domingo, 29 de mayo de 2016

UN SUSTO GRAVE CON UN CAMIÓN

Me ha dicho un hombre que la penúltima entrada [MEGACAMIONES (y 3)] daba miedo, y sabe Dios cuántas personas más habrán pensado lo mismo aunque nada dijeran. Espero que no muchas, porque desde luego nunca tengo intención de infundir miedo. Lo que sí pretendo es mostrar el peligro con el fin de identificarlo con tiempo suficiente para hacer que desaparezca. Me esfuerzo en el intento de motivar a pensar, a darse cuenta, a permanecer atentos y en guardia ante lo que pueda ocurrir. 

¡Aguanta corazón, que ningún susto te pare!
Fuente: habilidademocional.com
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

Lo que he decidido contar hoy, sin embargo, creo que sí puede inspirar temor en un primer momento, pero reparando un poco en ello y bien mirado, verán que en realidad es sumamente improbable que les ocurra nunca. ¿Entonces para qué seguir leyendo? Se preguntarán con buena lógica. Pues porque creo que les ayudará a elevar algo más su nivel de consciencia al volante y, sobre todo, a evitar siempre actuar como aquí lo hace, digamos... “la parte contraria”. 

El primer susto grave (el peor hasta ahora) teniendo a un camión por protagonista me sucedió en 1977. Un servidor ya tenía bastante experiencia al volante, para entonces ya había conducido todo tipo de automóviles, desde motos hasta autobuses pasando por tractores agrícolas y hasta unas máquinas muy singulares y divertidas movidas por motor eléctrico específicamente diseñadas para colocar bombas, misiles o depósitos de combustible adicionales bajo las alas de un caza F-5. También había hecho varios viajes largos conduciendo camiones durante toda la noche.

Ya llevaba unos meses trabajando como profesor, aún vivía en Gijón e iba al volante de mi primer coche: un Simca 1000 viejo con pocos kilómetros y cuya mecánica parecía indestructible. En cuanto a la experiencia, debo reconocer que, aunque lo dicho es cierto, la tenía un tanto sobrevalorada, cosa que pude comprobar poco tiempo después cuando, un veterano conductor, colega y compañero que Dios guarde en el hueco de su mano, me dio, sin pretenderlo, una lección de manejo y humildad que nunca olvidé. La contaré el próximo mes, si Dios quiere. 

En la tarde de un sábado en que quedamos cuatro amigos para charlar y preparar una salida al monte antes de la llegada del otoño, después de consultar los mapas decidimos hacer una escapada hacia una zona de la Cordillera Cantábrica para explorar la entrada hacia un par de cumbres que queríamos hacer en un próximo fin de semana. 

Esta carretera y este mismo lugar o muy próximo
fue el escenario de esta historia.
Fuente: Google Maps
Estando cerca de ese lugar, en un tramo de carretera recta, con dos carriles estrechos y doble sentido, sin arcenes, con quitamiedos de piedra y cemento a la derecha que limitaban con un pequeño precipicio que acababa en el río, y con la pared de roca casi vertical en el lado izquierdo, sin más tráfico que un camión que venía de frente y en el que pude observar una trayectoria impecable así como espacio suficiente para cruzarnos sin necesidad de bajar la velocidad (unos 90 km/h), con un tramo recto a la vista por detrás de él y sin nadie, en esas condiciones, en las que el camión parecía ir cargado porque se movía a un velocidad inferior a la mía (unos 65 km/h), nos íbamos acercando al cruce de ambos vehículos sin esperar ningún sobresalto. 

No sabría decir cuantos metros faltaban para que mi coche llegase a la altura de la cabina de aquel camión, pero pocos, muy pocos, porque lo inesperado surgió y el susto fue de órdago, de esos que parecen subir el pulso al máximo y en los que el corazón tiende a salirse del pecho imitando los clásicos dibujos animados de Walt Disney. Lo que nunca olvidaré es que de la parte trasera de ese camión asomó la cabina amarilla de otro, y que en un primer momento pensé que me habría visto y se recogería de inmediato, pero no, llegó a ocupar todo el carril, momento en el que yo ya tenía el pie derecho sobre el pedal del freno y lo pisé con toda mi alma a la par que sujetaba fuerte el volante para corregir la trayectoria suavemente si hacía falta y evitar el choque con el quitamiedos de piedra e irme al río. 

Tampoco sabría decir cuánto tiempo estuvimos en esa posición, unos instantes que parecieron eternos, desde luego, y en los que el conductor del camión que había salido a adelantar, ¡por fin me vio! Durante otros instantes de eternidad frenó fuerte volviendo a la posición inicial y quedando totalmente en su derecha casi justo en el momento en el que ya nos cruzábamos. ¡Gracias a Dios! 

