sábado, 31 de agosto de 2013

REVENTÓN PROPIO... COMO MAL MENOR

Dos entradas más atrás les decía que había tenido dos reventones que no añadía a la lista que allí mencionaba y creo que estarán de acuerdo conmigo, ahora verán porqué. 

Los dos ocurrieron con coches de autoescuela y dando clase, ambos, poco tiempo después del primer reventón y mucho antes del segundo. El primero fue en una carretera de las afueras de Gijón (entre el Infanzón y La Providencia), en un tramo llano en curva a la izquierda y con visibilidad. Nos encontramos con un montón de ladrillos que ocupaban una pequeña parte del lado derecho de la calzada, iríamos a unos 50 km/h, la alumna tardó en girar y yo en corregirla, de modo que íbamos hacia el montón de ladrillos; frené, giré a la izquierda e inmediatamente después a la derecha, otra vez a la izquierda (poco) y logré seguir ya estable en el carril de nuestro sentido evitando invadir el contrario, por el que venía un coche. 

Libramos el montón de ladrillos y el otro carril pero no un ladrillo suelto que estaba más cerca del centro de la calzada, la rueda delantera derecha pasó por encima del mismo y reventó. Cuando le di la novedad a mi jefe me dijo, y nunca lo olvidé, que él, procuraba (siempre que pudiese) no pisar ni un papel de periódico “no sé lo que puede tapar”. Tenía mucha razón pero también dio por buena y válida mi explicación.

El segundo caso, sucedió poco después. Conducía el coche un hombre que bien podía ser mi padre, alto, grande, muy fuerte y excelente persona, pero tenía auténtico pánico a conducir. 

Sensación de libertad por tierra y aire, en dos y en tres dimensiones.
Un coche como este, de color rojo, fue el protagonista de los dos sucesos.
Fuente: rafelin71.wordpress.com
Bajábamos del Infanzón a Somió, también al lado de Gijón y era de noche; el tramo en el que estábamos en ese momento era recto y terminaba en una curva a la izquierda que ya estaba muy próxima, la carretera era muy mala, estrecha, sin arcenes, abombada, con muchas irregularidades, sin marcas viales y con alguna que otra bombilla colgada de un poste por toda iluminación; como en el caso anterior estaba seco y la velocidad aproximada era de unos 60 km/h. De la curva salió en sentido contrario un coche un poco abierto, nos cruzábamos, pero mi alumno se veía chocando de frente con él y giró bruscamente a la derecha. Tenía las dos manos en el volante, los brazos completamente estirados, la espalda hacia atrás y la cabeza hacia adelante y gritando; intenté parar el giro del volante con la mano izquierda, le pedí que lo soltase, pero le resultaba imposible y yo no podía moverlo. 

Creo que tengo un instinto de supervivencia muy fuerte, me vi subiendo campo a través por el monte y dando un sinfín de vueltas de campana, acabando ambos muertos o con secuelas terribles para siempre. ¡No quería eso! Así que le di un golpe con toda mi alma a mi alumno por debajo de sus costillas con mi codo izquierdo. Y funcionó, soltó las manos agarré el volante y logré que sólo la rueda delantera derecha entrase en la cuneta, ¡Y sacarla! Reventada y con la llanta doblada, pero sin ningún daño más. 

Pude recuperar el control, detuve el coche en un pequeño apartadero enseguida, perdí perdón a mi alumno, le pregunté cómo estaba... Bien, muy bien, me dijo. En cuanto a mi ruego de perdón, respondió que nada de perdonar, que era al revés y que me agradecía mucho que le hubiese dado el codazo “si no matámonos por ahí, oh. Ficisti muy bien”. Cuando aquella noche nos despedimos, medio en broma, medio en serio, le dije que tuviese en cuenta lo dicho para el día siguiente, no fuese que cambiara de opinión y le dieran ganas de devolverme el golpe, porque como lo hiciera me mataba. 

