sábado, 8 de marzo de 2014

8 DE MARZO DE 2014

Había pensado en titular esta entrada “Mujeres en la autoescuela” y desarrollar en ella algo de lo visto en mis clases prácticas. Luego me di cuenta de que me llevará bastante tiempo y se me pasará el día, no obstante, dejaré algunos apuntes aunque haya cambiado el título por hacer más modesto el propósito en pro de ser más oportuno.

Un coche de prácticas de autoescuela creo que es un excelente lugar de observación sobre el comportamiento humano en general. Prácticamente, en un metro cuadrado convivimos durante bastantes horas y en diferentes días alumno y profesor. El alumno se enfrenta a situaciones completamente novedosas (casi siempre), situaciones que para el profesor no son nuevas (casi nunca), pero sí la forma en que las vive y manifiesta cada alumno. Y esto es así, generalmente, por más que el alumno haya viajado en coche desde recién nacido.

En ese coche vamos dos personas por calles y carreteras, inmersos en el tráfico, y es inevitable que afloren con fuerza sentimientos y emociones. Con el tiempo, más pronto que tarde, se manifiestan esas sensaciones, muchas veces de miedo, hasta de auténtico pánico en ocasiones; otras veces es todo mucho más satisfactorio. Pero casi siempre aparece también una comunicación bastante fluida, libre y espontánea entre esas dos personas que comparten el dinámico metro cuadrado.
Oeste del cerro de Santa Catalina, en Gijón (Asturias).
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En los últimos años, una década o poco más, he observado con asombro y tristeza que un buen porcentaje de las mujeres más jóvenes son claramente menos independientes y libres que las amigas y compañeras de mis años mozos (finales de los sesenta, setenta y comienzos de los ochenta, estirando un poco). 

De acuerdo, en aquellos años, no había Internet ni teléfonos móviles, pero sí existía el correo postal igual que ahora, y no imagino que ninguna de las mujeres de mi edad que entonces conocí permitiesen que nadie les abriese una carta. Ahora, muchas chicas sí permiten a sus “novios” que les miren su teléfono, correo electrónico, sepan sus claves... 

Por otra parte, ellos, no todos, pero sí un porcentaje considerable, han crecido sin recibir nunca o casi nunca un “no” por respuesta, y también parecen haberse acostumbrado a utilizar la violencia si alguien se lo dedica ante algo que desean con fuerza.

Tanto unos como otros, han visto en la televisión, durante 18 años, millones de escenas violentas; han visto millones de veces que la violencia es un medio idóneo para obtener un fin, cuando no un fin en sí mismo. Les han demostrado que se puede lograr lo que uno quiera mediante el ejercicio de la fuerza, y que es perfectamente válido pisar la cabeza de alguien para subir un peldaño. Me parece terrible, me causa horror.

En mi casa la televisión no entró hasta que tuve 16 años (gracias a Dios), si no recuerdo mal. Íbamos bastante al cine, es cierto, y también es verdad que había películas violentas. La mayoría de las que vi en mi infancia eran de “vaqueros” -sobre todo- y de romanos (estas me gustaban menos), pero casi nunca se veían escenas de morbosa, detallada y pornográfica violencia explícita, por no decir nunca. Y en todas ellas se subrayaban comportamientos generosos, nobles y valientes. Para muchos de mi quinta, aquellas viejas películas “del oeste” fueron una escuela de valores que, más o menos, venían a coincidir con los que te inculcaban en casa y en la escuela.

Capítulo aparte merece la religión, tan denostada en este país desde hace tres décadas o más, pero el Evangelio es una guía de comportamiento justo, bueno y solidario, independientemente de que se sea o no creyente. Y me da igual lo que hagan algunos curas y monjas, sé lo que está escrito. Como me da igual lo que haga otro conductor en la carretera, yo sé lo que he de hacer y no tengo porqué imitar lo malo que vea.

Entre unas cosas y otras, al que más o al que menos, se nos quedó grabado a fuego que a una mujer no se le pega nunca, ni aunque te pegue ella, te cubres o te vas, y que debemos defenderla siempre aunque nos machaquen, y cederle siempre el paso y el asiento, por supuesto. Esto debíamos de aplicarlo igual con respecto a los que eran más pequeños que nosotros, con ancianos y con personas impedidas. 