Supongo que el chófer del primer camión también puso de su parte clavando el acelerador, y que el del segundo cometió su error, muy probablemente, por estar acostumbrado a realizar un recorrido en una zona bastante aislada en la que casi nunca había tráfico, o por exceso de confianza, dar por hecho cosas (esto siempre es peligroso), una observación muy rápida en la que en un primer momento no me vio, a todos nos pasa en ocasiones que miramos y no vemos, por eso conduciendo debemos repetir la observación varias veces antes de ejecutar una maniobra. Tampoco tenía el sol de frente que le pudiese haber deslumbrado (otro factor muy a tener en cuenta); el día estaba nublado, sin lluvia, con asfalto seco y buena visibilidad. 

Hasta ahora, nunca he sido tan consciente como en aquella ocasión de haber estado tan cerca de una muerte segura. Tuve mucha suerte. O los ángeles guardianes hicieron un trabajo perfectamente coordinado y excelente. Aquí seguimos aquel cuarteto, y espero que también los camioneros; por muchos años, que no hay ninguna prisa en emprender el último viaje. Con todo, de aquel casi accidente, se pueden extraer algunas conclusiones: 




Creo que está bien saber algo de las precarias condiciones de trabajo que sufren muchos camioneros actualmente, este vídeo lo refleja.

Respecto al señor que intentó el adelantamiento, siempre agradeceré su indudable determinación en corregir el error, eso no lo hace cualquiera. Parece una obviedad, pero tengan muy en cuenta que muchos conductores se empecinarían en acabar la maniobra convencidos de que así llegarían a estar delante y a la derecha del vehículo adelantado sin mayores problemas porque dan por hecho (craso error) que el conductor adelantado frenará y el del vehículo que tienen enfrente también, sumando otro error: decidir hacer algo cuyo resultado final depende de otros. Algunos, no se creerían lo que estaban viendo y dejarían pasar un tiempo vital sin hacer nada; otros, presa del pánico como los anteriores, pisarían a fondo el acelerador en la creencia de que están frenando. Doy fe de haber visto estas tres posibilidades muchas veces. 

Respecto a mí, destacaría en primer lugar la importancia de evitar un giro brusco de volante y saber frenar a fondo sin perder la trayectoria del coche, o muy poco pero recuperándola de inmediato con suavidad y firmeza. En segundo lugar, resalto la importancia de llevar los neumáticos en buen estado. En aquella ocasión las ruedas estaban prácticamente nuevas (no habían llegado a los 5.000 km), la presión era correcta y su estado impecable porque no tenían cortes, deformaciones, ni golpe alguno contra bordillos. Estacionar bien tiene más importancia de lo que parece, en estas maniobras se daña muchas veces la estructura de un neumático quedando muy aleatoriamente vulnerables cuando les exigimos el máximo de sus prestaciones.

La buena suerte es una aliada inestimable, mas suele precisar de alguna ayuda por nuestra parte. 

Queda una última y controvertida cuestión en la que seguramente ya habrán reparado: la velocidad. Mi velocidad, concretamente. ¿Es razonable que en el tipo de carretera que describí circulase aproximadamente a 90 km/h? Habrá opiniones para todos los gustos, pero también hay hechos objetivos que me permiten dar una respuesta afirmativa. Para mí, sí era una velocidad adecuada porque un factor determinante de esta es el propio conductor y el nivel alcanzado para realizar esta tarea. Seguro que muchos conductores podrían haber ido a más velocidad en idénticas circunstancias, y otros no. Pero nadie puede imponer a otro “su” velocidad porque las circunstancias de cada cual son diferentes. Incluso para una misma persona “su” velocidad no será la misma si está cansado o no, si está en plena digestión, si le están afectando problemas personales, si su temperatura corporal está cinco décimas por encima de la habitual... y así un larguísimo etcétera de condiciones propias que sólo el conductor puede determinar y en función de ellas ajustar su velocidad a más o a menos para idénticas circunstancias externas. 

Para que ese coche o cualquier otro se salga en esa curva o en la siguiente el
error de velocidad ha de ser muy grande. La clave está en saber dos cosas:
 - Por qué su conductor se equivocó tanto.
- Por qué no frenó cuando se dio cuenta.
Fuente: boliviatecnologia.wordpress.com
Si esta historia se pudiese repetir cambiando un sólo factor: los 90 km/h por 60, por ejemplo, indudablemente ganaría tiempo, todos los conductores implicados ganaríamos tiempo. Pero para mí sería un tiempo perdido, tirado a la basura porque iría distraído, tanto, que igual soy yo quien no ve al camión y sigo tan feliz, o lo veo y no me alarmo, o me alarmo tarde y también reacciono con retraso. En el mejor de los casos hubiese tardado más en actuar y lo hubiese hecho con torpeza porque el miedo sería más intenso, siendo más dependiente todavía de las decisiones de los otros conductores y aumentando la probabilidad de que se produjese el choque o acabase en el río. 

