martes, 28 de octubre de 2014

YA TENGO EL CARNET. ¿Y AHORA QUÉ? (3)

Mi tintero es un frasco que nunca está vacío ni limpio, por no hablar de los borrones que a veces caen en tanto la pluma vuela hasta el papel. Rescato uno de ellos en el aire para exponer aquí la idea que gestaba y que tenía por destino la anterior entrada.

Extraña colocación de la "L" en el exterior de la luneta trasera.
Será raro que dure mucho tiempo ahí, pero como el vidrio está muy tintado...
Fuente: www.carandriverthef1.com
Es justo reconocer que para un conductor veterano es harto difícil viajar como pasajero-instructor de alguien que recién comienza a conducir, lo cual en absoluto justifica la perniciosa influencia que generalmente ejercen sobre este y sobre la que ya hablé. Sin embargo hay también un nada despreciable número de personas que no pretenden dar ninguna lección, que pueden ser conductores o no, que actúan a buena fe, pero, a quienes les resulta casi imposible evitar manifestar -de algún modo- un cierto temor ante el conductor novel que les lleva como pasajeros.

Por muy grande que sea un automóvil su habitáculo siempre es muy pequeño como para que su conductor no perciba la inseguridad que algún acompañante siente, aunque este no diga una sola palabra, además, casi siempre son gente de confianza que se conocen mutuamente desde hace años, cuando no de toda la vida. Todo esto acaba por crear una cadena de malas sensaciones que circulan en doble sentido y se alimentan mutuamente: el conductor se da cuenta del disgusto del pasajero aunque este haga esfuerzos por disimularlo, lo que a su vez hará que cometa más errores, lo que lleva al acompañante a expresar más su incomodidad... Una buena razón para conducir solos un tiempo, ¿no les parece?

Siempre he contado a mis alumnos que yo tuve mucha suerte cuando empecé a conducir, entre otras cosas, porque no tenía novia. Y no, no es que interprete el Génesis de un modo simplista y vea en la mujer un vehículo del mal que nos conducirá a ambos fuera del paraíso. Siempre me he sentido muy consciente de que, como todos, vengo de mujer; y mujeres han sido, por abrumadora mayoría, las primeras personas que me amaron y amé: madre, abuela, tías y hermana; y entre todas ellas un hombre: mi padre. No obstante, es bastante evidente que una novia o una mujer que nos gusta, acompañando a un joven y novato conductor es un factor de distracción por más que ella adopte un papel de pasajera distante y fría, e incluso anime al conductor a que se centre en su tarea. Quizá generalice mucho, habrá excepciones, se podrá controlar en más casos de los que imagino... Sé, que cualquiera puede ir completamente distraído yendo solo, bien, pero creo que debo advertir del riesgo para compensarlo o evitarlo y, que en general, es una razón más para conducir solos un tiempo, ¿no creen?

Aunque estas emociones se vivan antes o después, no es fácil
abstraerse de ellas en tanto se conduce. Pero debemos hacerlo.
Fuente: pennspeakradio.com
Y están los amigos. Personalmente tampoco tuve problemas, porque como les dije en una entrada anterior, empecé a conducir manejando una furgoneta con la que trabajaba como “mozo de almacén y repartidor”, haciendo básicamente la segunda función y solo; de modo que para cuando tuve oportunidad de llevar amigos y amigas en mi coche, ya habían pasado unos años; a excepción del de moto, tenía todos los permisos, ya trabajaba en una autoescuela, había acumulado bastante experiencia y, lógicamente, ni nadie ni yo mismo, veíamos necesidad de que demostrase nada. Pero en otros aspectos he vivido en carne propia, y sufrido física y literalmente, la primitiva costumbre de aceptar retos estúpidos que a veces pueden costar muy caros, por ejemplo, con la bici: ¿A ver quién baja esa cuesta sin frenar? La bajé, cómo no. Sin tocar los frenos, sí, pero la subí muy dolorido, medio arrastrastras con la bici, como un nazareno y llevándome un montón de piedritas del camino incrustadas por buena parte de mi cuerpo. Gracias a Dios no tropecé con nada y no rompí ni una uña, pero el arrastrón fue de órdago. Otro motivo más para conducir solos un tiempo.

Los hombres tenemos una fuerte tendencia a exhibirnos asumiendo retos absurdos, las mujeres también, desde luego, pero es raro que conlleven riesgos tan explícitos, es algo mucho más sutil. Nosotros, ni siquiera necesitamos de apuestas ni de retos, por más que llevemos amigas y amigos que no nos tienten lo más mínimo, es bastante probable que queramos dejar patente lo bien que conducimos, -que se enteren estos de lo mucho que controlo, van a “flipar” en colores-. Y sí, “fliparán” en cuantos colores tiene el arcoíris y sus posibles combinaciones, pero de pánico, al ver la inconsciencia del conductor, comprobar que su instinto de supervivencia no está a bordo y que maneja con un absoluto desprecio a la integridad física propia y ajena. Con lo bien que irían sus pasajeros si en cada frenada el coche no da un solo cabeceo, si cambia de marcha sin que se note, lleva una trayectoria precisa y una velocidad adecuada anticipándose holgadamente a cualquier riesgo potencial, etcétera. Entre otras muchas cosas, hay algo muy bien repartido entre mujeres y hombres: el miedo a lo que los demás piensen de nosotros, lo que suele llevar a conducir por encima de las posibilidades de uno haciendo lo que no se sabe, ni se ha aprendido ni entrenado; esto, es una causa bastante frecuente de suspenso en los exámenes. Sumo así dos razones más para conducir solos un tiempo, y creo que ya he citado las más importantes. 