Pueden ver aquí el sitio donde encontré esta foto.
Les recomiendo que hagan click en esa palabra,
pues podrán leer un artículo muy recomendable.
También aprendimos, que si nos peleamos entre nosotros, nunca se dan golpes de cintura para abajo; que cuando uno está en el suelo y no se levanta ya no se le pega más, tampoco cuando uno dice que se rinde. Por supuesto, tampoco se permitía emplear ningún objeto a modo de arma, sólo manos y puños. Ni pegar a quien tuviese gafas hasta que no se las quitase.

Ahora todo esto sonará a ciencia ficción pero, generalmente, se cumplían estas normas. Cuando alguno no lo hacía, si ganaba, nadie celebraba su triunfo y se le marginaba del grupo; y, si a pesar de hacer trampa, perdía, se convertía en el hazmerreír y su oponente en un héroe. También sonará todo esto a “políticamente incorrecto”, seguramente. Pero es indudable que es mucho mejor que el “todo vale” actualmente imperante.

Hay una cosa sobre la televisión y el cine actual que me preocupa y que creo que tiene una poderosa influencia negativa, y es la velocidad con la que pasan las escenas. Son muy rápidas, conscientemente casi ni se perciben, pero inconscientemente, creo que dejan una semilla podrida muy peligrosa. Por cierto, ¿los mensajes subliminales no estaban prohibidos?

Es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (sí, sé que han quitado esta última palabra pero a mí me gusta), es triste, que ya en el siglo XXI, se dedique un día a recordar cosas tan elementales. En las relaciones humanas, de todo tipo, todavía persisten mayoritariamente las relaciones de poder, y creo que la raíz a extirpar está ahí. Hagamos juntos el esfuerzo de extraerla y habremos eliminado muchos males de golpe. Por ello alzo mi copa, celebro y brindo.

Esteban

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6 comentarios:

  1. Gran post, es cierto, siempre debemos defender a las mujeres, saludos.

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    1. Así es, Boris. Y a cualquier persona que lo necesite. Pero, curiosa y desgraciadamente, en España es un asunto muy controvertido, y en parte con razón. Hace pocos años, por ejemplo, un hombre que defendió a una mujer que estaba siendo agredida, después de decirle al agresor que la dejara, este le agredió también a él, pero supo defenderse bien y le partió la cara de una patada dejándolo fuera de combate. Resultado: una juezA le condenó (sí, al que había ayudado a la mujer atacada y a sí mismo) a 6 años de prisión, que luego el Tribunal Supremo rebajó a 4. Sentencias de este tipo se han dado varias, parece el mundo al revés, pero así estamos.
      Estas cosas no ayudan nada, precisamente, a que nadie preste socorro a nadie, suponen un riesgo añadido muy importante. En fin, menos mal que existen los teléfonos móviles, al menos siempre se puede llamar de inmediato a la policía y suelen acudir rápido.
      Muchas gracias por tu atención y tus palabras.
      Un abrazo.

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  2. Mágnifico y esperanzador homenaje! Muchas gracias!

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    1. "Con fe y esperanza todo se alcanza". Santa Teresa.
      Moltes gàcies, Elisa! Me alegra que te haya gustado.
      ¡Saludos!

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  3. Querido amigo: Gracias por el comentario. Yo, soy de la generación que se veía a las mujeres como un peligro en la carretera. Menos mal que hoy nos posicionamos a dar muchos ejemplos al volante a la par de seguir trazando rutas en la vida siempre.

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    1. Somos de la misma generación, amiga Rosa. Pero te aseguro que nunca me creí esa tontería que, desafortunadamente, aún persiste en buena parte.

      Supongo que me ayudó lo suyo, haberme criado en una especie de matriarcado, ver desde niño a muchas mujeres andar en bicicleta, trabajar en fábricas, a alguna que otra conduciendo coches, las que iban por los pueblos con una furgoneta 2CV repartiendo pan, pescado... e incluso a una conduciendo un autobús, cosa que hizo toda su vida y me causaba admiración, te dejo el enlace:
      http://www.xavina.es/es-autos-xavina-s-l--sobre-autos-xavina.html

      Luego, cuando contaba unos 15 años, tuve un compañero de clase cuya madre corría en rallyes (era nuestra heroína), y en 1977, cuando empecé a enseñar a conducir, ya había una mujer ejerciendo como profesora en Gijón.

      Como puedes ver, ni tuve ni tengo ninguna duda de que una mujer, si quiere y tiene oportunidad) puede conducir tan bien o mejor que cualquier hombre.
      Gracias por la visita. Un abraciño.

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