Semiesferas. Estas parecen sanas, lúdicas, divertidas... Las que yo me encontré eran diabólicas. Fuente: www.elksport.com |
Fue un día de comienzos de verano de 1977, era mi segundo viaje largo en coche, ¡en mi primer coche! Un Simca 1000. El primero lo había hecho pocas semanas antes: Gijón-Bilbao-Gijón y en el día. En este otro salí de Gijón muy temprano y aún de noche con rumbo sur hacia Morón de la Frontera (Sevilla). El coche era un anciano con un espíritu joven y un corazón sano y fuerte, llevaría unos dos meses con él, pero yo ya había cumplido un lustro conduciendo aunque tenía pocos viajes largos encima, el primero de todos lo había hecho el año anterior conduciendo un camión entre Morón de la Frontera y Getafe (ida y vacío, 10 horas; vuelta y cargado, 12), disfruté del ocaso por Andalucía y del amanecer al norte de la provincia de Toledo, pero eso es otra historia.
Simca 1000 GLE (¡Mi primer coche!) Fuente: www.autofacil.es |
Ahora estamos en la Ruta de la Plata, por supuesto sin un solo kilómetro de autopista por ninguna parte ni nada parecido, bueno sí, poco antes y después de Sevilla sí que había doble calzada con más de un carril en cada una, cruces a nivel... “algo parecido”. Nada más. El resto carretera convencional con un carril por sentido y algún que otro carril de lentos en la subida de algún puerto, tramos sin arcenes, cunetas como trincheras, pavimento ondulado, brillante, pulido, baches, roderas... Coche con motor y tracción atrás, ruedas recauchutadas... Emoción no faltaba, desde luego, pero aún podría subir muchos enteros el clímax si aparecía la lluvia o la niebla, por ejemplo. Pese a todo, y aunque tardé en recorrerla 16 horas, ¡qué ruta más hermosa!
Un "4 ejes" muy común en aquellos años. Mis felicitaciones al autor, excelente maqueta. Fuente: www.camionesclasicos.com |
Aproximadamente, el final del primer cuarto de la Ruta de la Plata (N-630) está en Benavente (Zamora). Antes, esta carretera se cruzaba con la de Madrid-La Coruña (N-VI) al mismo nivel en las afueras de esta población, teniendo preferencia la N-VI respecto a la N-630. Iba francamente bien y con la idea de hacer mi primera parada una vez pasara Salamanca, pero tuve que adelantarla. Vi el cruce (más bien con forma de aspa) con el STOP, intentaba escudriñar derecha e izquierda de la otra vía, las señales de orientación para no perderme, vigilaba atrás... desde luego, no pensaba saltarme el STOP por muy vacía que estuviese la otra carretera, eso lo aprendí muy bien de un policía municipal de Gijón en mi primer año conduciendo. Estaba en esta tarea, cuando vi a muy pocos metros por delante una especie de chinchetas gigantes en el asfalto, casi sin pintura (tal vez por eso las vi tan tarde) y, aunque la velocidad era perfectamente adecuada y legal, frené muy fuerte y solté el pedal antes del obstáculo -el coche sufre menos si la rueda pasa girando libre que frenándola-, con todo y con eso, el coche botaba, crujía... y yo me sentía casi como en una batidora, muy sorprendido, porque como me sucedió en Francia: ¡Nunca había visto eso ni sabía de su existencia! Por esto, como dije al principio iba tan distraído. Tanto, que cuando quise darme cuenta acababa de cruzar la carretera de La Coruña e inmediatamente después pasó detrás de mí y en sentido Madrid un cuatro ejes del que siento las turbulencias que genera zarandeando el coche otra vez, en primer lugar, y luego le veo cuando giro la cabeza hacia la izquierda, iba rápido (unos 80 km/h). Su chófer tuvo que llevarse también un gran susto, y el maquinista del tren, cuando pasé las barreras en bici agachando la cabeza, fue algo muy semejante. ¿Quizá lo que sufrí camino de París era karma? No sé, pero tanto el conductor del camión de este relato como quien manejase aquella máquina de tren tuvieron que llevar un gran susto por mi culpa. Todo se paga.
Benavente, Zamora Fuente: www.arquivoltas.com |
Puesto que ya había pasado el cruce y el coche iba muy despacio, paré en una zona de tierra que tenía al lado a modo de apartedero y completamente fuera de la vía. También paré el motor y respiré profundamente el aire limpio y fresco de Castilla para disipar el miedo que sentí al darme cuenta de lo cerca que me pasó la muerte aquella mañana de incipiente verano, di gracias a Dios, y tiempo, a que el corazón volviese a su ritmo; luego salí del coche. Observé el cruce, las dos carreteras, fui andando hasta las “chinchetas”, comprobé que eran de metal con forma semiesférica, un diámetro de unos 35 a 40 cm y una altura aproximada de entre 10 y 15 cm, algo simplemente salvaje. La señal vertical de STOP era perfectamente visible pero los obstáculos que la precedían me parecieron totalmente contraproducentes, una auténtica trampa para saltarse el STOP sin intención de hacerlo. Todavía me quedaban unas 3/4 partes de camino por andar, creía que conducía con mucha y suficiente atención, es poca -me dije, mientras subía al coche de nuevo-, es poca... ¡Debe ser máxima, Esteban! Y arranqué de nuevo.
Vía de la Plata y Camino de Santiago Fuente: tenerifitocandelariero.blogspot.com.es |
Después de pasar Salamanca paré en el primer bar de carretera que me encontré a la derecha -”sur la route”, como dicen en Francia- y desayuné un café con leche y una magdalena, como tenía previsto, pero me supieron a gloria. ¡Celebraba la vida! Y seguí haciéndolo el resto del viaje; me esforcé más, pero no dejé de disfrutar de cambiantes paisajes, luces, nubes, sombras, aires, olores... Y llegué feliz a destino. Obviando los sustos, les deseo lo mismo. Siempre.