Clases prácticas.
También llamadas “de coche” o “de carretera”, sin duda, son el caballo de batalla que más va a influir en el importe total de la factura a pagar en la autoescuela, aunque en ocasiones se da una excepción de la que luego hablaré. Este factor, en igualdad de condiciones, será determinante para que aprender a conducir y sacar el carnet resulte asequible.
¿Cómo se puede ahorrar en las clases prácticas? ¿Qué hay que hacer para dar el menor número posible? Aplicarse al máximo en ellas. Aprovechar cada minuto y sus fracciones sin pensar en el dinero que cuestan, en serio, de verdad: sin pensar en el dinero que cuestan, ni el mayor o menor sacrificio que nos puede suponer. Tengan sed de aprender y beban de la fuente que es un buen profesor, no ya hasta saciarse, sino con afán de dejarla seca.
Hagan como los niños cuando van a un bar al lado del parque en el que están jugando a pedir un vaso de agua. Tómenlo con una controlada ansiedad y con paciencia, sin sentirse torpes e inútiles, si lo derraman les darán otro. En la autoescuela, ni tan siquiera les exigirán ninguna responsabilidad si rompen al vaso. No la tienen. Pero luego sí, pongan su empeño en ese tiempo, vayan más allá en su intención, ¡plus ultra! Ya nos lo enseñaron los romanos hace más de 2.000 años. Tener como meta sólo la obtención del carnet es como querer navegar por el mundo poniendo como límite el horizonte que se ve desde la costa.
Hagan oídos sordos, por completo, a tantos comentarios que escucharán una y otra vez de personas de nuestra máxima confianza (curioso e inquietante aspecto este) del tipo: “con 20 clases, de sobra”, “yo lo saqué con 10 y a la primera”, etcétera. Mienten. Generalmente mienten, lo he comprobado miles de veces. ¿Por qué? Casi mejor no saberlo, tampoco importa demasiado, lo importante es no dejarse engañar. Son cantos de sirena. Ustedes a lo suyo: aplicarse y aprender.
Las 20 clases. Parece que fuese un número cabalístico, ya desde unos cuantos años acá muchas personas creen que llegado a este número de prácticas uno está preparado para ir a examen, cosa que generalmente no ocurre. Es lógico que una persona quiera hacerse, al menos, una idea aproximada de lo que le puede costar su paso por la autoescuela, ¿cuántas clases tendré que dar?, ¿cuánto me costará en total? Son preguntas que siempre nos hacemos (me incluyo, claro) pero que sólo tienen una respuesta: no se sabe. Es impredecible, salvo que se pacte un precio cerrado, lo que es muy raro.
Aprendamos de cómo aprenden los niños. Son los que mejor y más rápido lo hacen. Utilicen juguetes, maquetas... imaginen. ¡Imagínense! |
Se puede conocer una simple media aritmética, desde luego, ¿pero se ajustará a nuestro caso? Es imposible saberlo. Si se cuenta con un presupuesto ajustado, como me ocurrió a mí en su día (aquí), lo mejor es ponerse en faena aplicándose al máximo teniendo muy en cuenta la idea de que rebasarlo, sin haber conseguido aprobar, sólo supondrá interrumpir las clases un tiempo, volver a ahorrar y continuar (y no, no se olvida lo que se haya aprendido); y, muy importante, entre tanto abstraerse del dinero. De lo contrario nos crearemos mucha ansiedad y seguramente nos saldrá bastante más caro y largo. Será un suplicio, se lo aseguro. Habrá quien piense que esto es muy fácil decirlo, y es verdad, pero también es cierto que es muy fácil hacerlo y todos tenemos experiencias en este sentido, ¿acaso nos impide disfrutar de una copa en compañía de unos amigos el precio de aquella?, ¿no hacemos lo mismo cuando disfrutamos de una comida en un restaurante? Se puede, y lo hemos hecho, ¡claro que nos podemos abstraer del precio!