Desde luego, jamás debe hacerse algo semejante con el coche en movimiento.
Fuente: gaats.wordpress.com
De cuánto tiempo estoy hablando no lo sé, es muy variable, depende de cuánto y cómo se practique, pero creo que la medida la conoceremos con poco margen de error cuanto más conscientes seamos de la responsabilidad que entraña llevar a alguien con nosotros en el coche y de tener muy bien definidas nuestras limitaciones. A medida que una persona va practicando con una cierta regularidad, método y disciplina, avanzando de menor a mayor dificultad sin mayores sobresaltos, con esfuerzo y trabajo, dándose cuenta, conscientemente y disfrutando con sus aparentemente pequeños logros y cada vez más del hecho en sí de conducir, llega un momento en que se reconoce de un modo más que razonablemente objetivo como una conductora o conductor que ha llegado a la mayoría de edad.

En ese aprendizaje conviene intercalar algunos pequeños viajes, el primero claramente corto de unos 50 km (sólo ida), se puede repetir, luego hacer otro algo más largo y llegar a uno de unos 100 km (sólo ida); hacerlos de día, planificando la ruta, sin prisa, pensando que se puede parar a descansar, si hace falta, o desistir a mitad de camino, por ejemplo. Pero es un hito importante que hace mucha ilusión y resulta muy motivador, saber que uno ha llegado solo y de forma autónoma a... donde sea, produce una gran satisfacción.

No quiero dar por finalizada esta parte sin antes contarles que, desde hace muchos años, hay una pregunta que planteo a mis alumnos: ¿Habéis tenido algún trato profesional con la policía? Excepto en contadas ocasiones la respuesta siempre ha sido y es negativa, entonces suelo decir que a partir de que uno empieza a conducir comienzan a aumentar considerablemente las posibilidades de tener ese tipo de trato con policías, seguros, abogados, juzgados y servicios de emergencia. La relación con todos estos profesionales no tiene porque ser traumática siempre, pero es seguro que si manejamos un automóvil tarde o temprano acabará deteniéndonos la policía, aunque sólo sea como consecuencia de un rutinario control de documentación, alcohol u otras drogas (aquí pueden ver algo sobre esto).

Control rutinario de policía, algunas veces a todos nos paran.
Fuente: www.diarioinformacion.com
Con seguros, abogados y juzgados, puede ser simplemente porque se ha producido un pequeño accidente con leves consecuencias materiales en forma de un pequeño golpe. Pero todos sabemos, todos (permítanme que lo repita), que en ocasiones, desgraciadamente, puede ser por estar implicados en un accidente más serio. Evitar esa posibilidad en términos absolutos es imposible, para todos; pero reducir al mínimo esa probabilidad está al alcance de todos. ¡Es imperativo intentarlo en cada segundo que conducimos! Este es el fin último de "Conducir sin miedo", en libro, blog, audios, vídeos y cuantos medios estén a mi alcance y se me ocurran; a esto he dedicado mi vida y en este camino seguiré. Por favor, ayúdenme, solo nada o muy poco puedo; comiencen por ustedes mismos, amplíenlo a parientes y amigos y hagamos entre todos un sencillo ejercicio de matemáticas reduciendo la posibilidad de accidente a su mínima expresión. ¡Gracias!

Esteban

jueves, 16 de octubre de 2014

YA TENGO EL CARNET. ¿Y AHORA QUÉ? (2)

Conducir solo. Adquirida una buena base a la par que el permiso de conducir (es lo ideal) o después, tal como comenté en la entrada anterior, la mayoría de las personas dan por hecho que lo mejor será empezar a conducir el coche de que dispongan acompañados por algún pariente o amigo que ya lleve unos años conduciendo. Esto es algo tan tópico como pensar que el mejor coche para un conductor novel es un turismo viejo y pequeño, dejaré lo del coche para más adelante.

Es posible, claro, que una persona logre el permiso de conducir y su madre, padre, cónyuge, amigo, hermano... sea un conductor bueno y paciente que tome con agrado y entrega la tarea de tutelar al novel, que le permita a este trabajar sobre la base que acaba de adquirir y no sobre el elevado piso en el que el veterano tiene su nivel de conducción.

