CHARLAS CON JOSÉ ÁNGEL EN OYE RADIO BASAURI
45ª CHARLA (14-11-2012). Primera entrevista. Al Sr. D. José Mari Andrés Martikorena, Director de Autoescuela IRRINTZI, en Basauri. Una autoescuela ÚNICA en España que ha participado en la II EDICIÓN PREMIOS TELEFÓNICA ABILITY AWARDS fallados el pasado 30 de octubre y logrando el 2º puesto en PYMES y Finalista entre más de 200 empresas quedando entre las 50 primeras.
Cuando una persona no puede mover -en parte o totalmente- brazos, piernas, manos, pies... O incluso carece de alguno de estos miembros, aunque paradójicamente sea como consecuencia de un accidente de tráfico, creo que es cuando más útil puede resultar la utilización de un automóvil, una máquina que le permita moverse de una forma autónoma, puede ampliar enormemente sus horizontes y abrir una verdadera nueva dimensión a su vida. Autoescuela Irrintzi trabaja para que eso sea posible, humanizan el milagro.
Autoescuela Irrintzi (debería utilizar el plural porque tiene dos secciones -como se dice en el oficio-, es decir, dos locales y en la misma población, Basauri) es una empresa familiar a la que le viene como anillo al dedo dos palabras latinas que me gustan mucho: Plus Ultra. Porque efectivamente le son aplicables en todos los sentidos: empresarial, pedagógico y de servicio.
Casi todo el mundo sabe desde hace bastantes años que una persona que no pueda mover sus piernas puede conducir un coche con cambio automático al que se le modifica la disposición de acelerador y freno situándolos en un pequeño aro concéntrico con el volante y de menor diámetro que este. Todo mecánico. ¿Pero se imaginan sin brazos? ¿Se imaginan poder conducir con esa terrible limitación? Yo no. No, hasta que hace poco más de un año la Autoescuela Irrintzi lo hizo posible y los medios se hicieron eco de su logro. El Director de la misma, José Mari, y su familia saltaron sin red, se tiraron a la mar sin saber nadar (tampoco había nadie que les pudiese enseñar) convencidos de aprender sobre la marcha, de convertir en realidad aquello de que, lo que uno puede imaginar se puede lograr, con gran sacrificio y un tremendo esfuerzo; con inteligencia y voluntad, perseverando en el intento sin rendirse jamás. José Mari y su envidiablemente cohesionado y consanguíneo equipo han tenido que imaginar como posible lo imposible y encontrar la forma de materializarlo buscando otras empresas en Alemania, Inglaterra, Austria... Han tenido que lidiar con ingenieros y médicos; con Industria (INTA incluido) y Sanidad, con la DGT, ha sido preciso hasta cambiar detalles de orden legislativo en normas de Industria... Y lo peor: los prejuicios, tan resistentes, incluso a las demostraciones y pruebas más evidentes y empíricas. Han trabajado y trabajan denodadamente, han hecho y hacen una ímproba labor que merece nuestra admiración y respeto más absolutos, nuestro reconocimiento y aplauso hasta sentir dolor en las manos.
“Irrintzi” es la palabra con que se denomina un ancestral grito vasco que anima a la lucha en la batalla y a la alegría después de vencer en ella. Es perfecta para esta escuela alentada como por un viento laminar, continuo y fuerte por el significado de Plus Ultra que mencioné antes. Este impulso de ir “más allá” hasta dejó al descubierto algún prejuicio del abajo firmante. Cuando José Mari me contó que ya estaba maquinando para buscar el modo de enseñar a conducir a personas que padecen Síndrome de Down, debo reconocer que en un primer momento (y algunos más) lo vi como una tarea imposible, pensé que, las deficiencias físicas -en sí mismas- no restan capacidad intelectual pero, ¿con Síndrome de Down? Hablando con José Mari recordé que hay personas que sufren esta enfermedad y sin embargo trabajan, incluso hay un hombre que ha logrado licenciatura universitaria con esa patología. Claro, ¿por qué no? Pero lo cierto es que, de entrada, mi prejuicio no abría la puerta a la idea. Debo tener mucho más cuidado con esto; si además ya lo decía mi admirado Einstein: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.”