Para un determinado lugar de la carretera con sus concretas circunstancias existe una velocidad ideal y adecuada “X” para cada conductor; una velocidad en la que existe un equilibrio perfecto entre atención, proceso de la información, concentración y capacidad de reacción. Bien, por debajo de esa velocidad ideal ningún conductor circula más seguro sino más distraído. Esto ocurre porque nuestro cerebro no puede parar, ni estando profundamente dormidos, si lo infrautilizamos en una tarea concreta la mente se va a otra cosa. Esto se puede comprobar independientemente de la experiencia de cada cual, incluso estando aún en la autoescuela. Seguro que todos ustedes, si conducen, aunque sea una bicicleta, más de una vez, justo tras reponerse de un susto se sorprenden diciendo algo así como: “pero... si iba bien, ¿por qué demonios...?” ¿Verdad?

Y queda una última cosa, se suele asegurar que a menor velocidad, de producirse un accidente, las consecuencias siempre serán menos graves. Sin embargo ese “siempre” es falso. En el caso que nos ocupa, si hubiese ocurrido el accidente, ¿creen que hubiese habido alguna diferencia entre 60 y 90 km/h? Yo no. 

martes, 24 de mayo de 2016

DE 120 A 90, OTRO ACTO DE TIRANÍA

No me gusta escribir entradas espoleado por noticias que aparecen en los medios de comunicación a pesar de que muchas de ellas sean una fuente de inspiración que el fenómeno del tráfico y el mundo del automóvil deparan sin cesar. Pero hay ocasiones, como hoy sucede, en las que me resulta imposible evitarlo. No pocas de esas veces, lamentablemente, y cómo no, el protagonista de la primicia es uno de tantos políticos que nos ha caído en desgracia soportar.

La noticia de marras completa pueden verla aquí.
Fuente: www.elcomercio.es
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Me encontré esta mañana casualmente con un ejemplar del diario El Comercio, de Gijón, decidí echarle una ojeada rápida, hasta que me topo con un titular que me hizo frenar en seco: “Belén Fernández: Pasar de 120 a 90 kilómetros por hora puede reducir las emisiones un 25%. No me lo podía creer, hice una pausa, volví a leer... y, sí, eso es lo que estaba escrito, no me había equivocado. Si fuese 28 de diciembre hubiese dado por hecho que se trataba de una inocentada y seguiría sin más ojeando el periódico. 

Como es natural y bien pueden suponer, me quedé tan estupefacto como indignado, haciéndome preguntas... ¿pero quién es esta tal Belén? Hasta que vi que dicha señora es, nada más y nada menos, que la actual Consejera de Infraestructuras y Medio Ambiente del Principado de Asturias. Como es natural y bien pueden suponer, también despotriqué para mis adentros sobre la mencionada señora. 

De acuerdo, hay cosas -por desgracia- mucho más graves por las que indignarse, y lo hago, por supuesto, resulta también inevitable, pero una cosa no quita la otra, ¿verdad? Uno tiene sangre en las venas y a veces se incendian como si llevasen gasolina. Y eso fue lo que me pasó cuando leí: “Hay que combatir por todos los medios la actual posición dominante del vehículo privado”.

Fuente: Linkedin
Si la primera afirmación era mala, esta no tiene parangón. Jamás leí ni oí nada igual. ¿Ha vuelto el Santo Oficio y doña Belén toma el papel de Inquisidor General? ¡Qué pesadilla! Y esta señora dice esto en Asturias, donde a duras penas sobreviven los únicos altos hornos de España y de donde han salido millones de toneladas de acero para las fábricas de coches, única industria importante de este país, por cierto, con una deuda que ya supera el 100% del PIB. En Asturias, donde la industria que queda son migajas de la que hubo, donde no se percibe contaminación salvo en lugares muy concretos y en razón de quemar carbón o fuel para generar energía eléctrica, y siendo el carbón su riqueza natural más importante.

