lunes, 25 de agosto de 2014

ASÍ APRENDÍ A CONDUCIR (7)

SEGUNDA ETAPA, DE 12 A 18 AÑOS ( 2)
LA INFLUENCIA DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO 
Y DE UN TERRIBLE ACCIDENTE

Al filo de mis catorce años dejé el Parque Infantil de Tráfico de Gijón, era la edad máxima hasta la que se podía estar en aquella magnífica escuela. No guardo memoria de que lo hiciese con tristeza; si con doce años ya me consideraba un hombre, imagínense cómo me sentía con catorce, con el largo tiempo que significan dos años de vida en esa etapa.

Parque Infantil de Tráfico de Gijón. Espacio para la teórica.
Fuente: cpfedericogarcialorca.blogspot.com
También me parecía perfectamente razonable: los más pequeños también tenían derecho a su oportunidad de aprender y, por otra parte, sentía que había exprimido las posibilidades de aquella escuela al máximo. Además, ya estaba inmerso en el Bachillerato Elemental y con Reválida a la vista. Por cierto, en aquellos años, en la asignatura de Física y Química de tercero de bachiller, entre otras cosas, se estudiaban los principios de funcionamiento del motor de cuatro tiempos de gasolina en ciclo Otto, por lo que parece, cuando se eliminó ese plan de estudios (poco tiempo después) ya nunca más se incluyó esa básica introducción a la mecánica de automóviles en la enseñanza secundaria. Uno de tantos errores encadenados de la política educativa en España que llegan hasta la actualidad agravándose progresivamente. Esto es una triste historia, pero es otra. Y ya sólo quedaban cuatro años para llegar a los dieciocho, cuatro largos años que hacían que peleasen frecuentemente mi objetividad y mi perspectiva de entonces intentando que el paso de ese tiempo fuese más llevadero.

La BH roja se quedó pequeña y un día de Reyes de aquellos años me llegó mi segunda bici, esta vez era una Orbea. No era la bici de carreras que yo deseaba y que nunca pedí porque me parecía un lujo excesivo, me llegó por sorpresa, así que lo agradecí y agradezco muchísimo y, después de todo, aunque no se correspondía con mis sueños, me permitía moverme de forma autónoma y libre a una velocidad notablemente superior a la que me ofrecía el cuerpo, de modo que le saqué chispas y con aquel vehículo se puede decir que empecé mi vida como conductor de un modo totalmente práctico.

Parque Infantil de Tráfico de Gijón. Espacio para la práctica.
Hubo un corto periodo de tiempo y anterior a mi paso por la autoescuela que, 
en la recta que pueden ver a la derecha se exigía en los exámenes de coche llegar a 4ª
para luego frenar y reducir hasta 2ª antes de la curva del fondo.
Y sin saltar marchas, claro, subiendo y bajando una a una.
Fuente: moldeandolaluz.com
Ya por los trece años mi madre comenzó a dejarme salir por Gijón en bici, primero sólo algunos fines de semana acompañado de algún amigo que a ella le gustase, luego, a veces, solo. Me gustaba más, salvo cuando más adelante llevaba a mi hermana. 

Con catorce años ya pude utilizar la bici con toda libertad y no sólo los fines de semana, también para ir a clase, a la playa, al puerto a ver los barcos, quedar con los amigos, a ver la mar, ir descubriendo rincones, pequeños pueblos y aldeas de los alrededores de Gijón, disfrutar de paisajes... Cualquier excusa era buena para ir en bici a donde fuese y me di cuenta de que utilizando ese vehículo el tiempo que me quedaba hasta poder sacar el carnet sería muy llevadero, además, era muy útil para poner en práctica cuanto aprendí en el Parque Infantil de Tráfico y seguir haciéndolo. También estaba seguro de que me sería muy provechoso para cuando llegase a la autoescuela, y lo fue, sin ninguna duda, les puedo adelantar ese detalle del futuro capítulo en el que trate de mi paso por ella por primera vez.

