viernes, 12 de septiembre de 2014

ASÍ APRENDÍ A CONDUCIR (y 10)

TERCERA ETAPA, 18 AÑOS (y 2)
EL EXAMEN Y UN CUENTO CHINO

¡Por fin! Llegó el día tan ansiadamente esperado desde hacía tantos años. En Asturias, lo más probable es que la primavera sea como una prórroga del invierno, luego, como era de esperar, aquel jueves amaneció y siguió con lluvia intermitente toda la jornada. Nada nuevo, casi todas las clases me coincidieron con lluvia.


Parque Infantil de Tráfico de Gijón
Misma ubicación de antaño con calles diseñadas de otro modo. Antes, se utilizaba como
pista la zona situada a la izquierda de la glorieta y había una doble rampa.
El aula para la teórica estaba a la izquierda del edificio que se ve a ese lado.
Hace ya unos cuantos años que aula y pista cambiaron de lugar.
Fuente: Google Maps
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

Teórica. 
El aula donde se hacía la teórica estaba casi enfrente de la pista y sólo había que cruzar la calle para llegar a ella. Antes de la hora convenida, que no recuerdo con exactitud pero sería a las 8 o a las 9 de la mañana, estaba allí. Lo que sí recuerdo es que había mucha gente, que estaba moderadamente nervioso por si no me enteraba bien de en qué momento debía de entrar en el aula, mas una vez en ella y en mi sitio me encontraba a gusto y sólo sentía la tensión propia del esfuerzo en concentrarme, nada más. Me sentí bastante seguro de haber realizado bien el test, pero... También sabía que a veces se cometen errores muy estúpidos sin que uno se dé cuenta. Había que esperar a que corrigiesen, esa fue la peor parte de toda la mañana, entre tanto tomé un café y oía sin prestar atención lo que decían compañeros y profesores sobre los exámenes; en ese momento no me interesaban esas conversaciones, ya estaba hecho y acababa de pasar mi modesto Rubicón. Por fin llegó el momento de conocer el resultado: Apto. ¡Bien!

Maniobras.
Fui hacia la pista. Había muchos coches, iríamos todos en fila y solos haciendo las cinco maniobras. Pensaba que lo mejor sería esperar a ver un poco como iba comenzando aquella función, y en ello estaba, hasta que sentí dos manos en mis hombros, giré la cabeza y vi a mi profesor, que sin darme tiempo empujaba suavemente para que me moviese hasta el coche a la vez que me decía con voz tranquila:

-Venga, sube al coche, sigue a esos y haz lo mismo que ayer
-¿Yo el primero? 
-Sí, hombre, ánimo, cuanto antes mejor. 

Desde entonces, en ese tipo de circunstancias, si puedo, siempre voy el primero. Otra buena lección para toda la vida.


Atardecer en Gijón desde el mirador de La Providencia. Al fondo el Cabo Torres.
Fuente: Julia Rubiera.
Una vez dentro del coche y en aquella caravana, según comprobaba que iniciaba la marcha y me detenía sin problemas, me pasó lo mismo que con la teórica: no recuerdo haber estado nervioso, sí tenso por mantener la concentración, nada más. Así que tan sólo tuve que hacer lo mismo que ya había entrenado y aprendido, y lo hice, excepto en la rampa: calé el coche una vez, pero no se me fue nada hacia atrás; el profesor me había enseñado a hacerla con y sin freno de mano y habíamos hablado que yo elegía, decidí salir con el freno de pie, y cuando lo calé me sentí tranquilo porque sabía que aún tenía dos oportunidades. Repasé todo con agilidad y sosiego a la vez, sobre todo muy consciente de ese presente, volví a intentarlo, coroné la cuesta, me detuve en su sitio y el examinador me dijo que había aprobado, pero como soy... tipo Santo Tomás y llevaba la ventanilla completamente abierta, le pregunté al funcionario si había aprobado a pesar de haber calado el coche, me confirmó que sí, le di las gracias y me fui. Abajo aguardaba el profesor, me indicó que orillase el coche, bajé del mismo, me dio la enhorabuena, me indicó dónde esperar y él lo colocó para que empezase otro compañero. ¡Bien!

Carretera.
La prueba de circulación en vía pública era la más temida, en ella intervienen múltiples factores y no es fácil sentirse seguro de que uno actuará correctamente con cada uno de ellos. A esto se suma un elemento notablemente perturbador, y en sentido literal, ya que su presencia se nota físicamente mucho, es casi invasiva, más en un 600, imagínense la omnipresente figura del examinador ocupando su asiento trasero. Pero también sabía que eran personas como usted, como cualquier otra, como yo mismo, sin ir más lejos, y no alcanzaba a vislumbrar ninguna razón por la que tuviesen que ser malvados. Por otra parte, estaba muy claro que, llegado el momento, conduciría yo. ¿Qué culpa podría tener nadie de mis errores y aciertos?


