Soy un inválido intermitente que llega al volante por su propio pie, coloco el asiento sólo moviendo botones, me pongo el cinturón, y también imagino que con mis brazos puedo ejercer tan poca fuerza que ni puedo mover el volante por mucha asistencia que tenga la dirección, por cierto también graduable. Así que muevo este último con un joystick que utilizo con mi mano derecha (moviendo la palanca hacia la derecha las ruedas giran hacia ese lado y a la inversa; con algún dedo de esa misma mano toco los botones de selección del cambio automático. Con la mano izquierda, en una palanca por ese lado, regulo acelerador (hacia adelante) y freno (hacia atrás). En ambas palancas se puede regular la posición de las mismas (para manejarlas con la mayor comodidad y eficacia posible) y la cantidad de fuerza que queramos ejercer sobre ellas para que actúen sobre acelerador, freno y dirección. También es posible tener todas estas funciones en un solo joystick, mas José Mari me las dispuso divididas en dos manos, no pregunté, pero poco más tarde entendí muy bien porqué.
Aquí recibí la cura de humildad, no está mal, recién comenzado el año. |
Arranca el motor mi colega, tanteo los mandos en parado, quito el freno de estacionamiento tocando un botón y selecciono “D” tocando otro. Empiezo a oír palabras muy, muy conocidas de las que durante muchos años era emisor, y ahora soy receptor: suave, despacio, sintiendo; suave, despacio, sintiendo... Muevo un poco el coche dentro de la zona de estacionamiento que sigue estando muy tranquila (a Dios gracias) y me incorporo a la travesía que cruza el pueblo, pasamos la plaza y salimos hacia una carretera en pendiente descendente que va a dar a una zona industrial de Arrigorriaga. La carretera es muy estrecha (para cruzarse con otro turismo en algunos puntos uno de ellos debe parar), retorcida, con curvas sin ninguna visibilidad, cruza un bosque, se ven algunos caseríos, ovejas... el paisaje es precioso, hasta con mal tiempo. Bajando, el corte del monte queda a la derecha haciendo un pequeño precipicio, nada espectacular pero más que suficiente para tener un accidente grave si uno se sale, en muchos tramos no hay quitamiedos ni guardarraíles; sigue haciendo frío, la calzada está mojada y llueve, ni suave ni fuerte y algo intermitentemente. El profesor me dice que las primeras clases con personas discapacitadas las da por esa carretera, desde luego es muy tranquila, apenas hay tráfico y este es el factor más importante a tener en cuenta, poder trabajar sin estorbar nada o casi nada; aún así, yo estorbé.
Este vídeo está sin editar, solamente repite el recorrido de prueba a la ida.
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Soy un paralítico que no puede mover las piernas, pensaba que tendría que concentrarme bastante para evitar que mis pies se fuesen a tocar los pedales o mis manos al volante; pero no, las manos estaban ocupadas (era más fácil), sin embargo, los pies se mantuvieron tranquilos atrás, me sorprendió. Sí me llamaba la atención bastante, ver (aunque no mirase) cómo giraba el volante “solo” y, sobre todo, lo rápido que lo hacía y hasta el tope con un movimiento, a mi parecer, muy pequeño en la palanca. Había pensado antes, ingenuo de mí, que en algún momento José Mari podría grabarme y yo a él. Pero él tenía que estar muy atento al doble mando, que tuvo que utilizar unas cuantas veces, por cierto; y yo no podía ni ajustarme las gafas al entrecejo. Ni poner intermitentes siquiera, que apenas hacía falta, menos mal.
Este vídeo está sin editar, solamente repite el recorrido de prueba a la vuelta.
Ya un día que hablé con José Mari antes de la entrevista, según le escuchaba me dio la impresión, y se lo dije, que conducir su coche con las adaptaciones no debía de ser nada fácil. Él, medio riéndose, me dijo que no; -no, no es tan difícil, hombre, enseguida se coge el tacto-. Les puedo asegurar que a mí me resultó mucho más difícil de lo que imaginaba. Nunca me vi tan torpe manejando una máquina. Nunca. Y con diferencia. Ni de niño con la bici, ni tantas primeras veces como tuve: con el 600, el camión, autobús, camión con remolque grande, turismo con remolque pequeño, moto, automóviles muy viejos y en pésimo estado... Cualquiera que me viese podía pensar perfectamente que era la primera vez que conducía en mi vida; no tomé una sola curva bien, me costaba llevarlo recto, perdía trayectoria, me quedé dos o tres veces detenido en una curva con toda la dirección girada. Apenas podía mirar el velocímetro y las pocas veces que lo hice la aguja marcaba al rededor de ¡20 km/h! Creo que no llegué a 40 en ningún momento. Como dato más objetivo, diré que subimos y bajamos por esa carretera (abajo hice un estacionamiento en línea y arriba en batería) invirtiendo un tiempo en total de casi una hora y treinta minutos para recorrer, aproximadamente, 30 km entre ida y vuelta. Luego repetí el recorrido con mi coche y solo, estacionamientos incluidos, en 23 minutos y 50 segundos. Vamos, redondeando, ¡Una hora de diferencia! Debo añadir, que durante toda la prueba estuve totalmente concentrado en la faena, que me lo tomé con mucha seriedad, que intenté hacerlo lo mejor posible y seguir todas las indicaciones de mi excepcional profesor al pie de la letra -siento haberte hecho trabajar tanto, José Mari, no era mi intención, creo que lo sabes-, pero... El resultado ha sido el que fue. Y desde luego una auténtica cura de humildad, que nunca sobra; se lo dije a José Mari en una de las pocas veces que me atreví a hablar, y le hice reír.
