jueves, 8 de diciembre de 2011

CHOQUE CON UN JABALÍ ➊

Vi una estrella fugaz una preciosa noche de otoño por tierras de León. Desde mi perspectiva -relativa y mentirosa- llevaba rumbo al norte y pude ver por un instante su arqueado y largo rastro de luz; la imagino alumbrando profundidades submarinas, oscuras aguas en las que se habrá sumergido por algún punto más allá de las palabras “Mar Cantábrico” que vienen escritas en los mapas de España. 
Mañana hará dos semanas que viajaba en un taxi dispuesto por la compañía de seguros en la que figuro como tomador del coche que conducía, nada más quedar éste en la base de  una empresa de grúas en Benavente (provincia de Zamora) después de que el mismo quedase inutilizable tras el accidente que, unas pocas horas antes, me había sucedido. No me atrevo a poner aquí el nombre del conductor porque quizá no lo desee, pero sí puedo y debo decir que es un hombre joven, agradable, amable y buen chófer, a pesar de las circunstancias, viajar con él fue un placer. Pasaré por Benavente algún día y pienso preguntar por él, a ver si, al menos, le puedo invitar a una cerveza, por ejemplo. Él, también vio el pequeño cometa.
Contaré cómo fue el accidente (1ª parte), las enseñanzas que se pueden extraer de él a modo de aviso para navegantes (2ª parte) y algunos detalles y matices que también tienen su importancia, anécdotas del viaje, 3ª y última parte.

EL ACCIDENTE
Sábado, 26 de noviembre de 2011. El viaje completo que me había planteado ese día era Gijón - Salamanca - Gijón. El siniestro, como siempre dicen las compañías de seguros, ocurrió a la vuelta, en el trayecto Salamanca - Gijón cuando circulaba por la N - 630 (Ruta de la Plata) entre Zamora y Benavente entre las 22:30 y 22:45 horas, aproximadamente y entre los kilómetros 230 y 229, sin poder precisarlo tampoco con exactitud. 

Foto de Internet de fuente desconocida.
El mayor espectáculo del mundo.
El lugar es una recta con ligera pendiente ascendente al final de la misma cerca de la cual ya se entra en Villaveza del Agua. La calzada estaba seca, sin puntos de luz, arcenes estrechos, asfalto muy oscuro (quizá, relativamente reciente); las marcas viales consistían  en líneas continuas blancas en bordes de calzada y línea (creo que discontinua) en el centro delimitando los dos sentidos de circulación y un carril para cada uno, todas se veían bastante bien. Las cunetas eran profundas, tipo trinchera. La noche era oscura, sin luna, pero sin niebla ni nubes y maravillosamente llena de estrellas.
¿A qué velocidad circulaba? Exactamente no lo sé, pero como mucho entre 85 - 90 de aguja, pues sabía que por el tamaño del arcén la velocidad máxima genérica debería ser 90, pero quizá hubiese señales indicando 100 (a veces ocurre), aunque en ese tramo no había ninguna, ni tampoco límite específico, ni señal de peligro de animales sueltos. Tampoco me había preocupado de la velocidad, pues sabía que ese tramo entre Zamora y Benavente era el único que me iba a encontrar que no fuese autovía o autopista, y quería aprovecharlo, mejor dicho, disfrutarlo, sin estorbar, pero sin correr y ya me quedaba poco en él. Había poquísimo tráfico, pero tenía un coche detrás de mí durante varios minutos y como me sorprendía que no se acercara para intentar adelantarme le observaba con frecuencia por si en algún momento estuviese lo bastante cerca invitarle a que me pasara en cuanto lo viese posible, cosa que ya había hecho con otro vehículo antes. Además, al poco de entrar en esa recta, apareció un automóvil de frente, aún estaba lejos, pero como nunca se sabe con seguridad si le puedo molestar o no con la luz larga, la quité y pasé a corta; recuerdo que cuando hice esto bajé un poco la velocidad levantando el pie del acelerador y me esforcé en intentar ver lo más posible del espacio que todavía faltaba para cruzarnos, quizá pudiese volver unos segundos a larga. Pero antes de esto, vi dos siluetas de jabalí uno en mi carril y otro en el contrario, el del carril contrario se movía un poco, el del mío, nada. Inmediatamente después sentí el golpe. De súbito.