Mieres (Asturias) fue uno de los primeros lugares donde se comenzó
a desmantelar la industria en España. Esta canción de Víctor Manuel lo recuerda.
Fuente: leyendesasturianes.blogspot.com
Y esto no es lo peor, lo peor, en mi opinión y con diferencia es ese: “Hay que combatir por todos los medios la actual posición dominante del vehículo privado”. ¿Quiere quitar los coches? Pues dé un paso más, señora mía, hágalo por decreto, promueva una ley... y deje sin automóviles a sus legítimos propietarios; indemnícelos -qué menos, digo yo- y deje a Asturias como el único lugar en el mundo donde no exista el vehículo privado. Se convertirá en el hazmerreír, no sólo del planeta Tierra sino del Sistema Solar, por lo menos. El deseo que expresa y cómo lo hace la delata, es propio de un tirano y su raíz ha de ser personal, necesariamente. Es imposible que sea de otro modo, y también es imposible que se haya equivocado, hay cosas que no brotan ni por error. Y surgen preguntas obvias, claro, como: ¿acaso usted no tiene coche, señora consejera? ¿Tampoco usa el vehículo oficial? ¿Siempre utiliza el transporte público? ¿Qué le ha pasado a usted con los automóviles, señora Fernández? Ha debido de ser terrible, mis condolencias.

viernes, 13 de mayo de 2016

MEGACAMIONES (y 3)

CRUZARSE CON UN MEGACAMIÓN 

Por cuanto ya han leído en la entrada anterior y este subtítulo, estoy seguro de que ya se han dado cuenta de que por más que uno decida no adelantar a camiones de este tipo -o de cualquier otro- en carreteras convencionales (salvo excepciones) no estamos exentos de peligro, por no decir que en realidad nos enfrentamos a uno mayor dado el factor sorpresa que incorpora. 

Antes de llegar a este punto y durante, un conductor que se precie debe de estar
preparado y en guardia recabando y procesando información rápidamente
sobre qué puede serle útil o qué un riesgo añadido.
En este caso, ese arcén se podría
utilizar pero sin que nos sorprenda el escalón que hace con la calzada ni las piedras
sueltas que hay en él; de ser necesario, yo entraría dando un toque fuerte y muy breve al freno.
Fuente: www.lanacion.com.ar
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

Lo que les voy a decir es algo que vengo haciendo desde hace muchos años, gracias a Dios y tocando madera, sin el más mínimo incidente; aunque no me haya librado de algunos buenos sustos, increíblemente bastante más probables ahora por las paradójicas decisiones que últimamente están tomando los máximos responsables de nuestra DGT, luego intentaré explicarme con esto.

Cuando observo que me cruzaré con un camión, siempre llevo en mente la posibilidad de que algún coche que circule detrás de él y al que no pude ver antes, salga a adelantarle en el momento más inoportuno para todos; y que además insista en su empeño por más que mi coche entre de lleno en el campo visual de su conductor y esté cerca. Cuanto más fácil sea el tramo de carretera por el que circule y más fluido el tráfico, más presente lo tengo. Entonces me preparo de este modo: 
  • Me aseguro de apoyar bien la espalda contra la parte superior del asiento, especialmente la parte inferior y lumbar.
  • Apoyo bien el pie izquierdo en el reposapiés.
  • Me aseguro de tener las manos perfectamente colocadas al volante y de que dos dedos estén: cerca de la palanca de luces uno (para hacer destellos o ráfagas) y cerca de la bocina el otro. Al mismo tiempo sujeto el volante con firmeza asegurándome también de tener los brazos sueltos. Si las palmas de las manos estaban sudadas me las seco antes y rápido en el pantalón, primero una y luego la otra.
  • Estiro el tronco y el cuello.
  • Levanto un poco la cabeza y la vista. 
  • Compruebo que tengo el cinturón bien colocado y bien pegado al cuerpo.
  • Si estaba hablando o escuchando a quien me acompañe, le aviso de que desconecto y normalmente también la radio. 
  • Cierro todas las ventanillas completamente, así me aseguro de que nada del exterior me pueda molestar. 
  • Me preparo para chocar, sí, precisamente porque quiero neutralizar ese posible riesgo, manteniendo la máxima alerta y capacidad de reacción para evitarlo. Mis pasajeros habituales también saben y son conscientes de que deben preparase y lo hacen. 
  • Al mismo tiempo, y sobre todo ya con todo listo, observo espacios, arcenes, posibles obstáculos (farolas, postes, cunetas, posibles apartaderos...), escudriño con el mayor detalle posible si podremos cruzarnos tres en paralelo, si puedo apartarme y hasta dónde, intento comprobar que el conductor del camión circula atento y bien. 
  • Miro si hay algún bache, agua, tierra, polvo, gravilla, etcétera que pueda interferir en lo que tenga que hacer.
  • Me aseguro de llevar una marcha adecuada que me permita una aceleración viva si la necesito. 
  • Hago “bailar” el pie derecho del acelerador al freno (una o dos veces) asegurándome de que en el primer movimiento queda perfectamente colocado para frenar a fondo. Si alguien me sigue demasiado cerca, o lejos pero circulando más rápido que yo, también toco muy levemente el pedal del freno justo, para que se enciendan las tres luces de “pare” y que esos conductores puedan estar algo sobre aviso.
  • Bajo algo la velocidad, para tener más margen y ajusto algo más a la derecha en previsión de las turbulencias que genera el camión en la masa de aire.
  • Por supuesto, también compruebo si hay peatones o ciclistas en el arcén, caso en el que bajo mucho más la velocidad al tiempo que procuro no coincidir en el mismo punto con el camión y ellos.
Quizá lo dicho se entienda mejor si les digo que soy de esas pocas personas que
cuando van en avión, permanecemos muy atentas a las indicaciones de seguridad
de la azafata a pesar de que me las sepa de memoria.
Fuente: www.abaco.com.es
Hago todo esto, por exagerado que pueda parecer, porque tengo en mente desde hace muchos años que puede ser necesario, que lo ha sido muchas veces y que es la única forma de asegurar al máximo que nada malo nos pase ni a otros ni a mí. Desde luego cuanto he dicho ya es un acto reflejo, un hábito muy arraigado que quien no me conozca ni lo percibe salvo cuando dejo de hablarle, apago la radio o subo las ventanillas. 