Un coche pequeño lleno de miles
de grandes historias.
Es posible, y con esas condiciones, añadiendo una sensata programación, una cierta disciplina y regularidad, alternando ese acompañamiento con tiempos en los que el novel conduzca completamente solo, llegar a una forma ideal, eficaz, económica y muy segura de iniciarse en el mundo de la carretera porque se amplía la base del principiante, se consolida y se comienza a crecer. Pero desafortunadamente es algo muy excepcional y no miento al afirmar que en toda mi vida, hasta ahora, he conocido tan pocos casos que me sobra algún dedo de ambas manos para contarlos. Pensándolo bien es algo muy triste ya que muchas veces lo que está en juego es, nada más y nada menos, que la vida de nuestros hijos, a los que tanto se quiere. Se supone.

La mayoría de los conductores veteranos cuando acompañan a algún novel lo que hacen es dinamitar la base que poseen, ridiculizarla, desprestigiarla y burlarse de ella. Hacen un auténtico ejercicio de perversión sembrando confusión y miedo a conducir. Es frecuente que bombardeen a quien recién ha logrado su carnet diciéndole que se olvide de lo que le dijeron en la autoescuela, lo que le comentaba su profesor, lo que quizá alguna vez le dijo algún examinador, no es tan raro que acompañen su calificación de algún comentario que es una breve y muy buena lección. Todo eso sólo sirve para “sacar el carnet”, dicen. Pero, ¿acaso en las autoescuelas se enseña en un mundo paralelo o en otra dimensión?, ¿es que no ven coches de escuela por las calles y carreteras cada día?, ¿acaso, en lo fundamental, los coches no funcionan todos igual?, ¿las normas y las señales de tráfico no significan exactamente lo mismo para todos? ¡Entonces! 

La mayoría de los conductores veteranos cuando pretenden enseñar a alguien (antes, durante o después de su paso por la autoescuela), suelen acceder de mala gana a la tarea y les resulta incomprensible que su pupilo en un par de horas, o a lo largo de una tarde o mañana, como mucho, no conduzca “tan bien” como lo hacen ellos después de veinte años. Como consecuencia, y puesto que hay mucha confianza, esas prácticas suelen acabar en una enconada pelea verbal y en serios disgustos que muchas veces llevan al conductor principiante a tomar la decisión de posponer su contacto al volante de un automóvil hasta que no alcance un suficiente grado de independencia. O a no conducir nunca, quedándole clavada esa espina.

No es lo mismo, pero tienen algo en común: Aprender.
Aunque no siempre, a veces hay sorpresas muy desagradables, el conductor principiante ya sabe lo que tiene en casa, de modo que si los conductores veteranos con quienes comparte su vida son del tipo mayoritario, es mejor que ni siquiera intente que le enseñen nada y que eche en saco roto los consejos que pueda oír. Yo mismo escuché en su día consejos de personas muy próximas que ni me atrevo a contar aquí, no vaya a ser que se interpreten mal o me explique peor y causen alguna desgracia, tan intrínsecamente peligrosos eran, y por supuesto, jamás los tuve en cuenta.

Entre esos conductores llenos de arraigados vicios que se empecinan en mantener y ampliar he conocido a algunos que, en un gesto que les honra, declinan enseñar a nadie reconociendo expresamente que les van a perjudicar, pero aun así, algunos prestan su coche al conductor novel para que practique solo. Desde luego, yo sí aceptaría una invitación de esta índole. 

Empezar a conducir solo de un modo seguro lleva su tiempo pero tampoco suele ser tan largo como al principio parece, aunque siempre será mayor esa inversión cuanto más grande sea la ciudad en la que se vive. Madrid y Barcelona son las ciudades más pobladas de España, sin duda, comenzar a practicar en ellas tiene un destacable y significativo mérito, en ambas tengo amigos y algunas personas que bien podría decir que son alumnos “virtuales” a los que tutelo desde la distancia, y no nos va nada mal, afortunadamente. De la capital catalana me ha llegado hace muy pocos días la idea de escribir estas entradas, aunque es algo que ya se me pasó por la cabeza en varias ocasiones pero, por una u otra razón -seguramente nada acertadas-, he ido posponiendo hasta ahora.

¡Adelante, a trabajar con ilusión y ganas!
El empujón para tratar este tema de forma inmediata me lo dio Elisa Alòs, que no sólo es habitual comentarista de este blog, sino que siempre va más allá con sus palabras y lo complementa y me ayuda a que yo lo haga. Transcribo a continuación de este párrafo parte del comentario con el que me dio la salida para este asunto. Elisa también es autora de un blog que les recomiendo muy vivamente y al que pueden llegar directamente haciendo click sobre su nombre. Moltes gràcies, Elisa (aunque nunca será suficiente), por tu constante atención y tus acertados y diligentes comentarios que tanto me ayudan, y nos ayudan. Para que no tengan que buscarlo, este es el párrafo que les decía:

“Si se avanza hacia una sociedad donde el coche se usa cada vez más esporádicamente la gente tendrá menos experiencia, irán más temerosos y más pendiente del cumplimiento “literal” de las normas más que del espíritu de evitar accidentes. Pero este es un problema complicado: adquirir “experiencia” es muy costoso: un coche de segunda mano, más gasolina, más seguro (agárrate si eres novel), más parking, más peajes, más revisiones... Es un gasto demasiado grande como para asumirlo sin necesidad.”