Ya comenté en la entrada anterior la importancia de aprender bien la teórica para dar comienzo con las clases de coche, en base a la necesidad de conocer las reglas del juego antes de participar en él. Sin embargo se pueden simultanear ambas, se gana algo de tiempo; de hecho, cuando existía examen de maniobras en pista cerrada (grave error de la DGT eliminando esta prueba) y en el mismo día se hacían los dos exámenes, se trabajaba de ese modo sistemáticamente.
También ocurre que la normativa objeto de aplicación en la práctica es mucho menor que la del examen teórico, que por cierto considero innecesariamente excesiva. No obstante, una autoescuela es un lugar ideal para trabajar “a demanda” o “a la carta”, valga la expresión; y es tarea del profesor aceptarla o explicar los inconvenientes del menú elegido, así como proponer otras combinaciones posibles y sus razones. Pero en todo caso hay dos aspectos que deben tenerse muy en cuenta:
- Lograr “apto” en teórica en absoluto garantiza un conocimiento suficiente de señales y normas.
- Aprender la teórica en las clases de coche, esto sí, es sumamente caro.
Entren en ambiente, utilicen objetos cotidianos que se puedan relacionar con el manejo de un coche directamente o no. Esto es un corcho. Un regalo que me gustó mucho. Eskerrik asko, neska! |
Las primeras clases de coche. Son muy importantes, su primer objetivo es aprender el manejo de la máquina, y antes hay que aprender a sentarse bien tras el volante, lo que implica disponerse a trabajar. El asiento del conductor no es el sillón del salón de casa ni el parabrisas la pantalla de la televisión, hasta en el papel de pasajero es importante ser consciente de esto. Una buena postura al volante implica lograr dos fines:
- Eficacia, para actuar sobre los mandos con inmediatez y precisión.
- Seguridad, para que en caso de accidente logremos la máxima protección de cinturón, reposacabezas y airbag. Y sí, es muy improbable tener un accidente, más en un coche de autoescuela, pero nunca es imposible, lo que debemos asumir con naturalidad y sin fatalismo. Sobre un automóvil en movimiento actúan fuerzas muy importantes capaces de sesgar una o más vidas en una fracción de segundo. Es un hecho que nunca debemos utilizar para alimentar el miedo, sólo para motivar nuestro cuidado y estimular nuestro instinto de supervivencia, nada más.
Luego se pasa a reconocer los mandos, saber para qué sirven y cómo actuar sobre ellos, igual que haría un niño cuando se le pone al volante. Son auténticas esponjas, hagamos lo mismo. Después se empieza a mover el coche muy despacio, muy suave (la palabra que más repetirá un profesor que se precie), sin tocar el acelerador, más tarde usando todos los mandos, y, teniendo siempre (y para siempre) dos objetivos: lograr la máxima perfección en mantener una trayectoria correcta y una velocidad adecuada. Cometeremos muchos errores con estos dos factores básicos, pero se aprenderá a corregirlos de forma tan inmediata y suave que hasta pasarán desapercibidos. Siempre es importante recordar que se llevan los pies en los pedales, las manos en el volante y la vista en el camino.
Lo ideal es dar las primeras clases en una pista cerrada o en un lugar que se le parezca lo más posible. En muchas poblaciones estos lugares quedan lejos de la autoescuela y es un serio inconveniente comenzar las prácticas en calles con una intensidad de tráfico normal, hay demasiados estímulos que dificultan mucho la atención y por más que el profesor responda a ellos distraen mucho al alumno; en esta situación, lo más importante para este es que confíe en su profesor y que él o ella se centren sólo en lo que les indica. También puede ayudar bastante invertir en clases dobles, si son de 45 minutos en total estaríamos hora y media; si son de una hora, estar dos, normalmente es excesivo y muy cansado, pero también se puede dar hora y media. Este, en mi opinión, sería el tiempo ideal para las primeras clases y para las últimas.
