Esta historia me la contó mi padre en varias ocasiones, la primera vez por escrito en una carta con el remite de su exilio en México, las demás de viva voz y en persona, unas por iniciativa suya y otras cuando yo se lo pedí.
Algunos niños mineros todavía viven. Fuente: wwwpaginasdelprincipado.es |
Antes, debo aclarar que “güaje” se dice en asturiano o bable del niño o adolescente que trabajaba en las minas, no hace tanto tiempo -aún viven algunos-, y por extensión, se suele emplear este nombre para referirse a los niños en Asturias. Aprovecho para dejarles este romance.
La historia la protagonizó un amigo de mi padre a quien él le profesaba admiración, respeto y mucho cariño, y yo, por supuesto, aunque no tuve la suerte de conocerle. Se trata de la vida de un hombre que poco antes de la década de los cuarenta del pasado siglo comenzó a trabajar en la mina con la misma edad con que lo hizo mi abuelo paterno: 9 años. Trabajaban dentro, en una galería a cientos de metros bajo tierra ayudando a los mineros adultos, incluso a los picadores, lo que era todo un honor, pues estos son a la mina lo que los soldados a la primera línea de fuego.
Aquel hombre a sus nueve años aún no sabia lo que antes se llamaban “las cuatro reglas”: leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir. Pero sintió la necesidad de aprender, quería saber, logró la ayuda de compañeros mayores que le fueron enseñando poco a poco esas reglas básicas en el escaso tiempo libre que tenían. Después consiguió la ayuda de un maestro de escuela que le daba clases particulares siempre que ambos podían, se ganó su respeto con su esfuerzo y con sus logros, se animaban mutuamente. Uno transmitía su energía mineral y de superviviente que anhelaba literalmente ver la luz que sabía que ahí estaba y el otro la transformaba en energía intelectual que cada vez lograba establecer nuevas conexiones neuronales.
El maestro hizo los papeles de minero, ingeniero y joyero; hasta de alquimista, me atrevería a decir. Convirtió el carbón en un diamante en bruto que luego talló, con la imprescindible ayuda del güaje que nunca escatimaba esfuerzo, ilusión, entusiasmo y trabajo. Se afanaban constantemente con un tesón a prueba de dinamita, sin conocer fiesta ni romería, sin escanciar una sola botella de sidra en cualquiera de los numerosos chigres.
A instancias de su maestro, el güaje comenzó a presentarse a exámenes por libre y, lentamente, pero en progresión constante, fue superándolos uno a uno. En los comienzos del aprendizaje el maestro se puso por objetivo que su alumno lograse los estudios necesarios para aprender un oficio que le permitiese abandonar las tinieblas de la mina y su atmósfera de muerte, que le habilitase para ocupar algún puesto mucho menos insano en la siderurgia, astilleros, el ferrocarril... quizá hasta en alguna oficina.
Llegado el momento, sin embargo, el hombre joven en que se había convertido aquel güaje que, “con una ambición de muerte despedazaba un pan reñido”, como escribió Miguel Hernández en el El niño yuntero, tenía a vista otra meta: ser ingeniero superior de minas. Cuando la sed de aprender de un niño se mantiene viva no se sacia nunca.
Seat 1400, un coche como este se compró el ingeniero. Fuente: www.diariomotor.com |
El maestro pasó el tesoro de su testigo a un ingeniero que conocía, este, junto con algún compañero suyo hicieron de profesores para el amigo de mi padre siempre que uno u otro podía y la determinación del perseverante alumno llegó también a seducir más tarde a un catedrático de la Escuela Superior de Ingenieros de Minas de Oviedo. Nuestro amigo, que ya lo será también de ustedes, siguió pasando cada una de sus jornadas en las entrañas de la tierra pero hasta ellas iba llegando una hermosa y cálida luz cada vez más intensa augurando un futuro muy próximo muy diferente.
Contaba alrededor de los cuarenta años cuando logró su título de ingeniero. Aparte de otras cosas, tener una carrera superior en la España de los años cincuenta suponía un cambio de estatus inmediato. Nuestro amigo también tenía planes para organizar cosas que facilitasen la formación para que quienes quisieran dejar la mina no se viesen obligados a realizar un esfuerzo tan titánico como el suyo. Siguió trabajando en la mina como ingeniero, se compró una casa y más tarde un coche.