Desde un poco más abajo del punto A y hasta la parte izquierda (Rinconín),
transcurrió mi examen; por la carretera que se ve más ancha.
Aproximadamente, en el último tercio de ese recorrido se ha cambiado el trazado,
 pero continua siendo muy semejante a como era. Fuente: Google Maps
Para superar esta prueba utilicé tres puntos de apoyo:

  1. Imaginación. Me había “visto” realizando este examen cientos de veces, utilizando muy diversos escenarios que llenaba de múltiples circunstancias diferentes. O, dicho si quieren de una forma más acorde con los tiempos que corren, había introducido en mi disco duro un software bastante elaborado, francamente. Sólo tenía que ejecutarlo.
  2. Confianza. Tenía fe en mi profesor, y me había asegurado que me veía preparado y capaz de hacer bien el examen. Y yo también, la verdad sea dicha, porque por muy capaz que él me viese, si yo miro en otra dirección no veremos lo mismo. En realidad, sobre esto ya hablé en entradas anteriores, y sin saber por qué, lo cierto es que desde muy niño siempre he dado por hecho que conduciría bien; lo digo sin ninguna presunción, pueden creerme, simplemente era algo que me resultaba perfectamente natural, tanto como sentir el frío o el calor, además daba por supuesto que todos los demás niños pensaban lo mismo, luego, poco a poco y para mi sorpresa me fui dando cuenta de que una niña no se paraba a contemplar un coche, no le importaba cuánto corría, ni marca ni modelo... Creo que fue una de las primeras “rarezas” que observé en las niñas, y más tarde también en algunos niños.
  3. Conocimiento del medio. Conocía muy bien Gijón y todos sus alrededores, los había recorrido en bici hasta la saciedad, y no pocas veces andando, porque me encantaba y encanta explorar cuanto podía, descubrir lugares por mí mismo o con unos pocos amigos, orientarme con mapa y brújula... Bueno, el caso es que era prácticamente imposible que el recorrido del examen que me pudiese tocar no lo conociese bien y por completo. Esto reforzaba mucho mi confianza. Ahora existe una herramienta tan útil como recomendable: Google Maps, que se puede utilizar, no solo para preparar clases y exámenes sino también determinadas rutas que se quieran hacer cuando ya se tiene el carnet.

La carretera por la que me examiné en la actualidad; la mayor parte de su recorrido está
prácticamente como antes, la acera de la izquierda no existía.
Fuente: Google Maps
Estos tres factores los he colocado por orden de importancia y quiero destacar que el primero y el segundo me parecen básicos pero el tercero se distancia bastante de ellos. Para mí, fue más una coincidencia que otra cosa y de una importancia más que nada psicológica, que no es poco; pero conviene evitar darle demasiado relieve y ser conscientes de que mucho más que el trazado de una determinada ruta, su grado de dificultad está en las circunstancias que podamos encontrar en la misma, y estas sólo pueden ser previsibles (y tampoco siempre) sobre la marcha y para un momento dado. Siempre digo a todos los alumnos que aunque se pasen horas dando vueltas a la manzana de su casa, en cada una de ellas se encontrarán circunstancias diferentes.

Vuelvo al examen de carretera que comenzó en la misma pista de examen con todos los alumnos que debíamos de hacer esa prueba a bordo de varios coches que seguían al primero que comenzaba el examen y donde iban alumno, profesor y examinador. Cuando acababa un alumno, pasaba el siguiente que se examinaba con ese coche y profesor, y así sucesivamente hasta que acabásemos todos. La prueba duraba unos 10 minutos para cada alumno y esta vez me tocó en el grupo de los últimos. No recuerdo haberme puesto nervioso; mientras seguíamos al coche en examen procuré observar cuanto podía, repasar lo que tenía que hacer, ver qué hacía el profesor que conducía, atender a sus explicaciones... Intentaba concentrarme y no dejar cabos sueltos, constataba una vez más que era factible hacerlo bien y aprobar sin olvidar que también podía cometer un error muy tonto que me costase el suspenso, reducir esta posibilidad al mínimo supone mantener una cierta tensión para poder actuar, los nervios han de trabajar, es necesario estar ágil, vivo y despierto, la atención debe estar al máximo pero sin ninguna rigidez.

Olas en El Rinconín con el Cabo Torres y el puerto grande (El Musel) al fondo.
Fuente: www.playas.es
Llega mi turno, me toca bajar desde La Providencia hasta el Rinconín, buena ruta y fácil. Inicio bien la marcha, y esto hace que me sienta muy a gusto. Una buena salida es tan importante o más en un examen que en una carrera, aporta un fundado optimismo que es sumamente útil para seguir trabajando sin bajar la guardia ni perder concentración. No tengo intersecciones, ni pasos de peatones, ni un semáforo... Sólo tengo que seguir la carretera y asegurarme de parar bien donde me diga el examinador. Lo hago y consigo el tercer y último “apto” del día. ¡Bien!