Absolutamente de repente.
En el momento de ver la silueta del animal recuerdo que solté el pedal del acelerador entero pero creo que no llegué ni a tocar el freno, antes ya había chocado. Recuerdo que mantuve la trayectoria con facilidad asegurándome de sujetar fuerte el volante (llevaba las dos manos en él) con el fin de que no se moviese nada y evitar así invadir el sentido contrario o salirme de la carretera, y comprobé que estaba bien colocado en el carril, que el coche que me seguía continuaba bien con distancia suficiente y en el sentido contrario no había nadie a vista ni delante ni detrás. Los faros seguían iluminando la carretera. Sentí presión en el pecho, seguramente el pretensado del cinturón actuó, me di cuenta de que la cabeza se me había movido bastante pero las gafas las tenía exactamente en su sitio (los que llevamos gafas sabemos que cuando hacemos o sufrimos algún movimiento muy violento, éstas suelen salir lanzadas), noté un olor extraño (tal vez de haber disparado el pretensor) ningún aibag saltó, pero sí apareció escrito en la pantalla del cuadro: “Revisar airbag”. La temperatura del agua seguía normal y ningún otro chivato se encendía, así que pensé que quizá no fuese tan grave, pero tenía que detenerme. Las luces de emergencia se conectaron solas, juraría que yo no di a la tecla, el coche que me seguía continuaba bien de distancia, más o menos a mi misma velocidad y también con las luces de emergencia puestas, pensé que también le habría pasado algo, pero andaba. No había nada más a vista en ese momento, pero me pareció muy peligroso parar ahí, el arcén era pequeño, el tramo recto, parte del coche tendría que quedar en la calzada, a poco que me moviese: bajar, colocar chaleco, triángulos... ocuparía prácticamente todo el carril teniendo que acceder al interior del coche siempre por el lado de la calzada, había visto algún que otro coche pasar en sentido Zamora muy rápido... No quería que me atropellasen y, como sabía por sus luces que había un pueblo muy próximo, en el que por cierto pensaba parar a comprar agua si viese alguna tienda, bar o gasolinera abierta, pues decidí seguir hasta él y parar bien seguro, a ser posible a la luz de alguna farola.
Por todo lo dicho hasta ahora, calculo que la velocidad de impacto con el desgraciado animal, andaría en torno a los 70 (quizá menos) ó 75 (difícilmente más) km/h de aguja, restándole el 5% de error, que por exceso suele tener el velocímetro, la velocidad real de impacto estaría entre unos 66 a 71 km/h.

Foto de Google Maps
El pueblo tan cercano y al que llegué es Villaveza del Agua, no se veía un alma ni luz alguna en ninguna casa, pero al menos sí había farolas y sitios donde poder parar completamente fuera de la carretera y seguro. Lo hice así al poco de entrar en la travesía y nada más detenerme tensé bien el freno de mano y puse punto muerto*, bajé del coche y pude comprobar rápidamente que el golpe era considerable, el intercooler y el radiador estaban rotos y doblados, perdía líquido refrigerante que, curiosamente, se iba directo a una arqueta de alcantarilla, los faros parecían intactos y las luces seguían funcionando pero la rotura del radiador hacía evidente que el coche necesitaba una grúa y que debía de parar el motor y llamar al 112 (número de teléfono para emergencias). Me disponía a hacer esto cuando al lado, en paralelo con mi coche pero también completamente fuera de la calzada de la travesía, se detuvo el que me seguía. Lo conducía una mujer joven que viajaba sola, bajó la ventanilla delantera derecha y apenas habíamos intercambiado algunas palabras a modo de saludo cuando, para mi sorpresa, ya estaba casi tumbada en el suelo intentando valorar los daños de su coche (aparentemente libre de ellos), yo también miré y no veía nada, nos incorporamos enseguida y me dijo que había que avisar a la Guardia Civil, no vaya a ser que se produjesen nuevos accidentes -me pareció muy bien esta apreciación e interés por los demás que, automáticamente, resaltan su excelencia como persona, le contesté que eso era lo que iba a hacer cuando ella llegó, tenía el teléfono en la mano -yo había bajado del coche sin él- entonces le pregunté si llamaba ella, me dijo que sí; entre tanto, apagué luces -dejé las de emergencia-, quité la calefacción, comprobé otra vez testigos (la temperatura no había subido aún), paré el motor, engrané la marcha atrás y cogí el teléfono.
A la mencionada mujer, a partir de ahora, la llamaré con el ficticio nombre de María, y no daré ningún dato que pueda identificarla porque presumo que no lo desea. Después de que María hubiese llamado a emergencias, volvimos a mirar ambos los daños de los coches y entonces ella descubrió que el suyo también estaba dañado, al menos, por la parte baja y derecha de su parachoques delantero, pude tocarlo y verlo utilizando la pantalla del teléfono como linterna y también un buen matojo de pelos de jabalí en esa zona, pero no se veía que perdiese ningún líquido. Cuando habló con el 112 le dijeron que  la Guardia Civil de Tráfico tardaría unos 20 minutos en llegar y, puesto que no estábamos en el lugar exacto del accidente -aunque sí muy próximos-, que fuésemos a él, pues allí irían los agentes para hacer el atestado. Entonces me invitó a que la acompañase en su coche para ir a ese lugar y señalizarlo (otra vez, María pensando en los demás, ¡bravo!) en tanto llegase la Guardia Civil. Así lo hicimos, le dije que ya ponía yo los triángulos y le pregunté si tenía un chaleco reflectante a mano, efectivamente, lo tenía muy a mano y me lo pasó, lo tenía en mi regazo cuando la llamó la Guardia Civil (llevaba y utilizó el dispositivo de manos libres) y le dijeron que sí irían al lugar donde estaba mi coche, Villaveza del Agua, lo cual, parecía lo más lógico. No obstante, continuamos un poco más hasta el lugar del accidente y después de rebasarlo, María, hizo un correcto cambio de sentido y volvimos a Villaveza, no sin antes comprobar, que no había animal alguno en la calzada y solo algún resto de la defensa de mi coche, que en realidad no causaba ningún peligro, a su vez, también comprobamos el punto kilométrico, que en su coche no se encendía ningún testigo y que el termómetro del agua se mantenía en valores normales.