“Irrintzi” es la palabra con que se denomina un ancestral grito vasco que anima a la lucha en la batalla y a la alegría después de vencer en ella. Es perfecta para esta escuela alentada como por un viento laminar, continuo y fuerte por el significado de Plus Ultra que mencioné antes. Este impulso de ir “más allá” hasta dejó al descubierto algún prejuicio del abajo firmante. Cuando José Mari me contó que ya estaba maquinando para buscar el modo de enseñar a conducir a personas que padecen Síndrome de Down, debo reconocer que en un primer momento (y algunos más) lo vi como una tarea imposible, pensé que, las deficiencias físicas -en sí mismas- no restan capacidad intelectual pero, ¿con Síndrome de Down? Hablando con José Mari recordé que hay personas que sufren esta enfermedad y sin embargo trabajan, incluso hay un hombre que ha logrado licenciatura universitaria con esa patología. Claro, ¿por qué no? Pero lo cierto es que, de entrada, mi prejuicio no abría la puerta a la idea. Debo tener mucho más cuidado con esto; si además ya lo decía mi admirado Einstein: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.”
Hasta ahora solamente hablé de la escuela pero, ¿qué decir de sus muy especiales alumnos? No sé si faltan palabras, seguramente no, seguramente lo que me falta es talento para encontrar las precisas y combinarlas bien. Por supuesto les admiro profundamente y cuentan con todo mi respeto, siempre. Soy también, creo, consciente de que mañana, quizá dentro de unas horas, puedo sufrir sus mismas limitaciones. Nadie estamos libres. Así que, pensemos seriamente antes de ocupar una plaza de aparcamiento reservada para ellos. ¡Qué menos! Personalmente, me he propuesto no expresar ni una sola queja sobre mi destino sin antes pensar en ellos. No tengo derecho, sería una falta de respeto, e ingrato para con la vida.
Me ha costado redactar esta entrada bastante más de lo normal, he tirado varios borradores, cada faceta que he descubierto sobre este tema me ha llenado de asombro. Se pueden escribir varios libros, hacer películas... Parece increíble que IRRINTZI sea una escuela de conducción única en España, ¡pero lo es! Que preste un servicio integral al alumno, literalmente, las 24 h todos los días, que ninguno de ellos haya sufrido un accidente por su culpa -y muy pocos por culpa ajena- en 37 años... Estoy muy agradecido a estos “gestores de libertad” que me han abierto tan francamente sus puertas. Ezkerrik asko!
Para terminar, copio a continuación una cita de su Web: “Todo aquel que quiera adentrarse en el futuro no se debe conformar esperando a que este llegue, si no que debe anticiparse usando todos los medios a su alcance.”
Esteban
P. D.: Por alguna razón que no logro entender (y mira que lo intento) no he podido poner pie de foto a la imagen del sombrero, como suelo y me gusta hacer, de modo que lo hago aquí: ¡Chapó! A alumnos y maestros de la escuela Irrintzi. Fuente: Sitio de Ángeles.
¡Qué ejemplo de empresario! Necesitamos muchos más así en nuestro país, que escuchen las necesidades de los clientes y tengan ilusión por ofrecer servicios realmente útiles. Entré en la pg. web y me encantó. 'Gestores de Libertad'. Qué filosofía más adecuada. ¡Mis más sinceras felicitaciones y mis más sinceras muestras de respeto!
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con tu entusiasmada opinión, Elisa. No sé si José Mari verá este blog pero, por si acaso, le haré llegar tu comentario. Eso te lo puedo asegurar, además, se lo llevaré también en papel.
ResponderEliminar¡Saludos!
¡Te estaré muy agradecida de que le transmitas el mensaje! ¡Saludos!
Eliminar¡Qué menos!
EliminarLo dije hace días y después de ver el vídeo lo vuelvo a repetir: muchas felicidades y mi más sincero reconocimiento.