Y otro comentario con la misma firma muy oportuno y útil:

“Querría añadir un pequeño detalle para aquellos que, como yo, se inician en la conducción en una gran ciudad: que comiencen a practicar en horas intempestivas, sin tráfico (véase domingo a las 7 de la mañana y similares). Es una lástima, pero es cierto, que mucha gente ha abandonado la conducción porque el primer o segundo día tuvieron un percance, y supongo que es por meterse de lleno en un entorno demasiado exigente para el nivel que tenían en ese momento.”

Los comienzos deben de ser lo más fáciles posibles, ¿por qué no ayudar
al nuevo conductor a sacar y meter el coche en el garaje?
Los hay tan complicados que hasta en un experto despiertan la pereza.
Desde mi punto de vista, el gasto al que hace referencia el primer comentario, siempre que sea posible, o en cuanto lo sea, creo que se debe asumir porque nos puede ir en ello hasta la propia vida, la de las personas que nos acompañen y las de terceros. Nunca se acaba de aprender, pero hay un periodo intenso que conviene pasarlo nada más salir de la autoescuela y que resulta vital, después, ya se puede pensar seriamente en utilizar el coche de un modo eminentemente práctico y lógico, sin abusar innecesariamente de su uso, incluso, llegado a cierto nivel, hasta alquilar uno cuando se necesite y ya está. Cada cual es muy libre de hacer lo que quiera con su dinero, naturalmente, y casi nunca y a casi nadie nos da para todo, pero, qué quieren que les diga, yo veo más importante sacrificar un viaje de vacaciones, salidas de fines de semana o “puentes”, una televisión de 42 pulgadas, y mil cosas más que la seguridad presente y futura de nuestros hijos, por ejemplo.

Tal como dice Elisa en el segundo comentario, es muy importante comenzar a practicar en lugares días y horas con la menor intensidad de tráfico posible, y dedicar tiempo, sin ninguna prisa a realizar ejercicios con el coche a muy baja velocidad en sitios que sean lo más parecidos posible a un circuito cerrado. En un primer momento, lo que hay que conseguir es dominio del nuevo vehículo del que disponemos, para ir acercándose al ideal de ser uno con la máquina;  y digo nuevo, aunque se tratase de un modelo idéntico al que tuvimos en la autoescuela, porque siempre hay alguna diferencia en el tacto que, cuando ya se tiene suficiente experiencia, se nota, pero no afecta lo más mínimo, sin embargo cuando somos novatos nos parece un mundo.

Sin la ayuda necesaria, al novel se le puede
cerrar la puerta para conducir como
parece estar a punto de hacerlo
para esta vieja calle de Gijón.
Conviene planificar las rutas, estudiarlas con Google Maps, por ejemplo, evitar la radio, más aún el teléfono (donde mejor va es en el maletero en silencio y sin vibración), se necesita mucha concentración y que nada nos distraiga, la carretera es un libro abierto que hay que leer constantemente sin saltarnos una coma pues ella es la que nos dice lo que hemos de hacer en cada momento.

Cuando comenzamos a practicar solos adquirimos la doble condición de profesores y alumnos, siempre he dicho que las clases de coche hay que trabajarlas antes y después de darlas, no sólo cuando se está en ellas; ahora lo mismo. Es de mucha ayuda tomar nota (literalmente) no sólo de los errores, para analizar cómo corregirlos, sino también de qué podemos hacer mejor de como lo hicimos.

Hay dos cosas sobre las que debemos mantener una vigilancia constante y una exigencia absoluta: trayectoria y velocidad. Trayectoria correcta y velocidad adecuada, siempre. Y en cuanto se perciba algún error en ellas, corregirlas con mucha suavidad (siempre) de inmediato

Y hay dos cosas que nunca deben hacerse: Volantazos y maniobras in extremis, aunque nos perdamos, nos pasemos la salida, sigamos rectos cuando queríamos ir a la izquierda... Nunca.