También es fundamental que el alumno tenga mucha paciencia consigo mismo. En las primeras clases es importante aprender lo básico muy bien, aquí las prisas son totalmente contraproducentes. Intentaré explicarme: no es suficiente con un aprendizaje puramente intelectual, de este modo se pueden aprender muchas cosas de forma prácticamente inmediata, pero es insuficiente. No basta. Es necesario que llegue a la memoria del músculo, de todos, lo que lleva su tiempo. Es necesario hacerse al movimiento del propio cuerpo, que le llega transmitido por el vehículo y las fuerzas que sobre él actúan, y todo ello en un entorno en el que todo está en movimiento o puede estarlo en cualquier instante y con respecto al que debemos actuar. Somos uno con la máquina, pasamos a ser una pieza más, y esto lleva un tiempo sentirlo, pero una vez se logra se ha dado un gran paso adelante.
Un indicio de que una clase ha sido bien aprovechada es acabarla sintiéndose notablemente cansado físicamente. Las clases que salen muy mal, muchas veces, son aquellas en las que más se ha aprendido, normalmente, en la próxima se invierte la tendencia por completo y se vuelve a dar otro gran paso hacia adelante.
Una lección de humildad y un mensaje liberador. |
Es importante que, como alumno, uno se proponga que el profesor no tenga que repetirle nada (o muy poco) del día anterior. El alumno debe percibir claramente que progresa, aunque sea lento ha de sentir, ver y saber objetivamente que avanza. Eso es lo importante. No se debe permitir acabar una semana igual que la empezó; vale la calidad de lo aprendido no cuánto, y sentirse satisfecho por sus logros.
Para aprender bien el funcionamiento de todos los mandos, su posición y símbolos ayuda mucho hacer unas fotos del salpicadero del coche, así como también del motor, gato, puntos de enganche del mismo y rueda de repuesto. Y por supuesto, tomar algunas notas acabada la clase, repasarla y anotar también preguntas que queramos hacerle al profesor.
Las clases prácticas deben trabajarse antes, durante y después; y por el tiempo anterior y posterior la autoescuela no cobra, es gratis.
Nunca es bueno obsesionarse, sí trabajar mucho y duro, poner toda nuestra atención y agarrarse a los momentos en los que se disfruta como a un clavo ardiendo, son enormemente motivadores y lograremos multiplicarlos, sin duda. Estaremos empapados en sudor pero felices, sintiéndonos inequívocamente capaces (de lo que nunca debemos dudar). Son como borracheras de sol que nos ayudarán muchísimo a sobrellevar las oscuras tormentas que aún nos esperan.
A medida que el alumno comienza a desenvolverse por sí mismo en el tráfico y va tomando sus propias decisiones, es muy importante evitar actitudes beligerantes con los demás, por más razón que se tenga, no importa, distraen mucho. Por ejemplo: alguien debe cedernos el paso y al ver un coche de escuela sale en el momento más inoportuno dando por hecho que somos lentos y torpes. Bien, pues solemos responder muy indignados y la vista se nos queda clavada en el obstáculo y donde ponemos la vista allá va el coche. Evítelo, nada importa el problema sino la solución, céntrese en ella; y una vez adoptada no vuelva a pensar en ello ni una milésima de segundo, ¡A otra cosa! Agua pasada no mueve molino, deja de rumiar, eso es para las vacas, te sentará fatal, es lo que suelo decir en estos casos.
Modestia aparte: Haga suyo su contenido y ahorrará un buen dinero. Está comprobado. |
Luego, acabada la clase, en casa o donde sea, está bien analizar lo que pasó y revisar si omitimos algo importante: frené bien, ¿pero miré atrás?, frené y esquivé un poco después, ¿pero era necesario?, ¿estuve a punto de dar un volantazo?... Si nos detectamos algún error, nos aplicamos la solución para la próxima, y listo. Hombre, en ocasiones también puede ser muy saludable despotricar a discreción contra el energúmeno que se nos cruzó, para desahogarnos, sin más, pero nunca en la situación crítica y sin dejar que nos amargue un sólo minuto de nuestra vida. Además, después de todo, nosotros también nos equivocamos. Nadie es perfecto.