ResponderEliminarComo profesora puedo decir que ciertos colectivos están claramente marginados del aprendizaje, aunque objetivamente pueden aprender como cualquiera, sólo necesitan apoyos técnicos que no siempre están disponibles. ¿Sabes cuánto duele tener alumnos inteligentes, capaces de entender las matemáticas, cuyo único problema es realmente técnico (libros en Braille, ordenadores, etc.)? Pero yo sé que esto es independiente de su capacidad matemática, ¡hay que apoyarles! y romper prejuicios.
El vídeo me ha gustado mucho. Felicidades!
EliminarEntiendo que este comentario va dirigido a José Mari, sin duda es el digno merecedor de tus elogiosas y sinceras palabras. Ayer le envíe un correo con el enlace de esta entrada y la próxima semana se la llevaré personalmente e imprimida. En todo caso, como en cierto modo me doy por aludido... ¿Aludido? No, no es la palabra, pero bueno, algo parecido; vamos, que con vuestro permiso, participo en la “conversación”.
Algo conozco del dolor que mencionas y sólo el hecho de que lo sientas dice mucho y bueno de tu labor docente cuya naturaleza propicia mucho más padecerlo, porque a conducir se enseña alumno por alumno -lo que para nosotros, en general, lo considero una ventaja, pero no siempre lo es para el alumno, se queda sin referentes-. En mi oficio se puede personalizar al máximo la tarea pero es curioso que, aún contando con esta ventaja, resulta más fácil de lo que parece caer en la tentación de estandarizar la enseñanza; me daba siempre mucha rabia reconocerme en ese error pero tampoco tenía más trascendencia dándose cuenta a tiempo y corrigiéndolo de inmediato. Un inconveniente que nos afecta a muchos colegas de dar “clases particulares” es que nos resulta muy difícil dejar de darlas con nuestra imaginación una vez acabada la jornada. Prácticamente seguimos sentados a la derecha y en la carretera hasta que el sueño nos vence, y, no pocas veces, seguimos en sueños. Desde luego, a quien no le guste de verdad este oficio pasará un auténtico calvario, lo malo es que sus alumnos, una de dos: o se ven obligados a pasarlo también o son vilmente engañados.
Antonio, un colega algo más veterano que yo y que trabajó muchos años en Portugalete decía: “Al alumno hay que enseñarle bien, aunque sólo sea porque te puedes cruzar con él cualquier día.”
Moltes gràcies! ¡Saludos!
Siempre he pensado que tiene mucho mérito ser un buen profesor de autoescuela... ¡madre mía! Adaptándose cada hora a un alumno diferente... Saludos!
EliminarTrabajar literalmente codo con codo con una persona da muchas satisfacciones, si se hace bien la tarea, si uno lo da todo sin reservas, la cara de la moneda siempre es mayor que la cruz. En realidad siempre se lo oí a mi abuela materna, Güeli: "Manos que no dais, qué esperáis".
EliminarBona nit i gràcies!
Eso es verdad. Y por cierto, se me quedó en el tintero que ésta es la única autoescuela que conozco que hace públicas sus tasas de accidentalidad (ningún accidente por su culpa en 37 años), información que tendrían que publicar todas (con estadísticas bien hechas, claro).
EliminarComentando este vídeo con gente me he dado cuenta de que los prejuicios están muy muy arraigados... ¡es una lástima!
Buena idea, hacer esa personal encuesta sobre los prejuicios y una verdadera lástima, sí, comprobar que estén tan arraigados.