De cuando en cuando, y en este siglo,
aún se pueden ver estos vehículos por Gijón.
Fuente: www.asturias24.es
Conducía la bici siempre por las calzadas, ni que decir tiene que los carriles bici ni existían ni los imaginábamos tan siquiera, no se veían ni en las películas; nunca iba por las aceras, salvo excepcionalmente por la de El Muro (el paseo marítimo de la playa de San Lorenzo de Gijón), esta era y es una acera muy ancha por la que algunas veces paseaba en bici muy despacio en días y horas en las que estaba prácticamente vacío mientras olía la mar, escuchaba sus sonidos y gozaba del paisaje.

Suelo decir entre amigos, que tengo un fuerte instinto de conservación, o un Ángel de la Guarda muy trabajador (al que le estoy sumamente agradecido), o ambas cosas. El caso es que me movía en bici por las calles de Gijón y las carreteras de sus alrededores con mucha agilidad, francamente. Compartía espacio con los coches (muy pocos circulábamos en bici por ciudad en aquellos años), no existían calles peatonales, casi todas las calzadas (al contrario que ahora) eran de doble sentido; señalizaba las maniobras, me situaba bien en los giros, aprendí a anticiparme, a percibir indicios de lo que harían otros conductores antes de que señalizasen ni ejecutasen nada, a ver lo más lejos posible, aprovechar mi ventaja de tener los ojos a más altura y de poder ponerme de pie sobre los pedales para controlar más espacio. Disfrutaba comprobando que no pocos recorridos los hacía más rápido que algunos coches, entre otras cosas, la verdad sea dicha, porque hacía trampas y no me detenía en un semáforo en rojo salvo que hubiese peligro o un guardia a la vista, lo mismo hacía con los “stops”, pero nunca circulaba por sentido contrario.

El Muro de Gijón al amanecer y en La Escalerona
Fuente www.asturiaspordescubrir.com
Comprobé que el dominio del vehículo que había adquirido en el Parque Infantil de Tráfico, gracias a los ejercicios que nos ponía aquel buen maestro y policía municipal de tan querido recuerdo, era fundamental para moverme con seguridad y confianza. De hecho, y a pesar de la poca costumbre que los conductores de automóviles tenían de compartir la vía con ciclistas, nunca tuve un solo percance, ni una caída, ni un mal gesto por parte de otro conductor. Tampoco se me pasaba por la cabeza que los demás tuviesen que hacer nada especial en mi honor, yo me esforzaba en coordinarme con ellos y anticiparme a sus movimientos. No esperaba nada de nadie más allá de que, la mayoría, cumpliese razonablemente bien con sus obligaciones; y así era, normalmente. Desde luego, andar de este modo en bici por una ciudad que rondaba los 300.000 habitantes requería de mucho trabajo y de toda mi atención, era imperativo andar muy vivo si quería sobrevivir pero me gustaba y no me daba ninguna pereza, ya saben: “Sarna con gusto no pica”. Por eso ahora me resulta muy ajeno que algunas asociaciones de ciclistas pretendan poco menos que parar el tráfico para poder andar en bici sin esfuerzo. No lo entiendo. Y menos aún que algunos pretendan que se permita circular por las aceras incluso cuando estas carezcan de carril bici, me parece inmoral evitar un peligro a costa de crearlo a otros, respecto a esto quiero pensar que son una minoría los ciclistas que lo pretenden, pero desde luego no lo parecen, dado lo que se hacen notar.