Estoy contento, naturalmente, pero tampoco pecaré de falsa modestia si afirmo que no veía ningún mérito a lo que acababa de hacer, faltaría más, pues como ya dije, siempre me he sentido capaz de conducir. Jamás tuve ninguna duda de que lo haría, pero sí de que lograse el carnet en el primer intento. ¿Y ahora qué? No tenía la más remota posibilidad de conducir un coche en sabe Dios cuánto tiempo. Pero eso lo sabía de antemano y no me importaba, el caso es que ya era legalmente conductor. ¡Por fin!

Nunca sabemos en qué esquina de la vida nos aguarda una sorpresa, y pocos meses después de aquel 4 de mayo comencé a trabajar como repartidor con una furgoneta. Desde entonces no dejé de conducir y pienso hacerlo mientras Dios me dé salud.

Tengo ganas de conducir un camión moderno y este Scania me gusta.
Fuente: Göran Wink
Preguntas. Hay cinco preguntas que siempre me han hecho los alumnos, quizá alguno de ustedes también se las plantee, así que, independientemente de que, por supuesto, pueden preguntarme lo que sea cuando lo deseen, y les contestaré con muchos gusto en cuanto me sea posible, les adelanto estas tan, para mí, típicas preguntas con sus correspondientes respuestas.

1. ¿Sacaste el carnet a la primera? El de coche, sí.

2. ¿Cuánto te costó? Entre 4.300 y 4.600 pts, no lo recuerdo exactamente pero estoy seguro de que el precio total estuvo en ese intervalo, su equivalencia puramente aritmética (que no en poder adquisitivo) sería ahora de 25’84 y 27’64 euros respectivamente. La equivalencia real andaría actualmente alrededor de los 600 €. En 1972 y en Gijón, un sueldo “normal” (excluyendo minería, siderurgia e industria naval) a jornada completa estaba entre 4.000 y 5.000 pts que vendría a ser ahora como unos 550-650 €. Aproximadamente, el precio total de un permiso de conducir con un número de clases tirando a bajo (alrededor de unas 10 a finales de los 70 y cerca de 20 actualmente, pensando siempre en que sean de 60 minutos de duración), sin tener que renovar expediente, se ha mantenido en una constante que lo hace igualar el salario de un mes, también tirando abajo que, hoy por hoy, desafortunadamente, oscila entre unos 600-800 euros.

3. ¿Cuántas clases diste? Para el carnet de coche, 18 clases de 30 minutos. Me reservé dos por si suspendía algún examen. Esas dos, la autoescuela en la que estuve no las impartía después, pero estaba advertido de ello desde el principio. De haber podido, hubiese seguido dando más clases prácticas, pero como ya dije mi presupuesto era ajustadísimo y no pude hacerlo.

4. ¿Tienes todos los carnés? Sí.

5 ¿También los sacaste a la primera? No. Mi segundo carnet fue el de camión, con 21 años casi recién cumplidos, la edad mínima para poder hacerlo. Este sí lo aprobé todo en la primera convocatoria (como el de coche), recuerdo que di 5 clases de una hora y me costó poco más que el primero.

Concentración de Harley Davidson en Bilbao.
Al fondo el Palacio de Euskalduna y puente del mismo nombre.
Muy cerca, pero fuera de marco por la derecha está el Museo Marítimo.
El tercer carnet fue el de autobús, tenía 23 años y ya trabajaba en una autoescuela como profesor aunque no tenía título, lo tuve en aquel año pero algo más tarde. Me costó menos que el permiso de coche porque mi jefe me recomendó a una autoescuela en la que me hacían descuento, pero como mi presupuesto aún era inferior al de las veces anteriores y, recientemente, había estado un año conduciendo camiones y autobuses (sí, estos sin carnet; en la mili y siempre fuera de la base haciendo línea regular entre Morón y Sevilla) pues no di ninguna clase, así que en carretera aprobé a la tercera, pero sin renovar expediente. Pagué mi exceso de confianza, tuve que ir a Oviedo para hacer las pruebas y los examinadores con los que coincidí -con el autobús y en carretera- no permitían ningún error, lo que me parece perfecto, además de haber sido una cura de humildad que me vino muy bien; empezaba a sentir que lo sabía todo sobre automóviles y carreteras, lo cual, obviamente no era cierto, ni lo es ahora ni lo será nunca, pero sigo en el empeño.