EliminarSobre lo que dices de las estadísticas, dudo mucho que se pueda establecer una relación causa efecto entre el número de accidentes de los alumnos y la enseñanza que reciben. En lo que yo he visto la actitud del alumno es totalmente determinante y no veo nada claro cómo puedo influir en ella para que sea la adecuada, lo he intentado miles de veces y de mil formas diferentes; a veces, parece que sí he influido algo pero no estoy seguro. Siempre que un alumno y/o sus padres me han mostrado su gratitud por mi trabajo, siempre les he contestado muy convencido que el mérito era suyo, no mío. Cuando se quejaban del recorrido del examen o del examinador, entre otras cosas, también les decía: “tú conduces...”. Cuando se quejaban de mí hablábamos mucho más ampliamente del asunto hasta solucionar el problema. No sé, el tema da para mucho y podría contar muchas, muchas cosas. Alguna que se me viene a la cabeza: Te parecerá increíble, pero conozco (y bastante) a un colega que con 13 años (sí, con 13 años) daba clases de camión y en carretera abierta en la autoescuela de su padre. ¿Qué te parece? Mi amigo es más joven que yo (unos 5 ó 7 años), muy buen profesional y en un pueblo no tan pequeño ni tan perdido de... digamos algún lugar del norte de España, cuando su padre tenía mucha faena, no había apenas profesores... pues le ponía a dar clases de camión. Por supuesto este colega sólo “sabía” conducir el camión sin problemas en pista cerrada y algo en carretera, recorridos muy cortos y solitarios, pero las clases las daba con toda normalidad y en más de una ocasión les paró la Guardia Civil pero al adulto que iba al volante no le pedían el carnet (se daba por supuesto que lo tenía, otro prejuicio que sale, ¡lleva un camión!) y del niño que iba a la derecha, normalmente no les preocupaba y, si preguntaban algo, era hijo, sobrino, amigo del hijo... y ya está. Desde luego, nunca hubo un índice nada, nada significativo de accidentes entre los alumnos de esa autoescuela.
La estadística a la que te refieres, sí solemos hacerla de un modo coloquial y espontáneo entre colegas, no podemos extraer ninguna conclusión empírica, claro, pero sí sorprende muy claramente cómo excelentes profesionales tienen ex alumnos que cuando te encuentras con ellos en la carretera da vergüenza hasta saludarles, por lo mal que conducen. Más sorprende, cuando algún alumno muy bueno (y en todos los sentidos) es claramente responsable de algún grave accidente, sin drogas de por medio (incluyo el alcohol, claro), ni fin de semana, ni de noche... ¿Por qué?
Por cierto, y por si acaso, durante muchos años ha sido muy habitual que a los conductores de camiones y autobuses cuando los paraba la policía, por la razón que fuese, les pedían todo tipo de documentación pero muy, muy raramente el permiso de conducir, ¡cómo no va a tener carnet el que lleva un vehículo grande! Desde hace unos cuantos años ya no ocurre eso, lo piden. Que nadie se llame a engaño.
¡Saludos!
Tienes mucha razón en que las estadísticas son un arma de doble filo... enseño Estadística en la universidad, y la verdad es que es muy fácil hacerlas mal, tergiversadas, etc. y para más colmo interpretarlas también mal. Pero fíjate que no acabo de ser contraria a este método: si se publicara algo parecido, de tener un alumno con 'mala actitud', la autoescuela trataría de que se fuera a otra autoescuela,... no sé. De momento la única encuesta fiable es el 'boca a boca' entre los vecinos, y en general me fío más de una autoescuela 'familiar', quizás son cosas mías, pero creo que en una familiar (como en cualquier negocio familiar) el trato es más cercano, y eso influye en el aprendizaje, al menos para mí. Saludos!
EliminarLas estadísticas son útiles para infinidad de cosas, desde luego. Se me ocurre ahora, y no me hagas caso, pero... ¿Y si invitas a tus alumnos a que hagan una tesis sobre esto de accidentes y autoescuelas? Dudo que sea posible, pero... yo soy lego en la materia. Sería muy novedoso, seguro, y si el estudio llega a buen puerto, revolucionario.