En la medida en que invirtamos tiempo, esfuerzo y trabajo en aprender a conducir reduciremos el número de clases sin intención siquiera, sin pensarlo, sin darnos cuenta.
Sin embargo ese esfuerzo debe estar bien dirigido, he visto a muchas personas trabajar duro, pero atenazadas, bloqueadas, quedándose en la superficie. Hay que buscar la esencia.
Cita facilitada por D. Arturo de Andrés y Urrutia (A. de A.). ¡Gracias! |
Quizá uno llegue a la autoescuela... porque hay que ir, cómo no voy a sacar el carnet, pareceré un bicho raro... Viene a ser casi tan sospechoso como cuando, no hace tantos años, uno libraba de la mili. Y va y trabaja, pero no le cunde el esfuerzo porque, por poner un ejemplo, no es lo mismo conectar el intermitente porque este me dice que lo tengo que hacer y el manual lo pone, que hacerlo porque se entiende que debo comunicar a los demás mis intenciones para que no les sorprenda ni menos aún les asuste, porque se ve la necesidad de aprender un lenguaje, porque lo que yo haga puede influir en lo que están haciendo los demás.
El esfuerzo es útil si armados con él vamos a capturar la esencia y nos vestimos con ella. Y aprovecho para avisarles de que es muy frecuente encontrarse en Internet y en todos los medios de comunicación con trucos y atajos para conducir que en realidad no sirven para nada, su utilidad es pura apariencia, se quedan en lo superficial. Tengan cuidado, hasta ahora no he encontrado nada decente que vaya precedido de “10 trucos para aparcar a la primera”, por ejemplo. Aparcar supone ser capaz de mover el coche en un espacio limitado pero suficiente a la mínima velocidad posible (la esencia) y, si la calle es un poco ancha, sin estorbar a quien por ella circule. Si en esas condiciones y teniendo carnet uno necesita “trucos” es que no debe conducir sin antes pasar un tiempo por la autoescuela.
He observado en los últimos años que un alto porcentaje de los jóvenes que llegan a la autoescuela arrastran consigo cinco preocupantes lastres muy difíciles de soltar:
- Falta de concentración.
- Poca resistencia a la presión.
- Baja tolerancia a la frustración, parece que nunca les han dicho “no”.
- Difícil comunicación, no nos entendemos ni en el plano intelectual. Hablando el mismo idioma parece que lo hagamos en lenguas diferentes.
- Necesidad inmediata de lograr lo que desean.
Entre mi generación y la siguiente hay puentes, con las anteriores también; con muchos de los jóvenes que ahora tienen 18-20 años no. Me parece grave, pero aún lo es más cuando se comprueba que con quienes ahora andan cerca de los 40 tampoco los hay, y no les separa ni una generación. En estas observaciones coincidimos unánimemente cuantos compañeros y examinadores hemos podido hablar sobre ello. También aparece el miedo a conducir en cuanto las circunstancias son un poco exigentes.
En este siglo he visto cosas en clases y exámenes que no había visto jamás en el anterior, como tener que quitar el pie del acelerador (pisado a fondo) con mis manos a algunos alumnos después de haber detenido yo el coche. Estaban como en trance y, desde luego, no se apreciaba ningún síntoma de que hubiesen tomado ninguna droga ni la situación era nada extraordinaria, sólo un poco complicada. Todo esto lo digo a modo de apunte porque llega a mi mente y se pone en primer plano, no sé por qué ocurre ni me siento capaz ni preparado para averiguarlo, pero algo inédito muy grave está pasando.
