Ahí lo tiene. “Todo tuyo”, solía decir a mis alumnos, añadiendo: “Siéntelo como propio”. Pero antes de empezar, es muy recomendable, es más: imprescindible -si quiere que su paso por la autoescuela sea eficaz, rápido y económico-, que sepa de antemano cómo funciona esa máquina que se dispone a manejar.
Por la otra puerta, por favor. |
Las clases de coche son, evidentemente, clases prácticas y a ellas se debe llegar sabiendo de antemano lo que se va a hacer. Si vamos a practicar algo, tendremos que saber qué, cómo y por qué. Actuar de otro modo supone hacerlo como una marioneta cuyos hilos mueve el profesor, siempre que le dejemos, claro. Pero nunca le vamos a dar el control total y es muy difícil salirse del círculo de problemas en el que nos veremos inmersos y que se van retroalimentando como el ojo de un huracán. Esto nos lleva siempre a dar muchas más clases de las necesarias -se aprovecha una ínfima parte de cada una-, a tener que pagar mucho más de lo estimado, a suspender numerosas veces, a sufrir serios disgustos y frustraciones, y lo que es peor, a salir de la autoescuela sin una base sólida que nos impedirá seguir creciendo como conductores, adaptando poco a poco nuestro propio estilo pero permitiéndonos conducir -dentro de nuestras limitaciones- siempre seguros desde el primer día.
Para conseguir este último objetivo les presento una herramienta que, sin ninguna duda, les será de gran utilidad: el libro del que soy autor, Conducir sin miedo. Quizá se vea mal que yo mismo lo diga, pero la falsa modestia no deja de ser una actitud bastante hipócrita, ¿no? Además, qué demonios, es cierto y muy fácilmente comprobable. Aunque tampoco puedo evitar recordar lo que tantas veces le oí a mi abuela y a mi madre: “Pondérate boroña que no hay quien te coma”.
Pero no, es comestible, sienta muy bien, logra una digestión perfecta y evita el raquitismo en el crecimiento como conductor. Quien lo tome como alimento para su conocimiento sobre conducir, no se arrepentirá. Seguro.
Todo el mundo me dice que los jóvenes no leen, que no quieren leer. No me lo acabo de creer, pienso que leen y se informan por distintos medios sobre todo lo que les interese, ¡no son idiotas! Lo que ocurre es que sobre el tema de la conducción han sido vilmente engañados desde su infancia de un modo permanente, tal como ya escribí en entradas anteriores. En su paso por la autoescuela se observa que todos se dan cuenta del engaño sufrido, pero, normalmente, no da tiempo en este paso a reaccionar adecuadamente, y salen mal preparados. Yo apelaba al instinto de supervivencia de mis alumnos: “Tú conduces, haz tuyo lo que te transmito y no te harás daño. Cuidando de ti, cuidarás de los demás”.
Por eso insisto tanto en mentalizarse y prepararse antes de la primera clase de coche; hay que aprender bien todas las señales, normas esenciales -las que realmente son necesarias cuando se conduce- y saber cómo funciona el coche y qué vamos a hacer con él. Conducir sin miedo, contiene la práctica. ¿Por qué pagar -y sufrir- clases para aprender tan poco y prendido con alfileres?
La llave |
Conviene aprovechar al máximo la experiencia del profesor que nos enseñe. Preguntar, generalmente, antes de empezar a mover el coche; hacer fotos del salpicadero, preparar la clase práctica antes y trabajarla también después; beber de todas las fuentes observando cómo conducen las personas que nos llevan de pasajeros, con espíritu crítico pero evitando discusiones estériles y distinguiendo perfectamente lo malo de lo bueno para quedarse con esto último; observar también cuando vamos andando por la calle; sentirse uno con la máquina, como si esta fuera un apéndice de nuestro cuerpo; analizar las propias acciones de un modo radical, buscando las raíces de las mismas para cultivar las buenas y eliminar las malas; mirar los mapas de Google para estudiar recorridos, secuencias de películas... Hay tantos recursos. Utilícelos, es su vida la que está en juego.
Hasta la propia DGT reconoce que “no podemos conducir por ti”, ¡gracias a Dios! Pero tienen razón, naturalmente, nadie puede conducir por usted. Haga que su buena suerte como conductor dependa de sí mismo. Ah, y, por ejemplo, evite cosas como esta: “Sí, sí, he visto el stop, pero como nadie se para...” Nunca es cierto, que siempre, todo el mundo, haga o deje de hacer determinada acción.
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