Esta historia tuvo un final feliz más allá del que conté, no sólo porque mi alumno no cambió de opinión al día siguiente, sino porque a partir de aquel día comenzó a progresar en su aprendizaje de un modo muy notable y el miedo desapareció. Dio las siguientes clases con gusto y sin sufrimiento, angustia ni ansiedad, sudaba más o menos igual que antes (que era mucho, eso que estábamos en invierno) pero no por el pánico sino por el trabajo, esfuerzo y empeño que ponía en aprender. Logró su permiso de conducir sin más dificultades, compró un coche y hasta que nos perdimos la pista unos años más tarde, condujo bien y sin problemas. Sin pretenderlo, aquel incidente resultó una buena terapia para la amaxofobia y para conducir sin miedo. Espero que ustedes no la necesiten nunca.

Tensores de toldos de camiones,
también pasé por encima.
Fuente: seysu.es
Afirmaba en la entrada anterior que los neumáticos actuales son mucho mejores que los de aquellos años (los incidentes aquí relatados sucedieron en 1977), desde entonces, y especialmente en los exámenes, he pasado por todo tipo de baches, pequeñas tapas de alcantarillas abiertas, piedras, calzos de camiones, herramientas, tensores de cintas de sujeción de toldos de camiones... He subido y bajado bordillos de aceras de todo tipo, he sentido tropezar las ruedas contra ellos... Todo ello en un abanico de velocidades que va desde poco más de cero a cien kilómetros por hora, y en todos estos casos puedo dar fe de que nunca tuve ni un pinchazo. Sin embargo, eviten confiarse, por favor, nunca se sabe. Recuerden el caso de la entrada anterior en el que un pequeño trozo de hormigón que no sería mayor que un puño, a una velocidad bajísima, hizo reventar una rueda del Visa. Pero hay una cosa que sí se sabe: Con cualquiera de los percances que menciono en este párrafo, con uno solo, la estructura del neumático queda dañada. Luego es necesario tenerlo en mente siempre y adaptar la forma de conducir a esa circunstancia. Yo siempre guardo memoria de cuantos percances sufren las ruedas, cada una de ellas. Así que siempre me hace mucha más ilusión estrenar ruedas que zapatos.

Un turismo sin remolque no está obligado a llevar calzos, pero son muy aconsejables.
Pues "el uso de piedras u otros elementos naturales" están prohibidos,
y cambiar una rueda en pendiente sin ellos, peligroso y difícil.
Fuente: aespur.es
El estado de los neumáticos afecta muchísimo al comportamiento del vehículo, pudiendo ser fácilmente la causa última que provoque un accidente. A mí me ayudó mucho a tomar conciencia de esto pensar en ruedas y coches comparándolo con zapatos y cuerpo humano. ¿Iríamos al monte con zapatos? No. ¿Podemos correr con tacones? Tampoco. Y sólo son dos ejemplos.



Las prestaciones de los neumáticos se van perdiendo gradualmente y es difícil darse cuenta. Sin embargo, a medida que vamos practicando y lo hacemos de un modo consciente y atentos no tardaremos mucho en ir desarrollando la sensibilidad suficiente para percibir los avisos que nos van dando los neumáticos sobre su degradación, bastante antes de acercarnos al famoso 1'6 mm.



Bien sea como consecuencia del desarrollo de esa sensibilidad, bien por la observación directa que, cuando menos, permite apreciar claramente cómo se va alejando un neumático del ideal al que responde siendo nuevo, lo más importante es tener en cuenta que no le podemos exigir lo mismo que cuando lo montamos, y adaptar nuestra conducción a esta realidad. ¡Esto es lo más importante! Y esto es lo que casi nadie tiene en cuenta nunca.


Fuente: Internet. Encontré esta foto buscando imágenes de "adaptación", la recorté,
perdí la dirección -siempre me gusta citarla, qué menos- y no la he vuelto a encontrar.
Lo siento.

Con unas ruedas que tengan unos 30.000 km encima y una vida útil de 20.000 km más (este es un ejemplo muy relativo, pero sirve), habrá que ser más prudentes con las distancias de seguridad, los apoyos en curvas, las velocidades de paso por ellas, las calzadas mojadas, las pendientes, el paso por charcos y balsas de agua... y especialmente conscientes de que ante una situación crítica, su nivel de respuesta será menor y proporcional al aumento de nuestra exigencia. Así pues, es necesario aumentar nuestra capacidad de prevención y de anticipación. Y vuelvo a la mínima escala: ¿Podemos andar sobre el pavimento de nuestro portal recién pasada la fregona sin caernos? Sí, si ponemos el cuidado suficiente, ¿verdad? Pues lo mismo.