En todo este tiempo (y más allá de los 18 años) en que utilicé la bici intensamente como medio de transporte y para hacer excursiones, como dije antes, gracias a Dios, no tuve ningún percance. Sin embargo, le debo la vida a un conductor anónimo que en una ocasión hizo gala de una gran pericia para evitar atropellarme después de que yo me saliese de mi derecha para girar a la izquierda en la próxima calle bastante rápido, de forma súbita... y sin mirar. Bueno, en realidad sí miré, pero tarde, cuando ya estaba cruzado, pudiendo ver de reojo parte del morro de un coche que tenía encima; el sentido contrario todavía no lo podía cruzar, circulaban coches en él, así que lo único que se me ocurrió fue ponerme de pie en la bici, encorvar el cuerpo, mantenerme más o menos en el medio de la calzada y dar pedales como un poseso. Mi reacción creo que no estuvo mal, pero es igual, estoy completamente seguro de que de nada hubiese servido si la persona que conducía aquel coche no hubiese frenado con mucha decisión e inmediatamente. De no haber sido por eso muy difícilmente estaría aquí ahora, o en el mejor de los casos sufriendo una grave discapacidad.

Siempre me ha gustado explorar y, a pequeña escala,
 la bici permite hacerlo.
Fuente: escapadaromanticaenasturias.com
Sé que hay una probabilidad ínfima de que estas letras lleguen a manos de aquel conductor, casi las mismas de que reciba un mensaje lanzado a la mar en una botella, pero, como nunca se sabe... Por si acaso escribo y lanzo el mensaje: Perdón por el tremendo susto que sé que le di. Y gracias. ¡Muchísimas gracias! Por haber actuado tan bien y salvarme. A modo de remite, le diré que esto ocurrió en Gijón en la calle Calvo Sotelo (hoy Manuel Llaneza) entre los números 39 y 41 sentido plaza de toros; sería, año arriba año abajo, 1971, entre las 3 y las 4 de la tarde; no llovía y lo más probable es que fuese finales de primavera o verano porque recuerdo que no llevaba nada encima de la camisa.

El accidente.
Ya cerca de los 18 años tuve un compañero de clase uno o dos años mayor que, ironías de la vida, sin que mediase malicia alguna y salvo en lo referente a los estudios, sus circunstancias me resultaban un tanto envidiables. No se podía afirmar que fuésemos amigos, pero nos llevábamos bien y compartíamos la pasión por los coches, además conducía y tenía coche propio, lo que era muy raro en aquellos años a nuestra edad. Ahora ya habrán entendido lo de mi “envidia”.

Se daba también la circunstancia de que en su familia conducían todos y cada cual tenía su coche, incluidas hermana y madre. Y todos conducían bien, parecía algo genético. Un lunes de primavera faltó a clase, al día siguiente también... Y se dispararon los rumores: que si había tenido un accidente, que si estaba muerto... Fui a la biblioteca en cuanto pude y consulté los periódicos, no había duda, conocía su coche; efectivamente, pude ver  la noticia de su accidente, volvían de la fiesta de un pueblo cercano, se salió de la carretera y chocó contra un poste de madera de la Telefónica, murieron cuatro jóvenes, sólo el conductor (mi compañero), milagrosamente sobrevivió, estaba en el hospital.

Pasó un tiempo, se recuperó de las lesiones sin que le quedasen secuelas físicas, volvió a clase como en un intento, supongo, de recuperar la normalidad en su vida, o la rutina más bien. No lo sé. Un día, sin preguntarle nada me contó lo del accidente, con la mirada perdida, casi como un autómata, me dijo que habían bebido, que iba rápido, que perdió el control en un momento y luego... Salió del coche por su propio pie pero se cayó al suelo después de tropezar con el cuerpo de su mejor amigo, y se dio cuenta de que estaba muerto. Después, decía que debía de haberse desmayado porque no recordaba nada hasta que ya estuvo en el hospital.

El recorrido era corto, el terreno conocido, la ruta habitual, estaba cerca de casa, a diez minutos como mucho. ¿A que les suena todo esto? Pues tengan mucho cuidado cuando alguien se lo esgrima como argumentos de seguridad, y por supuesto, tampoco se lo admitan ustedes mismos.

No mucho tiempo más tarde de aquella conversación en la que yo, básicamente, sólo escuché porque no tenía ni idea de qué decir, dejó de ir a clase y ya no volvió. Le perdí la pista. Pero pocos años después me encontré con su hermano y me habló de él, me dijo que estaba en tratamiento psiquiátrico, a intervalos, y que desde aquel accidente ya no era el mismo ni parecía que lo volviese a ser nunca. Y pensar que yo le envidiaba... ¡Dios mío!