Con estas cuatro cosas grabadas a fuego, practicando con regularidad y muy seriamente se avanza rápido, bien y seguros como conductores. Sin duda. Las repito:
  1. Trayectoria correcta, siempre.
  2. Velocidad adecuada, siempre.
  3. Volantazos, nunca. 
  4. Maniobras que no hayamos preparado con suficiente antelación, nunca.
Hay cinco miedos muy comunes que debemos razonar para evitarlos: 
  1. Perderse. Da igual, no estamos en el Sáhara, sólo daremos un rodeo.
  2. Cambiar de marcha “porque es que el coche lo está pidiendo”. Puede ser, pero por ir en segunda a 60 km/h durante un kilómetro, por ejemplo, tampoco le pasa nada, sólo consume más y hace más ruido, pero ni se vacía el depósito ni nos dejará sordos.
  3. ¡Se va a calar! Se nota muy claramente, si es que un poco antes uno no se da cuenta; la solución inmediata es muy sencilla: pisar embrague a fondo.
  4. Estoy estorbando, “cómo estará el que viene detrás, voy haciendo caravana...” Normalmente, los que coincidan detrás un tramo irían prácticamente igual con o sin nosotros. Siempre que la velocidad sea poco más o menos lógica para ese tramo, si no, pues se corrige y en paz.
  5. Reducir antes de detenerse. Si nos vamos a detener, ¿para qué queremos reducir? Normalmente no tiene sentido, para muchas personas llega a ser una obsesión que les hace estar más pendientes del cambio que del freno, hasta el punto de que se descuida tanto el trabajo de frenar que no pocas veces se acaba chocando contra el coche que se detuvo tranquilamente antes que nosotros.
Hay un aspecto que no quiero dejar pasar: la conducción eficiente. Bien, pues por más que en la autoescuela se haya oído hablar de ella, que hasta en las clases de coche se haya trabajado algo esta cuestión, por más que sea un factor valorable en los exámenes, por muy de moda que esté y mucha propaganda que exista sobre ella, es un factor de riesgo, muy a tener en cuenta, para cualquier conductor con un nivel inferior a la media. Olvídense de ella.

Es imposible disfrutar de infinidad de lugares como este de Granada
sin llegar a ellos en un automóvil.
A pesar de lo dicho sobre los conductores veteranos en cuanto a su generalizada y perniciosa influencia respecto a los noveles, hay un par de cosas en las que sí nos pueden ayudar carentes de efectos negativos:
  • Sacar el coche desde la plaza de garaje en que se guarde hasta la calle y viceversa.
  • Llevar y traer el coche hasta un lugar tranquilo en el que podamos empezar a practicar solos mientras nuestro pariente o amigo, se da un paseo, aprovecha para andar en bici, coger setas, se sienta en una terraza a tomar algo y leer el periódico, etcétera.
Esto está al alcance de todos y puede ser de gran ayuda los primeros días.

Esteban

domingo, 12 de octubre de 2014

YA TENGO EL CARNET. ¿Y AHORA QUÉ? (1)

Pues ahora a practicar, y solo; ambas cosas lo antes posible. Lo ideal es ponerse a la faena en caliente, aplicando lo que se ha aprendido sobre la base adquirida. Es necesario entrenar y hacer kilómetros sin más motivo que este, con la misma idea con la que se ha ido a la autoescuela que acabamos de dejar. 

¡Enhorabuena! Cuesta un esfuerzo, pero ahora empieza lo mejor.
Fuente: www.lasgalletitasdetita.com
En un principio, salvo excepciones, conviene evitar este tipo de razonamientos: Voy al trabajo, a la facultad, a comprar, a buscar a los niños al colegio, etcétera y de paso practico, no. Lo suyo es entrenar por entrenar, planificando esas prácticas y realizándolas regularmente con seriedad y autodisciplina, sin que esté exenta de alegría y disfrute la primera de estas condiciones (seriedad) para que sea mucho más llevadero y eficaz el esfuerzo de la segunda (autodisciplina). De un modo similar a como se practica un deporte, dedicándole un tiempo exclusivamente a ello. ¡Esa es la idea!

Como han podido comprobar, nada más comenzar este escrito doy respuesta a la pregunta que planteo en el título; y seguramente estaremos todos de acuerdo en que así se resuelve correctamente la cuestión. En lo que quizá ya no exista tanta unanimidad es con las dos palabras que escribo a continuación: solo y base.

La base adquirida en la autoescuela debe ser suficiente para conducir solo sin mayores problemas, pero no siempre lo es; o sí, pero se percibe y siente lo contrario, que al final es lo que verdaderamente cuenta. Así que en un primer momento, quien acaba de obtener un permiso de conducir debe hacer una especie de examen de conciencia que le lleve a averiguar si realmente tiene una base lo bastante sólida como para comenzar a conducir solo. Si descubre que sí, o no le hace falta reflexión alguna porque ya lo sabe, adelante. Si ocurre lo contrario, se hará necesario descubrir el motivo; básicamente puede ser por dos razones: tuvo un mal profesor, o lo tuvo bueno pero apenas le prestaba atención. En ambos casos carece de base suficiente y conviene plantearse muy seriamente volver a dar clases, por mucho que tenga el carnet recién salido del horno.

Hay coches que son una auténtica preciosidad y que invitan a ser conducidos
sin más justificación. El Alpine, para mí, es uno de ellos.
En el segundo de los supuestos mencionados (profesor bueno), lo suyo es que vuelva con él pero con una actitud diferente, que dé unas clases más con exclusiva mentalidad de aprender, ya no cabe pensar en ningún examen, está superado y por lo tanto también libre de esa presión. Cambiando de mentalidad y de actitud, hablando antes con el profesor y definiendo claramente entre ambos los objetivos, normalmente, se progresa muy rápido y con una semana de clases es fácil que sea suficiente; quizá dos, en algún caso, más difícilmente.