El cuarto carnet fue el de moto y lo saqué en Bilbao a principios de los ochenta. Siempre había querido hacerlo, pero salvo excepciones, la moto es un vehículo que veía y veo más como un capricho que otra cosa y en tanto pudiese permitírmelo dilataba hacerlo. Pero el jefe de la autoescuela en la que trabajaba nos dijo a mi compañero y a mí que le convenía que tuviésemos el permiso de moto para presentar alumnos a examen en lugar de hacerlo él, cosa que ciertamente le venía muy mal; él correría con todos los gastos, no indujo ninguna prisa y sólo nos pedía que cuando tuviésemos algún rato libre practicásemos con la moto. Lo hice encantado y le estoy agradecido. Como las cosas se presentaron de esta manera, no sé las clases que di, bastantes, sin duda, y de forma casi siempre autodidacta. En aquellos años el examen de moto, si se tenía cualquier otro permiso de conducir, sólo consistía en hacer una prueba de maniobras en pista. Y aprobé a la segunda, la primera vez suspendí en la última maniobra a causa de un mal entendido del que fui el único responsable, pues di por supuesto que no había que tirar un palo horizontal que había en el lugar donde se terminaba la frenada de precisión. Los palos eran dos, separados unos 50 cm, y, sí, el primero había que tirarlo para que la rueda quedase entre dos rayas y sin tocar el segundo; muy cauto, yo no toqué ninguno. 


Esto es muy semejante al error que describí, no hay más que imaginar esos conos
un poco despegados y dos barras metálicas de sección cuadrada encima.
Fuente: www.custom125.com
Suspendí delante de mis alumnos que se habían examinado de teórica y maniobras y esperaban dándome ánimos para luego volver a la autoescuela, así que nos reímos bastante (ya no pensaba como cuando el examen de autobús); el examinador me conocía y le hice pasar un mal rato pues le sabía muy mal suspenderme, me echó la bronca, con razón, mientras yo intentaba tranquilizarle y dejarle muy claro que en nada iba a cambiar mi opinión porque él tuviese que hacer bien su trabajo, al contrario. Después de todo, cuantos alumnos estaban aquel día presentes de varias autoescuelas pudieron comprobar por sí mismos que entre examinadores y profesores no existía ningún tipo de acuerdo. Aquel examinador era un hombre muy agradable y respetado por todos, unos años después se fue de la Jefatura de Bilbao, pero entre tanto, cada vez que me veía compartíamos algunas carcajadas a cuenta de mi error: Que sepas que sigues siendo el único profesor al que he tenido que suspender, me decía. ¿Y la imagen tan buena que aquel día tuvo gracias a mí la Jefatura de Bilbao, qué? Le solía contestar. 

Tenía muchas ganas de contar aquí mis historias con los permisos de conducir, no es el fin de mi aprendizaje, desde luego; seguramente me quedan cosas en el tintero (algunas las he dejado adrede porque son episodios aislados de buenas lecciones que recibí); los tiempos son diferentes, han cambiado muchas cosas y pocas a mejor, pero la esencia creo que permanece y que alguna utilidad podrán extraer de mi relato. Espero. 

Fotograma de la película argentina "Un cuento chino". Me gustó.
Fuente: jjmunoz-mashumanos.blogspot.com
Me parece muy importante “meterse en ambiente”; evitar tener como único objetivo “sacar el carnet”, es necesario aprender y beber de todas las fuentes asegurándonos de que el agua es potable, eso sí; Internet es un río de información muy caudaloso y constante, pero no todos sus afluentes traen agua limpia, tengan cuidado. Aprender, cualquier cosa, yo lo veo más o menos como hacer una cumbre cuando se va al monte, si nos obsesionamos con mirar sólo a la cima perdemos el camino que a ella nos conduce, muchas personas parece que sólo quieren que un helicóptero las deje sobre la cumbre, ¿pero de qué les sirve en realidad?

¿Saben ese cuento -yo leí que era chino- en el que el tonto de un pueblo se pasa el día tirando piedras al cielo, la gente le pregunta y él contesta que lanza piedras a la Luna; aquellos se ríen, pero llegan las fiestas del pueblo, se organiza un concurso de lanzamiento de piedras, el tonto participa y gana de largo dejando entonces sus vecinos de burlarse de él? Pues eso. Igual que el protagonista del cuento, eso intento, conduciendo, enseñando a conducir y con otros asuntos; y como él, tampoco pienso en ningún concurso, simplemente, ambos aspiramos a ampliar nuestras propias limitaciones.
Si por el camino algo aprendemos y enseñamos, bienvenido sea y que todos lo disfrutemos.