EliminarYo tengo mucha fe -por decirlo así- en el calado subliminal de los mensajes. Por ejemplo: todos recordamos con el paso del tiempo y así transcurran mil años alguna cosa que hemos oído a algunos de nuestros profesores. En mi oficio, hace tiempo que tengo la convicción de que algunos ex alumnos, alguna vez, recordarán algo que yo les dije justo a tiempo de evitar un accidente. Igual peco de vanidad, o es una forma de justificar mi paso por este mundo; pero no es algo imposible, ¿verdad? Cuando escucho a colegas que hablan con tristeza y desolados de lo inútil que perciben su trabajo a pesar de su dedicación, desvelos y esfuerzos siempre les digo esto, y generalmente asienten y se sienten mejor. Lo refleja su cara.
No te puedes imaginar, Elisa, la alegría que me has dado cuando dices: “de tener un alumno con 'mala actitud', la autoescuela trataría de que se fuera a otra autoescuela,...” Lo voy a enmarcar. Porque el abajo firmante ha hecho eso algunas veces (verbalmente y por escrito) y, usted perdone, sin estadísticas, y todos los colegas con los que trato cuando se lo he contado me han dicho: “ESO NO SE PUEDE HACER, ESTEBAN”. En cuanto los vea se lo voy a meter por el morro, seguirán pensando lo mismo, pero al menos sabrán que no estoy solo.
Por supuesto, las veces que me vi obligado a invitar a un alumno a cambiar de autoescuela o a dejarlo (al menos por un tiempo), le dije muy claramente que NO era una expulsión, ni ningún tipo de castigo si no algo completamente lógico: si tenemos que trabajar juntos, debemos conciliar objetivos imperativamente; no es posible hacer nada con nadie si mientras uno acelera el otro frena (esto era así hasta literalmente -a veces- y el coche resulta inconducible, claro). Pero ningún colega lo entiende; aunque hay una excepción: hace tiempo que no la veo, pero es una compañera, una mujer con mucho carácter -algo bastante común entre las mujeres criadas a orillas del Cantábrico- me contó una vez que ya estaba tan harta de un chaval y de conversaciones estériles con él, que terminada una clase entró en la autoescuela y le dijo a la secretaria: “Hazle la cuenta, dale el expediente y que se largue, no quiero volver a verle. Me da igual que pague o no lo que debe”. Genio y figura. No son formas, ella misma me lo dijo “pero no aguantaba más”; quizá soportó demasiado y explotó, pero la conozco y no me cabe duda de que tendría poderosas razones para hacerlo.
CONTINÚA...
Si la familia se puede definir como la fuente más importante de neurosis, si encima los ponemos a trabajar juntos... Es una bomba. He conocido y conozco muy pocos negocios familiares que funcionen bien, creo que es algo bastante excepcional. Pero los casos que van bien han de ser una maravilla, desde luego. Negocio familiar era el del amigo que conté que con 13 años daba clases de camión... Ya no existe ese negocio y cada cual se dedica a cosas diferentes. También la tienda del padre de Manolito, el amigo de Mafalda... Pero, sí, yo también prefiero el pequeño comercio, a poco que te escuchen será fácil entenderse, al menos, siempre hay alguien con quien poder hablar, en las macrotiendas muchas veces no encuentras ni a quien preguntar pero me he visto obligado muchas veces a ir a ellas por los horarios de la autoescuela; hasta en Inglaterra los he visto trabajar en sábado y cuando por las tardes ya está todo el mundo en sus casas, mis colegas ingleses andan por las calles como almas en pena. Pero tu vives en Barcelona (por cierto, ¿por qué la llamáis por el indicativo aeronáutico? me resulta muy curioso) y, en lo que yo he vivido, cuantas veces estuve en tu ciudad y en otros lugares de Cataluña, sin excepción, percibí un trato muy distinto a cualquier otro lugar, tenéis un profundo respeto por el posible cliente, pero nada servil, es... un muy desarrollado sentido e instinto comercial. “Son fenicios” digo entre amigos cuando sale el tema, por supuesto sin ánimo peyorativo alguno y con admiración y respeto. Tengo algunos amigos extranjeros que han viajado mucho por buena parte del mundo y me han dicho que los hoteles donde más a gusto se encuentran son los de BCN (o Barna, ¿antes no se decía así?). No hace tantos años, la mayoría de los viajantes de comercio que recorrían España eran catalanes, uno de ellos, puso el nombre de “Heno de Pravia” a sus productos cuando visitó el pueblo de mi madre, un verano recién cortada la hierba llenando el aire de su perfume. Desde luego, ni aquí ni en Asturias se trata tan bien al cliente, aquí hay sitios, que vas a comer y es: o todos menú, o todos carta; o te apetece beber vino pero no una botella, pues una copa te la sirven en la barra pero en el comedor la botella o agua, increíble. En Cataluña yo nunca vi esas cosas, escuchan al cliente, no imponen sus manías o sus normas, no son absurdamente rígidos; les importa tu interés, como es lógico. En fin.