Ni hacía un año que había empezado a conducir cuando una noche, entre Gijón y Sama de Langreo, en la carretera Carbonera, se salió de la misma para entrar en esa galería que es la muerte y de la que nada sabemos. La vida le soltó de su mano cuando había comenzado a cosechar los frutos de su esfuerzo.
Carretara Carbonera entrando en La Felguera, en la actualidad. No mejoró gran cosa, pero ahora también hay una autovía sin peaje. Fuente: vegalafelguera.wordpress.com |
Iba solo en el coche, no chocó con nadie. No se supo prácticamente nada del accidente, algo habitual en aquella época y que en eso tampoco difiere mucho de la actual. Quienes le conocieron también aseguran que nunca le embriagó su magnífico y extraordinario logro. Quizá se durmió al volante, tal vez otro vehículo hizo algo raro que le sacó de la carretera, o patinó en una zona húmeda, o le salió un animal, o cometió un error que le llevó a perder el control del coche... No se sabe. Mi padre se quedaba siempre unos instantes con la mirada perdida llegado a este punto para luego maldecir en voz baja lo injusta que muchas veces es la vida con los mejores.
Conozco muy bien la carretera Carbonera, y cuando yo empecé a conducir, los choferes veteranos decían que estaba más o menos igual que veinte años atrás: estrecha, enrevesada, con pequeños puertos, bastantes curvas muy traicioneras, pasos a nivel, precipicios no muy profundos pero lo suficiente para no contarlo si uno cae por ellos, árboles, bastante vegetación, sin arcenes, en muchos puntos sin quitamiedos, asfalto irregular y deslizante parcheado mil veces, sin puntos de luz más que cerca de alguna casa o en las pequeñas travesías...
Mi padre conducía bastante bien, así que le pregunté qué pensaba que podía haberle pasado a su amigo y me dijo que, hombre no lo sabía, pero para él, que se había quedado dormido: “llevaba poco tiempo, no estaba acostumbrado... y es muy fácil quedarse dormido, o ver mal una curva y tomarla al revés.” También le pregunté si le había visto conducir y qué le parecía, a esto respondió de forma inmediata y categórica: “era malo, me llevó unas pocas veces en coche, pero la última le dije que si no aprendía a conducir mejor no volvería a montar con él; y desde luego no le dejaría mi coche.” Cosa que mi padre hacía con una facilidad como no he visto nunca. Así y todo, bien pudo ocurrir que se tratase de un accidente en toda regla; ni los conductores malos lo hacen todo mal, ni lo buenos lo hacen siempre bien.
Esta historia me hizo cambiar mi forma de pensar en cuanto a la importancia que casi todos los padres dan y transmiten a sus hijos para con los estudios superiores en comparación a la que prestan a todo lo relativo con aprender a conducir. Si tantos progenitores están dispuestos a realizar un considerable esfuerzo en que sus hijos consigan sacar adelante una carrera, por lo menos, también deben dedicar el mismo grado de esfuerzo en que aprendan a conducir bien. Es vital. Y alentarles en que así decidan hacerlo siempre.
No quiero acabar sin resaltar que esto de empezar a trabajar en el interior de una mina de carbón con nueve años (¡9 años!), por más que lo veamos como algo muy del pasado, que nos resulte tan extraño que, como mucho, lo asociemos en la actualidad con países que sentimos muy lejanos de África o de Asia, ha ocurrido muy cerca de donde viven muchos de ustedes a personas que hablan nuestra misma lengua y tienen nuestro mismo aspecto. Algunos de estos “niños yunteros” aún viven, yo lo he conocido muy de cerca en la persona de mi abuelo, pero también me he encontrado con alumnos que, siendo de mi generación, comenzaron a trabajar con 12 años en empresas que aún existen, conozco y, paradójicamente, están consolidadas, son respetadas y gozan de una excelente imagen. No sería tan raro, tal como va el mundo, y la disciplente y cómplice actitud que sobre tantos acontecimientos adoptamos, que en unos pocos años volvamos a ver a niños camino del trabajo. Ojalá en ningún lugar del mundo tenga que trabajar jamás un niño, ojalá en ninguna parte se les robe la infancia y la inocencia.
Esteban
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Etiquetas: guaje, trabajo infantil, güaje, minas de carbón, Asturias, carrera, Universidad, maestro, ingeniero, esfuerzo, trabajo, constancia, accidente, aprender, aprender a conducir.