También tengo en cuenta que los objetos personales (teléfono, llaves, botella de agua...) estén en su sitio y no se muevan si tengo que hacer una frenada fuerte y esquivar. Creo que no olvido nada. Lo importante es imaginar qué puede suceder y pensar cómo lo podemos evitar, nos grabamos la secuencia o secuencias y las vemos cuantas veces sea necesario. Antes de lo que parece, serán una serie de gestos perfectamente coordinados que realizaremos automáticamente y nos salvarán la vida en algunas ocasiones. Sin duda. 

Decía antes que la DGT ha tomado decisiones recientemente que harán más probable que algunos conductores se pongan a adelantar cuando no deben hacerlo, luego las precauciones que menciono serán todavía más importantes ahora y en un próximo futuro. Me refiero a aumentar significativamente las zonas con prohibición de adelantar (pueden ver aquí la noticia). Esto es algo que se viene haciendo desde hace unos cuantos años, resultando cada vez más difícil encontrar tramos con doble sentido en los que poder realizar un adelantamiento. 

La medida es simplista, absurda y contraproducente. Resulta muy irritante que en tramos en los que nunca había estado prohibido adelantar lo esté ahora, siguiendo este razonamiento prohíbase utilizar los automóviles y así no habrá accidentes con ellos, obviamente. 

Por muy explícita que sea la prohibición de adelantar, es posible que alguien
decida hacer la maniobra, más en lugares semejantes a este.
Aquí no pisaría la hierba salvo que sea la única opción para evitar un choque.
Fuente: pl.forwallpaper.com
Esto no es ninguna solución, es una estupidez supina. ¿Se imaginan el justificado cabreo que puede suponer verse circulando por una carretera sin apenas tráfico, con buena visibilidad, sin problemas... y que si nos encontramos con un camión viejo y cargado o un tractor tengamos que ir detrás de él hasta donde vaya porque la línea que siempre fue discontinua ahora ya no lo es? ¿Y el peligro que supone para los motoristas que en las líneas centrales se pongan bandas sonoras? Esto no evitará los adelantamientos en lugares prohibidos, los aumentará. No serán pocos los conductores que agoten su paciencia o ni se den cuenta de la prohibición por el evidente contraste que se percibe con la realidad que se está viendo

Las normas y las señales deben obedecer a razones puramente técnicas, los conductores lo percibiremos así de forma natural y de igual modo cumpliremos con ellas de buen grado. Están llenando las carreteras de trampas y engaños que no hacen más que distraer nuestra atención de lo que verdaderamente importa, ¡eso provoca accidentes! Si quieren evitar estos sólo hay una medida eficaz y lógica: investigar sus causas, para empezar, no sólo la responsabilidad civil o penal de los conductores. No me extenderé más con este asunto por ahora, lamentablemente tendré que volver a él no tardando mucho. 