EliminarBona nit!!!
No me expresé bien, Esteban, algo de lo que creo que peco a veces. Por 'familiar' entendía 'pequeño comercio', donde siempre encuentras alguien que responde. Aquí es cierto que hay una gran tradición comercial, pero con esto de las grandes superficies se ha perdido mucho, es toda una pena. Esto era tierra de pequeños empresarios, pequeños talleres y pequeños comercios. Ahora hay grandes superficies y la ciudad parece más para los turistas que para sus habitantes. Una pena, creo que como en el resto de España, quizás con la excepción del País Vasco, donde aún parece haber industria autóctona.
EliminarEscribimos BCN por no escribir Barcelona que es muy largo. Aquí se llevan mucho los nombres cortos y diminutivos ¡Barcelona tiene 4 sílabas! Y lo de 'Barna' suena muy pijo, ¡nadie lo dice!
Por cierto que yo he estado (muy lamentablemente) en pocos sitios de España pero siempre me he sentido bien tratada en los restaurantes y comercios...
Y yo creo que un profesor de autoescuela tendría que poder plantarse cuando, como tú dices, la actitud del alumno escapa de lo normal.
No estaría mal lo de la estadística y las autoescuelas. No dirijo personalmente trabajos de Estadística (mi especialidad son los modelos matemáticos aleatorios, especialmente en finanzas), pero será interesante trasladar la idea a gente especialista en el tema.
Saludos!
Eso creí entender, Elisa, además negocio familiar y pequeño comercio vienen a ser sinónimos, prácticamente. Creo que te expresas muy bien, pero yo tengo una fuerte tendencia a irme por las ramas, aprovechar aquello de que el Pisuerga pasa por Valladolid... ¿Ves? Ya empiezo.
EliminarGracias por aclararme lo de BCN, hace tiempo que tenía esa curiosidad. Borraré lo de "Barna".
Un profesor de autoescuela, generalmente, puede plantarse; aun trabajando por cuenta ajena, hablas con el jefe antes, le explicas lo que ocurre, le pides ayuda, le invitas a que hable él con el alumno, a que pruebe a darle clase, a estar presente durante la misma... Hay recursos. También habrá algún caso, claro, en que el jefe sea un déspota y no atienda a razones. Pero todos esos colegas que me dicen que eso no se hace, creo que en el fondo se trata más de un prejuicio, un tabú, una cuestión casi de honor, una mancha en su historial profesional... También conozco muy bien algún caso en que sólo se trata de dinero, nada más. Sólo temen no cobrar lo que el alumno debe si le invitan a irse. Muy mezquino, hasta para con ellos mismos, se pierde más en salud.
Curiosamente, los casos en que yo hice eso, fue el propio alumno quien después de "recibir mi invitación" pidió la cuenta y pagó. Y, francamente, y aunque esté feo que yo lo diga, pero es lo que pienso: creo que su decisión de pagar se vio reforzada por la honestidad de mi gesto porque tuvo que percibir claramente que de él, no me interesaba nada su dinero, sino su actitud.
A esa "invitación" no se llega de forma súbita, como bien sabes; tiene su desarrollo y durante el mismo, aun subliminalmente, el alumno percibe mi disposición, se percata de mi postura y la agradece y respeta, pondría la mano en el fuego.
¡Saludos!