Habrá días malos, pero siéntete siempre capaz. Fuente: www.groupon.com.co |
La excepción a la que me refería en el primer párrafo de que hay un modo de que el carnet se dispare de precio sin que el número de clases se convierta en exageradamente alto, se da cuando un alumno decide ir a examen sin estar preparado, suspende, lo achaca a la mala suerte, da una o dos clases antes del siguiente examen, vuelve a suspender, luego da una o ninguna clase, repite la prueba, mismo resultado y así sucesivamente. Aquí se encarece muchísimo la factura total porque cada dos exámenes es necesario renovar el expediente (por cuya gestión la autoescuela cobra un dinero que puede rondar los 150 € de media en España y al que hay que sumar las tasas de Tráfico cada vez que se hace, actualmente 90’30 €.
Algunas personas prueban suerte un examen tras otro de una forma similar a cuando los niños quieren correr sin haber aprendido a andar, a tropezones; y de un modo tan compulsivo como un ludópata con las máquinas tragaperras. Ni que decir tiene que se hace muy difícil salir de ese círculo, en el que enseguida se percibe que el dinero ya es lo de menos puesto que el malestar y disgustos que se generan superan con creces ese problema. Entre otras posibles y diversas razones que llevan a esto, paradójicamente, siempre está presente el hecho de dar mucha importancia al precio de las clases.
Curiosamente, y también es una paradoja, los carnets más baratos siempre se dan entre alumnos que llegan de antemano... entregados, por decirlo así. Aunque no siempre, son habitualmente hijos de antiguos alumnos que se llevan bien con sus padres, llegan con ellos a la autoescuela, después de saludar te dicen “aquí te traigo al chaval para que le enseñes como hiciste conmigo”, se arañan unos minutos de conversación rememorando viejos tiempos, y ni preguntan cuánto cuestan las clases ni lo quieren saber. Al final y tras insistir, se lo dices, se lo anotas en un papel que guardan sin mirarlo, y te llaman pesado al tiempo que reiteran que les da lo mismo. Bien, pues las facturas que generan estas personas siempre tienen los importes más bajos. Y esto lo pueden corroborar la mayoría de los colegas que lleven suficientes años en el oficio como para dar clases a una segunda generación. Ténganlo en cuenta, si dan con un buen profesor, déjense llevar, no les defraudará, aprenderán y tendrán su carnet a muy buen precio.
Antes de terminar, necesito hacerles una observación: sean prudentes con muchas tentadoras ofertas que muchas escuelas anuncian, ni siempre ni todas, pero a veces tienen trampa. No obstante, es obligatorio firmar un contrato escuela-alumno, léanlo antes. Por otra parte, no siempre lo que más cuesta es mejor ni viceversa, y aunque muchos lo nieguen, hay profesores y autoescuelas que se han visto obligados a trabajar con precios muy bajos manteniendo un nivel de calidad muy elevado, como han hecho siempre y totalmente entregados al alumno, entre otras cosas, porque aunque muchos no se lo crean, algunos no podemos hacerlo de otro modo. Y mira que a veces tientan los demonios, pero es igual, algunas cosas resultan físicamente imposibles.
"LIBERTAD: VIVE LA VIDA" Título y foto de Arantza Basauri. Me encanta esta foto, y es tan perfectamente explícita que sólo puedo decir dos cosas: Eskerrik asko, Arantza! Y que ustedes disfruten de su arte. |
Como ven, hago hincapié en la actitud y apelo a desarrollar una inquebrantable voluntad de esfuerzo y trabajo llenas de ilusión y alegría. Conducir nos abre las puertas a un mundo pleno de dinamismo que amplía enormemente nuestra capacidad para movernos, siendo en sí mismo, una magnífica expresión de libertad e independencia, quizá por eso todos los gobiernos se esfuerzan tanto en que le tengamos miedo, esas sensaciones no se quedarán sólo en el coche y en la carretera. Aprendemos a tomar importantes decisiones en fracciones de segundo, a ser más tolerantes y respetuosos con los demás porque tomamos más consciencia de la fragilidad del milagro de la vida. Nos muestra otra perspectiva de tiempo y espacio, amplía nuestro mundo. Ayuda a vivir mejor.