En esta España ya no se dan hombres como ese asturiano
ResponderEliminarSí, amigo Juan, seguro que aún hay hombres y mujeres de esa pasta y con esa actitud. Hace ya unos cuantos años conocí casualmente a una mujer de Sevilla que recién comenzaba a ejercer como médica cuando andaba cerca del medio siglo de edad, después de criar a sus hijos, atender a su familia y su trabajo fuera de casa en una fábrica, y también comenzó desde cero. También conozco a una mujer de Cataluña que atiende su trabajo, a sus hijos, su familia y ya le falta poco para acabar su segunda carrera. Estas personas son las que, a pesar de todo, evitan que un país acabe destruido como Sodoma y Gomorra. Vaya desde aquí mi admiración, gratitud y respeto hacia ellas.
EliminarUn abrazo.
No sabía lo de la mujer que comenzó a hacer de médica a los 50!!
EliminarLamentablemente hemos perdido el interés por el conocimiento. Y ya no digamos la cultura del esfuerzo Bien triste. Gracias por traernos posts que nos devuelven a estos valores. Saludos!
Gràcies a ti, Elisa!
EliminarEs verdad lo que dices, nuestra sociedad se ha vuelto muy hedonista, pero, fíjate, que yo tengo la impresión de que las excepciones van en aumento, a pesar de tantas distracciones con las que nos bombardean, cada vez me parece que, poco a poco, hay más personas concentradas en sus tareas. Espero que no sea un vano optimismo por mi parte.
¡Saludos!
Qué increíble relato! Desde el afán de superación, pasando por la actitud de apoyo de los profesores, y muy lamentablemente con tan trágico final. Es verdad que muchas veces olvidamos que toda nuestra vida se puede truncar si descuidamos nuestra conducción, sea por pereza de aprender o por ir despistados en cualquier otra cosa.
ResponderEliminarPaso habitualmente por una curva (muy bien señalizada, por suerte) que la vista te dice indiscutiblemente que es a la derecha, pero en realidad (y parece increíble cuando al final lo ves) es a la izquierda. No sé en qué consiste este efecto óptico.
Saludos!
Elisa.
Siempre me resultó admirable el tesón y la determinación de ese hombre, pero también tiene un mérito fuera de lo común el esfuerzo de compañeros, maestro y profesores que le ayudaron desinteresadamente tantas veces yendo mucho más allá de sus estrictas obligaciones laborales, como bien apuntas.
EliminarYo también me he encontrado con ese tipo de curvas en las que parecen darse ilusiones ópticas, y otras sensaciones extrañas que de cuando en cuando te hace sentir la carretera. Nunca encontré una explicación racional y, por supuesto, no cuento las veces que iba cansado o peleando con el sueño, no; pero eso sí, todas las veces que recuerdo esas cosas eran de noche o de día con mucha luz o con el sol de frente al amanecer o al atardecer. Hay una curva por la que paso con frecuencia en la A-8 sentido Bilbao en la que me pasa justo lo contrario que a ti, pero sólo de noche, además en mitad de la curva hay cambio de rasante. En este caso no está bien señalizada, aunque la conozco de sobra, pero, en estos casos, las señales están bien, desde luego, sin embargo resultan insuficientes porque, a pesar de ellas, hay unos instantes en que los sentidos pueden más que la percepción racional. Son fenómenos muy curiosos pero bastante excepcionales, afortunadamente. Te agradezco que me los recuerdes, Elisa.
¡Saludos!
A mí me pasa de día y de noche. Es un cambio de rasante. Es muy muy curioso y ciertamente, como bien dices, los sentidos se resisten a hacer caso a la señal. Saludos!
EliminarSí, los sentidos, las emociones y los sentimientos nos pueden jugar muy malas pasadas cuando nuestro tiempo de reacción está muy limitado. Es lo que causa que muchas veces una persona se dé a la fuga después de tener un accidente, ¡es que no se lo acaba de creer! Y continúa la marcha por pura inercia, inconscientemente. Es también un problema recurrente en aviación, a muchos pilotos les cuesta tener en cuenta lo que les dicen los instrumentos si sus sentidos perciben lo contrario. Sólo se puede compensar con entrenamiento y, sobre todo, viviendo las situaciones con la imaginación.