En el otro supuesto (el profesor hacía mal su trabajo), habrá que buscar a otro. No es tarea fácil, pero sepan que pueden contar conmigo, poco o mucho, y sin que importe en qué lugar del mundo vivan, algo, les podré ayudar. Lo digo absolutamente en serio, y también les puedo asegurar que no se arrepentirán. Además pueden explorar el blog cuanto deseen y, sin duda, se darán cuenta de que esto no es ficción. Es imposible que hable de lo que hablo sin haberlo vivido, porque también les puedo asegurar que la imaginación e inventiva que poseo no dan para tanto, qué más quisiera yo. En la columna de la derecha tienen una dirección de correo y un número de teléfono, así como el apartado de comentarios.

Como fin de esta parte sobre la base de conocimiento que debemos adquirir para conducir solos sin miedo, sin angustia, bien, y con un nivel de seguridad más que razonable les dejo una cita que me parece espléndida de don Teodoro Rodríguez Prieto que fue técnico y pedagogo en la entonces Jefatura Central de Tráfico, hoy Dirección General de Tráfico. Dice así:

“La experiencia no basta por sí sola para corregir los defectos de una formación deficiente; se conduce como se aprendió a conducir; podemos afirmar que sólo es buen conductor aquél que aprendió a conducir bien. Sin negar el inestimable valor de la experiencia, único medio de perfeccionar y consolidar un aprendizaje correcto, es frecuente que una larga cuenta de kilómetros recorridos contribuya también a arraigar importantes defectos.”

Esta cita, junto con dos más, están en la contraportada de mi libro (Conducir sin miedo) y me las hizo llegar don Arturo de Andrés y Urrutia (A. de A.), un auténtico maestro en el arte de conducir, carreteras, tráfico y todo lo relacionado con el mundo del automóvil, de reconocido mérito (aunque insuficiente), constante y larga trayectoria plena de buen hacer y esfuerzo que creó escuela e hizo y hace historia, quiera Dios que por muchos años. Este hombre, de quien tanto aprendí y aprendo, y a quien tanto le debo, tuvo la generosidad y deferencia de escribir el prólogo para el libro mencionado, dándome con ello el mejor aval que podía desear para mi trabajo. Nunca se lo agradeceré lo bastante. Por supuesto, les recomiendo vivamente que lean y exploren su blog (CURVAS ENLAZADAS) de forma regular, generalmente aderezado además con muy interesantes comentarios. No se arrepentirán, haciendo click sobre su nombre pasarán el umbral de una autenticidad y rigor insobornables.

Conducir solo. Hace muchos años que sostengo que este es un objetivo irrenunciable que se debe alcanzar lo más inmediatamente posible. En mi caso, como han podido y pueden ver en el relato que hago sobre cómo comencé mi aprendizaje de la conducción desde sus inicios y hasta la autoescuela, este camino lo inicié muy pronto, desde muy niño y sin darme cuenta. 

Aproximadamente compré mi primera
"AUTOPISTA" en ese año, descubrí a
D. Arturo, y le seguí siempre.
Fuente: www.clubr12espana.es
No deja de sorprenderme, por más que lo haya visto, que una persona adulta decida sacarse el carnet de conducir así como de repente, sin haber pasado esa etapa de anhelos, interés y ganas que arranca en la infancia y no suele desaparecer nunca, por más que comprenda que cada uno es como es y sus circunstancias y que nunca es tarde si la dicha es buena. Lo entiendo. Sin embargo, estas personas que apenas se han pensado conductoras hasta poco antes de encontrarse a las puertas de una autoescuela harían muy bien y les sería muy útil andar, al menos, una parte de esa ruta previa que otros hemos recorrido, aunque sea, digamos, con carácter retroactivo, porque les facilitará mucho la tarea de llegar a conducir en solitario. Mucho. Ya que encontrarán una fuente de motivación inagotable para no dejar de aprender nunca y disfrutar del automóvil siempre.

Tengo mis dudas sobre si lo haré lo bastante bien, pero siempre muestro esa fuente e invito a beber de ella. Lo contrario supone hacer un acto de fe en las simplistas medidas que nos indica el Gobierno, a la par de generarnos el mayor miedo posible. No son pocas las personas que han rechazado mi invitación pensando que sacarse el carnet es un puro trámite, un imperativo legal que su capacidad intelectual (de la que no dudo) les permite superar fácilmente; que hasta el más tonto de su pueblo tiene carnet o conduce (no suele ser cierto), que se lo saca todo el mundo (también es falso), y que con usar cinturón, “no correr” (respetar los límites) y abstenerse de tomar alcohol y otras drogas está todo resuelto. Con esta última parte estoy totalmente de acuerdo, es obvio, no sólo para conducir sino para casi cualquier otra actividad humana. 

