¿Qué hacer para evitar un accidente en vías urbanas siendo de noche?
Llevar los cristales (sobre todo por dentro) y espejos limpios, y estos bien colocados. Y ya puestos, también luces, delanteras, traseras y placa de matrícula trasera. Nunca se debe desempañar con la mano, por limpias que las tengamos, quedan restos de grasa corporal que generan pequeños pero molestos reflejos cuando en ellos inciden otras luces.
Es vital tener siempre presente que los ciclistas pueden moverse mucho más rápido que los peatones. Fuente: bicicletasciudadesviajes.blogspot.com.es |
Conviene conocer perfectamente cómo funciona el sistema para desempañar los cristales y utilizarlo generosamente, entrenando para ello cuanto sea necesario con el coche estacionado; también se pueden hacer unas fotos al interior del coche y estudiarlas tranquilamente en casa. Los espejos exteriores con regulación eléctrica tienen siempre una resistencia que hace que el agua que se acumule en ellos se seque, se activa con la luneta térmica y se desconecta sola pasados unos quince minutos. Ni es necesario preocuparse de desconectarla.
Desterrar de nuestra mente pensamientos del tipo: “total, para ir ahí al lado”, “si hago ese recorrido todos los días”, etcétera. Pues mejor nos mentalizamos de que es la primera vez o ponemos el mismo interés que si tuviésemos que andar por una ciudad más grande que la nuestra y totalmente desconocida. En este sentido, ayuda mucho más de lo que parece cambiar de vez en cuando nuestro recorrido habitual, aunque se rodee un poco, nos mantendrá más vivos y despiertos.
Por supuesto, siempre debemos de ir muy atentos, aunque sólo demos una vuelta a la manzana de nuestra casa. Podríamos pasarnos horas dando esas vueltas, y comprobaríamos que, en cada una, se dan circunstancias diferentes.
Cuanto más nos sintamos en “nuestro territorio”, mayor ha de ser el esfuerzo por mantener una atención elevada y la guardia en alto. Es muy tentador dejar que nuestra mente se ocupe en pensar mil cosas para las que no hemos tenido tiempo antes. Para ello es muy importante crear el hábito de que cuando nos ponemos a conducir, nos centraremos sólo en esa tarea, en hacerla lo mejor posible; comprobaremos en poco tiempo que la mejoramos notablemente y conducimos más seguros. Piense, por ejemplo, cómo le gustaría que trabajase la mente del conductor del autobús que le llevase de pasajero. Pues eso. Ahora se lleva a usted, cuídese tan bien como le gustaría que le cuidasen. ¿A qué es fácil?
Respecto a lo anterior, se puede pensar, no sin razón, que el conductor del autobús lleva a 50 personas y yo voy solo. Cierto, pero es posible, que conduciendo solo en un coche, cometa un error que provoque el accidente de un autobús, a cuyo conductor no le dejé ninguna opción de evitarlo. Esto se nos suele olvidar mucho. Sin que sirva de precedente, como dice la DGT: “Estamos todos conectados”. Me ha gustado este vídeo.
En terreno conocido, también nuestros pasajeros tienen una tendencia innata a interferir en nuestra atención con palabras o gestos. Es imprescindible pedirles que, por favor, eviten hacerlo y que si les pedimos ayuda nos la presten diligentemente; por ejemplo, cambiando la posición de su cabeza para poder ver mejor en una intersección. Personalmente, cuando llevo a más de una persona conmigo, me resulta muy fácil abstraerme de la conversación que puedan mantener entre ellas, y de la radio; excepto en circunstancias que me resulten muy difíciles, en las que desconecto la radio y exijo silencio absoluto. Como, con nuestros pasajeros suele haber confianza, es fácil que se resistan, se rían, nos increpen... y hasta que se burlen; cuando esto ocurre, hasta ahora siempre me ha dado un excelente resultado preguntar muy serio con voz alta y clara “¿Quieres que te mate?” Santo remedio. Ya habrá tiempo luego de disculparnos por el tono o el imperativo manu militari, si hace falta.
La ropa de abrigo y los guantes también son un estorbo que conviene dejar en el maletero o en los asientos traseros, si hace frío, usemos la calefacción. “¿De aquí ahí?” Pues sí, da igual que vayamos a andar 100 m o 1.000 km. Además, si está tan cerca, ¿para qué ir en coche?
Si está lloviendo, antes de tocar los pedales conviene secar las suelas de los zapatos en la alfombrilla del coche; si nuestros pies se han ido muy rápido hacia los pedales merece la pena secarlos con un pañuelo de papel o un trapo.
Es imprescindible ir muy atentos cuando es inevitable circular cerca de coches estacionados, especialmente vigilantes cuando alguno de estos vehículos sea un furgón o un contenedor de los que tan estratégicamente mal colocan muchos ayuntamientos al lado de los pasos de peatones. Aun habiendo sólo turismos estacionados, siempre puede haber algún niño que cruce entre ellos y por su baja estatura no le veamos a través de sus cristales. Es importante acostumbrase a hacer bailar el pie derecho hacia el pedal del freno muchas veces, aunque no se toque, e incluso llevarlo encima de ese pedal en prevención en los lugares más difíciles, lograremos detener el vehículo bastante antes, si fuese necesario. Y si tenemos ABS, freno y embrague a fondo y fuerte, sin contemplaciones, casi a la vez, o al mismo tiempo, que resultará más fácil.