Mi primera excursión en bici por Gijón fue a este lugar.
Un espléndido día de primavera, con otros compañeros de clase, con diez años
 y con el padre Ruiz, vasco, nuestro profesor de Ingreso
 y del que guardo buen recuerdo y gratitud
Fuente: narrativasespaciales.wordpress.com
No me gusta contar historias de este tipo, no me gusta inducir al miedo, en ningún aspecto y espero no hacerlo. Pero me pareció necesario, porque estoy contando cómo aprendí a conducir (y aún no acabé, ni acabaré) y aquel trágico suceso fue una lección para mí que nunca olvidé y que tengo muy fresca en la memoria. Cuántas veces me vino a la cabeza conduciendo o no, cuántas veces me dije: ¡Ojo con hacer tonterías!, ¡ojo al ampliar tus límites, no fuerces, no te “piques”, no respondas a ninguna provocación, no bebas, si quieres correr apúntate a un rallye y si no te lo puedes permitir, aguántate; ten disciplina, sé metódico, no lo sabes todo, evita confiarte...! Es el día de hoy que todavía me hablo en este tono y con este tipo de frases, en alguna ocasión. Aunque no me guste hablar de estas cosas, a veces, creo que es necesario, después de todo, ¿quién no conoce casos similares y próximos? Todos podemos aprender en cabeza ajena. ¡Hagámoslo! Los hechos pasados nunca tienen arreglo, pero podemos utilizarlos como palanca para cambiar el futuro, tal vez hasta nuestro destino. Creo que el cambio es una incuestionable característica de la vida, ojalá que esto se aplique a aquel compañero de clase y su vida haya cambiado para bien hace tiempo. Amén.

16 comentarios:

  1. La Educación vial está presente en la escuela. Cada año voy con mis alumnos a la charla que da la policía local para respetar las normas de tráfico y saber moverse por la ciudad. En 5º ponen en práctica lo aprendido realizando recorridos en bicicleta y en 6º utilizan los cars.
    Hace años que estuve en Gijón y tengo buenos recuerdos. Paseos por la ciudad a cualquier hora, desde el amanecer que aparece en una de las fotos hasta las horas más tardías cuando el sol se ocultaba y también se acostaba hasta el día siguiente.
    Me parecen oportunos los consejos que aparecen en negrita del último párrafo, en los que se indican las medidas preventivas a la hora de conducir.

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    1. Gracias por tu atento comentario, Manuel.
      Sé, aunque no tan bien como tú, que se imparte formación vial en la escuela pero, corrígeme si me equivoco, por favor, no de una forma sistemática sino bastante excepcional. Pienso que esta enseñanza se podría impartir en cada escuela de un modo regular y frecuente, y utilizar el patio de recreo para las prácticas incluso en fines de semana. Aprovechando que sale a relucir, también te diré que no entiendo porqué se utiliza a policías locales para impartir clases de Educación Vial, no es su cometido ni viene regulado en el BOE como una función de su competencia. En fin.

      Me alegra saber que estuviste a gusto en Gijón, y deduzco que disfrutaste de buen tiempo. Si vuelves por allí, o por Bilbao o alrededores... Sería un placer compartir un tiempo de charla contigo en vivo y en directo.
      Un abrazo.

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    2. Gracias a ti por tu contestación.
      Me refería a que se imparte Educación Vial en la escuela pero no de forma sistemática, como bien dices, si no de forma puntual. Se supone que se podría dar continuamente pero a la hora de la verdad se reduce a las actividades mencionadas.
      En cuanto a las actividades que se hacen en mi localidad que son realizadas por la policía local, es debido a que hay un acuerdo del ayuntamiento con los centros educativos y por eso se hace esta actividad complementaria que se lleva a cabo fuera del colegio en los lugares adecuados al efecto.
      Creo que es algo insuficiente pero bueno, menos es nada.