Es casi imposible descubrir y "vivir" muchísimos lugares preciosos sin la
ayuda de un automóvil. Este mirador al Cantábrico en Pimiango (Asturias),
es un buen ejemplo que tenía a mano. ¿Hacen falta más motivaciones?
Es cierto, que aunque no con tanta intensidad y frecuencia, el Gobierno nos dice que conduzcamos muy atentos, al tiempo que nos ponen un montón de trampas en las carreteras para distraernos. Y en este aspecto muchas personas se confunden, ¿atentos a qué? Pues a que el vehículo que circula 300 m por delante ha encendido sus tres luces de freno poco antes de perderlo de vista en una curva mientras tú sigues acelerando alegremente (sin excederte en el límite, por supuesto) como si la recta previa a la misma fuese infinita. Esto es un ejemplo real, lo he vivido miles de veces, y podría contar muchísimos más del mismo pelo. Es un alumno, me dirán, cierto; y nadie tiene más derecho a equivocarse que él, por supuesto; pero les puedo asegurar, que si ese alumno, por invitación mía o de quien sea rechaza beber de la fuente que ofrecemos otras personas y un servidor, logrará el carnet, pero seguirá cometiendo los mismos errores sin haberse dado cuenta de que del manantial del verdadero aprendizaje de la conducción (desde el que he construido un pequeño canal hasta aquí) mana el agua que le dará vida cuando conduzca solo.

Esteban

martes, 7 de octubre de 2014

LOS COCHES VOLADORES Y LA UNIÓN EUROPEA

Me encanta la idea, me ilusiona y entusiasma, la he acariciado y soñado mil veces; hasta hice mis pinitos con estudios y planos que, naturalmente, sólo veíamos e intercambiábamos otros dos amigos y yo. Siendo adolescentes dábamos por hecho que para el año 2000, como mucho, casi todo el mundo se movería en coches que volasen, y con un poco de suerte hasta viviríamos ese sueño. Pero es inviable. Bueno, en mi opinión, es absolutamente inviable. Y no por razones técnicas, en ese aspecto no hay ningún problema, hasta el precio podría ser relativamente asequible y rondar el valor de una autocaravana de tipo medio, como mucho.

Un buen proyecto de vehículo tierra-aire,
pero no puede aterrizar y despegar en vertical, necesita pista.
Fuente: www.thedetroitbureau.com
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

Fundamentalmente, sólo se me ocurren dos escenarios posibles para los coches voladores:

Uno. Que un buen porcentaje de los automóviles actuales sean sustituidos por otros capaces de moverse en tres dimensiones. ¿Se imaginan el caos? Sería hasta un peligro asomarse a la ventana. Si bien es cierto, que el movimiento de muchos automóviles por el aire se podría llegar a realizar de un modo muy seguro utilizando una especie de control aéreo automático al que todos y cada uno de esos vehículos estuviesen conectados a través del software correspondiente. Pero esto sólo es factible en una atmósfera perfectamente estable, y, ¡vaya por Dios! La masa de aire en la que nos movemos será de todo menos eso: estable. 

En realidad vivimos en el fondo de un fluido enorme en constante movimiento que tiene masa y, para más inri, es invisible. Que yo sepa no existe programa informático que pueda prever todos sus movimientos en cada instante y lugar. Y dudo mucho que exista nunca a pesar de los grandes avances que se han hecho en los últimos veinte años en la predicción metereológica.

Dos. Que habitualmente se utilice el coche como tal, y cuando queramos o necesitemos volar vayamos en el coche volador hasta el aeródromo más cercano, despeguemos y al aire. Claro que para utilizarlo así no merece la pena el invento y es mucho más económico ir con un coche convencional hasta el campo de vuelo y allí despegar con un ultraligero, por ejemplo, que tengamos o alquilemos.


El segundo escenario es perfectamente factible actualmente y desde hace muchos años, lo descarto pues, no viene al caso; además, en él, volar no es un medio sino un fin. El quid de la cuestión está en el primero, en el que volar es el medio y el fin el transporte, es decir, utilizar de forma más o menos masiva un vehículo mixto aéreo y terrestre para los desplazamientos habituales que ustedes y un servidor hacemos en las ciudades en las que vivimos. Puedo imaginar el cielo de cualquier población lleno de pequeños coches voladores pululando de aquí para allá, sí; incluso, que por el movimiento de todos y cada uno de ellos, en sí mismo, sea imposible una sola colisión (o con una posibilidad muy remota), pero todos esos vehículos están dentro de un fluido llamado aire, y como tal, se mueve, de forma prácticamente imprevisible y dependiendo de una multitud de factores que no alcanzo a entender cómo demonios se pueden controlar. Ni los pájaros lo logran, aunque casi siempre saben cuándo pueden o no volar; claro que no están sujetos a horarios ni tienen más compromiso que seguir su instinto.

Sólo hay que multiplicar un poco para percibir el caos,
por muy controlado que esté todo daría miedo hasta estar en casa.
Fuente: www.autopista.es
Por otra parte, todos esos artilugios voladores, ¿dónde aterrizan y despegan? Aunque lo hagan en vertical. Y hay otro problema muy serio sobre el que no logré encontrar ningún dato: la inmensa cantidad de energía que hace falta para tener a todos esos vehículos en movimiento. Cualquier objeto vuela si se le imprime la velocidad suficiente -otra cosa es cómo aterrice-, y para lograr esa velocidad es necesaria una fuente de energía muy caudalosa; no es lo mismo vencer la resistencia al avance en tierra que vencer la gravedad.