Esteban

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19 comentarios:

  1. Las cosas han cambiado mucho. Como comenté al anterior post a mí me hubiera gustado hacer la parte de maniobras en circuito. Piensa también que 'a cierta edad' aprendemos diferente: llevamos muchos años espabilándonos solos, y si el profesor dice que hay que hacerlo de una manera, nuestra tendencia natural no es hacerle caso sin más, sino que es hacerlo como dice y como no dice y 'comprobar' por qué tiene que ser así. Esto en circulación por la ciudad es imposible, obviamente y genera la sensación de no saber porqué haces las cosas como las haces.
    Lo que veo que ha cambiado también es el examen de carretera: ¿ni una sola intersección???? Ahora por ahora también es el más temido, tanto que hay gente que se apunta a autoescuelas de fuera de la ciudad. Sea como sea, la presencia del examinador sí puede resultar perturbadora. Por más que sean personas, no con todas las personas del mundo se siente, de buenas a primeras, 'buena sintonía', siendo esta sintonía algo difícil de explicar. Yo aprobé a la tercera. Y he de decir que esa tercera vez sí noté buena sintonía con la examinadora, lo que quizás me dio más confianza, me permitió concentrarme más en la conducción y me llevó a hacer el examen mejor...y aprobar...¿Fue un factor decisivo? Puede ser. Hace poco supe de una anécdota: una persona acostumbrada a tomar la presión arterial a diario con el aparato manual (ese de la pera), tuvo que hacer un examen en el que una parte era tomar la presión a una persona delante de un examinador... y la toma de presión fue un desastre. Como anécdota he de decir que en uno de mis exámenes ni entendí bien las indicaciones que me daba el examinador, y acabé en un descampado (haciendo algo así como conducción 'off-road' con un coche de autoescuela...).
    Me alegra saber que tienes todos los carnets. Yo he de confesar que hay dos tipos de vehículos que me gustaría mucho conducir pero que no haré nunca: a) moto (no quiero que mis hijos me copien y tengan uno de esos tan frecuentes accidentes en Barcelona, pero ir con la moto por carretera de montaña me encantaría) y b) autocaravana. Saludos!

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    1. Primera parte.
      Han cambiado muchas cosas, ciertamente, Elisa, pero en esencia creo que no tanto, salvo los tres grandes y tan negativos cambios que menciono en el post anterior. Es una pena, desde luego, que no te haya tocado examen de maniobras en pista, pero también pienso que ahora ya no te hacen falta. Sobre esto, olvidé decir que trabajé unos años en una autoescuela situada en un pequeño pueblo de Vizcaya en la que la mayoría de los alumnos ya habían practicado con maquinaria agrícola y coches en terrenos de los caseríos de sus padres y por algunas pistas. Bien, la mayoría de ellos en la primera clase (de una hora) hacían bien las 10 maniobras y aún nos daba tiempo para andar algo en carretera. Pero cuando íbamos a dar clases a Bilbao se mostraban totalmente desbordados por las complicaciones propias del tráfico intenso de una ciudad, y les costaba bastante superarlo. Al mismo tiempo, y porque yo vivía en Bilbao, tenía algunos alumnos de esta ciudad y, curiosamente, a ellos les sucedía todo lo contrario: no habían conducido coches ni nada parecido, la primer maniobra era muy habitual que les costase 3 o 4 clases pero por Bilbao se defendían bastante bien y no les angustiaba nada.

      Respecto a lo que dices que ocurre a “cierta edad” con el aprendizaje, efectivamente sucede y debemos tenerlo en cuenta. Pero no es tan difícil de llevar si se dan clases de teórica, el alumno acude y, en ellas, entre otras cosas, se transmiten y razonan las actitudes más adecuadas para la práctica; además, siempre se pueden explicar los porqués a coche parado durante o después de las clases prácticas. Es muy interesante lo que dices en referencia a esto, a mí me costó darme cuenta cuando empecé en el oficio, pero te puedo asegurar que, generalmente, estos problemas de actitud diferente ente jóvenes y adultos son más notables en las mujeres pues cuando estas ya tienen familia y además también trabajan fuera de casa, están muy acostumbradas a mandar, por así decirlo, a tener muchas responsabilidades, a tomar muchas decisiones cada día, a dejarse arrastrar de un modo u otro por esa fuerte tendencia de la sociedad a exigir de vosotras que seáis unas “superwomans”, lo que me parece un auténtico fraude y una fuente de conflictos a todos los niveles. Me estoy metiendo en arenas movedizas, ya lo sabes, y hablo de un modo muy general y resumido, pero me parece sumamente difícil mantener un equilibrio vital bueno con tantos factores actuando sobre una persona. Sin embargo, normalmente, llegábamos a superar estos problemas sin mayores dificultades. También te diré una cosa, Elisa, en este grupo de alumnos (mujeres con responsabilidades familiares y laborales) es donde se da el mayor porcentaje de casos en los que se aprecia aquello que digo en el libro de que conducir bien ayuda a vivir mejor, hasta el punto de que hay un pequeño, seguramente muy pequeño porcentaje de casos pero en mi opinión muy significativo, de mujeres que recién o casi salieron de la autoescuela se divorciaron. Y no por que se estableciese relación sentimental alguna con los profesores (también ocurre cuando es una mujer la profesora), sino por lo dicho, las actitudes necesarias para conducir bien, en ocasiones llevan a cambios de vida importantes.
      Continuaré más tarde. ¡Saludos!