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    3. Gracias por la información, Manuel. Me confirmas lo que imaginaba, y por lo que sé, es así en casi todas partes. Como bien dices, algo es algo, desde luego, y sus frutos dará, pero es una pena que no se trabaje mucho más.
      También sería interesante hacer algo parecido con los padres con el fin de que conozcan la importancia de dar un buen ejemplo cuando conducen, es algo muy importante, tengo testimonios muy espontáneos de alumnos que lo prueban, algunos de este tipo: con lo que sé y veo ahora, no entiendo cómo mi padre tiene carnet. Y te lo dicen con el enfado y la tristeza propia de quien se siente defraudado por alguien en quien confiaban totalmente. Otra pena, y más grande.
      ¡Buena noche!

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  2. Hola Esteban: explicas hoy un triste relato que por desgracia no es único y que a la mayoría de personas que ya hemos vivido unos años nos traen recuerdos de similares tragedias. ¿Sabes? En la escuela, en los 80, cuando nos explicaban demografía, nos enseñaban un gráfico sobre el 'riesgo de muerte', que era alto a los 20, bajaba hasta los 40, y luego iba subiendo de nuevo. Nos explicaban que el pico de los '20' era por los coches.
    Mención aparte merece la frase de que no acabarás de aprender a conducir... Me gusta oírla porque poca gente la dice. Los que ya 'saben' no necesitan mejorar, o al menos eso se cree. Bueno, hay una excepción en mi entorno: un señor mayor que trabajó siempre de comercial y que siempre se ha tomado muy en serio esto de conducir.
    Sobre las bicis: dices que los ciclistas de hoy en día piden mucha seguridad, pero esto creo no es sino un reflejo de nuestra realidad actual: hoy en día la seguridad es un valor importante en todas partes: cunas, enchufes, electrodomésticos, carreteras, etc. Por otro lado, no sé en Gijón, pero en una gran ciudad el aire limpio, el silencio, etc. son cosas muy apreciadas... todo esto lleva a pedir más carriles bici, como consecuencia natural. Si me pides mi opinión personal te diré que yo abogaría por algo que permitiera a los adolescentes ir al Instituto en bici sin correr riesgos inasumibles. ¿Por qué? Una de las razones la has dado en este post: ¿qué mejor escuela para aprender la importancia de ver y ser visto, aprender a coordinarse, aprender a mirar, etc.? Hoy en día (al menos en Barcelona) los adolescentes no van en bici: pasan de ir de pasajeros en el coche a ir de conductores...En fin.
    Saludos!

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    1. Hola Elisa:
      Pues sí, quién no sabe, en realidad, de esas tragedias. De la que aquí hablo, siempre la tuve presente, me impresionó muchísimo. ¿Quieres creer que me costó escribirla y que hasta me dolió físicamente? Sin embargo me pareció necesario; aunque no estoy seguro sobre si hice bien, si crees que no, puedes decírmelo, naturalmente. Te lo agradecería mucho.

      Sobre demografía, si no es ese estudio que citas, he leído otros similares. También suelo leer un estudio anual que publica, si no me equivoco, el Instituto Nacional de Estadística, seguro que lo conoces; no recuerdo ahora quién, me lo recomendó en una ocasión asegurándome que era muy fiable y que no estaba contaminado por intereses políticos. Si no es así, también te agradecería mucho que me lo digas cuando puedas, por favor.