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Ya un día que hablé con José Mari antes de la entrevista, según le escuchaba me dio la impresión, y se lo dije, que conducir su coche con las adaptaciones no debía de ser nada fácil. Él, medio riéndose, me dijo que no; -no, no es tan difícil, hombre, enseguida se coge el tacto-. Les puedo asegurar que a mí me resultó mucho más difícil de lo que imaginaba. Nunca me vi tan torpe manejando una máquina. Nunca. Y con diferencia. Ni de niño con la bici, ni tantas primeras veces como tuve: con el 600, el camión, autobús, camión con remolque grande, turismo con remolque pequeño, moto, automóviles muy viejos y en pésimo estado... Cualquiera que me viese podía pensar perfectamente que era la primera vez que conducía en mi vida; no tomé una sola curva bien, me costaba llevarlo recto, perdía trayectoria, me quedé dos o tres veces detenido en una curva con toda la dirección girada. Apenas podía mirar el velocímetro y las pocas veces que lo hice la aguja marcaba al rededor de ¡20 km/h! Creo que no llegué a 40 en ningún momento. Como dato más objetivo, diré que subimos y bajamos por esa carretera (abajo hice un estacionamiento en línea y arriba en batería) invirtiendo un tiempo en total de casi una hora y treinta minutos para recorrer, aproximadamente, 30 km entre ida y vuelta. Luego repetí el recorrido con mi coche y solo, estacionamientos incluidos, en 23 minutos y 50 segundos. Vamos, redondeando, ¡Una hora de diferencia! Debo añadir, que durante toda la prueba estuve totalmente concentrado en la faena, que me lo tomé con mucha seriedad, que intenté hacerlo lo mejor posible y seguir todas las indicaciones de mi excepcional profesor al pie de la letra -siento haberte hecho trabajar tanto, José Mari, no era mi intención, creo que lo sabes-, pero... El resultado ha sido el que fue. Y desde luego una auténtica cura de humildad, que nunca sobra; se lo dije a José Mari en una de las pocas veces que me atreví a hablar, y le hice reír.
Este vídeo es mucho más interesante
A pesar de todo, espero y deseo encarecidamente, que nadie que pueda necesitar este tipo de automóvil, se deje influir negativamente por lo que cuento. Es cierto cuanto digo y tengo testigo, pero también lo es que, si yo mismo en un futuro necesitase un coche adaptado (toco madera), aprendería a conducirlo en cuanto pudiese. Sin ninguna duda, se puede aprender, si físicamente hay alguna posibilidad de hacerlo, ¡se puede! Por favor, que nadie lo dude. Hay muchos excelentes y admirables ejemplos. Además, el día de la prueba ocurrió algo muy curioso; aunque dicen que las casualidades no existen y probablemente sea muy cierto, lo tomaré como si lo fuera. Después de hacer el recorrido fuimos a tomar un vino y un pintxo, mientras hablábamos tranquilamente sonó el teléfono de José Mari, le llamaba David Rivas para comunicarle que acababa de hacer su primer viaje largo: Madrid-Cádiz. ¡Felicidades y enhorabuena, David! Me alegro mucho, de veras que me alegro mucho. Y José Mari más, cuando colgó el teléfono me dijo muy espontáneo y con inequívoco gesto de alegría que, estas cosas... Estas cosas son las que de verdad te llenan de satisfacción. Sí, tienen que hacer que uno se sienta para sus adentros más alto, fuerte y ancho que la pared de un frontón.
Antes, en el segundo párrafo de la entrada anterior, hablé del franqueo de una puerta a una auténtica nueva dimensión. José Mari presta una ayuda inestimable para abrir esa puerta y pasar su umbral, le admiro, tiene mucho mérito. José Mari, y el familiar equipo con el que trabaja y del que hasta ahora no hice ninguna referencia, pero él sí, frecuentemente. Él abrió el camino, pero su familia no solo le sigue y apoya, trabaja con él, se complementan perfectamente, sin ellos, un hombre solo no llega ni tan lejos ni tan alto, así me lo parece. Todos son dignos de que uno se ponga de pie y se quite el sombrero cuando los vea.
