nos huele un poco a gasolina la sangre, desde niños nos hemos sentido perfectamente capaces de conducir cualquier cosa que tenga ruedas y motor, e incluso sin motor, pero que tenga ruedas, o alas. Pero aún así, empezar a conducir solo, cuesta. Lo que ocurre es que en nuestro caso la ilusión y el entusiasmo compensan con creces, aún así, quien diga que al principio no lo pasa mal, miente, o padece un supina inconsciencia, o tiene un auténtico don para esta tarea (y no me cuento en ninguno de estos últimos grupos). Pero nunca olvidaré a tres alumnos que tenían ese don: dos chicos y una chica, y la más fina era ella. Nunca he visto a nadie, hasta el día de hoy frenar tan bien con el pie izquierdo, por supuesto mejor que yo y eso que me había entrenado desde hacía muchos años y ella no; había hecho ballet desde muy niña hasta poco antes de aparecer por la autoescuela, sin duda eso ayudaba, pero daba gusto verla conducir, se comunicaba perfectamente con el coche, no lo hacía circular, fluía, hacía arte, en serio. Le fallaba un poco la comunicación con el resto -nadie es perfecto- y le costó algún suspenso, pero recuerdo que los tres examinadores que tuvo que conocer quedaron sorprendidos. A ella le perdí la pista, pero a los dos chicos no y puedo afirmar que siguen conduciendo extraordinariamente bien.

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    5. Y (3)

      Dices: “tiene que haber alguien que le diga si sabe o si no, y éste (la administración) tiene que ser fiable”. Totalmente de acuerdo, pero la administración tampoco tiene “mano de santo” ni puede hacer milagros. ¿Cuántos abogados nos harían temblar si tuviesen que llevarnos un asunto penal? ¿Cuántos profesores (ejem) deberían dedicarse a otra cosa? Creo que no albergarás ninguna duda si te digo que las siguientes palabras en absoluto conllevan ánimo peyorativo alguno, más bien al contrario: Elisa, ¿no eres un tanto inocente?

      Lo de las malas autoescuelas no lo había oído nunca, seguramente es cierto, pero seguro que también, aunque minoritario, salen alumnos que conducen y conducirán bien. En ocasiones, algunos padres me felicitaban por lo bien que había enseñado a sus hijos (lo que me generaba muchísima satisfacción y más que cualquier estadística, desde luego) pero después de darles las gracias siempre les decía -porque así me lo parece- que el mérito de verdad le correspondía a su hija o a su hijo; por más que yo me esfuerce y por muy bien que haga mi trabajo, si ella o él no ponen de su parte, es inútil. Y lo han dado todo.

      Me parece buena idea la que apuntas al final, pero tengo mis reservas por lo que acabo de decir. Y algo tienen que ver estas dos historias con ello, y acabo. He visto con mis propios ojos, a un propietario y profesor de autoescuela dar clases de coche inequívocamente borracho, en más de una ocasión. ¡Y había personas que se montaban en el coche con él y tenían al menos 18 años! La primera vez que lo vi, paré el coche (iba dando clase) y me acerqué a él porque pensé que le estaba dando un mal, y claro, me costaba creerlo pero el mal era muy evidente; le ofrecí ayuda, no quiso; le ofrecí a su alumna a llevarla conmigo hasta su casa, a la autoescuela... También la declinó. Me consta que hay no pocos colegas que esconden en sus coches medicinas (anfetaminas, Prozac, ansiolíticos, antidepresivos...) y lo que no son medicinas; porque si no, afirman que no pueden trabajar.

      Esta es una historia más “feliz”, conocí a un hombre -camionero asturiano de la vieja escuela- que llevaba un montón de años -casi toda su vida laboral y le faltaba poco para jubilarse- llevando un cuatro ejes (38.000 kg) en “ruta nacional” sobre todo Asturias - Vizcaya sin tener ni haber tenido nunca ningún permiso de conducir. Tampoco accidentes ni multas. Otra cosa que si no la veo no la creo. Por su puesto conducía bien y era bueno en su oficio, y decía que aunque la Guardia Civil le había parado muchas veces para controlar documentación y pesaje, nunca le habían pedido el carnet: “Llevando un camión o un autobús no te lo piden, hombre, lo dan por supuesto”. ¡Y es cierto! O lo era. También decía que a él le daba mucha pereza ir a la autoescuela y hacer el examen, y cuando le preguntabas qué haría si algún día, por un accidente o lo que fuese se enteraban de que iba sin permiso, contestaba que se dedicaría a otra cosa pero que él el carnet no lo sacaba. ¡Ole! El camión estaba asegurado, eso sí.

      Bueno, espero no aburrirte ni hacerte perder el tiempo. Muchísimas gracias por el que me dedicas y por tu constante atención.

      ¡Saludos!