      Pues no, no acabaré de saberlo todo sobre conducir, Elisa, ni sobre nada. Y no es falsa modestia, te lo aseguro, tengo muchos testigos. Pero eso no impide que tenga ganas de aprender y deseo de seguir haciéndolo en tanto Dios me dé salud suficiente; es más, creo que es un acicate, funciona de forma parecida al famoso chiste sobre el tópico del carácter aragonés, ¿verdad? “No le digas a un maño que no caben 20 en un 600...” Creo que pasa algo así.
      Me alegra mucho saber lo que me cuentas del señor que trabajaba de comercial. Para mí, esas personas son conductores profesionales en toda regla, y más, si recorrían España antes del 92. En general, me parecen hombres dotados de un carácter bastante excepcional y que admiro, he compartido conversaciones muy agradables con algunos en bares y hostales de carretera, hacían un trabajo muy duro en permanente soledad al tiempo que derrochaban cordialidad y sonrisas. No sé si lo hay, pero desde luego se merecen más de un buen libro que relate sus andanzas. Por cierto, la mayoría de los que conocí eran catalanes.

      La idea de ir al colegio en bici de forma razonablemente segura me parece muy bien, Elisa, y ciertamente se daría un paso intermedio muy importante entre pasajero y conductor. Se debería intentar, no puede ser tan difícil. Lo que yo hacía en Gijón no se lo recomiendo a nadie, me vino muy bien, disfrutaba, llegaba antes que en coche a casi todas partes... Pero era muy peligroso. Y tuve suerte, ya lo has visto. Mucha suerte. Me parecen bien los carriles bici... Pero algunos portavoces de algunas asociaciones ciclistas, a mí me dan hasta miedo, la verdad, y no son adolescentes, el mensaje subliminal (por decirlo así) que percibo es que quieren andar en bici a costa de que los demás les cuidemos, y hombre... cuídate tú primero, ¿no? Digo yo. Porque que yo tenga que ir a 20 para que un señor pasee en bici tranquilo contemplando las nubes... no me parece lógico; y cuando la calle sea cuesta abajo él no va a ir a 20, encima. Mencionas el valor de la seguridad, muy acertadamente; pero yo lo veo ya tan excesivo que me parece una auténtica trampa para que, tratándonos como a idiotas, acabemos por serlo. No lo recuerdo en este momento con detalle, pero ayer dieron la cifra de ahogados en lo que va de verano, así a ojo, si no supera a los fallecidos en carretera poco le falta. En fin.

      Ah, y en Gijón, y en Bilbao, creo que somos muchos los que apreciamos el aire limpio y el silencio, sí. Pero la verdad es que lo tenemos mucho más fácil que en Barcelona o Madrid, sobre todo Gijón, casi siempre sopla aire de la mar, y las calles tienen un diseño perverso, de modo, que en la mayoría se produce un poco de efecto Venturi que te hace poner la chaqueta en pleno verano con el termómetro marcando 25º C, lo que es poco habitual. Pero de noche cesa la brisa y se está mejor.
      Saludos i bona nit!

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    2. Las estadísticas que comento eran simplemente datos descriptivos sobre tasas de mortalidad por edades, y por tanto fiables. Afortunadamente creo que ese pico hoy ya no existe. Entre otras, supongo, porque no se cometen alegremente algunas de las locuras de entonces (ruta del bacalao, etc.).
      Pues el señor de quien te hablo sí, es una agradable excepción. Un profesional, desde luego. Una visión de la conducción que se aleja de la 'alegre inconsciencia colectiva+megaconfianza en uno mismo' para ser lo que debe ser una conducción seria.
      Yo tampoco comparto muchos planteamientos de asociaciones ciclistas y es por ello que, de hecho, no pertenezco a ninguna de ellas. Pero eso no quita que piense que un plan de urbanismo correcto podría facilitar mucho el transporte en bici sin perder fluidez y eficiencia en general.
      La seguridad no deja de ser buena: ya no morimos por la polio, tenemos muchos menos accidentes domésticos, menos vidas cortadas en la carretera... Claro que eso no nos tiene que llevar a no sabernos cuidar, porque ciertamente lo de las cifras de muertes por ahogamiento es increíble. Hace mucho tiempo que voy a la playa con .... ¡dos niños!, muchísimas veces sola con ellos, y aún no entiendo qué hay que hacer para ahogarse.... En fin. Saludos!