Cambios de dirección. Debido a la estrechez de tantas calzadas en la mayoría de las poblaciones, esta maniobra tan común y reiterada en vías urbanas (que, en sí misma, no ofrece mayor dificultad) apenas permite margen de error y obliga a prepararla bien prestándole mucha atención, especialmente cuando es de noche; más aún cuando nos encontramos con algún automóvil estacionado con demasiada separación respecto a la acera, parado muy próximo a la esquina o incluso en doble fila; también, cuando encontramos pasos para peatones elevados antes y después de doblar la esquina y semáforos con una sola luz (generalmente bastante alta y fuera del campo visual del conductor) que puede estar apagada o ámbar intermitente, cuando los peatones tienen su muñeco verde. Semáforos que, por cierto, son una auténtica trampa tanto para conductores como para peatones. Además, los pasos pare estos últimos suelen estar situados muy próximos a las esquinas de forma que, en muchos casos, el primer coche que inicia el giro, si ha de detenerse, impide o dificulta continuar de frente a quien le sigue.
Fuente: www.tucumanhoy.com |
La velocidad en el inicio del giro ha de ser muy baja -es sumamente probable que tengamos que detenernos-, siendo conveniente empezar a frenar antes de girar las ruedas y tener muy presente la también muy probable presencia de peatones a los que habrá que buscar con la vista cerca de los límites de la acera con la calzada por ambos lados de la calle. Hay otro inconveniente que se suele ver bastante: un carril bici antes y al lado del paso de cebra. Y recordar una norma que muchos olvidan y pocos saben: que en estos casos, aunque no exista paso de peatones, si los encontramos cruzando la calzada -ya en ella- tienen preferencia, lo mismo sucede con los animales. Con todas estas dificultades en tan poquísimo espacio, la marcha ideal a llevar engranada es la segunda (y no pocas veces la primera), el pie izquierdo encima del pedal del embrague (sin tocarlo) y el derecho sobre el freno pisando y modulando, salvo cuando no sea posible porque la calle en la que entramos está en pendiente ascendente, por ejemplo, en este caso, si nuestro pie derecho ha de estar en el acelerador, al menos debe estar muy en alerta para “volar” al freno.
Girando a la derecha o, en calzadas de sentido único a la izquierda y por la izquierda, es cuando más difícil resulta ver a peatones y en general cualquier señal, por lo que resulta imprescindible estar dispuestos a moverse en el asiento del conductor inclinando el tronco, girando la cabeza, agachándola y subiendo la vista, estirando el cuello... Buscando ampliar nuestro campo visual y no perdernos nada importante, es imprescindible hacer movimientos rápidos, ágiles y precisos sin limitarse a ir cómodamente sentados. Cuando se conduce se trabaja.
A las pequeñas gotas de lluvia no les gusta moverse. Fuente: www.clubseis.com.ar |
Una cosa que suele ocurrir fácilmente en los cambios de dirección, con los motores de muchos coches, especialmente turbo-diésel, si vamos en segunda velocidad, es que iniciemos el giro con freno y cuando vemos que podemos ir quitando presión en el pedal (sin soltarlo del todo), el coche nos sorprende con un fuerte tirón hacia adelante. Esto sucede porque los sensores que pasan información al sistema de gestión electrónica del motor hacen que aquel interprete que este está a punto de calarse y entonces el programa durante unos instantes ordena inyectar más cantidad de combustible con el fin de evitarlo.
Cuando esto no se conoce, nos ha pasado pocas veces, se tiene poca experiencia... Lo normal es que uno se asuste y tienda a soltar completamente el freno y abrir el giro, tiene fácil solución: si estamos seguros de que ya no es necesario frenar se suelta y listo; de lo contrario pisamos el embrague a fondo (se desconecta motor y ruedas), continuamos frenando lo que sea preciso y en cuanto podamos cambiamos a primera aun sin habernos detenido del todo. Este efecto puede ocurrir con cualquier marcha, pero la forma de actuar es siempre igual. En mi opinión, esta “ayuda” sobra totalmente, es una fuente de problemas. Pero tiene fácil solución, y lo más importante es evitar dejarnos llevar por el susto.
Un fenómeno muy frecuente en otoño es la lluvia, en el norte de España hay una muy típica que consiste en una fina cortina de agua que se precipita suave y constantemente (a veces durante días enteros) formada por gotas de agua muy pequeñas que cuando llegan a los cristales del coche se quedan ahí, deslizándose muy lentamente por ellos y dificultando notablemente la visibilidad por todas las superficies de vidrio que no barren las escobillas del limpiaparabrisas. En estos casos, utilizando los elevalunas eléctricos, suelo aprovechar la detención en un semáforo o un atasco para bajar y subir las ventanillas y mantenerlas libres de esas molestas gotas unos minutos.
Reflejos Fuente: www.photoree.com |
Con los cristales mojados y durante la noche, en ciudad, siempre se producen molestos reflejos de las luces de otros coches, semáforos, farolas, escaparates, anuncios... Conducir así exige mucho más esfuerzo, cansa notablemente, produce fatiga visual y no es nada raro que hasta aparezca dolor de cabeza. El máximo nivel de dificultad nos llega con la iluminación navideña. También es necesario prestar una atención extra a maniobras tan sencillas como estacionar, especialmente en los aparcamientos de centros comerciales.
Podemos habituarnos a todo esto, pero lleva un tiempo sobrellevarlo bien. Lo más importante es que seamos generosos con nuestro nivel de atención y capacidad de trabajo, el sabernos en terreno tan conocido hace muy fácil que seamos tacaños. Este es el mayor peligro, pero podemos evitarlo. ¡Ánimo y a la faena!
Esteban