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    6. Esto no es perder el tiempo! Es, desde luego, disfrutar leyendo. Este blog es como leer esas buenas columnas de opinión que más antes que ahora se encontraban en los periódicos.
      Tienes razón en lo que dices, y desde luego que lo mejor que tenemos es la capacidad de querer hacer las cosas bien, coger 'el toro por los cuernos' y hacernos responsables de nuestra conducción y nuestras vidas.
      Lo del miedo como excusa... No, yo creo que hay realmente mucho miedo en nuestras vidas. No es una excusa, sino una realidad demoledora y paralizante. Tú mismo me has explicado que conoces a una médica que no ejerce por pánico a equivocarse. Magnificar la probabilidad de error, el miedo a hacer daño a alguien, y no ver todo el bien que puedes aportar con tus habilidades. ¡Es tan común! Incluso teniendo una formación adecuada, como es el caso de nuestros médicos.
      Sobre los profesores... pues mira, yo creo que si estuvieran tan formados como en Finlandia, ¡otro gallo cantaría! El problema es que no lo están, y tienen que enfrentarse a un montón de problemas y situaciones...con sus dotes 'naturales', lo cual, es cierto, no es siempre suficiente.
      Saludos!

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    7. ¡Caramba, Elisa! Necesito, disfruto y agradezco las palabras que me dedicas. ¡Son un sueño hecho realidad! Pero, no me siento merecedor de ellas y en absoluto dudo de tu sinceridad y franqueza, por supuesto. Salvando las distancias, más bien me encuentro como el centurión romano de el Evangelio. ¡¡¡Muchísimas gracias!!!

      Es verdad que hay mucho miedo en nuestras vidas, sin embargo, la fuerza que necesitamos para vencer, al menos, la inmovilización que provoca, ¿no estará atada, entre otras cuerdas por la de la pereza y la vagancia? El caso que te conté de la médica lo conozco muy de cerca, yo creo que, en el fondo, ella nunca quiso ser médica. A veces asumimos como propios los deseos de otros, algunos padres proyectan sus frustraciones sobre sus hijos. Algunas personas me han dicho que no querían conducir, que iban “obligadas” a la autoescuela. El primero que me lo dijo fue un chaval joven y fuerte, excelente persona por 1982, más o menos, en la primera clase me dice: “Que sepas que yo no no quiero conducir, estoy aquí porque me obliga mi padre”. Sacó el carnet, durante unos seis o siete años, nos veíamos de vez en cuando: no conducía y cuando le preguntaba si no se animaba o le apetecía hacerlo alguna vez, me recordaba que él ya había avisado a su padre: “como mucho saco el carnet, si te empeñas, pero yo no voy a conducir”. Después nos perdimos la pista.

      Leí una vez que todos los miedos tienen un mismo origen: el miedo a la muerte (Tánatos).
      En mis tiempos de infante, gracias a la enseñanza de la religión, a ningún niño nos resultaba ajena la idea de la muerte; hoy, ya desde unos años acá, da la impresión de que a los niños se les secuestra el concepto de la muerte, cuando es lo más importante que les pasará en esta vida.

      Moltes gràcies!!! ¡¡¡Saludos!!!

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    8. Hola Esteban:

      Pues sí,además de leer magníficos artículos de opinión, puedes hablar con el autor!!!

      Yo sí que creo en el miedo. A mí sí me atraía mucho ser médico. Y lo peor no es el miedo a la muerte, es el miedo a hacer daño a alguien. Morir todos vamos a hacerlo. La cuestión es cómo llegamos a ese momento. Y llegar habiendo causado daño, pues la verdad...
      Desde luego que la educación en este país ha tenido un componente de miedo importante. Yo crecí con el temor al 'pecado mortal'. Hoy en día es verdad que se ha pasado al lado contrario, hasta el punto de que sentimientos 'saludables' de culpa y responsabilidad han sido desprestigiados, cuando en realidad evidencian que tenemos sentimientos y somos empáticos con los demás.
      Cuando aparecen estos miedos me gusta recordar una parábola poco comentada: la de los talentos, donde representa que Dios critica precisamente al que esconde la moneda bajo tierra para 'evitar perderla'. Lo correcto no es 'no hacer nada' para evitar hacer un mal, lo correcto es pensar en qué podemos hacer para mejorar la vida de los demás y sí, claro, eso supone aceptar riesgos, qué le haremos!
      Saludos!

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    9. ¡Muchísimas gracias de nuevo por dedicarme tan excelente opinión!

      ¡Qué casualidad! La parábola de los talentos me gusta mucho y la tengo muy presente desde hace muchos años, en ocasiones, la he contado en clase (teórica y práctica). Creo que todos nos hacemos daño unos a otros en ocasiones y que forma parte de la condición humana, claro que hay que esforzarse al máximo para evitarlo, pero el mérito está en levantarse más que en evitar la caída. El hijo pródigo también es amado por Dios. Por otra parte, también yo crecí con tu mismo temor, entre otros, mas este extremo del péndulo creo que está más alejado del centro que el anterior. Con todo, el poderoso e interesado esfuerzo de una parte de la sociedad en disolver principios y valores, que contamina hasta los programas educativos, siempre choca contra la innata percepción de bien y mal que tiene todo ser humano, salvo, creo, quienes sufren ciertas patologías o son dependientes de las drogas, entre las que habría que contar ciertos medicamentos muy legalmente prescritos. Así pues, según lo veo, a pesar de todo, hay fundadas razones para la esperanza.