CALZADAS CON UN SOLO SENTIDO Y DOS O MÁS CARRILES

Adelantar a un megacamión con sentido único es más fácil y seguro, desde luego, pero, por favor eviten confiarse. Hay mucha diferencia de unas autopistas a otras, conozco tramos en los que, desde luego, no haría esa maniobra por más que disponga de dos carriles. Un tramo muy delicado para adelantar a cualquier camión y más a un autobús, es el de la AP-8 entre Bilbao y la frontera con Francia, por ejemplo. Sin embargo es muy bueno el que va desde Bilbao a Zaragoza, con muchos tramos con tres carriles, cuya presencia inspira mucha más confianza, pero tengan por seguro que también aumentarán las veces que alguien sale a adelantar al camión que va por el carril de la derecha, estando al lado se asusta y de pronto se pasa al tercer carril o va entre el segundo y el tercero; vamos, cortando el paso, quizá justo en el momento en el que otro vehículo se disponía a adelantarle al camión y a él.

Cuando estos camiones tan grandes hacen maniobras hay que ser muy cautos
con los márgenes
que mantenemos con ellos, además muchas veces
resulta difícil entender la maniobra y prever sus movimientos.
También hay que mantener más distancias con vientos laterales fuertes.
Fuente: www.laverdad.es
Otra advertencia. Desde hace unos diez años vengo observando algo que me tiene perplejo y que sólo muy excepcionalmente había visto alguna vez el resto de mi vida: 
  • La sorprendente lentitud con la que muchos coches adelantan a camiones y autobuses, y las muchas veces que los conductores de vehículos pesados se ven obligados a adelantar a turismos. En esto también influye bastantes veces el extendido uso de limitadores/reguladores de velocidad. 
  • Las trayectorias con rumbo de colisión que llevan muchos coches cuando adelantan, como si quisieran hacerlo sin cambiar de carril. He tenido que desplazarme más a la derecha en varias ocasiones evitando in extremis que chocásemos lado con lado y en todos esos casos, quien conducía esos coches haciéndome vivir una escena de película, ni se inmutó, pasando sin introducir la más mínima variación en su trayectoria ni en su velocidad. 
También es necesario ser conscientes de que son muchos los conductores que tienen poca o nula experiencia realizando adelantamientos en doble sentido, lo que sin duda se deja notar en autopistas y autovías. 

En autopista, sin duda y con diferencia la carretera más segura, la circulación de estos camiones tan grandes añade un factor de riesgo nada despreciable que debe ser muy tenido en cuenta. Las velocidades medias y mínimas son más altas y constantes, la atención de muchos conductores menor, la posibilidad de que algún coche realice algún movimiento absurdo cerca de algún vehículo grande y de que este pierda el control por esta causa aumenta cuanto mayor sea su tamaño, peso y más puntos de articulación tenga entre sus unidades, ¿o debería decir vagones? 

Fuente: truck-driver-worldwide.page.tl
Hablando de vagones, sé que en Australia se utilizan desde hace décadas “trenes de carretera”, lo que me parece bastante razonable y lógico en un país enorme con una zona central prácticamente deshabitada, y lo mismo pienso para otras zonas del mundo con características similares; pero en Europa occidental no lo veo, y en España menos, que para más inri quitando las dos mesetas, el valle del Ebro y poco más, es todo montaña. A esto hay que sumar, que en la mayor parte de los países de este lugar del mundo, sino en todos, existe una buena red de líneas de ferrocarril, ¿no es pues una cuestión de lógica elemental que la mayor parte del transporte de mercancías se realice por ella?

lunes, 9 de mayo de 2016

MEGACAMIONES (2)

Seguimos en carretera con doble sentido y dos carriles, aún no hemos llegado a la autopista o autovía que, para quien no conozca España, es una carretera prácticamente igual a la anterior pero con posibilidad teórica de ser diferente, no me pregunten por qué, no sabría qué decirles y no recuerdo haber visto nunca esos detalles que pueden distinguir una de otra, aunque puede que en algún lugar existan. Una vez más se hace cierto el famoso dicho “Spain is different”; lo que no suele ser motivo de orgullo, precisamente. 

Hasta con sentido único hay que pensar muy bien y seriamente
la posibilidad de adelantar a estos camiones
. Aquí ni hay arcenes.
Fuente: www.autonocion.com
INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

Una de las normas que regulan la maniobra de adelantamiento dice que, una vez situados en paralelo con el vehículo adelantado (durante el adelantamiento) si surge alguna situación o circunstancia que pueda suponer algún riesgo debemos abortar la maniobra disminuyendo la velocidad, poniendo el indicador de dirección de la derecha y volviendo a la posición inicial, es decir, detrás del vehículo al que pretendíamos adelantar. Esta norma carece de excepciones, pero de hecho las hay.