EliminarMe alegra que hayas contado lo de esa curva porque habla muy bien de ti como conductora, y esas curvas que coinciden con cambio de rasante... para mí son siempre las peores, menos mal que generalmente están bien señalizadas.
Sigue cuidándote bien. ¡Saludos!
No sería tan raro, tal como va el mundo, y la disciplente y cómplice actitud que sobre tantos acontecimientos adoptamos, que en unos pocos años volvamos a ver a niños camino del trabajo. Ojalá en ningún lugar del mundo tenga que trabajar jamás un niño, ojalá en ninguna parte se les robe la infancia y la inocencia.
ResponderEliminarHermoso texto
Nostálgico te diria que casi
mágico como sos vos
El mundo es y será una porquería sí señor
Asi lo dice el tango de mi querida Buenos Aires
mil besos compañero de letras
El tango me cautivó desde niño cuando lo oía por la radio, y las canciones típicamente mexicanas; el primero por la loca y elegante pasión que transmite, las segundas por la fuerza que nos hacen llegar. A pesar de todo, creo que hay más cosas buenas que malas; también ocurre que ahora los medios y la ingente cantidad de información que nos llega, siempre incide en una muestra pornográfica de maldades que, como no nos cuidemos bien de ellas, pueden hacer que nos quedemos en la cama hasta hacernos morir de inanición. Creo que en el ser humano prevalece la tendencia a ser bueno, aunque sólo sea por una cuestión de pura supervivencia (pero seguro que hay algo más) y a pesar de los demonios que conviven con nosotros.
EliminarYo no lo veo, pero me honra que me consideres un compañero de letras; ¡gracias, Mucha! Y, sí, coincido con vos en que esta entrada contiene unos toques de nostalgia a modo de licor que se añade a la masa de algunas galletas; bastantes veces echo de menos un tiempo en el que la vida era francamente dura, pero las reglas estaban mucho mejor definidas, lo que también facilita saltárselas, sortearlas, obviarlas... Ahora estamos en un laberinto de espejos que deforman la realidad en infinitas formas a cada paso.
Un abrazo, compañera. ¡Gracias!
Cuando llegamos a cierta edad,la fantasia nos puede ayudar a mitigar el decaimiento
ResponderEliminarBueno, la edad por sí sola, sólo nos hace perder prestaciones; pero como los coches, podemos seguir haciendo el servicio. Lo importante es que Dios nos dé salud, ¿verdad?
EliminarUn abrazo.
El esfuerzo y lucha de este amigo seguro que le sirvió de algo, Dios premia a los que son constantes y trabajadores, este hombre lo era.
ResponderEliminarUn abrazo
Sí, seguro que le ha servido, y también a algunos que lo conocieron a él o a su historia. También nos queda el Sermón de la Montaña, y aunque a ojos humanos veamos un final injusto y trágico, quiero pensar que el hombre del que hablamos haya sido y sea un bienaventurado.
EliminarUn abrazo.
Una historia triste que debe servir para concienciarnos Esteban. Por supuesto que los padres nos deben transmitir también la educación vial, así lo hizo mi padre conmigo desde niño. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Pepe. Y celebro la labor que llevó a cabo tu padre contigo, es muy importante que los padres transmitan conocimiento, buenos hábitos y buen ejemplo que nos permitan sobrevivir en distintas facetas.
EliminarUn fuerte abrazo.
...constancia! nunca debe de faltar...y muchos esfuerzo!
ResponderEliminarHistorias para aprender y reflexionar
Excelente tu labor amigo Esteban.
Un placer estar de nuevo por tu rincón.
Buen fin de semana.
Un abrazo.
Raón
¡Hola Ramón, muchas gracias!
EliminarCiertamente, perseverar en el empeño sin escatimar esfuerzo es muy importante, divisas que parecen muy devaluadas en esta permanente ceremonia de distracciones en que se empeñan que vivamos. Pero aún es posible, aún se pueden encontrar personas que son valiosos ejemplos a los que imitar.
Un abrazo.
¡Bienvenido y muchas gracias, Gorka! Me alegra que te resulte interesante mi tarea; aún no he visitado tu blog, pero lo haré, y dejaré constancia. Te agradezco la oportunidad que me das de conocerlo, además la arquitectura hace un maridaje perfecto entre técnica y arte siempre digno de tener en cuenta, y disfrutarlo.
ResponderEliminar¡Suerte también para ti, saludos!