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    2. Ayer quise contestar sobre el tema de la 'mujer trabajadora' pero me faltó tiempo. ¿Sabes que hay estudios - ver por ejemplo http://www.psicothema.com/pdf/142.pdf - que señalan que las mujeres con trabajo remunerado tienen mejor salud? Y eso no me extraña, porque coincide plenamente con mi percepción personal.
      Creo también que cometemos un error al dar por hecho que en la sociedad 'tradicional' las mujeres no tenían actividad económica: ¿no llevaban granjas, regentaban colmados, hostales, peluquerías, no ejercían de matronas, etc.? La gran diferencia es que el modelo industrial actual (creo que esto lo saco de un libro, no sé si de Carlos González) envía a los padres fuera de casa -y por tanto lejos de los hijos- casi todo el día, y ese sí es un gran problema. Saludos!

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    3. Gràcies, Elisa! No conocía el estudio pero me parece tan interesante como revelador, además de coincidir con mi percepción, pues recuerdo que de niño y joven era bastante habitual que muchas mujeres “amas de casa” tomasen regularmente y durante años “Optalidón”, medicamento que, si no me equivoco, lleva bastantes años prohibido y que creaba dependencia. Más tarde fue sustituido por somníferos, ansiolíticos, antidepresivos... Las drogas legales -como suelo decir-, que no crean secuelas sociales porque las recetan los médicos y otorgan estatus de “enfermo”, prácticamente crónico. Es terrible. Es terrible que una parte tan numerosa e importante de la población, y en sus mejores años, vivan con ese sufrimiento. Ya sólo desde un punto de vista puramente económico y político es un derroche de recursos humanos que ninguna sociedad debería permitirse.
      Totalmente de acuerdo con que eso de que la mujeres antes no trabajaban es falso, ¡vaya que si trabajaban! En lo que yo he conocido han trabajado siempre y casi todas, empezando por mi bisabuela materna que era maestra y trabajaba como tal ya a finales del XIX, por cierto, mi madre, siempre recuerda que siendo muy pequeña solía llevarla con ella a la escuela y daba clase hasta teniéndola sentada en su regazo. En todo caso, creo que eran tiempos con otro ritmo de vida y una mentalidad bastante más saludable.
      ¡Saludos!

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  2. Y segunda parte.
    En el tiempo en el que saqué el carnet de coche y durante casi una década después, en muchas poblaciones, el examen de carretera se hacía por lugares más bien tranquilos y algo alejados del casco urbano. En Gijón, normalmente transcurría por las afueras y a mí me tocó así. En realidad sí había intersecciones, pero... muy poco al uso, se podría decir, pues se trataba más que nada de caminos de tierra o asfaltados que llevaban a algunos chalets, una granja avícola y cosas así; apenas había tráfico y desde luego la carretera por la que yo iba tenía preferencia en todos esos lugares. Luego, prácticamente, no había intersecciones.

    Tienes razón en lo de la buena o mala sintonía que se puede llegar a percibir con una persona que acabamos de conocer, sin embargo, en este tipo de pruebas y otras muchas cosas yo suelo ser bastante inmune a esas malas sensaciones y no me resulta difícil abstraerme de ellas, sé lo que tengo que hacer, me concentro en ello y atiendo a la persona que esté al mando en las indicaciones concretas que me dé. Lo demás no me importa, en serio. Supongo que habrá influido lo suyo en esto el pasar unos años en un colegio de curas, realizar desde niño exámenes orales ante un tribunal compuesto de tres sacerdotes en un aula vacía a la que íbamos entrando de uno en uno, el hecho de que en mi infancia y juventud conocí un trato bastante despótico por parte de bastantes funcionarios; también asumo con naturalidad la jerarquía social que imponen los diferentes papeles que cada uno tenemos sin que por ello dejemos de ser iguales en dignidad, deberes y derechos. También había visto, y se ve muchísimo ahora, que algunos funcionarios actúan como de forma muy simpática y cercana pero no es más que una fachada, en realidad te engañan. Vamos, que ante ese estereotipo tan famoso de “policía bueno-policía malo” que todos hemos visto en tantas películas, yo prefiero el malo; las cosas están muy claras, sabes a qué atenerte y no te engaña. Dudo que la buena sintonía que tuviste con la examinadora fuese un factor decisivo, el mérito es tuyo, tú conducías; pero también es cierto que resulta muy difícil valorar el aspecto psicológico y es innegable que lo tiene o lo puede tener. También es muy subjetivo y particular de cada cual, no a todos nos caen igual de bien o mal las mismas personas, yo siempre me esforcé en intentar que los alumnos no se viesen condicionados por ese factor, pero... Me has hecho reír con esa salida de calzada que me cuentas (perdón), sabes cómo pienso... pero eso no quita que los examinadores deban ganarse el respeto de los alumnos rápidamente y, desde luego nunca deben dar mal las indicaciones, esto es elemental en su trabajo, claro que se pueden equivocar, pero entonces que actúen en consecuencia y no califiquen el tramo recorrido bajo la influencia de una mala indicación.