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    3. Mueren muchos menos jóvenes en la carretera ahora que antes, sí, gracias a Dios y a un amplio abanico de circunstancias. Pero la raíz de las locuras está sin desactivar, siguen latentes, ahora se hacen menos, y la mayoría creo que son “sin querer”, por falta de desconocimiento e interés en adquirirlo, los simplistas mensajes de tráfico han calado y tendemos a lo fácil, a cumplir escrupulosamente con la ley del mínimo esfuerzo. Cada vez son más los jóvenes que no muestran interés en los coches, los que los usan los utilizan muy poco... Hay muchos factores.
      Es una suerte que conozcas al señor del que me hablas, te sugiero que hables con él siempre que puedas, seguro que aprendes cosas en cada conversación que podáis mantener.
      Estoy totalmente de acuerdo con respecto al plan de urbanismo que comentas, lo malo que yo veo, es que los políticos actúan sólo cuando los pinchan grupos de presión (los que vemos y los que no), entonces se van haciendo cosas a salto de mata, intentando contentar a todos, y se obvia hacer planes serios con proyección de futuro, objetivos, en los que participen expertos desinteresada y honestamente. También es cierto, me parece a mí, que gobernar este país, a cualquier nivel, es harto difícil; no veo toda la culpa en los políticos, los administrados también tenemos mucha responsabilidad que ejercemos de forma muy frívola. Ahora, por ejemplo, tenemos un gran problema con el paro, sin embargo, conozco algunos casos de proyectos razonables que crearían algunas decenas de puestos de trabajo y las gentes de los lugares donde han de ubicarse las empresas cuando no protestan por una cosa lo hacen por otra, que si donde se piensa construir la nave hay una charca con ranas autóctonas, esto es literal, si piensan en otro lugar surge otro problema... Al final, se le quitan las ganas a cualquiera de invertir un sólo euro en España. Parece que lo que quiere una buena parte de la población es recibir un maná a domicilio servido en bandeja por mamá Estado. En fin, paro porque no quiero que me lleven los demonios...
      Ah, los fallecidos por ahogamiento, Dios los tenga en su gloria, por supuesto. Pero estoy como tú, no salgo de mi asombro, no lo entiendo, salvo porque se haya desactivado el instinto de supervivencia y, además, se haya delegado la responsabilidad de cuidarnos en el gobierno. Es lo más parecido a una explicación que se me alcanza por ahora.
      ¡Saludos!

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    4. Ah! Desde luego, es que no somos responsables de nada. Nos encanta que nos manden para luego quejarnos. ¿Coger el toro por los cuernos? Eso no va con nosotros. En fin ¡Saludos!

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    5. Así es y así nos va. Bona nit!

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  3. Encantada de leer tan interesante entrada. Perdón...ya sé que tengo un poquito abandonados los blog amigos y el mío propio...habrá que poner remedio jaja. Hoy he dedicado unas horas a subir algo nuevo y a visitar los blog. Saludosss

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    1. No ha lugar para el perdón, Francisca. Faltaría más.
      Me alegra y valoro mucho tu visita, de verdad. Ando con bastante trajín últimamente, pero hoy mismo paso por tu "casa". Será un placer.
      Muchas gracias. Saludos.

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  4. Ola caro amigo,passando para deixar meu grande abraço e parabenizar pela brilhante postagem. SU

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  5. Que buen texto
    Contado desde tus adentros
    Con tus experiencias a flor de piel siempre...
    Yo tuve varios accidentes en mi vida
    Uno en el cual yo iba
    murio toda mi familia
    siendo yo la heroina de una historia de por vida...
    me han chocado de atras muchas veces
    la gente maneja texteando siempre aqui en Miami
    Un abrazo con besos

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    1. ¡Dios mío!...

      Lo siento.
      Y siento que no pueda desplegar las alas por el horror del hecho que me cuentas.
      Hasta duele.
      Pero desde el corazón ya despegó un abrazo fuerte y un beso grande en el preciso instante en que leía tus palabras.
      Ya vuelan más ahora.

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