      Centrándome en el miedo a conducir, te dejo un enlace que me parece muy interesante de un artículo de mi admirado maestro D. Arturo:


      http://blogs.km77.com/arturoandres/3097/amaxofobia/

      Mi comentario es el último, el nº 15.

      ¡Saludos!

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    10. Gracias! ¡Conocía el blog y la entrada que me envías, y también el comentario! Yo también creo que, sea cual sea el origen de un miedo a conducir, el mejor remedio es aprender a conducir mejor con alguien que realmente sepa. Aún cuando el motivo fuera 100% psicológico, saber más, ver que lo haces bien, que el otro ni toca los mandos ni ve cosas que tú no hayas visto, es lo único que puede hacer desaparecer las bases objetivas del miedo. Además, ¡el saber no ocupa lugar!

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    11. Me alegra que lo conocieras, porque se me había pasado decírtelo antes. Lo siento.

      El resto del comentario te lo agradezco muchísimo porque has dado en el clavo: exacto, breve y sencillo. ¡Perfecto! Y viniendo de ti adquiere mucho más valor porque se fundamenta en tu propio conocimiento y experiencia, por tanto, está totalmente ausente de corporativismo (lo odio) e interés. Me haces un gran favor, ¿me permites citarlo a discreción?
      Mi madre nunca me explicó por qué había que aprender latín, por ejemplo (lástima que lo hayan quitado), pero cuando sentenciaba: “el saber no ocupa lugar” se acababa la discusión, me dejaba sin argumentos.

      ¡Saludos!

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    12. Hola Esteban: 'El saber no ocupa lugar' es una frase que decía mi abuela, que era de Navarra. ¿También la decís por Asturias?
      Yo también odio el corporativismo y el interés, por eso me gusta leer blogs 'libres' donde es el propio autor el que escribe sin rendir cuentas a terceros. Nadie tiene la razón absoluta, pero cuando el intercambio de ideas es libre y sincero es mucho más enriquecedor.
      Desde luego que puedes usar lo que he escrito cuando quieras. ¡Me haría mucha ilusión que pudiera ser útil a alguien!

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    13. Sí, la recuerdo de “siempre”, y en Vizcaya también es muy conocida.
      Lo del corporativismo, enlaza con lo que se aprendía antes, Elisa, creo yo. Porque, en casa, en la escuela y en la iglesia nos contaban aquello del saco de manzanas y que si se detectaba una podrida, se sacaba para que no pudriese a las demás. Aprendíamos cosas que se revisaban de adolescentes, jóvenes… desechando algunas y quedándonos con otras para siempre, o no, ya veremos. Pero sí, seguro que algunas nos sirven para siempre. Y es un escándalo elevado al cuadrado que cuando algún político, juez, policía, médico… incurren en delitos o crímenes, en público, sus colegas les cubren hasta el final, cuando deberían ser los primeros interesados en que no les contaminasen. Nunca lo entendí.
      No dudes de que tus palabras serán útiles a alguien, quizá ya lo son. Creo firmemente que vamos sembrando y algunas semillas germinan aunque no lo veamos ni sepamos nunca. Seguro.

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  2. No puedo estar más de acuerdo con tu línea de pensamiento, Esteban. Tus observaciones se ajustan a una razón ineludible que salta a la vista de quien quiera verlo. El tema de hacer público lo políticamente correcto, es algo que como bien has dicho, nos precede en el tiempo, pero que por suerte, cada vez más personas se animan a cambiar por "lo correcto". Excelente nota, clara y concisa. ¡Felicitaciones, Esteban!

    P.D.: Yo sí cometí un "error" de bulto: al querer borrar un Spam en mi blog de cuentos... ¡borré tu comentario! Te pido mil disculpas, tus palabras siempre son bienvenidas y con todo cariño.

    Un beso y un abrazo muy grandes.

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    1. ¡Muchísimas gracias, Liliana! Me alegra que te guste y te pido perdón -una vez más- por el retraso.

      La verdad es que estoy muy harto del discurso de “lo políticamente correcto” y, sí, parece que se tiende a invertir un poco esa tendencia vergonzante, autocastrante y farisea en estado puro. Pero en Internet, porque en los medios de comunicación general, al menos por estos pagos, parece que se consolida. En fin, quiero pensar en que no tarden mucho en abandonar el camino de esclavitud por el que andan.

      Tu “error”, no merece tus lamentaciones Liliana. Nada te preocupe. Y tus palabras, siempre me dan una doble alegría que celebro y sueño.

      Un beso y un abrazo muy fuerte.

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  3. Me ha gustado la entrada, lo defines muy bien.

    Un abrazo

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    1. ¡Me alegra que te haya gustado y agradezco mucho que me lo digas, y tu visita!

      Por favor, disculpa mi retraso en decírtelo.

      Un abrazo.

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