    Lo de la moto y los hijos es un asunto difícil. Y se tome la decisión que se tome no hay ninguna garantía, pero para mí hay otra cosa... no peor, pero sí de consecuencias inmediatas: si de verdad se quiere disfrutar con una moto, tendremos que hacerlo en fines de semana y restando un tiempo considerable de estar con la familia. En todo caso no tengo ninguna duda de que serías una buena “motera”. Otra cosa es el de la autocaravana, ¿por qué no vas a conducirla nunca? La puedes llevar con el carnet que tienes, se disfruta en familia y, por supuesto puedes conducirla sin ningún problema ahora mismo; te dará más trabajo, te llevará un tiempo hacerte a medidas y espejos, inercias, aceleraciones, distancias de frenado, paso por curvas... nada con lo que no puedas hacerte en un fin de semana practicando en lugares tranquilos y amplios; quizá te llevase más lo del cambio manual, porque será difícil encontrarlas con automático. Pero vamos, Elisa, si os gusta y puedes no renuncies a ello, aunque sea alquilando de cuando en cuando, luego ya se verá si merece la pena comprar o no. A mí me encantan las autocaravanas, son un invento fantástico.
    ¡Saludos!

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    1. ... Veo que no te afectan las malas sensaciones. Pero es que no todo el mundo es igual de inmune, y muchas veces no depende de si le han tratado bien o mal... es algo que va con uno mismo. En fin.
      Sobre la moto pues como ya no me la ni planteo pues ni he pensado en esos 'detalles' como cuándo usarla, ni su mantenimiento. Lo de la autocaravana... no me tientes más. La verdad es que sería una maravilla, les encanta a todos la idea de viajar así... Pero obviamente existen dos problemas: a) fuera de autopistas, no creo que sea tan fácil de conducir y b) obviamente sería sólo de alquiler, y no creo que sea fácil encontrar automáticas aquí en Europa. Por cierto: ¿has visto alguna vez la película 'Vaya vacaciones'? La protagonizaba Robin Williams, que interpretaba a un padre que alquila una autocaravana... era buenísima. Me reí muchísimo. Saludos!

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    2. ...Bueno, totalmente inmune creo que no soy a nada ni aunque me vacune, Elisa. Pero intento con todas mis fuerzas que no me afecte el hecho de que una persona me caiga mejor o peor, o sea más o menos amable y cordial en su trato, ya sea que me tenga que examinar o poner una multa, por ejemplo. Además, salvo poquísimas excepciones, siempre que me han suspendido o multado tenían razón. Por otra parte, es algo tan subjetivo y difícil de valorar ecuánimemente... Por no hablar de que nadie actúa siempre de una misma forma, ni podemos inspirar simpatía a todo el mundo. Tuve un profesor que nos repetía muchas veces: “no importa lo que los demás te hagan, sólo importan las decisiones que tú tomas respecto a ello.”

      Me has arrancado una carcajada con ese “no me tientes más”, gràcies! Ha sido muy bueno. Pero, siguiendo con el humor, te diré que usted ya ha mordido esa manzana, señora; y no ha sido este humilde servidor quien se la ofreció. Ahora en serio, tienes razón con los dos problemas que mencionas, es más, respecto al primero, suele haber una dificultad añadida en los tramos de acceso a muchos camping, algo que me parece muy ilógico cuando cada vez se utilizan más este tipo de vehículos por parte de conductores nada profesionales, precisamente. Pero no es nada insalvable, basta con ponérselo uno fácil al principio, hacer algunos ejercicios en lugares muy despejados... y con el cambio manual te harás en poco tiempo, sin ninguna duda; también se puede empezar por alquilar autocaravanas pequeñas tipo VW California o Mercedes Marco Polo, son muy compactas, como un turismo grande pero más alto.
      No he visto la película que mencionas, pero lo haré en cuanto pueda. Gràcies!
      ¡Saludos!

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    3. .. Pues ójala llegue el día que pueda llevar uno de esos trastos. Ha de ser una experiencia única.
      La película vale mucho la pena! Reirás mucho. Saludos!