Es cierto que en la mayoría de las situaciones de peligro este desaparece utilizando el freno, de modo que a mayor peligro más debemos disminuir la velocidad incluso hasta detenernos si fuese necesario. 

Pero aquí hay un detalle importante que la norma ignora: en pleno adelantamiento (en paralelo) siempre hay un punto de no retorno y, cuanto más largo sea el vehículo a adelantar, más espacio hay que recorrer desde ese punto hasta acabar la maniobra por delante de él. Lo mismo ocurre si, poco antes de llegar a ese punto, tenemos que volver a la posición inicial, viendo de reojo tanto camión, una especie de muro enorme que sin  duda parecerá que no se acaba nunca; pocos conductores conozco que sean capaces de hacer eso con el temple suficiente, por no hablar de las expresiones de pánico que puedan manifestar los pasajeros con gritos incluidos y perturbando al conductor en tan delicada tarea. 

El conductor del megacamión siempre puede prestar una ayuda vital disminuyendo su velocidad cuando observa que el conductor del coche que le está adelantando decide acabar la maniobra, desde luego. Y seguramente lo hará, todos estamos obligados a hacer lo que sea posible por evitar un accidente y a nadie nos interesa vernos implicados ni siquiera estando seguros de que no sufriremos ningún daño. Pero si el que adelanta decide volver atrás, el chófer del camión poco o nada puede hacer por aumentar su velocidad para ayudarle, llevan limitadores de velocidad y si no circula a su máxima permitida poco le faltará.

Aquí es imposible cumplir la norma de volver atrás si...
Lo que hace el coche rojo no está prohibido, pero yo no lo hago,
demasiado dependiente del que me precede.
Tengan cuidado porque es muy tentador, es fácil
sentirse arropado y pensar: si el otro puede yo también. ¡Pues igual no!
Es fundamental tener todo esto muy presente, por muy bien que en un principio se plantee la maniobra. También es fundamental conocer muy bien la máquina que manejamos y cómo la estamos utilizando. Nunca conviene iniciar un adelantamiento utilizando toda la capacidad de aceleración de nuestro coche, toda la fuerza de su motor o toda su capacidad de incrementar velocidad en un momento dado. 

Siempre conviene tener una reserva de potencia, iniciar la maniobra en la marcha adecuada evitando (si es posible) cambiarla en pleno recorrido por el sentido contrario (se pierde tiempo, aquí asoma otra ventaja del cambio automático) o, de no ser posible, haber integrado ese dato en nuestro estudio previo. Doy fe de que es muy angustioso llevar el pie derecho pisado a fondo mientras se siente que es imposible ganar un sólo y mísero kilómetro por hora más de velocidad. 

El punto de no retorno, lógicamente, es variable en cada situación y difícil de determinar. También aparece aquí una tendencia muy poco reconocida, y es que surge como una falsa percepción emocional que nos indica que llegamos a ese punto casi en el comienzo de la maniobra, de ahí que tantos conductores se empecinen en adelantar aun con riesgo inminente de provocar una colisión frontal. Lo que conduce una vez más a lo importante que es saber las limitaciones del coche que llevamos, y también a saber que todos los coches emplean menos de la mitad del tiempo en disminuir la velocidad que en aumentarla. Frenar salva, pero tiene excepciones, algunas en la ejecución de esta maniobra. 

Echando una mirada al aspecto legal, si se da una situación crítica adelantando y esta se salva por la buena coordinación del resto de conductores en trayectoria y velocidad respecto a la decisión que hemos tomado, poco importa que hayamos cumplido o no con la norma, aun en el supuesto de que implique una denuncia y la pérdida de algunos puntos; y, si se produce el accidente (no lo quiera la Virgen, como canta Sabina) todavía menos. Ah, y respecto a poner el intermitente de la derecha en este caso, huelga, es obvio, ¿dónde va a ir uno si ha decidido abortar? Desde luego, tampoco es una situación en la que uno esté para esa nimiedad; me la estoy jugando, señor legislador, ¿de verdad cree que me puedo permitir una mínima distracción?