Esteban


14 comentarios:

  1. No ha de ser fácil ser profesor de autoescuela. Madre mía.
    Por cierto que es muy curiosa la desaparición de una amaxofobia después de esta experiencia. Pero no me extraña. En mi opinión la amaxofobia tiene su origen en el miedo a lo desconocido, desde antes de pisar una autoescuela. Esa experiencia convirtió a lo desconocido en algo 'conocido', a algo real con lo que se podía lidiar a base de buena conducción. Y por tanto el miedo irracional desapareció y sólo quedó lo racional: el empeño por hacerlo bien.
    Saludos!

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    1. No, no lo es. Pero garantiza emociones fuertes, mucha gente paga por eso, ¡y a nosotros nos pagan! ¿Ves qué suerte tenemos?

      El caso de aquel hombre fue uno de los más graves que he tenido en mi vida, y yo era un perfecto novato en el oficio. Me sorprendió mucho, por que con lo grande que era y el fornido y saludable aspecto que tenía podía apreciar que temblaba como si estuviese recibiendo una descarga eléctrica, antes de llegar a parar el coche con el alumno anterior. Parecerá increíble pero es cierto: temblaba entero, y fue así desde le primer día hasta que ocurrió el revelador suceso, que, desde luego, fue mano de santo.

      Yo no estoy seguro de las razones de esa "curación", pero muy probablemente, sea como dices. Lo que más me sorprendió, fue verle al día siguiente esperando de nuevo para dar la clase, pues hubiese jurado que no volvería jamás. Me alegró mucho verle; sí señor, así se hace, este paisano está hecho de una pasta especial, a ver si se me pega algo, pensé. Es una suerte cuando contactamos con personas que tienen virtudes fuera de lo común. Otra ventaja de mi oficio.

      ¡Saludos!

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    2. Este comentario lo puse ayer, 1 de septiembre a las 10:33, pero por error, con mi nombre. Acabo de darme cuenta ahora. Perdón. Gracias.

      Pues no sé si llamarle suerte... Pero un buen profe de autoescuela tiene mucho mérito. Además, es sorprendente que no le gritaras, ni le insultaras, ni le echases en cara que por poco os matáis, que lo volvieras a aceptar como alumno... ¡claro que aprendió a conducir!
      Por cierto: ¿cómo es que todo el mundo que confiesa haber sentido miedo a conducir, son gente 'de la que nunca lo hubiera pensado' (hombretones, mujeres muy seguras de sí...)?
      Saludos!

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    3. Hummm... Bueno, si no me dedicase a lo que me dedico, quizá sorprendiese lo que dices, pero, desde luego, nunca he insultado a un alumno, ni le he echado en cara un peligro, ni se me ha pasado por la cabeza dejar de aceptarle como alumno por un error que cometiese, por grave que fuese. Es más, cuando los alumnos pretenden justificar sus errores, yo siempre les digo que no es necesario, que no pierdan ni un segundo en eso, porque es evidente que están aprendiendo y tienen más “derecho” que nadie a cometer errores; éstos, deben servir para tomar impulso, y pensar en ellos sólo y exclusivamente por el valor pedagógico que encierran, pero nada más.

      Gritar, sí que he gritado, una frase corta, una palabra suelta, un: ¡Frena, gira, acelera, ese embrague, mío, tuyo...! En el momento concreto, normalmente, funciona; si no lo es, me equivoco o, lo que es peor, grito porque he perdido mi control (algunas veces pasa y me da muchísima rabia) pido perdón e “indemnizo” a mi alumno al tiempo que me castigo, no cobrando esa clase. Y esto, lo he hecho tanto trabajando por cuenta propia como ajena, por más que digan algunos que si trabajas como empleado no lo puedes hacer, vaya que se puede.