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    4. Ha llegado, ¡puedes! No me cabe ninguna duda. Y si hiciese falta, llegado el momento y a pesar de la distancia, algo, por lo menos, te puedo ayudar.
      Veré la película, gràcies, hecho en falta comedias buenas y que no sean un compendio de groserías que ni vienen al cuento. Hay tan pocas... ¡Saludos!

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  3. Tuviste tres buenas claves para pasar la prueba, las ejecutaste bien, gran plan.

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    1. Muchas gracias, Boris. La verdad es que llevaba muchos años aprendiendo sin tan siquiera darme cuenta, tanto me gustaba.
      Un abrazo.

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  4. Comienza la entrada con un nuevo amanecer y lluvia intermitente.
    Seguimos con los buenos consejos (confianza, imaginación y conocimiento del medio)
    Para acabar la entrevista sin igual. Y el cuento del lanzador de piedras.
    Todo lo que sube baja.
    ¡Feliz semana!

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    1. Muchas gracias por tan original comentario, Manuel.
      ¡Feliz semana!
      Un abrazo.

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  5. ¡Hola, Esteban!!!

    ¡Que maravilla leerte, Hombre de Dios! ¡Se dice que la cara es el espejo del alma! Y, la tuya revela esa serenidad y plena seguridad en ti mismo. Mi enhorabuena.
    Estoy segura que eres un gran profesor y, que tus alumnos estarán encantados.

    ¡Ay, Esteban! ¡Ese foto del atardecer me lleva la vida, es una preciosidad! También ese otro... las olas de Cabo Torres. Y la carretera con bella claridad, el mar al fondo y esa nube gris en el cielo amenazando lluvia. Ufff que bonitos.

    Estas últimas lineas son dignas muy dignas de ponerlas en un cuadro, mira hijo lo hago yo, para colgarlo en el salón de mi corazón y de cuando en vez, contemplarlo. Son preciosas.

    ¿Saben ese cuento -yo leí que era chino- en el que el tonto de un pueblo se pasa el día tirando piedras al cielo, la gente le pregunta y él contesta que lanza piedras a la Luna; aquellos se ríen, pero llegan las fiestas del pueblo, se organiza un concurso de lanzamiento de piedras, el tonto participa y gana de largo dejando entonces sus vecinos de burlarse de él? Pues eso. Igual que el protagonista del cuento, eso intento, conduciendo, enseñando a conducir y con otros asuntos; y como él, tampoco pienso en ningún concurso, simplemente, ambos aspiramos a ampliar nuestras propias limitaciones.
    Si por el camino algo aprendemos y enseñamos, bienvenido sea y que todos lo disfrutemos.

    Ha sido un inmenso placer pasar por este bello rincón de aprendizaje y leerte.
    Te dejo mi felicitación, mi gratitud y mi estima siempre.
    Un abrazo grandote y se muy muy feliz.

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    1. ¡Ay, Marina, Marina!...
      Tú sí que eres una maravilla. Un espíritu libre y generoso que no da, ¡se vuelca! Te tiras en plancha, eres como tu nombre indica, una ola atlántica de caracolas y espuma que baila entre América, África y Europa inundando cada playa que toca de cariño y alegría. ¡Gracias!
      Un fuerte abrazo, y que Neptuno te dé toda la felicidad que mereces.

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  6. ¡¡¡Hola, querido Esteban!!! Como bien sabés, personalmente no conduzco, pero me produce un placer ejemplificador el empeño de tu profesor para enseñarte a conducir. Todo lo que se hace a conciencia, sirve y nos dignifica, como ha hecho con vos durante tu aprendizaje, que con el tiempo te hizo seguir los pasos de tu profesor, y ofrecer así, un servicio de primer nivel. ¡Felicitaciones para vos y para aquel profesor! Ambos se lo merecen.
    Las fotos que ilustran la estupenda nota, son excelentes.

    Un cariño gigante.

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    1. Hola, querida amiga:
      No importa que no conduzcas, seguro que sabes cosas hasta sin darte cuenta y que sientes perfectamente cuándo vas a gusto o no según cómo lo haga la persona que maneje.
      Hacer las cosas a conciencia, como bien dices, es la clave para una buena labor y sentirse a gusto con la tarea, después de todo nos pasamos la mayor parte de la vida trabajando, así que mejor hacerlo con espíritu de artesano y disfrutando. ¡Gracias por las felicitaciones, Liliana!
      Un fuerte abrazo.

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  7. Es muy importante la forma de aprender y el profesor que nos ha enseñado, creo que es algo que dura para siempre, al menos en mi caso, que aún recuerdo algunos consejos suyos. Un fuerte abrazo y buen fin de semana Esteban.

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    1. Sí, ciertamente, amigo Pepe. ¡Es muy importante! Además en este asunto nos puede ir la vida, como bien sabes. Me alegra mucho saber que has tenido un buen profesor y guardes buen recuerdo de él.
      Un abrazo y que disfrutes de una buena semana.

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