Esteban
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ y AQUÍ.
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Excelente! Muy explícito y sin andarse con rodeos. Debería leerlo todo áquel que comienza en la autoescuela: muy instructivo.
ResponderEliminarEskerrik asko, Arantza! Ongi etorri!
EliminarPues sí, espero que les llegue a esas personas que están pensando en ir a la autoescuela o ya están en ella, y a sus padres; que les sea útil y lo aprovechen bien.
¡Saludos!
Tremendamente cierto todo lo que dices. Y en concreto, el último párrafo. Conducir mejora nuestra actitud ante la vida. No me hagas decir por qué, pero es así. Quizás la 'amaxofobia' o miedo a conducir no es sino la punta del iceberg de una sociedad con miedo a vivir, a adquirir responsabilidades y a tomar decisiones. Saludos!
ResponderEliminarMoltes gràcies, Elisa!
EliminarUna vez más creo que das en el clavo; cada vez estoy más convencido de que el miedo a conducir implica un miedo a vivir y todo lo demás que dices, hay excepciones, pero sólo son eso.
Hace muchos años que vengo diciendo a los jóvenes que no se muestran animados a conducir que se pregunten por qué están dispuestos a ser conducidos haciendo que hasta su propia vida dependa de las decisiones de otros, “conduce tú, hazte cargo de tu propia integridad física, es el bien más preciado que tienes y tendrás jamás”, este argumento lo utilizo más o menos así desde hace muchos años. Un día tengo que contar lo mal que lo pasé algunas veces yendo de pasajero, y las que me bajé de un coche por lo mal que lo llevaban los compañeros que iban al volante, no profesores, aunque con más de un colega me negué a subir porque había bebido mucho alcohol.
Familia y sociedad se han vuelto muy proteccionistas dándonos una falsa sensación de seguridad. Parece cómodo pero impide ser libres, bien lo sabes.
¡Saludos!
¿Cómo estás, amigo Esteban?
ResponderEliminarComo es habitual en mí, lo primero es pedirte disculpas por mi tardanza en la vista, pero la situación manda y las dificultades para encontrar tiempo parece que van en aumento a pesar de mi afición por los blogs.
Es un gran placer visitar de nuevo tu espacio y poder contemplar tus magnificas publicaciones, por lo que te estoy agradecido pues nos das la oportunidad de aprendes de tus valiosas enseñanzas.
Un fuerte abrazo, amigo y espero que hasta muy pronto.
¡Hola Andrés!
EliminarMe alegra verte por aquí y agradezco mucho tus palabras y tu visita, pero no ha lugar las disculpas, faltaría más. Pasa cuando buenamente puedas y te apetezca, amigo, estás en tu casa. El tiempo se nos escurre entre los dedos, hay muchos blogs muy buenos y no sólo de pan vive el hombre...
Un fuerte abrazo.
Esto tuyo es un curso completo, gracias me ha venido muy bien. un abrzo
ResponderEliminarSiempre es una alegría saber que a alguien le viene bien lo que uno hace. Gracias por decírmelo, Icue.
EliminarUn abrazo.
Tenemos que amar a la vida,y con ese concepto se pueden hacer buenos conductoresd
ResponderEliminarSí señor, sin esa idea bien arraigada es imposible cuidar bien de uno mismo ni de nadie.
Eliminarmigo Esteban,en la fotografia creativa,cada observador la `puede interpretar de una manera,y todas son válidas
ResponderEliminarSaludos desde Jerez
Seguramente tienes razón, Juan, y será así. No obstante, pienso que lo ideal es que el observador sienta, al menos en esencia, lo mismo que el autor en el instante de crear su obra.
EliminarUn abrazo, amigo.