      Buena pregunta, pero no tengo respuesta. El miedo a conducir, me costó reconocerlo, salvo excepciones, entre otras cosas, porque tal vez ya tenía bastante con contener mi propio miedo a ir sentado a la derecha y a que el aula fuese móvil. Con el tiempo fui dándome cuenta de que la excepción es lo contrario: no tener miedo. En mayor o menor medida y sin salir de la autoescuela, todo el mundo siente miedo. Pero es verdad, los cuatro casos más graves que he conocido, han sido protagonizados por tres hombres y una mujer; los hombres respondían los tres al adjetivo que aplicas, excepto uno... sólo porque era bajito, nada más, éste era fontanero, los otros dos soldadores (no son oficios cómodos ni exentos de riesgo); la mujer era maestra en ejercicio, joven, ágil y muy despierta de mente, decidida y valiente. Los cuatro me hicieron trabajar muy duro y sufrir bastante, pero los cuatro son excelentes personas, me llevé muy bien con ellos y me han dejado un grato recuerdo.

      Perdón por el despiste, Elisa. Usurpo tu identidad, me apropio de tus comentarios... Encima, que complementan cada entrada. Moltes gràcies!

      Bona nit!

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    4. Pues creo realmente que hay que tener mucha paciencia para ir todo el día al doble mando y hacerlo bien. Es que no sólo hay que ir atento al tráfico, sino ir enseñando...¿y encima de buen humor y sin enfadarse? Yo no podría.
      Y siempre me resultó sorprendente que tengáis tanta responsabilidad. Yo pensaba que los coches de autoescuela debían tener una especie de 'caja negra' para que en caso de incidente se pudiera saber si el alumno hizo caso o no, y cuando descubrí que si me da por hacer una 'maniobra sorpresa' sin avisar, la culpa es del profesor, me quedé muy sorprendida.
      Bueno, sea como sea, bravo por los buenos profes de autoescuela, gracias a los cuales muchos seguimos vivos.
      Saludos!

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    5. Tienes razón, a qué nos vamos a engañar, cuantos nos dedicamos a este oficio, nos gusta e intentamos siempre hacerlo lo mejor posible, con respecto a la paciencia, tenemos ganado el cielo. Ahora, también es cierto, que somos simples mortales, que siempre no estás de buen humor y que a veces sí que nos enfadamos. No obstante, aunque a algunas personas les cueste creerlo, salvo muy raras excepciones, es montar en el coche para una clase y desconectar automáticamente de todos los problemas que puedas tener. Desde niño recuerdo un poma de Campoamor que me ha ayudado mucho y que nunca olvidé: "El gaitero de Gijón" (http://www.poesiaselecta.com/poeracamor.html)

      También he procurado tener siempre como aliado el sentido del humor, para todo. Y en cuanto a los enfados, por el hecho de que el alumno se equivoque, no; está aprendiendo, es lo normal, debe estar perfectamente asumido, y no me resulta nada difícil darme cuenta de lo que me costó a mí aprender ciertas cosas; no obstante, hay algunas que te dan rabia y en un instante la manifiestas con fuerza, pero no es un enfado realmente, es como esa queja del buen aficionado al fútbol cuando a su equipo del alma le marcan un gol.

      Lo que sí me enfada es ver que el alumno muestra un desinterés total en aprender un día tras otro, hay cosas que es imposible que una persona haga mal una vez que se le muestra cómo hacerlo. El primer día que percibo esa actitud, hablo con el alumno a solas terminada la clase, intentando buscar causas y soluciones, si estas no aparecen y la desidia persiste, repito el intento unas pocas veces más, cuando a pesar de eso nada cambia, no queda más remedio que dejar de dar clase e invitar al alumno a que deje la autoescuela. Continuar no tiene ningún sentido, además, en estos casos, si se persiste en seguir dando clases a pesar de todo, llega un momento en el que no se puede garantizar la seguridad del alumno, y ése, siempre es el objetivo número uno.