Otra configuración posible de megacamión.
Y no, señores de la Unión Europea y del Gobierno de España,
esta no es forma de competir con el ferrocarril. Europa no es Australia.
Fuente: www.salamanca24horas.com
Todo el mundo percibe claramente y sin ninguna duda una diferencia aproximada de 20 cm de longitud entre un coche y otro; la que viene a haber entre un utilitario y un compacto, entre un Ibiza y un León, por ejemplo. Entre el camión más habitual en nuestras carreteras, el trailer (16’50 m) y un megacamión (25’25 m) median 8’75 m. Todo un mundo. Que sin duda notaremos perfectamente dada la anchura y altura de semejante vehículo. Claro que, nunca estamos obligados a adelantar y en principio lo mejor es evitarlo, con más razón todavía si se dan cualquiera de estas dos circunstancias: 

  1. Llevamos uno de esos coches modernos que tato abundan ahora y, que bien porque son los modelos más básicos de su gama también son los más asequibles (la crisis económica no ha desaparecido) y los menos potentes; o bien porque son muy “eco”, están totalmente faltos de “chispa” y adelantar a un megacamión con ellos se convierte en una tarea poco menos que imposible salvo en pendiente ascendente, con carril adicional para vehículos lentos y manejando con mucha decisión y bien la caja de cambios.
  2. La falta de carácter la tiene el conductor porque se ha dejado invadir por esa imperante tendencia de la conducción “sosegaga”, “sin nervio”, “sostenible” y “pacificadora” del tráfico, que cree a buena fe que con esa actitud realizará una conducción más segura y eficiente, que cumple a rajatabla con todas las normas relativas a la seguridad pasiva porque le darán a sus ocupantes y a él las máximas garantías de supervivencia en caso de accidente, al precio de olvidar que la clave está en evitarlo y que para ello es imprescindible conocer la máquina, sus posibilidades y límites, que su piel y sus músculos hayan adquirido memoria de reacciones bruscas, ágiles y vivas, de sentir la energía que tiene un automóvil y de saber utilizarla en su propio beneficio, lo que redundará automáticamente en el de todos. 
Quizá parezca que haga una caricatura burlona del tipo de conductor que acabo de describir, y no, en absoluto, sólo destaco los rasgos más distintivos de ciertas personas al volante, muy habituales hoy día y desde hace más o menos una década. Para estas personas conducir es una tarea aburrida (lógico), y desde luego están en las antípodas de quienes parece que tenemos unas gotas de gasolina en la sangre. 

Un conductor del tipo que comento en el punto dos, ante una situación potencial e inequívocamente peligrosa, lo más probable es que no reaccione y continúe tal cual o se vea invadido por el pánico clavando el acelerador con una vaga y semiinconsciente idea de frenar fuerte y de inmediato, pero haciendo el gesto sin cambiar el pie derecho del pedal del acelerador al freno; en el primer caso aún cabe la posibilidad de que las decisiones de los otros conductores eviten el accidente, en el segundo no porque lleva a la pérdida de control del vehículo. Sé que esto suena muy raro a la mayoría de las personas, pero cualquiera de mis colegas con una cierta experiencia y yo mismo lo hemos visto muchas veces en la autoescuela, y en pocas ocasiones se corrige antes de obtener el permiso. Y luego menos. 

Estos conductores adoptan una actitud pasiva e incrédula donde el coche viene a convertirse en una sala de cine y el parabrisas en la pantalla donde se proyecta una película en la que aparece una impresionante y súbita escena que les deja petrificados en el asiento. 

Aún quedan tramos en los que, sin estar prohibido adelantar, de hecho es
prácticamente imposible. ¿A quién vamos a adelantar aquí?
Quizá a un ciclista... y ojo, que puede aparecer otro en sentido bajada
más rápido que nosotros. 
Bien, siempre se puede decidir no adelantar, nunca estamos obligados a hacerlo; pero a medida que aumenta el tiempo circulando detrás de un camión se va diluyendo dicha decisión sin que muchos conductores apenas lo perciban. Es algo emocional, puro instinto, que hará su aparición con más facilidad cuanto más despejado sea el terreno. 

Imagínense en cualquier carretera de cualquiera de las dos grandes mesetas de España, van pasando los kilómetros sin más horizonte que la parte trasera del camión que nos precede, se reduce la distancia de seguridad sin darse apenas cuenta, casi ni vienen coches en sentido contrario; hasta puede que por alguna surrealista curva el conductor del camión baje bastante la velocidad, nos sorprenda y nos veamos a punto de chocar con él (tanto nos hemos distraído), puede que tarde en recuperar más de lo que imaginamos y entonces, sin apenas comprobar nada, por puro impulso, sin intento realmente, el conductor de ese turismo gire a la izquierda y luego acelere. 

Puede que haya suerte y el sentido contrario esté libre en un espacio más que suficiente; si no, sólo caben dos finales: o los otros conductores evitan el accidente (si es que pueden), o este se producirá invariablemente. Si por las razones que sean el azar ha jugado a favor de nuestro imaginario conductor, este seguirá repitiendo el error tantas veces como se vea en semejante situación, porque no ha sido consciente ni de su riesgo ni de su fortuna.