Foto de Google Maps
A la entrada de la calle que sale oblicua hacia la derecha estuve parado.
Ahí llegó "María", la Guardia Civil y el señor de la grúa. 
Poco tiempo después de volver a Villaveza llegaba un furgón de atestados de la Guardia Civil de Tráfico. Pero antes, nos dio tiempo a charlar un poco y, entre otras cosas, María me dijo que pasaba por esa carretera todos los días a causa del trabajo, también se ofreció a llevarme hasta su destino y buscarme alojamiento en un hotel que conocía. Le agradecí el detalle y la atención, se lo agradeceré siempre, pero le dije que en mi seguro (como en casi todos) tenía cobertura para asistencia en viaje y, aunque nunca la había utilizado -a Dios gracias-, naturalmente, iba a llamar. Me dijeron, que enviaban una grúa, que el señor que la conducía valoraría lo sucedido y les llamaría y, si era necesario, me ponían un taxi hasta Gijón. 
Los dos agentes de la Guardia Civil -la fuerza actuante, como se decía antes- llevaron a cabo un trabajo profesionalmente impecable, además de dispensarnos un trato, cordial, amable, próximo y cálido que es de elemental justicia reconocerlo públicamente y que tanto María como yo agradecemos enormemente. Hicieron fotos de ambos coches, tomaron nota de lo que les contamos, también de la documentación personal y de los vehículos, ratificaron que María podría continuar viaje con su coche pero yo con el mío no; nos comentaron que en la zona donde había ocurrido el accidente hay un coto, que diésemos parte a nuestros seguros y que estos les pidiesen el atestado para que las respectivas compañías aseguradoras reclamasen los daños al propietario o propietarios del coto o a su compañía de seguros. Mientras los agentes estaban en esta labor, María volvió a expresar interés en que se limpiase el lugar del accidente para eliminar cualquier riesgo de que ocurriese otro, los guardias contestaron que antes de llegar ya habían avisado al servicio de mantenimiento de la carretera para que fuesen a realizar esa labor y, efectivamente, casi en ese momento, pasó una furgoneta de dicho servicio. Cuando los agentes acabaron su tarea le dijeron a María que podía continuar; a mí, que cuando pasaran de vuelta (iban al lugar del accidente) si aún no había llegado la grúa, que pararían para acompañarme hasta que llegase, si yo quería, o para ayudarme a buscar una solución caso de que hubiese algún problema. Suponía que no, porque mi compañía de seguros ya me había enviado un SMS diciéndome qué empresa de grúas acudiría, el tiempo estimado de llegada y que ya estaba en camino. No obstante saber todo esto, María, estaba determinada a hacerme compañía hasta que llegase la grúa y mientras se lo agradecía e intentaba convencerla de que se fuese tranquila hacia su destino llegó esta; antes de que aparcase el señor que la conducía nos despedimos y arrancó. ¡Gracias, María!
El señor de la grúa también hizo un impecable trabajo profesional y diligente, regalándome un trato cordial y amable que, naturalmente, siempre agradeceré. Hay un dato que aún no di, y tiene su importancia, hacía frío (3º), pero creo que bastante menos de lo que normalmente haría por esos pagos en esta época del año. La cabina del camión estaba cálida y sentí hasta sensación de hogar. Antes de poner rumbo a Benavente, el señor de la grúa, comprobó que mi coche no se podía utilizar, lo cargó y llamó al seguro, entonces me dijo que el coche quedaría en la base de Benavente, que a mediados de la próxima semana -junto con otros coches- lo llevarían a donde lo fuese a reparar y que me avisarían; hasta la base, iría un taxi a buscarme para llevarme a Gijón. Pregunté si tenía que pagar algo por alguno de estos servicios, imaginaba que no, pero, por si acaso... Efectivamente, me confirmaron que no tenía que pagar nada, lo cubría el seguro.

Foto tomada de Internet de fuente desconocida.
Poco tiempo después vimos la estrella fugaz. Antes, había pensado que todo no iban a ser bendiciones, pero... No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Cuando vi la estrella, sentí que el maravilloso cielo que esa noche se mostraba en Castilla me guiñaba un ojo.
Esteban
(*) Esta acción es incorrecta, aunque la hice adrede con el fin de aprovechar al máximo la luz de los faros. Salvo que se tenga una imperiosa razón para hacerlo de otro modo, siempre que se abandone el puesto de conducción se debe poner freno de estacionamiento (de mano) y una velocidad o marcha engranada, siempre. En pendiente ascendente primera; descendente, marcha atrás; y, en horizontal o llano cualquiera de las dos citadas, 1ª o R. Además, parar el motor y salir con la llave en la mano.

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