      Lo anterior enlaza con lo que dices al final, cuando mencionas la “caja negra” (me hizo reír) y pensé, negro, lo vemos muchas veces pero sólo lo registra nuestra memoria y, con el tiempo, alteraciones de salud que nadie reconoce como enfermedades profesionales, pero ese es otro tema. En todo caso, me parece bien que la responsabilidad de lo que pueda ocurrir sea sólo del profesor, y éste, el conductor del vehículo a todos los efectos (el alumno está aprendiendo), y aquí está, una de las razones fundamentales por la que nadie, prácticamente, está dispuesto a enseñar por libre pero que nadie confiesa.

      Muchísimas gracias por el elogio final que nos dedicas a cuantos amamos esta peculiar y emocionante -en todos los sentidos- labor de enseñar a conducir. Imagino, que cuento con tu permiso para hacérselo llegar a algunos colegas que conozco, lo merecen sobradamente y les hará tanta ilusión como a mí.

      Moltes gràcies i bona nit!!!

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    6. Claro que puedes hacer llegar el elogio. Sólo un punto: ¿qué quiere decir 'no tiene interés'? Puede ser subjetivo. Lo digo porque en mi primera práctica en mi primera autoescuela me 'regañaron' por esto, cuando yo me había memorizado el código de arriba a abajo y sí, tenía interés...

      Saludos!

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    7. Perdona, Elisa, pero no veo dónde escribí "no tiene interés"; ya sabes, que a veces, tienes algo delante de las narices y por más que mires no acabas de verlo.

      Desde luego, esa recriminación que me cuentas en tu primer día de clase práctica por parte de tu "profesor", es absolutamente vergonzosa. Si de mí dependiera, o se reciclaba o le retiraba la autorización de ejercicio, además de indemnizar a los alumnos perjudicados, claro. Eso, no se dice ni en broma (no tiene ingenio ni gracia), y tú, lo has hecho muy bien, lo ideal es conocer perfectamente las normas y señales antes de llegar a la primera clase de coche. Yo siempre expreso alegría cuando un alumno me muestra conocer las normas, por Dios, ¡si es una bendición! En fin, Elisa, lo siento mucho, me da mucha rabia.

      Bona nit i saludos!!!

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    8. ..Bueno ... era por la frase 'muestra un desinterés total'... es que no sé por qué le parecía que yo no tenía interés... igual hay gente que parece 'no tener interés' cuando sí lo tiene... Era sólo por eso. ¡Saludos y buen fin de semana!

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    9. ¡Ah, no! Cuando afirmo que alguien no tiene ningún interés, es que es así; porque, como también dije y todos sabemos: hay tareas muy concretas a realizar en un coche que, vale, si no se saben no se saben, y es normal, pero cuando te dicen cómo, nada más intentarlo sale bien; de acuerdo, a veces, uno está en Babia por mil razones, pero, entre otras cosas, me aseguro de ello hablando con tiempo y calma después con el alumno. Lo compruebo todo, te lo aseguro. Hay un dicho en México que me gusta mucho y suelo emplear, porque es muy claro, directo y gráfico, además, cuando lo suelto hago el gesto con la mano: "Cuando digo que la mula es parda, es porque tengo los pelos en la mano".

      Estoy seguro de que no era necesaria tanta aclaración, quizá ninguna, pero... como no solo leemos esto tú y yo (¡espero!), y siempre puede haber personas que miren por primera vez...

      Gracias por la aclaración, tu atención e interés. Tus comentario siempre complementan mis entradas, y mira que intento hacerlas "redondas".

      Buen fin de semana, bona nit!

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    10. Tus entradas son ciertamente muy buenas, ¡si no no las leería! Desde luego si te dicen que hagas algo concreto y no lo haces... pues yo también le diría desinterés... o peor

      Saludos!

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  2. Querido amigo: Como siempre la docencia que nos impartes es grata y muy certera.
    Un abraciño,
    Rosa María Milleiro
    http://poemas-rosamariamilleiro.blogspot.com.es/

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    1. ¡Muchas gracias, amiga! Es una muy grata, significativa e importante sorpresa veros por aquí. Me alegra mucho, Rosa María. ¡Mucho!

      Feliz sueño. Un abraciño.

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