¡Y respetarlo! |
Y quedan los alumnos, pasados, presentes y futuros; futuro en el que podemos estar cualquiera (conviene tenerlo en cuenta, sin que nos dé miedo, sólo por ser más conscientes, cuidadosos y solidarios). Ellos son lo verdaderos protagonistas, los que sin su tremendo, tesón, valor, trabajo, esfuerzo, perseverancia... Por más que el equipo de Irrintzi les abra la puerta de otra dimensión, ellos, y sólo ellos pueden pasar el umbral. He admirado siempre a estas personas pero ahora puedo hacerlo desde una perspectiva que amplía mi campo visual y le da más profundidad. No creo que antes mi admiración tuviese alguna reserva, pero desde luego ahora es incondicional y absoluta. Me he calzado sus zapatos y anduve unas pocas millas en ellos. Les animo a que lo hagan en mil aspectos de la vida cuando tengan ocasión. Es muy revelador.
Esteban
Pues yo he de confesar que me he sorprendido al ver los vídeos. Y realmente, he visto que mis prejuicios me llevaban inconscientemente a imaginarme que este tipo de vehículos harían recorridos más 'fáciles', desde luego nada de ir por carreteras estrechas sin quitamiedos y con precipicios.
ResponderEliminarO sea, que este vídeo sería suficiente para tirar por tierra muchos prejuicios. Es una gran suerte-y mérito- por parte del equipo de Irrintzi haber superado estos prejuicios colectivos partiendo de cero, y desde luego demuestran una gran empatía dándose cuenta de lo que significa poder ir a todas partes sin depender de que te lleven. Saludos!
Me alegro que los vídeos hayan servido para eliminar prejuicios, con eso no contaba. En realidad, y en un primer momento, los hice pensando en mí; luego, ya que los tenía, los puse ahí, siempre puede haber alguien (como vos) que vaya más allá y puede satisfacer su curiosidad y lograr más información.
EliminarEn principio, yo tampoco me esperaba esa carretera, francamente. Menos aún, que fuese recorrido habitual de las primeras clases de coche con personas discapacitadas -los prejuicios arraigan profunda y silenciosamente, como ves-, eso, a pesar de estar totalmente convencido de que sería ideal dar las primeras clases de coche (para cualquier alumno) en circuito cerrado, o lo más parecido, y que siempre he buscado -como la mayoría de los colegas- las carreteras más solitarias posible y lo más próximas que se pueda al punto de partida, normalmente la autoescuela; aunque esto coincida casi siempre con carreteras difíciles, lo que prueba -como bien sabemos casi todos los del oficio- que la dificultad de una ruta: por trazado, orografía anchura y estado de la calzada, etcétera, es el menor de los inconvenientes a la hora de conducir. Así pues, la decisión de Jose Mari es completamente lógica, lo sé desde siempre, y sin embargo...
También me descubrí nítidamente otro prejuicio cuando hablando con Jose Mari en la autoescuela una tarde antes de la entrevista, me comentó que también disponía de motos para personas discapacitadas. No daba crédito, incrédulo y hasta sonriendo le pregunté ¿pero hay personas, por ejemplo parapléjicas, que quieran andar en moto? Sí, me contestó, claro. ¿Pero eso no es rizar el rizo? Hemos tenido alumnos que se han quedado parapléjicos por un accidente de moto, pero les gusta andar en moto; quieren pueden... ¿por qué no? Naturalmente, no tuve más remedio que asentir, pues sí, ¿por qué no? Están en su derecho y es admirable que lo ejerzan, también se merecen nuestro aplauso. Al hilo de esto, en España hay un piloto de ultraligeros parapléjico, al menos uno, que yo sepa, y pasó toda una odisea para conseguir la licencia.
Ciertamente, el equipo de Irrintzi tiene un mérito increíble, se mire por donde se mire, desde cualquier punto de vista hacen una labor impresionantemente magnífica. No hay reunión de autoescuelas en la que no se oiga varias veces “dignificar la profesión”. ¡Así se dignifica!
¡Saludos!
Desde luego que es increíble y realmente extraordinario esta enorme mezcla de empatía, positivismo y arrojo de Irrintzi, que no se queda ahí, pues la parte técnica y la parte burocrática han de ser difíciles.
EliminarLamentablemente hoy en día no hay ocasión de ir a hacer las primeras clases a un circuito cerrado, lo cual es -con perdón- un despropósito. Intentar cogerle 'el tacto' al embrague en una avenida de 4 carriles... pues no.
No sé si lo peor es la carretera o el tráfico... lo peor es desde luego todo junto.. esa carretera... con otros coches circulando... me da respeto, la verdad.
Saludos!