Hay dos principios básicos en aeronáutica que conoce perfectamente cualquier aficionado a este mundo. Globos aparte (no son aeronaves), cualquier objeto en vuelo necesita de una velocidad mínima para sustentarse en el aire, de lo que se deriva un principio básico de seguridad: volar alto y rápido. Cuando, por la razón que sea, se pierde la velocidad mínima de sustentación, un avión cae como una piedra, literalmente; pero si hay altura de sobra se puede recuperar velocidad y seguir volando. Un helicóptero (y unos pocos aviones) puede mantenerse en el aire con velocidad cero (vuelo estacionario) pero a costa de consumir muchísimo combustible. Con los coches voladores, incluso en ciudades muy grandes, se harían multitud de vuelos muy cortos, los aterrizajes y despegues tendrían que ser verticales, o casi, luego el consumo de energía sería brutal... Hasta donde yo alcanzo, creo que este, por sí sólo, es un problema insalvable.

Me parece tan idílico como ideal. Sin duda, existirán excepciones;
pero que se generalice esta imagen es imposible.
Fuente: www.dailymail.co.uk
¿Y el factor humano? ¿Serán muchas las personas que quieran moverse así? Pienso que no, al menos a la hora de la verdad, aunque quizá en una posible encuesta se obtuviese un resultado abrumadoramente afirmativo, somos así de retorcidos, qué se va a hacer. Pero el cuerpo humano necesita un periodo de adaptación a las sensaciones que genera moverse en tres dimensiones y dentro de un fluido, ya sea buceando o volando; y no es lo mismo viajar como pasajero en un avión comercial que ir en cabina y a los mandos.

Si me he extendido en este asunto de los coches voladores es por culpa de la Unión Europea, si no, sólo lo hubiese mencionado, a pesar de que me gusta mucho este tema. Pero hace unas semanas oí por la radio que la Unión Europea había decidido impulsar la utilización de coches voladores para el transporte individual de personas con el fin de hacerlo viable en un futuro próximo. Me llamó muchísimo la atención, al tiempo que pensé que había oído mal, así que busqué en la prensa escrita a ver qué encontraba y efectivamente di con una pequeña noticia en un periódico que contaba lo mismo. Me la leería por lo menos tres veces, no me lo podía creer; pero estaba enredado con otros asuntos y olvidé hasta el periódico en que la vi, después la busqué por Internet y algo encontré (dejo enlaces al final), con lo que no di (y bien que lo siento y les pido mis disculpas) es con la cifra que leí en alguna parte referente a la cuantía con la que la UE financia una parte del proyecto, tomen aire: 5.000 millones de euros. 

¿Han recuperado el aliento? Sí, han leído bien: 5.000.000.000 €. ¡Un escándalo! En mi opinión, un verdadero escándalo. Y perdonen que me repita tanto, pero es que no logro salir de mi asombro. ¿En manos de quién estamos, por Dios? Los españoles, por desgracia (y aunque no seamos del todo inocentes) estamos bastante acostumbrados a las extravagancias, robos y despilfarro de recursos por parte de nuestros “iluminados” políticos, sin embargo, uno tiende a pensar que allende los Pirineos ni hay tantos “iluminados” ni son tan osados, mas parece muy claro que nuevamente se hace cierto el famoso refrán de que “en todas partes cuecen fabes”.

Volar alto es un factor básico de seguridad. Aquí por partida doble, ya saben,
la envidia es fuente de muchas maldades y ese coche volador está a tiro de piedra.
Fuente: www.industrytap.com
No sé a ustedes, pero a mí estas cosas me dan miedo, terror, pánico... Y no puedo evitarlo, me ponen muy triste, y mire usted que me encantan aviones, coches y montañas... Pero, si hasta en mi muy modesto saber y entender, esto de ir de casa al trabajo en un coche que vuela me resulta una inapelable quimera imposible sólo digna de tener en cuenta en divertidas conversaciones entre amigos... ¿Qué harán, con respecto a tantas cosas que ignoro? 

Doy por seguro que quienes han decidido tamaña inversión saben de sobra lo que conté más arriba sobre esos principios básicos del vuelo, y quizá mucho más. ¿Entonces? ¿Acaso se ha descubierto una fuente de energía inagotable, barata y que no contamina? ¿Tal vez este estudio es una tapadera con un fin bien distinto e inconfesable? No sé qué pensar, pero las teorías conspiratorias nunca me han seducido, al final, creo que muchas veces, incomprensibles decisiones de todo tipo se toman simplemente por personas ebrias de un cóctel muy peligroso de ambición, poder, avaricia y estupidez. El factor humano, tanto en su grandeza como en su miseria, creo que siempre acaba siendo determinante.

Esteban

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